A los veinticinco años de la Encíclica «Humanae Vitae»

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Escrito por José  Luis Larrabe
Publicado: 28 Septiembre 2021

Introducción

El XXV Aniversario de un Documento  tan  acuciante,  en  tema  tan vivo y vital, es motivo suficiente para que hagamos  un  balance  de tomas de posición al respecto, presentando una perspectiva  bibliográfica  (no  tanto con pretensión exhaustiva  y  cuantitativa,  sino  de  influencia  de ideas y en la praxis moral) [1].

Que el tema es vivo y vital  salta a  la vista  ante el innumerable  cúmulo de libros, artículos, folletos y publicaciones de todo tipo y tomas de posición en debates hablados y escritos [2]

Ahora bien: ¿cómo atravesar este bosque frondoso y a veces escabroso debido al carácter del tema (dramático para no pocos matrimonios) haciendo un diagnóstico objetivo y sereno? Es lo que  pretendemos en este estudio forzosamente breve por  las  características  y  dimensiones que se nos apuntan de antemano.

l.          Cuestiones fundamentales

1.       Competencia

La primera de ellas, la referente a la competencia del Magisterio de la Iglesia en estas cuestiones de ley natural [3]. No vemos (desde este observatorio en que hemos leído todo o casi todo en esta materia) la posibilidad de huir de un sofisma si, por una parte, se admite su competencia en cuestiones de justicia y solidaridad (que también son de ley natural) negando al mismo tiempo tal competencia en cuestiones morales de matrimonio (GS 46). En efecto, la misma razón habría para decir  que no pueda pronunciarse en cuestiones sociales de guerra y paz, de ética de trabajo y paro, de salarios justos, de igualdad de oportunidades, etc. (cf. H.V. n. 4 y toda la III parte de dicha encíclica) [4].

2.       Distinción entre doctrina y pastoral

No una distinción (mucho menos  separación)  neta  y  total,  sino  la que ha de llevar a la aceptación de la doctrina, por una parte, y al cumplimiento posibilista del Magisterio de la Iglesia en éste como en otros temas a que hemos aludido anteriormente. Con razón dice  a  este  respecto D. Tettamanzi, actual Secretario de la Conferencia Episcopal Italiana:

«La Iglesia, cuya tarea es la de  proclamar  el  bien  total  y  perfecto, no ignora que existan leyes de  crecimiento  en  el  bien y  que  a veces  se puede proceder  por  grados  todavía im perfectos,  pero  con el fin de superarlos lealmente en una tensión constante  hacia  el ideal» [5].

Es lo que  había dicho la encíclica  Familiaris  consortio  (FC)  (n.  34) y recientemente lo han recordado nuestros Obispos en la Comisión Episcopal para la doctrina de la fe: Una encíclica profética: La «Humanae Vitae». Reflexiones doctrinales y pastorales. Madrid: Edice, 1992, n. 91, añadiendo a modo de aclaración:

«No se puede olvidar, en efecto, la temporalidad y lo lento y fatigoso del aprendizaje humano, aportando en los números  siguientes (92-93) toda una pedagogía moral al respecto» (o.e.).

Teólogos [6] y pastoralistas [7] se han visto en este punto debatiéndose entre lo que dice la cabeza (aceptación  doctrinal)  y  el  corazón  (simpatía pastoral con los matrimonios en dificultades para cumplir  esta doctrina).

3.       Lo objetivo y lo subjetivo

Con gozo y provecho pastoral fue recibido, también en nuestros ambientes, un Documento de la Sagrada Congregación del Clero (de fecha 26 de abril de 1971, publicado en «L'Osservatore Romano» del 20  de mayo del mismo año en su edición inglesa, p. 6-7), donde se establecen como principios doctrinales y pastorales los siguientes:

«Las circunstancias particulares que concurren en un acto humano objetivamente malo, aunque no pueden hacer que sea objetivamente bueno, sí pueden hacer que sea inculpable, disminuido  en culpa o incluso subjetivamente defendible», se cita aquí la Pastoral Colectiva del  Episcopado Americano  (15  de  noviembre  de  1968, p. 12).

«En un análisis final, la conciencia es inviolable  y  nadie  tiene que ser forzado a actuar  en una  manera  contraria  a  su conciencia, tal como asegura la moral tradicional de la Iglesia»  (cita  también aquí dicho Documento de la Jerarquía  norteamericana  «Human life in our day», p. 14).

Este Documento de la Sagrada Congregación del Clero ayudó a no pocos teólogos [8] y pastores [9] en el sentido de mantener la doctrina pontificia de la H.V. como criterio objetivo de la recta formacion de conciencia, respetándose ésta al mismo tiempo como primer  y  último  criterio subjetivo de responsabilidad [10].

Bien es verdad que con ello nada nuevo se añadía a la doctrina tradicional de la Iglesia en moral fundamental [11].

Se temió -no sin fundamento- que algunos autores fueran más allá  de esta recta interpretación de este Documento en el sentido de que las circunstancias por las que atraviesan determinadas parejas de matrimonios puedan hacer que un acto en sí y objetivamente malo pudiera incluso convertirse -en virtud de situaciones  o circunstancias difíciles­  en acto objetivamente bueno. Ese salto cualitativo que va de las circunstancias difíciles a la bondad objetiva no se deduce de este Documento Romano ni de la moral tradicional de la Iglesia: la moral fundamental hablaba y habla de atenuantes y hasta eximentes subjetivos en determinados casos, pero no hace trasvase entre lo objetivo y subjetivo: hay cosas que se comprenden, pero no se justifican. No hay que confundir ambas preguntas: ¿es pecado?, ¿has pecado? [12].

