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HI SACERDOTES

Estos Ministros del Señor que consagraban fidelísimamente su mismo Cuerpo, se entregaron al pastoreo de su grey con un amor que nada sabía de perezas.

Porque conservando los dones recibidos en la Ordenación, se esmeraron, bien ceñida la carne, para llevar siempre en sus manos las lámparas encendidas.

Por eso, cuando el Señor se acerca para pulsar la puerta, los encuentra despiertos y en vela, presurosos en salir a su encuentro, para prestarle calurosa acojida.

Oh Cristo, Dios eterno y Señor de los que dominan: resuene para Ti un himno de honor, de gloria y de alabanza, y que todos los seres de la creación lo proclaman, desde un principio, ahora y por todas las edades. Amén.

 


ÆTERNE SOL

Nuestros corazones te aclaman oh Cristo, Sol que nunca se pone, Lucero supremo de nuestras almas, que llenas con tu luz todo lo creado.

Al soplo de tu Espíritu, brillaron vivísamente estas luminarias, como faros que nos indican el rumbo que lleva a Puerto.

Ellos fueron ministros de la gracia, que alumbraron con una luz nueva, las palabras divinamente reveladas y los horizontes de la razón humana.

Uno más en el coro de los Doctores, este varón bienaventurado, a quien ensalzan nuestras alabanzas, se distingue por su claridad de doctrina.

Te pedimos, Señor, que nos concedas, por su intercesión, recorrer de tal modo el camino de la verdad, que podamos gozarte en el Cielo.

Concédenoslo, Padre misericordioso, que con tu Hijo Unigénito, y el Espíritu Paráclito, reinas por los siglos de los siglos. Amén.

 


DOCTOR ÆTERNUS

Oh Cristo, eterno y divino Doctor, que revelas la economía de la salvación y eres el único que tienes palabra de Vida eterna.

Atiende nuestra súplica, oh buen Pastor del mundo, Tú que confirmas desde el Cielo la voz de la Iglesia, tu Esposa, y la asistes para que nunca cese de alumbrar a todos los hombres.

Tú mismo dispones siervos eminentes para que, como luceros que brillan en la noche, nos descubran las verdades profundas de la vida eterna.

Así, pues, que resuenen en tu honor estas alabanzas, oh Cristo Maestro, que pones en labios de los Doctores las riquezas admirables de tu Espíritu, para que, por ellos, se difunda vigorosamente la Luz que nos vivifica.

Que este Santo, que hoy celebramos, implore para tu Pueblo, la gracia de caminar por las sendas de la luz apacible, hasta que un día podamos cantar, desde la plenitud de la Luz, el himno de tu gloria. Amén.

 


IESU CORONA VÍRGINUM

Oh Jesús, Corona de las Vírgenes, acoge benignamente nuestras preces, Tú que fuiste concebido por aquella Madre, que Te engendró, sin menoscabo de su Virginidad.

Como Esposo deslumbrante de gloria, avanzas entre lirios, rodeado del coro de las Vírgenes, para entregarles las palmas de su victoria.

Allí donde vas, ellas Te siguen, corriendo en pos de Ti y, entre júbilos y alborozos, entonan la dulce melodía de tu alabanza.

Y Tú, Señor no permitas -Te lo pedimos, suplicantes-, que las heridas del pecado desvirtúen y corrompan nuestras almas.

Gloria a Ti, Jesús, que has nacido de la Virgen, y también al Padre y al Espíritu Santo, por los siglos sin término. Amén.

 


DULCI DEPROMAT

Mientras esta Virgen resplandece de gloria en lo más alto del Cielo, los fieles entonan con devoción la suave melodía de su fiesta.

La doncella que consumió vigorosamente su vida entera en la alabanza del Señor, la prosigue ahora felizmente agregada a la muchedumbre de los Bienaventurados.

Venció, con su pureza, la flaqueza de la carne enferma y despreció los halagos del mundo, a cambio de pisar sobre las huellas de Cristo.

Guíanos, Señor, por medio de tu Santa y defiéndenos de toda adversidad, de modo que, enriquecidos con las virtudes, evitemos caer en el pecado.

Gloria a Ti, Jesús, que has nacido de la Virgen y también al Padre y al Espíritu Santo, por los siglos sin témino. Amén.

 


GAUDENTES FESTUM

Celebremos, llenos de júbilo, la fiesta de las santas Vírgenes de Cristo, que, con corazón puro, siguieron al Señor, entre cánticos de alabanza.

Oh Cristo, Lirio de castidad, Rey santísimo de las Vírgenes, Tú que eres Custodio de la pureza, aleja los engaños del Demonio.

Y ya que tu misericordia se siente atraída por un corazón limpio, purifica nuestras manchas y perdona nuestros pecados.

