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URBS IERÚSALEM

Oh Jerusalén gloriosa, Ciudad santa de la paz, construida en el Cielo, con piedras vivas, coronada por los Ángeles, como una esposa engalada para su Esposo,

Que desciendes nueva del Cielo, como del tálamo nupcial, sin mancha, para abrazar a tu Dios, Tus muros y plazas son de oro purísimo;

Las joyas relucen tus puertas, que dan acceso al santuario donde, en virtud de sus méritos, entran todos aquellos que padecieron en el mundo por su fidelidad a Cristo.

La mano del Artista pulimentó las piedras que, bien talladas por su cincel, ajustan y encajan cada una en su lugar, hasta constituir un edificio sagrado y perdurable.

Que se alce desde todos los rincones de la tierra un cántico de alabanza a la Trinidad beatísima; la misma gloria y poder al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.

 

 


CHRISTE CUNCTORUM DOMINATOR

Que resuene el templo con las súplicas de tus fieles, oh Cristo, augusto Señor del universo, en el día en que celebramos el aniversario de su dedicación.

Figura de aquella Casa del Rey omnipotente y Puerta del espléndido Cielo, que acoge a todos los que anhelan la Patria definitiva.

Tu pueblo se reúne en este edificio sagrado para enriquecerse continuamente con los Sacramentos y nutrirse con el manjar celestial, que dispone para la Vida eterna.

En él Te pedimos, pues, Señor que dirijas tu mirada compasiva sobre nosotros, tus siervos en la fiesta entrañable y dichosa de su dedicación.

Celebremos al Padre omnipotente y, con el mismo honor incesante, a Ti, Salvador nuestro, Rey clementísimo: que el mundo entero resuene con la gloria del Espíritu Santo. Amén.

 

 


ANGULARIS FUNDAMENTUM

Enviado como Fundamento y Piedra angular, Cristo enlazó a los hombres con Dios y, acogido en la Sión celeste, vive también en el alma del creyente.

Toda aquella Ciudad santa y querida de Dios, desbordante de himnos de júbilo y cantos de alabanza, ensalza con fervor a Dios Uno y Trino.

Nosotros, ahora, Te rogamos, oh Dios omnipotente, que Te dignes habitar en este templo santo y, atendiendo benignamente nuestros deseos, derrames incesantemente sobre él la abundancia de tu bendición.

Que todo lo que Te pidan los fieles en este templo, lo consigan, y conserven para siempre, hasta que, conducidos al descanso, y en compañía de los Santos, merezcan entrar en el Paraíso.

Que se alce desde todos los rincones de la tierra un cántico de alabanza a la Trinidad beatísima: la misma gloria y poder al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén,

 


MARIA QUÆ MORTALIUM

Oh María, que acoges con amor las súplicas de los mortales, henos aquí, para implorar que nunca nos falte tu amparo.

Asístenos, si nos esclaviza el yugo hórrido del pecado y no tardes en librarnos de las ataduras que enredan nuestro corazón a las culpas.

Ayúdanos, si nos seduce la imagen engañosa del mundo, para que nuestra alma no abandone, olvidada del Cielo, el sendero de la salvación.

Tiende tu mano hacia nosotros, si una suerte adversa amenaza nuestro cuerpo; concédenos unos tiempos tranquilos, hasta que, al fin, amanezca la eternidad.

Sé refugio para tus hijos en el momento de la muerte, de modo que, con tu auxilio, logremos conseguir el Premio eterno.

Gloria al Padre, a tu Hijo y al Espíritu Santo, que tan admirablemente te revistieron de su gracia. Amén.

 

 


QUEM TERRA

Las entrañas de María llevan al que gobierna la triple máquina del universo a Quien veneran, adoran y pregonan la tierra, el mar y las estrellas.

El seno de una Doncella llena de la gracia del Cielo porta al que sirven sin cesar el sol, la luna y todas las criaturas.

Oh Madre, tan dichosa por tus dones: en tu regazo, como en una arca, se encerró el Creador supremo del Universo, que sostiene al mundo con sus hermanos.

Felicísima por el mensaje del Cielo, habiendo concebido del Espíritu Santo, de tu vientre nació el Deseado de las naciones.

Gloria a Ti, Jesús, que has nacido de la Virgen y también al Padre y al Espíritu Santo, por los siglos sin término. Amén.

 

 


O GLORIOSA DOMINA

Oh gloriosa Señora, encumbrada sobre las estrellas, que nutres, con la leche de tu pecho, a Quien Te dio benignamente la existencia.

Lo que la desdichada Eva nos robó, Tú nos lo devuelves en tu Fruto santísimo y allanas amablemente a los afligidos la senda para que entren en el Cielo.

Tú eres la Puerta del Rey excelso, el Umbral de su espléndida Luz; celebrad, pues, los pueblos redimidos, a la Vida que nos llega por medio de la Virgen.

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, que tan admirablemente Te revistieron de su gracia. Amén.

 

 


AVE MARIS STELLA

Salve, Estrella del mar, santa Madre de Dios y siempre Virgen, dichosa Puerta del Cielo.

Tú que recibiste el saludo de Gabriel, afiánzanos en la paz, cambiando el nombre de Eva.

Desata las cadenas a los reos, procura a los ciegos la luz, y, alejando nuestros males, consíguenos todos los bienes.

Muéstrate Madre nuestra y, así, acoja por Ti nuestras súplicas Aquel que, queriendo nacer para nosotros, se dignó hacerse tuyo.

Oh Virgen incomparable, dulce como ninguna, libres ya de las culpas, haznos humildes y castos.

Concédenos una vida limpia, y prepáranos un camino seguro, de modo que, viendo a Jesús, sea ya perenne nuestro gozo.

Alabemos a Dios Padre, glorifiquemos a Cristo Rey y bendigamos al Espíritu Santo: un mismo honor para los Tres. Amén.

 


EXSULTET CÆLUM

Que el Cielo prorrumpa en alabanzas y la tierra rebose toda de júbilo, cantando la gloria de los Apóstoles en la solemnidad sagrada de este día.

Oh lumbreras del orbe, que habréis de juzgar al mundo, os pedimos de todo corazón que prestéis oído a nuestras súplicas.

A fin de vernos librados de nuestros pecados por el poder, que recibisteis de abrir y cerrar, con vuestra palabra, las puertas del Cielo.

Y ya que la salud y la enfermedad se someten a vuestro imperio, confortad con las virtudes, la fragilidad de nuestro espíritu.

Para que, al fin de los tiempos cuando Cristo vuelva, como Juez, se digne hacernos partícipes de su gozo sempiterno.

Entonemos un canto de gloria para alabar al Señor, que, por medio de sus Apóstoles, nos concede instruirnos en la doctrina del Evangelio, y aspirar a los bienes celestiales. Amén.