4.       ¿Conflicto de deberes?

También llegó muy pronto a nuestros teólogos y confesores la «Nota pastoral del Episcopado francés sobre la Humanae Vitae» (del 8 de noviembre de 1968), fijando la atención sobre  todo allí donde se nos  dice,  en el capítulo de las Orientaciones pastorales n. 16 que: «La contracepción no puede ser nunca un bien.  Siempre  es  un  desorden  [objetivo], pero este desorden no siempre es [subjetivamente] culpable.  Se  da  el caso, añaden, de  esposos  que  [subjetivamente]  creen  encontrarse  ante un verdadero  conflicto  de  deberes»  (cf.  el  libro  Repercusión  mundial de la «Humanae Vitae, San Cugat 1969, p. 109).

5.       ¿Explosión demográfica?

A  los   veinticinco  años  de  la  encíclica  H.V.  se  sabe  por constancia a  posteriori   que  aquella  encíclica  tenía  razón  también  en  no  querer  admitir, indiscriminadamente y a nivel mundial, la llamada «explosión demográfica» [13]; Concilio y Encíclica matizaron bien diciendo que «en determinadas partes del mundo preocupa el aumento del número de nacimientos» [14]. Pero en determinadas partes del mundo también están preocupadas -motivos tienen para ello- (España, entre otras, más que otras  naciones)   de  la  escasez  de  nacimientos.  Por  ejemplo:  en  1981 el índice de fecundidad en España era de 2,5 hijos por mujer; en 1991 ha bajado  a  1,3:  «Es,  junto  con el  índice  de  Italia, el  más bajo  no sólo de Europa, sino de todo el mundo. Una única excepción: Hong-Kong, cuyo índice de natalidad es 1,2.

6.       Métodos naturales

Autores de toda confianza [15] y grupos eclesiales de toda solvencia ideológica y moral [16] emiten toda una amplia orientación bibliográfica sobre los métodos naturales de fecundidad responsable, contrarrestando al mismo tiempo otras orientaciones de signo muy distinto que en que en otros ambientes concretos se están difundiendo -de palabra y por escrito sin escrúpulo alguno en materias graves, muy graves: por ejemplo, el aborto, y determinadas formas, algunas de ellas aberrantes, sobre fecundación asistida, etc. [17].

7.       Dificultades para el cumplimiento de la H.V.

La falta  de  cultura,  por  una  parte  (en  no  pocas  parejas  del  campo y de zonas industriales); la falta de justicia social dada la crisis y sus consecuencias   en   tantos   matrimonios jóvenes [18]; la falta  también de sensibilidad ético-religiosa en tantos ambientes agnósticos, secularizados y religiosamente alejados, amén de otras circunstancias que más adelante, en la I parte de la encíclica, se verán, dificultan en gran manera el cumplimiento de estas enseñanzas de la encíclica H.V., con lo que también en matrimonios cristianos el tema resulta doloroso y a veces hasta dramático [19].

8. Antecedentes de la Encíclica H.V.

Ya el Concilio Vaticano II había urgido la necesidad  de discernir entre las formas mudables y lo que es valor eterno también en estas  materias que, tratándose de la dignidad de la persona humana y la transmisión de la vida, no son secundarias en la axiología de las virtudes humanas (GS 46).

II. En torno a las tres partes de la Encíclica H.V.

1.       Difícil situación de muchos matrimonios

Sigue teniendo plena vigencia y actualidad esta situación de muchos matrimonios: la que se describe en la I parte de dicha encíclica refiriéndose a  no pocas zonas y  ámbitos  de matrimonios  y familias:  escasez y estrechez de la vivienda (muchas parejas  de novios  quedan  endeudadas para varios lustros); el paro juvenil (con la  inestabilidad  jurídico­ social y económica que de ahí deriva...); las condiciones psicológicas negativas que repercuten en el matrimonio, en la familia o en orden a fundarla. Todo ello hace que no pocas veces se pase a la II parte de la encíclica, doctrinal, en condiciones menos favorables, por no decir difíciles y hasta dramáticas como han descrito no pocos autores [20].

También en nuestros  ambientes, en nuestros  matrimonios  y familias, se han hecho sentir las «no pocas dificultades y angustias» a  que  se  refiere Pablo VI en el primer párrafo y número de su encíclica («non paucae difficultates et angustiae»), «pues  afectan  a  la  vida  y  felicidad de las personas sobremanera», añade el Papa a renglón seguido. Es justo partir  de  esta  realidad,  a  veces  sangrante,  antes   de  sentar   doctrina (II parte) y ofrecer medios, no sólo espirituales, sino de todo orden: económico, social, cultural y evangélico en  orden a posibilitar  y facilitar el cumplimiento de la doctrina y norma de esta encíclica [21].

También en muchos de nuestros ambientes ha resultado, como prevé el Papa, «difícil [onerosum] atender debidamente a un elevado número de hijos» (n. 2), cosa que «a veces requiere, a juicio del Papa, sacrificios heroicos para observar esta norma» (n. 32) [22].

También entre nosotros se tradujeron obras [23] a favor  de  este  principio de totalidad consistente en legitimar la  esterilización  del  acto cuando la globalidad de  la  conducta  matrimonial  es  de  generosidad  y no de egoísmo. (H.V. n. 3 plantea esta cuestión para responder negativamente en el n. 14 al final). El Papa  no acepta  este modo  de  pensar,  sino que lo tiene por erróneo diciendo que cada acto tiene su  especificidad por su objeto, y el fin no justifica los medios [24].

