Alfa y Omega
«La fidelidad es una virtud creativa, que exige una continua renovación interior y exterior; no consiste sólo en conservar, sino en extraer siempre nuevas virtualidades del tesoro recibido. La fidelidad es la otra cara de la moneda de la felicidad. Y Álvaro del Portillo fue un hombre verdaderamente feliz».
Benedicto XVI ha aprobado el Decreto que reconoce las virtudes heroicas de monseñor Álvaro del Portillo, primer paso hacia el reconocimiento de la santidad del sucesor de san Josemaría Escrivá al frente del Opus Dei. Un «sacerdote de paz» que «sirvió al Señor y a su Iglesia con alegría y generosidad», le describe el actual Prelado, monseñor Javier Echevarría.
«Un sacerdote de paz»: así recuerda monseñor Javier Echevarría, actual Prelado del Opus Dei, a su antecesor al frente de la Obra, monseñor Álvaro del Portillo, de quien la Santa Sede acaba de reconocer sus virtudes heroicas, un paso previo decisivo hacia su beatificación. Para monseñor Javier Echevarría, se trata de una noticia inolvidable, y con estas palabras expresa, en conversación con este semanario, su agradecimiento: «Gratitud por este pastor ejemplar que amó al Señor y a su Iglesia, y a quienes le rodeaban o coincidían con él, además de rezar por la Humanidad. Procuró en todo momento buscar el cumplimiento fiel de la voluntad de Dios».
Según el actual Prelado del Opus Dei, «Don Álvaro es recordado por muchos hombres y mujeres como una persona y un sacerdote de paz, leal a su compromiso de amor a Dios. Vivía muy unido a la Iglesia y al Romano Pontífice, y supo servir con alegría y total generosidad a san Josemaría Escrivá de Balaguer, a sus hermanos —luego, hijos— en el Opus Dei, a sus parientes, amigos y colegas. Con su predicación ayudó a encontrar la felicidad en la fidelidad a Jesucristo a centenares de miles de personas, en los diferentes países a los que realizó viajes pastorales», explica.
Monseñor Echevarría revela «que mucha gente acude a su ayuda, desde numerosos lugares del mundo, ante necesidades individuales, familiares, laborales, amistosas. Es unánime el comentario de que irradiaba paz, alegría, sencillez, espíritu cristiano y visión apostólica».
La Causa de canonización del Venerable Álvaro del Portillo sigue así su curso, a la espera de un milagro que permita dar el siguiente paso, el de la beatificación. Hasta el momento, a los promotores de la Causa han llegado ya 12.000 relaciones firmadas de favores obtenidos por su intercesión, muchos de ellos procedentes de países en los que el Opus Dei ni siquiera está presente. Para afianzar la fase inicial de la Causa, se han llevado a cabo ocho procesos en régimen de comisión rogatoria en distintas partes del mundo: Madrid, Pamplona, Fátima-Leiria, Montreal, Washington, Varsovia, Quito y Sydney. En ellos, se ha interrogado a 133 testigos, entre ellos 19 cardenales y 12 obispos o arzobispos; de todos los testigos, 62 pertenecen a la Prelatura, mientras que los que no están vinculados a ella son incluso más: 71.
Un hombre fiel y feliz
Monseñor Flavio Capucci, Postulador de la Causa de canonización de Álvaro del Portillo, ha destacado que encarnó fielmente «el núcleo del mensaje del Opus Dei, porfiadamente predicado por san Josemaría: la santificación del trabajo. Monseñor del Portillo trabajó sin descanso durante toda su vida: primero como ingeniero, luego como sacerdote y, en los últimos años, como obispo, dando siempre un alto sentido a su labor, con la que perseguía la gloria de Dios y el bien del prójimo».
Un padre bueno
El sucesor de san Josemaría al frente del Opus Dei «tenía el don de una profunda paternidad espiritual», dice el Postulador de su Causa, en una entrevista en la página web de la Obra. «Todos los que se le acercaron alguna vez recuerdan en él a un padre bueno, que comprende, que perdona, con una confianza incondicionada en los demás, en la lealtad de cada uno. Y destacaba por su humildad: nunca pretendía imponerse o imponer sus propias opiniones».
Otra de las características principales de monseñor Álvaro del Portillo, añade, era «la virtud de la fidelidad: fue un ejemplo de fidelidad a la Iglesia, de fidelidad a los Papas con los que estuvo en contacto, de fidelidad a la vocación y, en fin, de fidelidad al fundador del Opus Dei. La fidelidad es una virtud creativa, que exige una continua renovación interior y exterior; no consiste sólo en conservar, sino en extraer siempre nuevas virtualidades del tesoro recibido. La fidelidad es la otra cara de la moneda de la felicidad. Y Álvaro del Portillo fue un hombre verdaderamente feliz».
Vocaciones a la santidad
Monseñor Álvaro del Portillo participó como secretario y perito en los trabajos del Concilio Vaticano II y, más tarde, fue consultor de las Congregaciones para la Doctrina de la Fe, para el Clero y de las Causas de los Santos. «Quienes trabajaron con él —señala el Postulador— ponen de relieve la determinación con que promovió los derechos de los laicos en la misión de la Iglesia, así como la belleza e importancia de la santidad sacerdotal». Por todo ello, merece ser considerado como “un don de la Iglesia y para la Iglesia”».
Jesús Colina y Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo