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Lo que de verdad importa
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Lo que de verdad importa

The Healer

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Alec es un poco bala perdida. Tiene una empresa llamada The Healer (“el curandero”), dedicada a arreglar objetos eléctricos. Pero tanto su vida laboral como su vida privada son un desastre desde que su hermano gemelo murió de cáncer. Acumula relaciones sexuales esporádicas e importantes deudas económicas que le pueden costar muy caro. Sin embargo, su situación cambiará radicalmente el día conoce a un tío suyo del cual desconocía su existencia. Éste le hace una generosa oferta: pagar todas sus deudas si se compromete a vivir un año en el pueblo de sus ancestros, una pequeña localidad cerca de Halifax, en Nueva Escocia.

Paco Arango sorprendió satisfactoriamente en 2011 con su película Maktub, una film muy personal que lograba una simbiosis perfecta entre drama y comedia y que narraba la penosa situación de un niño con cáncer y lo que eso generaba alrededor. Cinco años después Arango vuelve sobre el mismo tema en Lo que de verdad importa, un proyecto de mayor envergadura. La recaudación en España, Italia, México y Estados Unidos irá destinada íntegramente a ayudar a niños enfermos.

De nuevo Arango vuelve a centrar su guión en el terremoto interior que provoca en los adultos el cáncer infantil, capaz paradójicamente de sacar lo mejor de las personas. Como siempre en su cine, Arango imprime a la historia un sano optimismo, una mirada alegre en medio del sufrimiento, con matices importantes que escapan a la visión materialista de la vida, de claro componente cristiano.

Tal enfoque aporta una visión ponderada de la existencia terrena como algo provisional, abierta a otras realidades, que él expresa con situaciones milagrosas o inexplicables que hacen su entrada en el mundo. En este caso, el toque sobrenatural viene introducido con el mágico don de curar del protagonista, un talento ofrecido por Dios como una herramienta para ayudar a los demás, tal y como se dice en el film. (Almudí JD). Decine21: AQUÍ

La película, al igual que Maktub, consigue armonizar la ligereza de la comedia con el espesor del melodrama en una perfecta simbiosis. Así puede tratar temas densos e intensos de forma ligera, agradable, sin petulancia ni pedantería. No hay nada presuntuoso ni intelectualista en el film a pesar de meterse en la harina del sufrimiento, de la cuestión fe-increencia, de la autoconciencia, del amor, de la existencia de Dios… y de un largo etcétera de asuntos en los que naufragaría un guionista sin dotes ni suficiente experiencia de la vida.

Esta es la clave: Paco Arango suma a su indudable talento artístico un elemento fundamental, su experiencia constante e inseparable de infancia y dolor, dos palabras que deberían excluirse. Su trabajo con niños con cáncer le permite generar una mirada sobre la enfermedad y la muerte, inseparable de la alegría y la esperanza. En ese difícil maridaje, la cuestión de la trascendencia se despoja de toda herrumbre racionalista, y aparece con la sencillez de una certeza elemental, de una experiencia cotidiana. Y para eso es necesario contar con un elenco de actores que sepan transmitir con inmediatez y realismo “lo que de verdad importa”.

Pero ¿de qué trata realmente el film? Por un lado, profundiza en la relación entre fe y libertad, dando a esta un valor infinito. No hay bien que valga si no se aferra libremente. Este es el drama del protagonista, al que continuamente se le pone delante la posibilidad de decir sí o no. Pero también está la cuestión de la gracia: siempre hay una segunda oportunidad para volver a elegir, y una tercera…

Desde un punto de vista técnico, Lo que de verdad importa tiene buen ritmo, con un montón de subtramas y personajes secundarios que enriquecen la historia. No en vano la montadora es la premiada Teresa Font. La fotografía, espléndida, es de Javier Aguirresarobe, que cuenta con seis Goyas en su haber y otras tantas nominaciones. (Juan Orellana, Pantalla 90)