Creemos que no por desprecio a la autoridad o a la norma, sino dejándose llevar del corazón en esa pugna entre cabeza  (doctrina)  y corazón (comprensión), distinguiendo siempre esta comprensión de la justificación doctrinal u objetiva es como se ha procedido a veces en esta materia, de suyo delicada [25].

No han faltado,  también  doctrinalmente  (en  este  acervo  de  escritos y tomas de posición), quienes han querido disociar ley evangélica y ley natural, restringiendo la competencia del Papa y  del  Magisterio  ordinario de la Iglesia a la primera, a la ley evangélica, sacando de su ámbito y competencia lo relativo a la ley natural, la ética matrimonial. Pero  el Papa incluye  en  el  carisma  de  Pedro  también  estas cuestiones  de ética y moral, no sólo las referentes a doctrina, sino abarcando también las costumbres: «non solius legis evangelicae,  sed  etiam  naturalis»  (n. 4).  En el fondo, casi todo el Decálogo es de ley natural. Y casi todas las encíclicas papales [26].

También entre profesores y autores españoles hubo quienes esgrimieron el argumento de que la mayoría de la Comisión a  la  que  consultó el Papa  se  habría  pronunciado  en forma  distinta  a la  que lo hizo  el Papa en el texto promulgado de la encíclica. Pero esta objeción cayó pronto por su base, al venir  de boca  y pluma  del propio  Pontífice,  que:  el sujeto del carisma es él (habiendo además realizado, dice, una amplísima consulta también a Obispos) (n. 5). Una cosa es la consulta a peritos y teólogos; otra, el ejercicio del carisma auténtico [27].

2.       En torno a la parte doctrinal de la «Humanae Vitae»

No han faltado autores que han tildado de fisicista,  no  personalista, esta parte doctrinal (II parte) de la encíclica, sacando de ahí, de esa acusación, una posible  legitimación  de la  esterilización del acto cuando  la trayectoria de la persona es de generosidad (incluso en la fecundidad propiamente dicha). Fecundidad que la han entendido en un  sentido amplio, no sólo físico-biológico de hijos, sino también en  caridad  y calidad [28].

Siendo verdad la amplitud en que hay que entender y situar la fecundidad (no debiendo reducirse a la mera generación de hijos), sin embargo, en honor a la verdad, hay que reconocer que -según una amplia bibliografía al respecto- [29] a lo largo y ancho de la encíclica  se abordan los aspectos «biológicos y psicológicos, demográficos y sociológicos», «de manera que abarca a todo el hombre con visión integral de su vocación y misión, no sólo natural y terrena, sino también sobrenatural  y eterna» (H.V. n. 7).

Contra determinadas tendencias disociadoras entre amor y fecundidad, entre amor conyugal y su ordenamiento abierto a los hijos, el Papa relaciona los dos valores o dimensiones importantes señalados por el Concilio Vaticano II (GS 49 y 50) y afirma que de suyo (es decir, por parte de la acción de la pareja matrimonial) han de salvarse sin disociarlos artificialmente como obra humana (H.V. nn. 7-14, sobre todo 14), topando con el núcleo mismo de la revolución sexual, que también aquí se ha extendido profusamente por medios de comunicación social: cine, radio, televisión y folletos esparcidos por centros  educativos  [!]  con una iniciación sexual consistente -por definición suya- en «el arte de disfrutar del sexo sin peligro alguno» (de tener hijos): es decir, iniciación a la disociación. [30].

Son muchas las causas (o  excusas)  invocadas  para  evitar  los  hijos: no sólo económico-sociales, sino también psicológicas y ambientales por las que no pocas parejas reducen, incluso drásticamente, el número  de hijos: por ejemplo, el temor a que resulten luego indeseables en su conducta familiar y social, deficientes, parados, delincuentes, etc. A esta objeción, extendida sin duda en nuestro ambiente antes y después de la encíclica, ésta responde en  su  III  parte cuando  invoca  medios  humanos y divinos para atajarla y resolverla: desde la  medicina  y psicología  hasta la acertada educación humana y cristiana: no una solución espiritualista, sino integral y de convergencia, como diremos más tarde (H.V. nn. 19ss.), insistiendo no pocos autores en la necesidad  de  promoción  de  la  justicia [31].

No basta la buena intención, sino que se requiere también la capacidad de adaptación a la realidad: a la realidad del amor conyugal, a la estructura del acto matrimonial, a la realidad de tal institución matrimonial. Está, en cambio, muy extendida, incluso entre los fieles, la suficiencia de la buena intención, de la buena conciencia, de la creencia  de cada cual y de cada pareja: no se distingue hoy, en muchos ambientes, la recta conciencia a diferencia de la mera creencia subjetiva. Hace falta aquí una buena catequesis  sobre ley y conciencia,  norma objetiva y conciencia subjetiva [32].

Está extendidísima la convicción de que la conciencia es última instancia -sin más- de moralidad, pero si no se añade el adjetivo «subjetiva» se confunde todo: tiene arraigo y solera en la doctrina cristiana la afirmación -verdadera- de que «la conciencia es la primera y última instancia subjetiva de moralidad, también -por consiguiente- de paternidad responsable; pero hay que insistir también -ante todo­ que esa conciencia tiene que formarse a base de los criterios objetivos: ley moral y ley evangélica, avaladas, interpretadas y enseñadas auténticamente por el Magisterio de la Iglesia (en sus diversas instancias y grados) [33].

