Declaración del Cardenal O'Malley sobre el fallo de la Corte Suprema en Dobbs v. Jackson

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Escrito por Cardenal Seán P. O’Malley
Publicado: 06 Agosto 2022

Con demasiada  frecuencia  aisladas  y  desesperadas, las mujeres han sentido que no tenían otra opción

Para todos los que hemos hablado, escrito, trabajado, marchado y rezado por revertir Roe v. Wade, la decisión de la Corte Suprema de hoy en Dobbs v. Jackson es profundamente significativa y alentadora. Esta decisión creará la posibilidad de proteger la vida humana desde la concepción; nos llama a reconocer la carga única que  enfrentan  las mujeres durante el embarazo; y nos desafía como nación a trabajar juntos  para  construir más comunidades  de  apoyo —y acceso disponible  a ellas— para  todas  las  mujeres que  experimentan embarazos no planificados.

Durante el último medio siglo, mientras continuaba el debate sobre el aborto, la Iglesia Católica a menudo ha sido acusada de imponer una creencia religiosa en nuestra sociedad pluralista. De hecho, es cierto que, al  dirigirse  a  la  comunidad católica, la Iglesia ha utilizado argumentos tanto  religiosos  como  morales para oponerse al aborto. Pero al involucrar a la sociedad civil estadounidense en general, los funcionarios electos y nuestro sistema legal, la Iglesia ha defendido la vida humana desde sus inicios como una cuestión de derechos humanos. Nuestros continuos esfuerzos para defender nuestra posición sobre la protección de los niños no nacidos son coherentes con nuestra defensa de los problemas que afectan la  dignidad  de todas  las  personas  en  todas  las etapas  y  en todas las circunstancias de la vida. La  Iglesia  emplea  este  principio de coherencia al abordar cuestiones de raza, pobreza y derechos humanos en general. Es una posición que presenta un argumento moral  como  fundamento  de la ley y la política para proteger la vida humana.

Acojo con beneplácito  la decisión de la Corte, pero no subestimo cuán profundamente divisivo ha sido y seguirá siendo el tema del aborto en nuestra vida pública. Aún más trágico ha sido el sufrimiento  personal  de  las  mujeres  que enfrentan embarazos no planificados en situaciones difíciles. La Iglesia se ha opuesto m consistentemente a las dimensiones morales y legales  de  Roe v. Vade; también  rechazamos  rotundamente  estigmatizar, criminalizar, juzgar o avergonzar a las mujeres que han tenido un aborto o están considerando hacerlo. Con demasiada  frecuencia  aisladas  y  desesperadas, las mujeres han sentido que no tenían otra opción. Necesitan y merecen el apoyo espiritual, afectivo y material de la Iglesia y de la sociedad.

En la Arquidiócesis de Boston, hemos buscado, a través de Project Rachel y Pregnancy Help, apoyar a mujeres que enfrentan una crisis de embarazo y mujeres cuyas vidas se han visto afectadas por un aborto. Además, la Iglesia ofrece la misericordia y la sanación ilimitadas del  Señor  a  quienes  sufren  los  daños  espirituales  el  aborto.  Ante  las  estadísticas recientes que indican un aumento en los abortos, nuestro apoyo pastoral y social a las mujeres continuará, será acogedor y estará disponible para todos los que lo necesiten.

La decisión  de  la  Corte  Suprema  de  hoy inicia un nuevo  capítulo en nuestros foros legislativos y legales ya que los debates públicos sobre el aborto no terminarán. Desde 1973, ha  habido  una  continua  oposición  al  razonamiento  de Roe  v. Wade  y  sus  consecuencias. Esas consecuencias han permeado el tejido político, legal y social de la vida estadounidense. El carácter radical de la decisión de Roe catalizó algunas de las reacciones y respuestas más profundas a cualquier problema en la historia de nuestra nación. Los argumentos públicos ahora se  trasladarán  a los estados, el Congreso y los tribunales. Espero que este nuevo capítulo sea un tiempo de un tono y enfoque diferente en nuestra vida cívica.

En primer lugar, debemos adoptar una visión más amplia de las múltiples amenazas a la vida humana en nuestra sociedad actual. El  reconocimiento  de  que  la  vida humana comienza con la concepción y continúa hasta la muerte natural. Toda vida humana merece protección moral y jurídica en todo momento. La protección de la vida debe ser integral, no selectiva. La Iglesia, en sus propias posiciones, debe reflejar esta visión más amplia, y estamos llamados a involucrar a nuestra sociedad civil en torno a esta visión más holística del valor y la dignidad de la vida humana. Quienes están a ambos lados del debate sobre el aborto reconocen comúnmente que las condiciones de pobreza e injusticia han sido y son hoy un factor importante  que contribuye a los abortos. Quienes se han opuesto y apoyado a Roe pueden y  deben  encontrar  un  terreno  común  para  un  compromiso renovado con la justicia social y económica en nuestro país.

En segundo lugar, proteger la vida humana en todo momento solo puede tener éxito si redescubrimos el valor del civismo en el discurso, la protesta y la promoción de políticas. El respeto a la vida exige el reconocimiento mutuo y el respeto de nuestra dignidad común como personas y ciudadanos. En los últimos años, la idea de civismo y discurso respetuoso ha sufrido abandono, al igual que el respeto por la vida humana. La renovación de ambos es posible y urgentemente necesaria.

Como obispo y ciudadano, espero y rezo para que podamos crear una cultura que proteja a los más vulnerables desde el comienzo de la vida y en cualquier momento en que la vida se vea amenazada de alguna manera.

Cardenal Seán P. O’Malley, en aciprensa.com/