Y a la vez que nos sentimos agradecidos Te pedimos, Señor, Padre de clemencia, que nos tiendas la mano, rescatándonos de nuestros extravíos.

Gloria a Ti, Jesús, que has nacido de la Virgen, y también al Padre y al Espíritu Santo, por los siglos sin término. Amén.

 


APTATA VIRGO

Oh Virgen que, una vez, aderezada tu lámpara, acudes a las bodas del Rey de la gloria eterna, aclamada por las turbas de los Cielos.

Partícipe de la suerte de los Bienaventurados, engalanada por los méritos de tu pureza, te allegaste al Esposo glorioso, en castísimo abrazo nupcial.

Enséñanos con el ejemplo de tu vida y confórtanos con tu intercesión, de modo que podamos resistir a la astucia de nuestro Enemigo.

Oh María, Modelo de vida para las vírgenes, presenta tus ruegos a Jesús, a fin de que sintamos tu asistencia en el plazo de nuestro destierro.

Glorifiquemos a Dios por la victoria de esta Virgen de la que se goza la Corte del Cielo por todas las edades. Amén.

 


IESU REDEMPTOR OMNIUM

Oh Jesús, Redentor del género humano, Corona eterna de los Bienaventurados, atiende en tu clemencia, al clamor de nuestras voces, que se eleva hacia Ti, en este día.

En el que fue glorificado este Santo Confesor de tu Nombre sagrado, cuya fiesta celebran los fieles, cada año, con toda devoción.

A la vez que recorría con paso sereno la senda de este mundo, buscaba seguir con fidelidad y constancia aquella otra que nos guía hasta el Cielo.

No se dejó esclavizar por los deleites efímeros de este mundo, y, ahora, goza, entre los Ángeles, del Premio de la Vida eterna.

Te pedimos, Señor, Tú que eres compasivo y bueno, que nos concedas caminar sobre las huellas de este Santo, y, por su intercesión, absuelvas a tus siervos de la malicia de sus culpas.

Gloria a Cristo, Rey clementísimo, a Ti y también al Padre, con el Espíritu Paráclito, por los siglos sin término. Amén.

 


INCLITOS CHRISTI

Cantemos a estos siervos insignes de Cristo a quienes los fieles, en comunión con la Iglesia triunfante, cubren de alabanzas en este día, por la grandeza de su fe y la generosidad de sus obras.

Sencillos, humildes, castos, sin dejarse esclavizar por el pecado, su alma voló, libre, desde la tierra al Cielo.

Desde allí se gozan en asistir a los débiles, enjugar las lágrimas de los afligidos, aliviar las heridas de las almas y devolver la salud a los miembros tullidos.

Resuene, pues, unánime nuestra alabanza, agradeciendo la bondad de estos siervos de Dios, y así, con su piadosa intercesión, no cesen de ayudarnos en las adversidades de la vida presente.

Sólo para Dios todo el honor, el poder y la gloria eterna en las alturas, que dirige y gobierna el mundo entero con sus leyes. Amén.

 


IESU CORONA CÉLSIOR

Oh Jesús, Corona espléndida, suprema Fuente de toda verdad, que otorgas a tu siervo Confesor el Premio eterno.

Accediendo a sus ruegos, quebranta las cadenas que traban a tu Pueblo y concédele el perdón de sus culpas.

Menospreciando la vanidad de las cosas de esta tierra y desprendido de ellas, sólo le animaba el anhelo magnánimo de hacer tu Voluntad.

Él, sin dejar nunca de rendir testimonio de Ti, oh Cristo, Rey clementísimo, pisó enérgicamente el engreimiento de nuestro Enemigo y de su altivo cortejo.

Esclarecido por su fe y sus virtudes, contemplativo en su oración y moderando su cuerpo con la sobriedad, participa ahora del Banquete celestial.

Gloria a Dios Padre, y a su Hijo Unigénito, con el Espíritu Paráclito, por los siglos de los siglos. Amén.

 


BEATA CÆLI

Oh discípulos fidelísimos de Cristo, que como premio a vuestro testimonio, habéis alcanzado la plenitud del gozo y la gloria del Cielo.

Prestad oído benigno a nuestras alabanzas que se alzan, aun lejos de nuestra Patria, como notas de un himno sagrado.

Removidos por el amor de Cristo, obedientes, diligentes, rebosantes de caridad os supisteis abrazar a lo áspero de la Cruz.

Menospreciando los engaños del Demonio y las seducciones del mundo, remontasteis el vuelo hacia el Paraíso, habiendo confesado a Cristo con vuestra vida.

Y puesto que ahora gozáis ya de la gloria, no desoigáis los deseos de aquellos que, con todas las fuerzas de su ser, desean seguir el ejemplo de vuestros pasos.

Gloria a Dios, Uno y Trino; que en su infinita clemencia, y por medio de vuestra intercesión, nos lleve a la Patria del Cielo. Amén.