¿Utilización terapéutica? Esta interrogación fue aclarada y respon­ dida por  el  Papa  en la  encíclica  (n. 15). Y  la  respuesta  fue afirmativa,  a favor de la licitud, «para curar enfermedades del cuerpo» («ad morbos corporis curandos»); en cambio, la utilización  extensiva  y  abusiva  de tales medios de esterilización hormonal para miedos psicológicos de embarazo, etc., quedan excluidos de aquella licitud. Si el texto de la encíclica habla de aplicación  lícita sólo en los  casos  de  uso  terapéutico de enfermedades «del cuerpo», no puede ser aceptable en buena y sana interpretación del documento pontificio la que hace -y se  hace-  en algunas de las publicaciones recientes [34] a este respecto. Esta extensión, «psicológica», podía haber tenido su probabilidad antes de la promulgación de la encíclica; no ya a raíz de ésta al poner en el texto «infirmatates corporis» [35].

¿Por qué no utilizar el avance de las ciencias, se ha dicho en  esta época en no pocos ambientes, escritos y  medios  de  comunicación  social, como medio lícito, incluso menos grave que otros para control de natalidad? Esta cuestión así presentada antes y después de la  encíclica, tiene su respuesta en el texto mismo de ésta al decir el Papa: «a esta cuestión hay que responder claramente diciendo que la Iglesia  es  la primera en alabar el avance de las ciencias» ... «pero que esto hay que hacerlo observando el orden de cosas establecido por Dios»: «id peragendum esse servato rerum ordine a Deo stabilito» (n. 16).

En ambientes populares, no teológicos, se oye decir con cierta frecuencia: «¿qué más da la cuestión  relativa  a  los  medios  si  en  uno  y otro caso lo que se quiere es evitar  hijos?». A lo  que  el  Papa  responde: no es lo mismo saber y usar legítimamente días agenésicos, que provocarlos (con estas sustancias) [36].

Vivimos en una situación político-social en que en centros educativos públicos, en medios de comunicación social y en Centros de Orientación [ ?] Familiar se ofrecen, se insinúan y hasta casi se fuerzan medios drásticos (algunos gravísimos: incluso abortivos) para control de natalidad, dejándose guiar -las autoridades  públicas-  sólo  del  criterio de la eficacia en orden a evitar los hijos, incluso suprimiéndolos una vez engendrados [!]. Lo cual es un crimen abominable, decía ya y dice  el Concilio Vaticano II (GS 51).

Está extendidísima en nuestros días -pero más bien en ambientes feministas- la expresión y reivindicación de la «libertad  respecto  del propio cuerpo para hacer lo que sea», incluido  el aborto. Pero las  ciencias médicas se han encargado de demostrar  hasta  la evidencia  que  la vida que aparece en el seno de la mujer ya no se puede llamar  «su  propio  cuerpo»,  sino  un ser  humano  distinto  y  diferente  de ella,  con derecho -una vez engendrado,  desde el primer momento de la  concepción­ a ser respetado hasta su nacimiento y siempre [37].

III.     TERCERA PARTE: PASTORAL (DE LA ENCÍCLICA «HUMANAE VITAE»)

Desde el punto de vista de la  prospectiva  es la  más  importante,  ya que de ella, del cumplimiento de los medios que en esta  parte  se  sugieren y algunos hasta se mandan, depende  en  gran  manera  (dice  el  Papa que  «decisiva»)  el  cumplimiento  de  la  parte  central  y  doctrinal de la Humanae Vitae (n. 20).

Como factores del crecimiento  en  el  cumplimiento  de  esta  parte  de la moral (corno de otras), algunos son internos (corno la libertad y la gracia), otros son coadyuvantes (corno la cultura, el trabajo, el  salario digno y la igualdad de oportunidades). De todos  estos  elementos  se habla una y otra vez, y se subraya e  insiste, en la  III  parte  de la  encíclica (cf. nn. 19-29). Y hay una abundante bibliografía posterior [38].

La aceptación de la II parte (doctrinal)  tiene  que ser  global  y  mental;  pero es la III parte  la  que hace  factible  su  cumplimiento;  se  llega así a la moral de crecimiento: se complementan así  doctrina  y  pedagogía: en ésta hay una ley de gradualidad (FC 34).

La Jerarquía de la Iglesia española,  por  una  parte,  ponía  en  claro y en alto la doctrina de la encíclica poco después de haber sido promulgada y proclamada ésta (28 de noviembre  de 1968). Lo hacía  partiendo del «sentido positivo de la Humanae Vitae» (n. 2), haciendo una buena presentación de su doctrina (n. 9 del Documento de la Conferencia Episcopal) y resaltando la conexión entre Humanae Vitae y la Populorum Progressio (social) (n. 11), dando finalmente las «Orientaciones pastorales» en consonancia  con  la  III  parte  de la  Humanae Vitae  (cf. nn. 13 al 19 de este documento de la Jerarquía Episcopal Española) [39].

Sinceramente creo que las autoridades políticas ni  están  promoviendo adecuadamente el trabajo y el salario digno; y  queda  mucho todavía por hacer en ambos sentidos, sobre todo a  favor  del  trabajo estable de la juventud y la proporción adquisitiva del mismo. El paro juvenil  condiciona  tremendamente  la  estabilidad   de  su  matrimonio  y la «generación y educación de los hijos» (GS 51). Asimismo, el difícil acceso a la vivienda, etc.

