Martes de la semana 9 de tiempo ordinario; año impar

Al César lo que es del César. Ciudadanos ejemplares

«Le enviaron algunos de los fariseos y de los herodianos para sorprenderle en alguna palabra. Acercándose, le dicen: Maestro, sabemos que eres veraz y que no te dejas llevar de nadie, pues no haces acepción de personas, sino que enseñas el camino de Dios de verdad. ¿Es lícito dar tributo al César o no? ¿Pagamos o no pagamos? Pero él, advirtiendo su hipocresía, les dijo: ¿Por qué me tentáis? Traedme un denario para que lo vea. Ellos se lo mostraron, y les dice: ¿De quién es esta imagen y esta inscripción? Le respondieron: Del César Jesús les dijo: Dad, pues, al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Y se admiraban de él» (Marcos 12,13-17).

I. La Iglesia, en cuanto tal, no tiene por misión dar soluciones concretas a los asuntos temporales. Sigue así a Cristo, quien, afirmando que su reino no es de este mundo ( Juan 19, 36), se negó expresamente a ser constituido juez en cuestiones terrenas cuando algunos fariseos le preguntan maliciosamente si es lícito pagar el tributo al César. Así no caeremos nunca los cristianos en lo que Jesucristo evitaba con todo cuidado: unir el mensaje evangélico, que es universal, a un sistema, a un César. Es decir, debemos evitar que cuantos no pertenecen al sistema, al partido al César, se sientan con dificultades comprensibles para aceptar un mensaje que tiene como fin último la vida eterna. Nos toca a los cristianos, metidos en la entraña de la sociedad. Con plenitud de derechos y de deberes, dar solución a los problemas temporales, formar a nuestro alrededor un mundo cada vez más humano y más cristiano, siendo ciudadanos ejemplares que exigen sus derechos y cumplen todos sus deberes con la sociedad.

II. El hombre es uno, con un solo corazón y una sola alma, con sus virtudes y sus defectos que influyen en todo su actuar, y “tanto en la vida pública como en la privada, el cristiano debe inspirarse en la doctrina y seguimiento de Jesucristo” ( CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, Los cristianos en la vida pública), que tornará siempre más humano y noble su actuar. El cristiano elige sus opciones políticas, sociales, profesionales, desde sus convicciones más íntimas. Y lo que aporta a la sociedad en la que vive es una visión recta del hombre y de la sociedad, porque sólo la doctrina cristiana le ofrece la verdad completa del hombre, sobre su dignidad y el destino eterno para el que fue creado. Nuestro testimonio en medio del mundo se ha de manifestar en una profunda unidad de vida. El amor a Dios ha de llevarnos a cumplir con fidelidad nuestras obligaciones como ciudadanos; lo contrario sería una falta contra la justicia, pues supone la dejación de unos derechos que, por sus consecuencias de cara a los demás, son también deberes.

III. De Dios es toda nuestra vida, nuestros trabajos, nuestras preocupaciones, nuestras alegrías... Todo lo nuestro es suyo. Ser buenos cristianos nos impulsará a ser buenos ciudadanos pues nuestra fe nos mueve constantemente a seguir el ejemplo de Cristo. El amor a Dios, si es verdadero, es garantía del amor a los hombres, y se manifiesta en hechos.

Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.