Vivir en la verdad le hace a Giovanni sentirse libre
A menudo hablamos de cómo ayudar a los jóvenes a tener sentido cívico. Se procura reforzar su enseñanza en las escuelas, desarrollar proyectos que ayuden a los jóvenes a respetar al prójimo y al medio ambiente, seguir las reglas de buen comportamiento que la vida en sociedad impone para el bien común.
Ciertamente deberíamos fomentar estas iniciativas "fuera de la familia" que inculcan a los niños, por ejemplo, el valor de la legalidad. Sin embargo, un buen punto de partida sería recibir este tipo de educación dentro del hogar.
Con motivo del Día del Padre, que se celebra el 19 de marzo, queremos rendir homenaje a la figura del padre, a su papel fundamental de educador de sus hijos y proponer un regalo diferente del habitual, quizás para disfrutarlo juntos: una novela. Es un clásico actual, Por eso me llamo Giovanni (por Luigi Garlando publicado por Rizzoli en 2004), en el que el papel formativo del padre emerge con toda su fuerza y belleza.
Los protagonistas son un padre y un hijo de Palermo. La historia, ambientada a principios de la década de los 2000, nos enfrenta inmediatamente al problema de la ley del silencio (omertà). De hecho, los compañeros de la clase de Giovanni, que es un niño de 9 años, son acosados repetidamente por un niño prepotente. Los bocadillos y las pegatinas desaparecen, suceden misteriosas caídas por las escaleras... Preguntado por su padre sobre el último acto de acoso que ocurrió en clase −del que la profesora pide explicaciones− Giovanni dice (como sus compañeros de clase) que "no vio nada", por miedo a las represalias.
Es en ese momento cuando el padre se da cuenta de que tiene que contar una historia que ha cambiado la vida de su ciudad: la de Giovanni Falcone, un conocido magistrado de Palermo, que fue asesinado diez años antes, el 23 de mayo de 1992, después de haber luchado con determinación y coraje contra Cosa Nostra y sus extensas operaciones criminales en el territorio.
Padre e hijo, de acuerdo con la profesora, se toman un día para ellos: van al mar, comen juntos y sobre todo hablan. El padre comienza a contar sobre un "famoso Giovanni" que fue capaz de decir no a la corrupción, a la ley del más fuerte, en lugar de agacharse por miedo o conveniencia, restaurando la confianza en la ley del estado en una ciudad profundamente marcada por la mafia.
Explica a su hijo que la legalidad debe ganar siempre, a todos los niveles y que existe una ley justa −la de la profesora− y una ley injusta −la del compañero prepotente− incluso en la escuela: desde la infancia, hay que rechazar ciertas conductas, si no se quiere que "la alcachofa" (como se llama a la mafia en la jerga) crezca y se extienda cada vez más, quizás incluso bajo otro nombre.
La novela es muy instructiva en primer lugar porque, aunque es una historia inventada, los hechos de la vida de Falcone corresponden a la verdad: el libro puede considerarse biográfico, porque permite saber lo que realmente él hizo en nombre de la justicia, admirar el heroísmo con el que llevó a cabo su misión, incluso cuando, para no ser asesinado por la mafia, terminó en una prisión blindada, sin poder ir ni siquiera a comer una pizza o a bañarse en el mar, que tanto le gustaba. Nos habla de la fuerza de un hombre que se dejó perseguir en nombre de la justicia, que nunca se rindió, incluso dispuesto a sacrificar su vida (de hecho murió por un ataque en Capaci, en Sicilia).
Pero la perla del libro es, en nuestra opinión, que esta historia se transmite de padre a hijo, como si fuera un precioso legado, para ser guardado y compartido, como si hubiera una responsabilidad que "transmitir".
El libro muestra el deseo de honestidad de este padre que, tras descubrir lo que el heroico magistrado siciliano Giovanni Falcone ha hecho por su ciudad, comienza a rebelarse contra la injusticia, negándose a pagar el “ pizzo” (el "impuesto" que las actividades comerciales "deben" a la mafia si no quieren ver sus tiendas explotar). Agradecido a Falcone, él también dice "no" y ve su tienda convertida en cenizas. Pero está contento, porque ya no financia con su dinero los explosivos utilizados por la mafia en sus ataques ni el ácido con el que mata a los hijos de personajes incómodos. Es feliz porque ya no alimenta al "monstruo".
Y decide llamar a su hijo Giovanni, como Falcone, para que el "no" al mal sea elegido también por las generaciones futuras.
El niño, después de escuchar atentamente la historia, decide invertir la tendencia.
A partir de ese momento, a veces vuelve a casa con un ojo morado, pero se siente mejor, porque ya no es esclavo de la injusticia: vivir en la verdad le hace sentirse libre.
El libro, también recomendado a partir de los 10-11 años, se utiliza a menudo en la escuela para hablar de la mafia y la justicia social. ¿Por qué no usarlo también en casa, para reflexionar sobre lo bien que puede hacer la presencia de un padre justo en la vida de su hijo?
Cecilia Galatolo, en familyandmedia.eu.