Se ha tenido muy en cuenta que la  «respuesta  no  está  en ocultar  la ley de Dios» (H.V. n. 19); que la gracia posibilita y favorece el cumplimiento de la ley natural, tanto más cuanto que  la  gracia  no  es  sólo  factor de realización individual,  sino  también  interpersonal  (n. 20);  que la ley de Dios no pretende disminuir el amor entre los esposos si es auténtico «veri nominis» (n. 21); y ¡qué verdad tan grande  (tan  actual entre nosotros) que la libertad  verdadera  está  disminuida  debiendo crearse un estado de cosas y valores favorables a la  castidad,  a  diferencia de lo que dan de sí muchos de los espectáculos, publicaciones y medios de comunicación social...! (n. 22).

En cuanto a la relación entre la justicia y la castidad, y entre las encíclicas Populorum Progressio y la Humanae Vitae, la expresión del mismo Papa (autor de ambas encíclicas) no pudo ser más elocuente en cuanto a su nexo íntimo y  causal:  Esta  cuestión,  dice,  pensamos  que sólo se puede resolver si los progresos económicos y sociales miran (y sirven) al bien de cada persona como tal y al bien común o  social  auténtico (cf. n. 23, 2). Y al bien del matrimonio. Y nadie negará que también a la Iglesia se la ve promoviendo y estimulando las ciencias humanas, incluida la  medicina,  como  valor  en sí  misma  (como ciencia) y para bien del matrimonio («bono matrimonii») (n. 24). Médicos  seglares son alentados en su afán científico y llamados a reuniones de matrimonios y novios y a publicar sus investigaciones al respecto (n. 27).

Conclusiones

1.ª     De la I parte de la encíclica, la que se refiere a la situación del matrimonio y la familia, no se han hecho muchos estudios y los que hay son fundamentalmente de sociología religiosa, pero no de antropología religiosa de la familia. Además de los números hacen falta los «porqués».

2.ª A estas alturas se ha puesto en claro y en alto la doctrina de la Humanae Vitae partiendo desde su perspectiva positiva (importancia del amor, de la mujer, etc.) y hasta profética (cf. II parte, nn. 7-8 y 14): no se ignora la doctrina y la norma, lo que pasa es que ésta resulta difícil de cumplirla en la práctica en determinadas situaciones del matrimonio. Es lo que pasa con el resto de la ética (no sólo de la sexualidad, sino también la caridad, la solidaridad, etc.): se sabe, se acepta mentalmente, pero es difícil a veces, muchas; su cumplimiento, gradual.

3.ª No se ha promovido suficientemente la III parte de la Humanae Vitae; y es que su valor profético no se reduce sólo a la norma sexual, sino también a la justicia y sus virtudes derivadas que en sí mismas, como axiología, son más importantes que aquella y además condicionan, posibilitan y facilitan el cumplimiento de la moral conyugal: la promoción de la vivienda, del trabajo estable y justo, la cultura, la igualdad de oportunidades (médicas, escolares, sociales, etc.).

Los medios pastorales

1.       Evangelización y catequesis: ésta ha de versar también sobre la ley moral, su significado y valor interno en el contexto de las demás virtudes (n. 19). La catequesis tiene que ser realista  (no  espiritualista),  sino integral, abarcadora también de estas realidades afectivo-corpóreas.

2.       La gracia de Dios (sobre todo recibida en los sacramentos) fortalece la voluntad de los esposos, aumenta la dignidad humana y  su  libertad para el bien y contribuye de esta manera al bien común de la sociedad misma (n. 20) [40].

3.       Salvando la esencia del amor, es decir, su calidad, se salva también su existencia: en la familia y en la sociedad.

4.       Hay aquí todo un sentido de sobriedad y ejemplaridad también ante la juventud: un campo amplio y hermoso de ejercicio de virtud: la continencia periódica no  es  sólo  respetar  días,  sino  las  personas  y  la ley divina aquí proclamada [41].

5.       En  nuestra  situación  política  actual  no  se favorecen  los  criterios y medios al respecto como se desean en el n. 22 de la Humanae Vitae: van por líneas rió sólo distintas, sino divergentes...  «todo caelo  differunt»: ¡la traducción coloquial sería que «son galaxias distintas»!

6.       ¿Cómo depurar, purificar, limpiar las pantallas y cintas de los medios de comunicación social que vierten, tanta impureza (no sólo de imágenes,  sino, lo que  es  peor, de ideologia  sobre los hogares, es decir,  a los niños, adolescentes y jóvenes, etc.? Existen ciertamente espacios religiosos en tales medios, pero un tanto  relegados  e insuficientes  y además en contextos y medios sustancialmente viciados desde el  punto  de vista de una ética de valores que sean aceptables. A  este  respecto,  la  Iglesia debiera  promover  y crear quizá sus  propios  medios.  Ni las de  las de la religión (¡y las de ética!) parecen responder suficientemente a este diagnóstico, grave:  nos  referimos no sólo a contenidos; sino también a pedagogías. ¿Hay proporción entre  estos  esfuerzos  de  la  Iglesia,  sin duda  loables, y la  invasión  en  escuelas  y  colegios  de  libritos  «rojos» y «verdes» a título educativo (sic), pero rayanos  en la  pornografía  muchos de ellos? A este respecto es de todo punto  necesario  leer  de nuevo  (releer el n. 22 de la encíclica en sus dos párrafos como  algo  que  condiciona   decisivamente,  según   el  Papa,  el  cumplimiento   de  su encíclica.

7.       Pero la castidad matrimonial no se resuelve sólo predicando esta virtud, sino ante todo otras: «Hanc quaestionem tantum modo dissolvi posse censemus, si rerum oeconomicarum et socialium progressiones cum singulorum civium tum universae humanae societatis servent et augeant  veri  nominis  bona»   (n.  23) [42].        

