Otros textos relacionados con la actividad en Nicaragua:
Resumen de la actividad desempeñada
Testimonios de algunos de los participantes.
Galería fotográfica, de la actividad en general, como de la entronización de San Josemaría.
En el momento de la Consagración, cuando el celebrante principal alzaba la Sagrada Forma para la veneración de los fieles, el panorama para mí no podía ser más elocuente: detrás del Santísimo Sacramento sobresalía la cabeza de la imagen de San Josemaría y, en el hueco de lo que será una ventana, se veía recortada la selva de Nicaragua. Emocionado, me vinieron una vez más a la cabeza y al corazón las palabras que tantas veces escuché directamente a San Josemaría: Soñad, hijos míos, y os quedaréis cortos. Meditando luego en estas palabras, he vuelto a comprobar que siempre se cumplen. Efectivamente, siempre, con los sueños divinos, nos quedamos cortos. Pero me parece que debo aterrizar y narrar la historia.
Desde hace unos años, movidos por el impulso del Prelado del Opus Dei para que diéramos continuidad renovada al empeño decidido de promover vocaciones al Seminario, nos planteábamos en las tertulias de los Círculos y en las posteriores a los Retiros para los sacerdotes diocesanos qué podíamos hacer para conocer más gente joven y sensibilizarles para que se pusieran en condiciones de percibir la posible vocación al sacerdocio. El huracán Mitch, que desoló Nicaragua, nos dio la oportunidad: podíamos ir a colaborar en la pastoral de una parroquia necesitada. Lo que fue una idea nos ha llevado ya siete años a esas tierras.
Como fruto de la labor desarrollada queríamos dejar un recuerdo de nuestro paso por esos lugares. En estos últimos años, en la parroquia de Nuestra Señora de las Victorias de El Crucero (Managua) hemos colaborado en la formación de los fieles que forman parte de los diversos sectores pastorales de la parroquia, así como la de los profesores de los colegios. ¿Qué mejor recuerdo que una capilla dedicada a San Josemaría en una de las Comunidades dependientes de la parroquia, situadas en la selva, carentes de los recursos más elementales? ¿No escuchará San Josemaría de un modo particular las oraciones de esa gente sencilla y con tanta fe?
¿Por qué en la Comunidad de Desenredo? Vino dado. Cuando plantemos colaborar en la construcción de la capilla, al comentar las posibilidades que teníamos de dedicarla a diversos santos, el Delegado de la Comunidad refiriéndose a una biografía que tenía del Fundador del Opus Dei- nos dijo: La dedicaremos a San Josemaría, que tengo su vida en mi casa.
Y ahí comenzó todo.
Este deseo nos animó sobremanera pues es una de las Comunidades más pobres de la zona. Hace seis años se había declarado zona de hambruna. El agua corriente ha llegado este año y todavía carecen de luz eléctrica. Sin embargo, viven a fondo su fe y poseen una clara conciencia misionera de la vida cristiana. ¡Era nuestro lugar!
Estábamos ya ayudándoles a construir la capilla, aportando dinero, pero trabajando ellos en su construcción, para que fuera algo muy suyo. Primero colocaron los pilares y el tejado. Para este año ya habían puesto las paredes y lo que sería el presbiterio.
Salimos de Valencia con la imagen de San Josemaría. La habían venerado en primer lugar en la Parroquia de San José, de Gandía. Después en la casa de Juan, para que San Josemaría protegiera a toda la familia. Él mismo, se encargó de llevarla a Nicaragua. La imagen la recibieron con tanto cariño que ya el primer día, cuando se la enseñamos, se la querían llevar. Pero no, los planes eran otros. El párroco quería entronizarla con procesión y banda de música: lo que con empaque llaman una banda filarmónica y coloquialmente los chicheros.
Empezaron los preparativos.
En la parroquia instalaron la imagen de San Josemaría con mucho cariño en unas andas que construyeron para la ocasión. Nos colocamos con la imagen adornada en la parte trasera, descubierta, del pickup del párroco. Muy emocionados, emprendimos el corto viaje. En el desvío que conduce a la Comunidad nos esperaban los músicos y los habitantes de Desenredo, que había llevado en procesión la sencilla imagen del Corazón de Jesús que hasta ahora había presidido sus oraciones. Ahora se sumaba la del nuevo santo.
Después del encuentro, comenzó la procesión. Unos y otros nos alternábamos en llevar las imágenes y, como es costumbre en el lugar, bailarlas. La música no cesaba; el ritmo y la alegría de la gente tampoco.
Al llegar, antes de entrar en lo que será la capilla, nos hicimos la foto de grupo. Todos pugnaban por salir en la foto: se veía la alegría de todos en las caras.
En la pared del presbiterio nos encontramos una leyenda a base de letras recortadas: Bienvenido San Josemaría Escrivá de Balaguer. Había flores, mucha fe y desborde de cariño.
Entre encendidos aplausos hizo su entrada en la capilla en construcción las imágenes del Sagrado Corazón de Jesús y de San Josemaría. Situaron una a cada lado del presbiterio. Comenzó la Santa Misa. Tras el saludo del párroco, al ser yo el único que había conocido personalmente a San Josemaría, tuve que explicar su vida y su mensaje: lo hice con la estampa en la mano explicándoles la oración a San Josemaría.
La homilía, sobre la santificación en la vida ordinaria, corrió a cargo del párroco. La pronunció con gran vehemencia, de modo claro, adaptado a los asistentes. Después D. Suso Navarrete bendijo la imagen y al pueblo fiel.
Al final de la Santa Misa, antes de la bendición final, rezamos todos juntos la estampa a San Josemaría. Un rato de silencio recogió las peticiones de todos.
Terminada la ceremonia todos querían hacerse una foto con los sacerdotes y con la imagen del santo. Con orgullo mostraban cada uno la estampa de San Josemaría, que habíamos repartido como recuerdo de la entronización.
Con la banda, que seguía tocando continuamente, salimos para celebrar el acontecimiento. Se repartió comida para los niños. También chuches. Hubo juegos. Se quedó en que cada año tendríamos que celebrar el aniversario de la entronización.
De regreso a nuestro alojamiento, pensando en la primera vez que se entroniza una imagen del Fundador del Opus Dei en Nicaragua y, más en concreto en un lugar tan humilde, me vino a la cabeza esas veces que nuestro Fundador nos decía en las tertulias: ¡Hijos míos!, pido a Dios que me entendáis.
Nosotros -he pensado después que con mucha ingenuidad- le respondíamos: Padre, le entendemos.
Y yo de vuelta al alojamiento me daba cuenta de lo poco que entonces captábamos de lo que nos decía San Josemaría y de que ni atisbábamos lo que suponía aquel Soñad y os quedaréis cortos. No éramos conscientes de las monedas de oro de las bodas del Gran Rey que nos lanzaba continuamente nuestro Padre.
Ante tanta gente joven que participó en la ceremonia, volvía uno a escuchar a San Josemaría que nos soplaba al oído: Soñad, hijos míos, que os seguiréis quedando cortos. Si sois fieles, daréis la vuelta al mundo, como si fuera un calcetín. Hay que empapar la tierra de amor, y esto exige mucho sacrificio. Hay que dejarse gastar con garbo la juventud en el servicio de las almas, ofrecer al Señor toda la vida.