Don Pedro Rodríguez responde a algunas cuestiones sobre sus encuentros con Mons. Fernando Ocáriz
Pedro Rodríguez (Cartagena, España, 1933) fue ordenado sacerdote en 1958. Profesor Ordinario Emérito en la Universidad de Navarra, fue decano de la Facultad de Teología de esa universidad entre 1992 y 1998. Sus áreas principales de investigación son la eclesiología, la teología ecuménica, los Concilios de Trento y Vaticano II y la teología y espiritualidad en san Josemaría Escrivá de Balaguer.
Tras conocerse la noticia del nombramiento de Mons. Ocáriz como prelado del Opus Dei, don Pedro Rodríguez responde a algunas cuestiones sobre sus encuentros con don Fernando, con quien ha coincidido en la preparación de diversos trabajos teológicos.
Don Pedro, ¿cuándo conoció a don Fernando?
Conocí a don Fernando en Madrid en 1960 o 1961, cuando yo era sacerdote de un Centro de la Obra y él acudía por allí.
El primer contacto algo más intenso con él fue años después, durante un Congreso Extraordinario del Opus Dei en que se estaba estudiando la solución jurídica para la Obra, entre los años 1969 y 1970, me parece. Yo formaba parte de la Comisión Teológico-Canónica y él trabajaba con don Carlos Cardona, entonces Director Espiritual de la Obra. En distintos viajes a Roma, pude comprobar cómo don Carlos se apoyaba en él.
Ya en los años 80, tuvimos contactos académicos, pues él fue profesor en el Pontificio Ateneo de la Santa Cruz, hoy universidad, que se creó en 1984 y que nació como centro adscrito a la Universidad de Navarra, desde la que yo venía con frecuencia a dar clases.
Posteriormente, ¿coincidieron en la preparación de trabajos teológicos?
En abril de 1985, el profesor argentino Raúl Lanzetti y yo encontramos en la Biblioteca Vaticana los manuscritos originales del Catecismo del Concilio de Trento (siglo XVI), buscados durante siglos. Era el primer Catecismo que se hizo en la Historia para la Iglesia universal y, desde el primer momento, nos dimos cuenta de la importancia que podían tener para el futuro catequético de la Iglesia Católica. En octubre de ese mismo año se celebró el Sínodo convocado por Juan Pablo II para valorar la aplicación que se había hecho del Concilio Vaticano II (se cumplían 20 años de su conclusión). Tras las sesiones de trabajo, el Sínodo pidió formalmente al Papa la redacción de un nuevo Catecismo. El Santo Padre aceptó y encargó a la Congregación para la Doctrina de la Fe gestionar su elaboración: sería el Catecismo para la Iglesia Universal según el espíritu del Concilio Vaticano II.
Traigo todo esto a colación porque don Fernando era consultor de esa Congregación, cuyo prefecto era el cardenal Ratzinger. A través de él tomé contacto con los trabajos sobre el tema en la Congregación, coordinados por Mons. Schönborn, a quien yo conocía de tiempo atrás y era el secretario de la redacción del Catecismo, y nos reunimos en varias ocasiones en Roma. Finalmente, el Catecismo se publicó en 1993, tras un proceso complejo de elaboración, que explican Ratzinger y Schönborn en su Introducción al Catecismo de la Iglesia Católica (Ciudad Nueva, 1994). En esas ocasiones, me di cuenta de la auctoritas y el prestigio que tenía don Fernando, siendo tan joven, en aquella casa. No conozco el grado de su implicación directa en documentos concretos, pero yo diría que era ya entonces uno de los hombres de la Congregación de mayor confianza del cardenal Ratzinger.
Posteriormente, ustedes publicaron juntos un trabajo de particular entidad…
Sí. En 1992, el beato Álvaro del Portillo había nombrado a don Fernando Prefecto de Estudios de la Obra. Tras la beatificación de san Josemaría, que tuvo lugar el 17 de mayo, yo me quedé un mes en Roma y don Álvaro, el Prelado, convocó a una reunión a José Luis Illanes, a don Fernando y a mí. Intervino sobre todo don Javier, porque el Padre estaba cansado. El Padre nos encargó que escribiéramos un libro que había de ser relevante para situar adecuadamente a la Obra en el contexto eclesial. Recuerdo que el clima entre los tres autores era pensar y darse algo de tiempo. Sin embargo, don Javier nos pidió que estuviera preparado en el plazo de un año. Por eso, trabajamos juntos durante un mes de verano y, tras quedar claro el esquema y el plan de trabajo, se publicó en 1993. Se titula "El Opus Dei en la Iglesia", del que se han hecho seis ediciones. Yo me ocupé de la naturaleza teológica del Opus Dei, Fernando explicó las características de la vocación a la Obra y José Luis escribió sobre el Opus Dei como institución y la vida de sus fieles.
¿Cuándo le ha visto por última vez?
Estuve con él la semana pasada [don Pedro volvió de Roma el día 20 de enero] porque estuve trabajando algunos asuntos sobre las obras de san Josemaría en los años treinta (del pasado siglo) y pasé algunos días en Bruno Buozzi.
Un día estuve charlando con él en su habitación −la del Vicario Auxiliar−, hablando de cuestiones de trabajo. Me llamó la atención la belleza de ese lugar, lo bien diseñado de todo… Me dijo que san Josemaría siempre quiso que la habitación del Vicario Auxiliar fuera especialmente bonita, mejor que la del Padre. Yo confirmo que es así.
¿Qué rasgos de su personalidad destacaría?
Una gran simpatía, una sonrisa convincente, que ve todo el mundo. También creo que es una inteligencia preclara y, a la vez, una persona que siempre se expresa con gran sencillez, en los modos de decir y de explicar. Además, escucha de una manera que el interlocutor se da cuenta de que es intensa. Siempre que hablo con él compruebo que lo que le he dicho o escrito dos o tres meses antes está gravitando en la conversación; ve la significación de detalles que de suyo parecen irrelevantes.
Me parece también destacable cómo le escuchaba el Padre (don Javier). Últimamente yo estaba trabajando en la edición crítica de una de las obras de san Josemaría. El Padre y don Fernando hicieron tres lecturas de las versiones que yo les iba pasando, que me devolvían llenas de observaciones en los márgenes escritas por don Javier, y por don Fernando tras leer las de don Javier. Esto ha sido ocasión de cambios de impresiones con los dos y he podido calibrar cómo el Padre tenía una gran visión histórica de nuestro Padre y de la realidad de lo vivido por él y cómo Fernando tenía una notable penetración teológica en esa misma realidad. De manera que deduzco que para don Fernando la convivencia con el Padre ha sido de una importancia extraordinaria y don Fernando una ayuda muy grande para don Javier desde el punto de vista de la densidad de los asuntos de gobierno, a la hora de pedirle consejo y borradores para sus escritos, etc. Ahora toda la Obra está rezando por el tercer sucesor de san Josemaría.
Entrevista de Miguel Ángel Iriarte
Profesor asociado de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra.
Fuente: unav.edu