8.       Educación espiritual de la juventud y apoyo en sus , reivindicaciones de empleo estable y sueldo suficiente, han de ir juntos, si no querernos   caer   en  un   espiritualismo  inaceptable...  Una  misma   acción profética   abarca   ainbas   dimensiones:   Profecía   necesaria   también   respecto del  consumismo  (incluido  el  sexual),  a  favor  de  la  adquisición de la libertad de los hijos de Dios (que no es libertinaje); y la visión trascendente y escatológica de la vida («praeterire figuran  huius  munái»: n. 25, 3) citando 1Co 7, 31.

9.       En   honor  a  la  verdad  se ha  cultivado  no poco, más  bien mucho, la espiritualidad matrimonial, basada en el bautismo y la fe, a que se refiere este mismo número de la encíclica: ¿qué diócesis no tienen cursillos de preparación al matrimonio, escuelas de liturgia de su celebración (digna celebración) y pastoral matrimonial y  familiar?  Casi  todas las diócesis tienen «Directorio» al respecto (aunque no todavía hemos logrados y unificados coherentemente a nivel de Directorio Nacional; ¿para cuándo?).

10. Existen también en España numerosos movimientos matrimoniales y familiares de la Iglesia como cumplimiento, al menos parcial, de lo que la encíclica desea en el n. 26. En ellos encuentran los matrimonios solidaridad humana y apoyo espiritual. Los hay parroquiales  y  a nivel diocesano: éstos encuentran a veces dificultades para la integración parroquial, no debiendo considerárseles como alternativa de la parroquia, sino como complementarios.

Conclusión

Creo sinceramente que debiera leerse de nuevo el n. 25, párrafo  4,  de la  encíclica en el que el Pontífice habla de la línea pastoral a seguir  y en el confesionario: oración, penitencia, eucaristía, comprensión, invitación a la generosidad en este y en todos los campos:  ante Dios, en  la vida de la Iglesia, en la solidaridad  para con los gozos y esperanzas de este mundo (GS 1), sobre todo los más pobres, humildes y necesitados (GS 69).

José  Luis Larrabe, en revistas.comillas.edu/

Notas:

1 SAGRADA CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, Rome issues findings on «Washington case» appeals:  L'Osservatore  Romano  (en  inglés),  20  de  mayo  de  1971,  p.  6  y  7; ID., Vigencia  y  aplicación  de  las  normas  de  la  Humanae  Vitae.  Documentos  sobre el «caso Washington»: Ecclesia (1972) 9-12; lo., Observaciones sobre la declaración a· propósito del «caso Washington»: Ecclesia (1972) 13-14.

2 DANIELOU, Jean, Comentario en «La Croix» (13 de septiembre de 1968), p. 8; HARING, B., Lave is the answer, Dimensions Book, 1969, 95 p.; HAYEN, P., Comentario en «lnformations Catholiques Internationales» n. 319, p. 26 (comentario del  1  de septiembre de 1969); KÜNG, Hans, Comentario en Televisión suiza  (3  de  agosto  de  1968: cf. en Repercusión mundial de la H.V., Sertebi, San Cugat 1969, p. 127-128); MURPHY, Francis X., Comentario en «The Tablet» (24 de agosto, p. 835); ÜRAISON, Marc, Comentario en «Le Monde» (7 de septiembre de 1968).

3  CONFERENCIAS  EPISCOPALES,  Repercusión  mundial  de  la  Humanae Vitae, o.e., 214 p.; PABLO VI, Litterae Encyclicae Humanae Vitae: AAS (1968) 481-503, n. 6; COMISIÓN EPISCOPAL PARA LA DOCTRINA DE LA FE (española), Una encíclica profética: La    «Humanae    Vitae»,    Reflexiones    doctrinales    y    pastorales,    Madrid,    Edice, 1992, 47 p.

4 CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, Matrimonio y familia, Madrid, Edice, 1979, 52 p. (cf . p. 39ss) ; CAFARRA, Cario, L'enciclica Humanae Vitae nella Chiesa: Communio (1980), p. 75-82; ID., Sexualidad humana, Madrid, Encuentro, 1987, 71 p.: en la p. 59 encontramos  la  frase siguiente:  «La  contracepción  es  la  negación  práctica  de la primera verdad, no sólo del cristianismo, sino de la religión como tal: la verdad de  Dios Creador.»

5 TETTAMANZI, Dionigi, Una encíclica profética: la «Humanae V itae», V alencia, Edicep, 1989, 108  p.;  ID.,  TI  matrimonio  cristiano  Venegono,  1979,  268  p.  (sobre  todo las p. 169ss); GONZÁLEZ MARÍN, Marcelo, Reflexiones pastorales .sobre la encíclica Humanae Vitae, Toledo, noviembre de 1968; DELEGACIÓN DIOCESANA DE PASTORAL FAMILIAR, Transmisión de la vida humana: Diálogo Familiar (abril  de  1985);  El Sínodo de la Familia, Paulinas, 1981, 245 p.; sobre el cap. IV, p. 127 ss.

6  CONGAR,  Yves,  Comentario  a  la  Humanae   Vitae  en  «Le  Monde»   (8  de  octubre de 1968, p. 12); LARRABE, José Luis, El matrimonio cristiano a la luz de la encíclica Humanae Vitae: Lumen (1968) 289-329; MARTELET, Gustavo, Amore coniugale e rinnovamento  conciliare,  Cittadella  Editrice,   1968,   86   p.;   RAHNER,   K.,   Comentario en   «Die  Welt»   (26  de  agosto  de   1968),  en  «Der  Spiegel»   (22  de  septiembre  de  1968)  y en «Stimmen der Zeit» (septiembre de 1968).

