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Juan Manuel de Prada: «El mundo cultural es anticristiano y beligerante con el catolicismo»

Almudi.org: Entrevista a Juan Manuel de Prada Escritor, Nacido en Baracaldo y criado en Zamora, ganó el Premio Planeta a los 27 años. Hoy, a los 33, critica la postura antirreligiosa de los cenáculos literarios José Joaquín IRIARTE Junto a la precocidad en el estrellato literario -a los 27 años ganó el Premio Planeta-, el perfil de Juan Manuel de Prada es el de un escritor conocido principalmente por sus artículos de prensa, con los que un amplio sector de lectores... Almudi.org: Entrevista a Juan Manuel de Prada

Escritor, Nacido en Baracaldo y criado en Zamora, ganó el Premio Planeta a los 27 años. Hoy, a los 33, critica la postura antirreligiosa de los cenáculos literarios

José Joaquín IRIARTE

Junto a la precocidad en el estrellato literario -a los 27 años ganó el Premio Planeta-, el perfil de Juan Manuel de Prada es el de un escritor conocido principalmente por sus artículos de prensa, con los que un amplio sector de lectores se identifica. Con 33 años acusa sin medias tintas que «ha habido muchas personas obsesionadas con matar a Dios», lo que ha dejado a la gente huérfana de ilusiones y esperanzas, y concreta la denuncia de esa «hostilidad planificada y de propaganda continua antirreligiosa» en el ambiente que mejor conoce, el de los cenáculos literarios: «El mundo cultural es anticristiano y muy beligerante con el catolicismo». Toda la vida de Prada gira en torno a su mujer y a su hija, de un año, y, por supuesto, a su pasión por la literatura. Le preocupan los intentos de destrucción de la familia, que «nos está abocando a un mundo de tremendas perturbaciones», y no se anda con sutilezas al afirmar que el mundo literario le «asquea» porque es «un mundo de mucha vanidad, pompa y oropel». Se enamoró de la literatura siendo pequeño, cuando su abuelo le llevaba a la Biblioteca Pública de Zamora.

-¿Fue un niño de muchos amigos?

-No, yo era un niño bastante introvertido. Descubrí en la lectura la posibilidad de completar mi vida. A veces me sentía un extraño entre mis compañeros. Yo creo que en la lectura hay también siempre una vocación de marginalidad. Soy una persona de pocos amigos. Mi abuelo me decía que amigos, pocos y bien elegidos.

-¿La amistad es un sentimiento parecido al del amor?

-No, creo que son sentimientos que hay que mantener separados. La amistad perfecta se da entre personas del mismo sexo, en las que no existe una atracción física. En la amistad buscamos a alguien que subraye lo que somos. El amor es más conflictivo porque se busca en la otra persona a alguien que nos complete. No obstante, en mi mujer he encontrado mucho apoyo y mucha complicidad.

-¿Cómo ve a la familia en la sociedad actual?

-Me preocupa que desaparezcan las relaciones que existían antes en el núcleo familiar y que se rompa su función educativa de transmisión de conocimientos y de sentimientos, porque los niños apenas están con sus padres. Existe, además, una cultura que fomenta el egoísmo. Las personas se sienten cada vez más solas.

-¿Qué importancia tiene para usted la vida en familia?

-Es una forma de vivir más plenamente. Las personas que no han disfrutado de una experiencia familiar cabal siempre padecen algún tipo de disfunción psicológica. Un psiquiatra me decía que en los últimos años han visto multiplicado por diez el número de pacientes. Esto está muy relacionado con la destrucción de las relaciones humanas, que son, sobre todo, las relaciones familiares. La destrucción de la familia nos está abocando a un mundo de perturbaciones.

- ¿Le enseñará a rezar a su hija?

-Quiero que mi hija conozca y sienta las mismas cosas que yo he conocido y sentido. Nunca le impondré nada, pero le voy a transmitir, y me esmeraré en ello, todas esas cosas. Porque, en el mundo en que vivimos, cada vez más confuso y fragmentario, hay que fortalecer la identidad. Y una forma de robustecer esa identidad es la transmisión de la fe.

-¿Qué ha significado Dios en la vida de Juan Manuel de Prada?

-Al principio tenía un componente mágico. Sentimental también. Fueron muy importantes en mi etapa de formación las historias de la Biblia. Y, luego, a medida que pasan los años, uno vive esa experiencia religiosa de maneras diversas. En la adolescencia, como algo desgarrador, conflictivo Es natural, surgen las dudas, y eso te causa cierta agonía interior. Después, poco a poco, la fe se va asentando. Ahora mismo, el sentimiento religioso es, sobre todo, como una culminación. Lo que hace el hombre, sin esa visión trascendente, no tiene demasiado sentido.

-La sociedad actual, por lo tanto, no ha encontrado el sentido de la vida

-Ésa es una de las razones de mi misantropía. Me encuentro a disgusto en los tiempos que vivimos. El mundo de la literatura puede parecer muy elevado desde fuera pero cuando estás dentro, te das cuenta de que es un mundo de vanidad, pompa y oropel que te asquea mucho.

-¿No es también un grupo cerrado, de piña?

-De piña, no. Todos procuran pegarle la puñalada al prójimo.

-Habla del mundo de la cultura. ¿Y el hombre corriente?

-Para mí uno de los signos de este tiempo tan confuso es que han matado la ilusión religiosa que tenía la gente, por ejemplo, nuestras abuelas. La religión llenaba una serie de deseos y necesidades que les hacían felices. Ha habido muchos obsesionados con matar a Dios, y han dejado a la gente huérfana.

-¿Y el poder, los políticos?

-La manifestación religioso-católica está mal vista. Se mantiene en el inconsciente colectivo el franquismo y la impresión de que la Iglesia apoyó la dictadura. Esto es falso. La Iglesia no es algo indivisible. Supongo que hubo quienes la apoyaron y quienes no. Es un estigma que padecemos.

-¿Ha perdido el cristianismo la batalla en los ambientes de la cultura?

-El mundo cultural es muy anticristiano y muy beligerante con cualquier asomo de catolicismo. No han asumido que son hombres de su tiempo y que tienen que trasladar su fe a sus actividades (intelectuales, artísticas o creativas). Hay que volver a ocupar las posiciones de vanguardia, porque, a mi modo de ver, sólo si los católicos ocupamos de nuevo ese lugar, podremos resultar atractivos a esa otra población, que es católica culturalmente, pero que no se siente atraída por el fenómeno religioso.

LA RAZON, miércoles 21 de enero de 2004