Menos de 100 personas acumulan la riqueza de 3.500 millones. La falta de acceso a servicios básicos agranda la brecha.
La aritmética es brutalmente simple. Si menos de 100 personas controlan la misma cantidad de riqueza que los 3.500 millones más pobres del planeta, el resultado puede expresarse con una sola palabra: Desigualdad.
Y no se define únicamente por la brecha entre los que tienen más y los que tienen menos. También se evidencia en el acceso a agua potable, electricidad, saneamiento, educación, salud y otros servicios básicos.
La expansión de la economía a comienzos de este siglo ayudó a millones de personas a salir de la pobreza extrema. Y si bien América Latina registró las tasas más altas de crecimiento en su historia, la región sigue siendo la más desigual del mundo, según la Cepal.
La ONU y otras organizaciones internacionales se han propuesto el objetivo de acabar con la pobreza para 2030. Pero eso implica que cada año 50 millones de personas deberían comenzar a tener ingresos por encima de US$1,90 al día.
Es decir, cada semana aproximadamente 1 millón de personas tendrían que salir de la pobreza durante los próximos 15 años. ¿Es posible?
La clave para poner fin a la pobreza está no solo en el crecimiento económico, sino también en la importancia de reducir las desigualdades entre los que tienen más y los que menos tienen (el 40% más pobre).
El Objetivo de Desarrollo Sostenible 10 muestra que reducir la desigualdad implica tener en cuenta la variedad de sus contextos. Además de la desigualdad de ingresos en la etapa de la adultez, existe también la desigualdad por género, edad, discapacidad, raza, clase, etnia, religión, y en oportunidades, que usualmente se manifiesta durante diferentes etapas, empezando por la niñez, según los Indicadores de Desarrollo del Banco Mundial.
Para Naciones Unidas, en promedio –y teniendo en cuenta el tamaño de la población–, la desigualdad de los ingresos en los países en desarrollo aumentó un 11% entre 1990 y 2010.
Si bien el crecimiento económico ha sido clave para mejorar la vida de los más pobres y ha permitido que los ingresos del 40% más vulnerable de América Latina haya mejorado más que el total de la población -en comparación con otras regiones- la distribución no ha sido del todo equitativa.
Reducir las desigualdades latentes y erradicar la pobreza extrema implica analizar por qué para el 40% más pobre es tan difícil aumentar sus ingresos y salir del círculo de la pobreza.
Una de las formas de medir la desigualdad es el índice de Gini, que permite identificar hasta qué punto la distribución del ingreso se aleja de un reparto perfectamente equitativo. El indicador demuestra que América Latina es una de las regiones con el grado más alto de desigualdad en el mundo.
" El Índice de Oportunidades Humanas permite evaluar cuan diferente puede ser, por ejemplo, el futuro de un niño nacido de padres pobres en un entorno rural frente al de uno nacido de padres educados y en un entorno urbano. "
La mayor parte de la desigualdad en el ingreso de los adultos de América Latina –y del mundo- se debe a circunstancias personales sucedidas durante su niñez, que escapan a su control y responsabilidad. Según los expertos, estas circunstancias están ligadas a la raza, el género, el lugar de nacimiento, y el nivel educativo y de educación de los padres.
Estos factores son tan importantes para determinar el futuro de un ser humano, que se ha creado un indicador denominado “Índice de Oportunidades Humanas” que permite evaluar cuan diferente puede ser, por ejemplo, el futuro de un niño nacido de padres pobres en un entorno rural frente al de uno nacido de padres educados y en un entorno urbano.
El nivel de formación de los padres y el ingreso de la familia condicionan fuertemente el futuro de los niños, haciendo que la falta de oportunidades no sea aleatoria, sino sistemática. Gran parte de ese futuro se forma mientras estamos en el vientre y en nuestros primeros cinco años.
Para acelerar el crecimiento y mejorar los ingresos del 40% más pobre, se cesitanne más trabajos y programas de protección social bien diseñados. Sin embargo, una de las claves está en invertir en los niños que viven en los hogares más pobres y expandir las oportunidades disponibles para ellos. Esta herramienta, por ejemplo, permite ver qué está pasando con esos niños y cuántos son, para así contribuir a cortar la transmisión intergeneracional de la pobreza, mejorar la economía e impulsar el desarrollo.
David Hermoza, en https://www.bancomundial.org/