Una nueva evangelización desde los cimientos
Entrevista al obispo Philippe Jourdan, un francés nacionalizado estonio que lleva diez años al frente de la Iglesia católica en Estonia, cuyo idioma aprendió para “poder ayudar mejor a mis conciudadanos”. Pertenece al Opus Dei desde sus años de estudiante de Ingeniería en París, y recuerda bien el afán evangelizador del beato Álvaro del Portillo, “a quién conocí en Roma”, “siempre pendiente de servir a la Iglesia, también en las necesidades de ir a nuevos países”. En las dificultades, señala, recuerda a San Josemaría, que decía: “cuando la siembra es de santidad, nada se pierde”.
Seis mil católicos, el país menos religioso del mundo según algunas estadísticas… Para ser obispo en Estonia se requiere algo así como un máster en esperanza, ¿no?
Para ser obispo en cualquier lugar del mundo hace falta no un máster, sino un doctorado en esperanza… Lo recibimos “honoris causa” cuando nos consagran obispos, pero luego hay que trabajarlo un poco, porque si no se olvida con facilidad.
¿Cómo combinar el deseo lógico de obtener frutos y a la vez tener una inmensa paciencia con el trabajo diario y la libertad personal?
Me contaron una vez que un prelado del centro de Europa visitaba en el norte de Suecia un párroco, de una parroquia inmensa donde casi no había católicos (ahora hay muchos más, en parte gracias a la inmigración). Pidió ver los registros parroquiales, y se extrañó: apenas había bautismos, ni matrimonios; nada de lo que hace un sacerdote en su vida normal en cualquier país católico. Y preguntó al sacerdote: ¿pero, padre, a qué se dedica usted aquí? Él le contestó: a ser fiel a mi vocación. ¿Le parece poco?
Creo que mientras haya curas católicos que hablen así, la Iglesia tendrá un gran futuro y la labor misionera de la Iglesia saldrá adelante. En esos países del norte de Europa, uno entiende mejor que el ser viene antes que el hacer. Creo que cada nuevo sacerdote tendría que pasar por una experiencia de ese tipo antes de dedicarse a las multitudes.
Benedicto XVI habló de que en el futuro la fe estaría custodiada y se expandiría a través de unas minorías muy fervientes, que llevarían su luz al resto. ¿Es así la comunidad católica de su país?
Supongo que sí, un poco como los primeros cristianos. Pero los primeros cristianos no eran todos santos y mártires; tenían también sus luchas, sus errores, sus fracasos. Quizá a primera vista más fracasos que éxitos, pero al final fue Dios quien ganó. Nosotros también somos gente normal, con cualidades y defectos, pero dentro de nuestra normalidad, con una fuerte convicción de la novedad del cristianismo, y un deseo fuerte de conocer la fe a fondo y vivirla. Lo que caracteriza los católicos estonios es un sentido muy fuerte de lo sagrado.
Quizá me equivoque, pero así me imagino a los católicos estonios: como son pocos, casi se conocen entre sí, están seguros en su fe por las dificultades que han pasado… ¡como la primitiva cristiandad! Con todas sus ventajas, ¿también corren el riesgo de encerrarse en sí mismos?
Los católicos estonios están seguros de la verdad de la fe, pero no están seguros de sí mismos. Al contrario, tienen un sentido muy profundo, que no he encontrado en muchos lugares, de su indignidad personal frente a la fe. Nosotros, los católicos “tradicionales”, no nos planteamos que pudiéramos ser “indignos” de ser católicos, porque siempre lo hemos sido, y nuestros antepasados también, y es normal en nuestro país. Antes de llegar a Estonia nunca había oído alguien decirme: pienso que no soy digno de ser católico.
Por supuesto que el riesgo de formar un ambiente cerrado de gente distinta de los demás existe siempre. Muchas veces viene del orgullo de ser distinto. Donde haya una cierta humildad, ese peligro no es tan grande. Es cierto que somos como una familia, nos conocemos todos. Pero eso vale también para el país, que no es muy grande…
Después de diez años, ¿el obispo de Estonia ha cambiado el enfoque, las prioridades, el estilo?
En un país donde el 0,5 % son católicos, está claro que el enfoque general sigue más o menos el mismo: difundir y hacer conocer la fe. Quizá con el tiempo me doy más cuenta del desafío que constituye la trasmisión de la fe entre padres e hijos en tantas familias. En una sociedad que privilegia cada vez más el cambio, la novedad, el depender solamente de sí, y no de lo que uno ha recibido, está claro que es un desafío mayor que lo que ha sido en otras épocas de la historia.
La familia. La situación en todo el mundo, y en Estonia de modo particular, merece una revisión, un Sínodo. ¿Cómo ganar esta batalla? ¿Por qué no cunde más el ejemplo de tantas familias con padre, madre e hijos?
Me partió el corazón leer un día unas estadísticas hechas por el gobierno que decían que solamente el 13% de los niños estonios viven con sus dos padres biológicos. Un poco más de uno sobre diez… Queremos una sociedad donde los hijos crezcan y vivan con su padre y su madre. Quizá es una lucha para la generación siguiente, o para la de después… pero es una lucha que tenemos que ganar para toda la humanidad.
Ecumenismo. Del país menos religioso del mundo, ¿al más ecumenista? ¿Se puede decir que la existencia de dificultades, y de situaciones minoritarias, favorece la unión?
Un vez me dijo un obispo luterano que el régimen soviético consiguió la unión de los cristianos, “en contra de él”. Era un chiste, pero con un fondo de verdad. Las confesiones cristianas hoy en Estonia están mucho más unidas que antes de la Segunda Guerra Mundial y se aprecian mutuamente mucho más. Es un hecho que se puede fácilmente comprobar. Uno puede pensar lo que quiere sobre el ecumenismo, de sus logros y de sus problemas. Pero es un hecho que la unidad de los cristianos es mucho más palpable ahora en muchos países que lo era hace 60 años.
La cultura, la educación son claves en cualquier sociedad. ¿Cuáles son las referencias de Estonia en este terreno? ¿La Iglesia Católica tiene prestigio en el mundo intelectual?
Tradicionalmente la música ha sido la parte de la cultura estonia más conocida fuera de Estonia. Por ejemplo, el compositor Arvo Pärt es actualmente uno de los grandes compositores a nivel mundial. Además es uno de los poquísimos laicos miembro pleno de un Consejo Pontificio, en este caso el de la Cultura. Que yo sepa son dos, con un conocido filósofo francés. Y Arvo Pärt no es siquiera católico, aunque él mismo personalmente y su obra están claramente muy influenciados por la cultura y la música católica.
Según el censo nacional la Iglesia católica en Estonia es la que cuenta proporcionalmente con más gente con estudios superiores. Eso no basta para tener prestigio. Pero es un hecho que la Iglesia católica en Estonia fue la primera en crear escuelas confesionales, hace 20 años y su ejemplo fue seguido hace 3 o 4 años por la Iglesia luterana y la ortodoxa, las dos principales del país, que también se han lanzado a esta aventura.
El obispo Jourdan cuenta la historia de su vocación, su llegada a Estonia y cómo es su pequeño rebaño en el recomendable libro de testimonios El baile tras la tormenta, de José Miguel Cejas.
(*) Entrevista de Jorge Gutiérrez.