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Hoy, como todos los años el día de la Inmaculada, el Papa ha rezado ante la imagen de la Virgen que está en lo alto de la columna que hay en Piazza di Spagna, en Roma. Imagen en la que los bomberos de la ciudad colocan también en este homenaje de cada año una corona de flores.
Hoy, en esta ceremonia, el Papa ha dicho unas palabras muy ceñidas a la realidad de las personas que en la ciudad de Roma se ven afectadas por la crisis económica.
Así resume Radio Vaticano las palabras del Papa:
Benedicto XVI ha confiado a la Virgen a los más indefensos de la ciudad: los niños antes que nada, y sobre todo los gravemente enfermos, los adolescentes necesitados y cuantos sufren las consecuencias de duras situaciones familiares.
El Papa le ha confiado también a los ancianos solos, los enfermos, los emigrantes con dificultades para adaptarse, las familias que fatigan para cuadrar las cuentas y las personas que no encuentran empleo o lo han perdido.
(...) Enséñanos María a ser solidarios con quien está en dificultad, a equilibrar las cada vez más grandes diferencias sociales; ayúdanos a cultivar un sentido del bien común más vivo, del respeto de lo público, empújanos a sentir esta ciudad como patrimonio de todos, y hacer cada uno, con conocimiento y compromiso, nuestra parte para construir una ciudad más justa y solidaria. (...)
Esto sucede en el mismo mundo y momento en el que hoy se cuenta la subida de las bolsas con la ayuda prevista del presidente electo Obama a los tres grandes constructores estadounidenses de automóbiles, y el NY Times no esconde sus dificultades económicas, y The Los Angeles Times and The Chicago Tribune están a punto de quebrar, y en la CE, Sarkozy, Brown y Barroso apuestan por medidas flexibles y tratan de saber cómo serán las cosas dentro de un año.
Todos sabemos que esas y otras medidas técnicas no bastan para resolver las tribulaciones y sufrimientos reales de nuestros días.
Por eso tiene razón Benedicto XVI cuando sabiendo lo que pasa y lo que hacen políticos y economistas hoy reza, y anima y arguye desde la plaza de España en Roma: anima a creer con confianza en el bien, a apostar por la gratuidad del don, por el servicio, por la no violencia, por la fuerza de la verdad...
Es la fe sobrenatural, no solo la fe en la economía ni en la política, la que mueve montañas. Sobre todo cuando las montañas que hoy agobian son montañas de codicia o avaricia y de soberbia, de engaño, orgullo o egoísmo, entre otras cosas. Esto, que no es nuevo, ni nos gusta, lo sabemos bien.