7 RIBER, Bruno, Comentario en «ttudes» (octubre de 1968), 426-446; DELEGACIÓN DIOCESANA DE PASTORAL FAMILIAR (de Madrid), Casarse en el Señor, I y  II,  1980, vol.  II,  p.   87-90;   ID.,   Matrimonio   y   vida   familiar,   Ciudad   Nueva   1990,   229   p. Cf. tema 10, p. 163-194.

8 LARRABE, José Luis, El  matrimonio  cristiano  y  la  familia,  Madrid,  BAC,  19622, 510 p.; cf. Comentarios a la Humanae Vitae, ibid. en p. XXIV-XXVI; Moral sexual matrimonial, Madrid 1980, 35 p.; AYALA, V., Católicos y natalidad. ¿Final de una pesadilla?:  PS,  1984,  109  p.;  VIDAL,   Marciano,   hizo   un   comentario   al  respecto   con el título: Los  documentos  sobre  el  caso  Washington  y  la  Humanae  Vitae:  Pentecostés 32 (1973) 43-50.

9 CHARBONNEAU, P. E., Morale coniugale nel XX secolo, Cittadella Editrice, 1972, 351 p.; Voluntad y sexualidad, Barcelona, Herder, 1971, 280 p.  (con  dedicatoria laudatoria a Pablo VI); LARRABE, José Luis, Catequesis y liturgia del sacramento del matrimonio: Teología y Catequesis (1991) 93-103; LE BLONO, Jean Marie, en «Christus» (octubre de 1968) n. 60, p. 537ss.

10 THILS, G., Sentire cum Ecclesia, en Pourrelire Humanae Vitae, Duculot 1970, cap. II; VMAL, M., Moral  del  amor  y  de la  sexualidad, Sígueme,  1971, 428 p.;  lo., Etica de la  sexualidad,  Tecnos,  1991,  231  p.;  LESTAPIES,  S.  de,  Le  couple,  Beauchesne, 1969,  266  p.  (con  comentario  de  H.V.);  VILLAREJO,  A.,  El  matrimonio  y  la   familia en la «Familiaris consortio», Paulinas, 1984, 387 p.; cf. p. 130s.

11 LARRABE, José Luis. Catequesis y evangelización  del  sexo,  PPC,  1979,  47  p.; LÓPEZ  AZPITARTE,  E.,  Etica  de  la  sexualidad  y  matrimonio  hoy,  Sal  Terrae,  19803 (c. 10: la H.V.); VARIOS, El sacramento del matrimonio:  Communio  (1979),  p.  36ss  y 84ss; GAFO, J., Nuevas perspectivas en la  moral  médica,  Ibero-Europea  de  Ediciones, 1978, 250 p. (cf. cap. VIII, p. 89-126).

12 VALSECCH  J ,   A.,   Regulación  de  los   nacimientos,  Sígueme,   1968,   327   p.   (diez años  de  reflexión  teológica,  donde  se  contiene  alusión  a  inten tos  anter iores  a  la  encíclica  misma);  cf.  en  «Pentecostés»,  a.c.,  vo l.  32  (1973)   4-3  50;   DAYJU,   Jakob   Loi Natu reile et autorité de l' t gli se, Cer f, 1968 , 119 p.; VELLA, C harles G., La coppia e l'amore. A dieci anni dell' Humanae Vitae, S. Paolo 1978, 259 p.

13  LARRABE,  José  Luis,  El  matrimonio  cristiano  y  la   familia,   o.e.,   p.   323-325; CIFUE NTES, Armando, Planificación familiar, Colombia 1971, 53 p.;  PRINAN,  Pidalani, Le mariage chrétien a la lumiere  de  l'enseignement  du  Concite  Vatican  11,  París, Sogico, 1987, 178 p.

14 CONCILIO VATICANO II, GS 47-52; PABLO VI, Humanae Vitae n. 6.

15  BOTELLA   LLUSIÁ,  José,  La  contracepción,  Prólogo  de  LÓPEZ  IBOR,  CUNSA,  1977, 227 p.; RODRÍGUEZ,  Ana-Mercedes,  y  GUTIÉRREZ,  María  Teresa,  Regulación  natural de la natalidad, C.N., 1992, 274 p.; BILLINGS, J., Regulación natural de la natalidad, Sal   Terrae,  198012,    95  p.;   VARIOS,   A   reader  in  natural   family   planing,  n.   1,  Tokio 19792,   171  p.;   Ruíz  Velasco,  Víctor,  Métodos  de  planificación  familiar, México,  s.a., 247 p.; DÍAZ SAEZ, Jorge, y FERNÁNDEZ MARTÍNEZ, Milagros , Planificación familiar natural:  Vida  Nueva  (1993)  1767-1774;  sobre  la   licitud   de   tales   métodos,   cf.   JUAN PABLO II, Regulación natural de  la  felicidad:  Ecclesia  n.  2661  (1993),  p.  35.  LA  HIDALGA, J. M., El decenio 82-92: apostillas ético-pastorales al cambio demográfico en España, en «Lumen» (1993), p. 34.

16 SERVICIO DE ORIENTACIÓN y PLANIFICACIÓN FAMILIAR, Cuadernos 1 y 2, Hospital de  San  Juan  de  Dios,  Barcelona  1981;  Los  métodos  naturales  de  regulación  de la fertilidad: Mundo Cristiano (febrero de 1993, p. 10-20); MONTEBELLI, Antonio, Paternidad responsable: Guía de los métodos naturales, Ciudad Nueva 1986, 176 p.; CAPPELLA, Anna, Según la naturaleza: el método Billings, La Página, 1993, 50 p.

