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Nueva Exhortación apostólica: Pastores gregis (Los pastores de la grey)

Almudi.org. "Pastores Gregis". Ex. Apost. de Juan Pablo II La santidad, prioridad del obispo  El Papa firma la Exhortación Los pastores de la grey «Los obispos, primero deben ser santos, y después santificar»; esta frase de san Gregorio Nacianzeno podría resumir el mensaje central de la Exhortación apostólica postsinodal, que firmó Juan Pablo II el pasado 16 de octubre, en el vigesimoquinto aniversario de su pontificado  El nuevo documento de... Almudi.org. "Pastores Gregis". Ex. Apost. de Juan Pablo II

La santidad, prioridad del obispo 

El Papa firma la Exhortación Los pastores de la grey

«Los obispos, primero deben ser santos, y después santificar»; esta frase de san Gregorio Nacianzeno podría resumir el mensaje central de la Exhortación apostólica postsinodal, que firmó Juan Pablo II el pasado 16 de octubre, en el vigesimoquinto aniversario de su pontificado 

El nuevo documento del Papa recoge las conclusiones que surgieron del Sínodo de los Obispos que se celebró en el Vaticano entre el 27 de septiembre y el 30 de octubre de 2001, con el lema El obispo, ministro del Evangelio de Jesucristo para la esperanza del mundo.

El Papa tomó la palabra para subrayar que el documento recuerda a los 4.695 obispos católicos de los cinco continentes que «están llamados a ser padres, maestros, amigos y hermanos de todos los seres humanos, siguiendo el ejemplo de Cristo. Recorriendo fielmente este camino, el obispo podrá llegar a la santidad, una santidad que deberá crecer, no junto al ministerio, sino a través del ministerio». Para Juan Pablo II, el obispo «será profeta de justicia y de paz, defensor de los derechos de los pequeños y de los marginados; proclamará a todos el Evangelio de la vida, de la verdad y del amor; y mirará con predilección a la multitud de pobres que pueblan la tierra».

Tras reconocer las dificultades propias del ministerio episcopal, Juan Pablo II concluyó su intervención animando a todos los pastores de las diócesis del mundo: «El Papa está con todos vosotros».

La nueva Exhortación se divide en siete capítulos. El primero de ellos analiza el Misterio y ministerio del obispo, y subraya la dimensión de buen pastor que debe caracterizarle, a imagen de su Maestro. A continuación, afirma que el obispo nunca está solo, pues siempre está en comunión jerárquica con sus hermanos en el episcopado y con el sucesor de Pedro.

El segundo capítulo, dedicado a la La vida espiritual del obispo, subraya la llamada a la santidad de todo obispo, pidiéndole una profunda vida espiritual, alumbrada a través de la Palabra de Dios, la Eucaristía y la oración –en especial, la Liturgia de las Horas–; también hace hincapié en las virtudes de la castidad, pobreza y obediencia como medios indispensables para ponerse al servicio de la Iglesia. El texto destaca que, «si bien es cierto que nuestra época está en continuo movimiento y frecuentemente agitada, el obispo debe ser el primero en mostrar, con el ejemplo de su vida, que es preciso restablecer la primacía del ser sobre el hacer. Además, teniendo como modelo al mismo Cristo, el obispo es obediente al Evangelio y a la tradición de la Iglesia, venciendo toda tentación de individualismo».

El tercer capítulo, Maestro de la fe y heraldo de la Palabra, presenta al obispo como custodio de la Palabra y le pide predicar con la palabra y el ejemplo.

Ministro de la Gracia del Supremo Sacerdocio –el cuarto capítulo– resalta el papel del obispo como moderador de la liturgia, y subraya la importancia del Día del Señor, la iniciación cristiana y la disciplina penitencial para promover la santidad entre los fieles: «Todo obispo –afirma la Pastores gregis–, cuando ejerce el ministerio de la santificación, pone en práctica el ministerio de enseñar y, al mismo tiempo, obtiene la gracia para el ministerio de gobernar, modelando sus actitudes a imagen de Cristo Sumo Sacerdote».

Una guía para los obispos

El capítulo quinto, dedicado al Gobierno pastoral del obispo –uno de los más esperados tras el Sínodo para los obispos–, se detiene en las visitas pastorales dentro de la diócesis, y en la relación entre el obispo y su presbiterio, así como con los laicos y con las familias. Al mismo tiempo, esta faceta supone un desafío exigente: «El gobierno del obispo será pastoralmente eficaz si se apoya en la autoridad moral que le da su santidad de vida. El ejercicio de la autoridad en la Iglesia no se puede entender como algo impersonal y burocrático, precisamente porque se trata de una autoridad que nace del testimonio».

La Comunión de las Iglesias es el tema del capítulo sexto, que profundiza en la relación entre el obispo y el Papa, y en el papel del Sínodo de los Obispos y de las Conferencias Episcopales: «El principio constitutivo para el ejercicio de la autoridad episcopal –afirma uno de los puntos de la Exhortación– es la comunión jerárquica de cada obispo con el Romano Pontífice y con el Colegio episcopal. Los padres sinodales estimaron que, por lo que concierne al ejercicio de la autoridad episcopal, el concepto de subsidiaridad resulta ambiguo, e insistieron en profundizar en el principio de comunión».

Por último, el capítulo séptimo aborda el tema de El obispo, ante los retos actuales; insiste en que el obispo debe ser artífice de justicia y de paz, y promotor del diálogo interreligioso, sobre todo en favor de la paz en el mundo.

En definitiva, a inicios del tercer milenio, el Papa considera que la Iglesia no necesita sólo buenos obispos; lo que hacen falta son obispos santos.

 

J. C. Roma , Alfa y Omega

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