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FORTEM VIRÍLI

Alabemos a esta mujer fuerte, de ánimo firme, que brilla a los ojos de todos, esclarecida por la gloria de su santidad.

Herida de santo Amor, desprecia la vanidad de este mundo para recorrer el sendero estrecho y arduo, que conduce hasta el Cielo.

Habiendo mortificado su cuerpo con ayuno y alimentado su alma con el dulce manjar de la oración, goza ahora en el Cielo de la eterna alegría.

Oh Cristo, Tú que eres nuestro Rey, en Quien los intrépidos encuentran su fortaleza, el único que realizas tan grandes maravillas, acoge benignamente nuestras súplicas, por la intercesión de esta Santa.

Para Ti, Jesús, toda la gloria, que nos concedes confiar en los sufragios de tu sierva bienaventurada para alcanzar el Premio que jamás se marchita. Amén.

 


CHRISTE CUNCTORUM SATOR

Oh Cristo, Creador y Redentor del Universo, que riges el destino de los astros, la tierra y el mar, perdona los pecados de aquellos que entonamos para Ti, este himno de alabanza.

Como se reponen las joyas sobre un vaso quebradizo, Tú haces que las mujeres limpias de corazón y frágiles de fuerzas, consigan sobre sí brillantes victorias.

Y a las que consideramos de Sentimientos delicados, las Coronas con méritos preeminentes y las constituyes en Conciudadanas perennes del Reino de los Cielos.

El esplendor y la majestad para el Padre, la alabanza y el culto solemne para el Hijo y un mismo poder para el Espíritu Paráclito, ahora y para siempre. Amén.

 


HÆC FÉMINA

Esta mujer, diyna de alabanza, esclarecida por sus méritos, triunfa con los Ángeles, como premio por su vida santa.

Desde lo profundo de su corazón devotísimo, elevaba sus plegarias a Dios, sin quererse tampoco apartar de asiduos ayunos y vigilias.

Despreciando la gloria humana, mantuvo su alma siempre íntegra, y así, tras una vida santa, levantó su vuelo hasta el Ciclo.

El aroma de santidad, con el que perfumó su casa, le mereció el Premio gozoso de su Morada en el Cielo.

Ensalcemos a Dios, Uno y Trino, y, que por la intercesión de esta Santa, al deshacerme nuestra morada terrenal, nos agregue al coro de los Bienaventurados. Amén.

 


HÆ FÉMINÆ

Estas mujeres, dignas de alabanza, esclarecidas por sus méritos, triunfan con los Ángeles, como premio por su vida santa.

Desde lo profundo de sus corazones devotísimos, elevaban sus plegarias a Dios, sin quererse tampoco apartar de asiduos ayunos y vigilias.

Despreciando la gloria humana, mantuvieron su alma siempre íntegra, y así, tras una vida santa, levantaron su vuelo hasta el Cielo.

El aroma de santidad, con el que perfumaron su casa, les mereció el Premio gozoso de su Morada en el Cielo.

Ensalcemos a Dios, Uno y Trino, y, que por la intercesión de estas Santas, al deshacerse nuestra morada terrenal, nos agregue al coro de los Bienaventurados. Amén.

 


NÓBILEM CHRISTI

Resuenen claras nuestras voces cantando a esta noble servidora de Cristo, sombra de aquella otra mujer fuerte, que Salomón elogió.

Con fe recia y esperanza sobrenatural, albergaba por Dios un amor apasionado, que era la raíz fecunda de sus buenas obras, de la cual brotaba su amor al prójimo.

Movido por sus méritos, absuelve, Señor, de todas nuestras culpas a los que nos confesamos pecadores y así, desde lo hondo de nuestras almas, ya limpias, se alce, como mereces, el himno de tu gloria.

El honor y la majestad para el Padre, la alabanza y el culto solemne para el Hijo y un mismo poder para el Espíritu Paráclito, ahora y por siempre. Amén.

 


NÓBILES CHRISTI

Resuenen claras nuestras voces cantando a estas nobles servidoras de Cristo, sombras de aquella otra mujer fuerte, que Salomón elogió.

El mundo, con sus lazos, no consiguió retenerlas, pues se sometieron, gustosas, a la voluntad del Padre, y procuraron difundir en todas partes el buen olor de Cristo.

Robustecieron sus almas con la oración, mortificaron su cuerpo y para conseguir el Galardón de la Vida eterna, despreciaron los bienes pasajeros.

Sólo para Dios todo el honor, el poder y la gloria eterna en las alturas, que dirige y gobierna el mundo entero con sus leyes. Amén.

 


LÆTI COLENTES

Celebrando con gozo a tu siervo, Señor, que supo rendirte con su vida un culto perfecto, entonamos, gustosos, para Ti, el cántico de nuestro amor.

Fiel discípulo de Cristo, vivió desasido de todos los gozos y riquezas efímeras, que el mundo ofrece.

Obediente en su humildad, se consagró a tu servicio y, con la castidad de su carne, imitó a Cristo, Esposo de las Vírgenes.

Sólo albergaba el deseo ardiente de complacerte y estar unido a Ti, mientras hacía que prendiera el fuego del amor en su alma, en sus labios y en sus obras.

Y el que, por los lazos de la caridad, quiso ser en el mundo del todo tuyo, partió, ya libre, para triunfar eternamente en el Cielo.

Animados con su ejemplo, concédenos, oh Dios caminar audazmente hacia Ti, y así, unidos algún día a los coros celestiales, podremos alabar al Padre, al Hijo y al Espíritu. Amén.

 


O REDEMPTÓRIS PIETAS

Oh Caridad adorable de Cristo, que, suspirando porque haya hombres que se consagren al Padre, remueve sus voluntades con el impulso variadísimo y admirable de tu Espíritu.

Tú, Señor, deseas a menudo infundir entre los que, por medio de las aguas bautismales, haces hijos de Dios, esa gracia, que es como la semilla de una nueva caridad.

Los elegidos, corren, diligentes, en pos de tu llamada, renuncian a todo, y, bajo tu guía, no anhelan sino buscar al Padre, por el camino regio de la Cruz.

Este Santo, movido por un celo sobrenatural, se adhirió a Ti, con todo el amor de que era capaz su corazón, y deseó conquistar la cumbre excelsa de las virtudes.

Gloria al Padre omnipotente y a Cristo, nuestro Rey, gloria también al Espíritu Paráclito, pues la Trinidad premia con el ciento por uno a los que, con corazón magnánimo, entregan incluso lo poco que poseen. Amén.