17 Cf. CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, COMISIÓN EPISCOPAL PARA LA DOCTRINA DE  LA  FE,  Fe  y  moral  (Documentos  publicados  desde  1974  a  1993),  Edice,  Madrid, 241  p.  Cf.  sobre  el  aborto  en  p.  7-13;  sobre  algunos  aspectos   referentes   a  la  sexualidad y a su valoración moral (7 de enero de 1987), p. 81-91; las proposiciones de ley sobre «técnicas de reproducción  asistida»  y  «utilización  de  embriones  y  de  fetos  humanos o de células, tejidos u órganos» (23 de marzo de 1988), cf. ibid., p. 111-118.

18 LA HIDALGA, J. M., El decenio 82-90: apostillas ascético-pastorales al cambio demográfico en España: Lumen (1993) 30-57. Cf. c HXRING, P ., Morale sexuelle et Magistere, Cerf, 1992, sobre todo el cap. V sobre la H.V.; VARIOS, Planificación familiar, publicado por el Instituto de Planificación Familiar.

19 HXRING, B., Paternidad responsable, Paulinas, 1971, 126 p.; VARIOS, The catholic case for contraception, The Macmillan Company, 1968, 238 p., con comentario 1,obre  H.V.; VARIOS, L'enciclica contestata, Roma, Casini G. ed., 1969, 250 p.

20 C0NNOR, R. A., Contracepción and contralife will: Gregorianum (1991) 705-724; LARRABE, José Luis, Doctrina cristiana sobre matrimonio, divorcio, aborto,  Madrid 1981, 47 p.; VARIOS, On human life.  An  examination  of  Humanae  Vitae,  London, Burns and Cates, 1968, 264 p.

21 FERNÁNDEZ DE CASTRO, José. Natalidad: ABC (8 de julio de 1992); VARIOS, Perspectivas doctrinales sobre  el  matrimonio,  Estella,  1969,  179  p.:  cf.  los  dos  capítulos finales sobre estos temas.

22 VARIOS, 11 matrimonio dopo l'Humanae Vitae, Dehoniane, 1969, 170 p.; DfAz MORENO,  J.  M.,  Los  XXV   años  de  la  encíclica  «Humanae  Vitae»:  XX  Siglos (1993), p.  21-23;  FERRARI,  Amadeo,  Las  exigencias  del  verdadero  amor:  Ciudad  Nueva (mayo de 1989) 22-23.

23 DAVID, Jakob, Loi naturelle et autorité de l'tglise, Cerf, 1968, 188 p.; lo., Nuovi aspetti della dottrina ecclesiastica sul matrimonio, Roma, Paoline, 1967, 180 p.

24 PABLO VI, Litterae encyclicae Humanae Vitae, n. 2: AAS LX (1968) 481-482.

25 Ver bibliografía al respecto en LARRABE, José Luis.  El  matrimonio  cristiano  y familia, o.e., p. XXIX-XLVIII

26 LARRABE, José Luis. Sentido y actualidad de los diez mandamientos, Madrid, Discurso inaugural de Formación Permanente de Religiosas, 1985, 64 p. Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 2366, 2369, 2370, 2372.

27 Cf. en GROOTAERS, Jan. Humanae Vitae et les reactions dans les pais du Tiers monde, en Pour relire Humanae Vitae, Duculot 1970, cap. V.

28 VARIOS, Educación sexual, Ciudad Nueva 1990; Cuyás, Manuel, Antropología sexual, PPC, 1991, 130 p., sobre todo cap. III, p. 63-83

29 VARIOS, El «consortium totius Ilitae», Salamanca, Universidad Pontificia, 1986, 472 p.

30 SAGRADA CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA, Orientaciones educativas sobre  el  amor  humano,   Ciudad   del   Vaticano   1983;   LARRABE,   José   Luis.   Comentario en «Surge» (1984) 95-108.

31  JUAN  PABLO  11,  Solicitudo  rei  socialis  (30  de  diciembre   de   1987):   Ecclesia nn. 2360 (del 27 de  febrero  de  1988),  24  y  passim;  ID.,  Centesimus  annus  (1  de  mayo de 1991): Ecclesia nn. 2527 y 2528 (1991), IV parte, nn. 30ss.

32 LARRABE, José Luis, Catequesis y evangelización del sexo, PPC, 1979, 47 p.

33 JUAN PABLO II, Veritatis splendor, n. 35 y passim.

34 Véase este tema tratado históricamente en VALSECCHI,  A.,  La discussione  morale sui progestativi : rassegna bib liográ fic a: La Scuola Cattolica (1965), suppl. 2, 157-216.

35 Humanae Vitae, n. 15. Cf. HXRING, B., La crisis de la Humanae Vitae, Paulinas (Opinión y certeza n. 8), 1969, p. 20-21 y nota 6.

36 Humanae Vitae n. 16, 3.

37 CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, COMISIÓN EPISCOPAL  PARA LA DOCTRINA DE LA .FE, Fe y moral, o.e., sobre el aborto, p. 7-13.

38 DELHAYE, Philipe, Pour relire Humanae Vitae, en Pour relire Humanae Vitae, Duculot 1970, ca p s . I, III y IV.

39 Repercusión mundial de la Humanae Vitae, o.e., p. 112-114.

40 JUAN PABLO II, Amor y fertilidad, Razón y Fe, 19788, 347 p.

41 VARIOS, La paternidad responsable, MC, 1988, 165 p.

42 Citando Mater et Magistra: AAS LIII (1961) 447.