Es uno de los mayores divulgadores de España en temas de familia
Con 15 libros escritos sobre matrimonio, familia y noviazgo, cientos de artículos en prensa —un buen puñado de ellos en la sección La vida como es, de El Debate—, un podcast que escuchan más de un millón de personas, y un programa de radio en directo sobre familia que bate audiencias desde hace décadas, José María Contreras Luzón es uno de los mayores divulgadores de temas familiares de España.
Hace años dejó su trabajo como alto ejecutivo para dedicarse por completo a dar conferencias y cursos —lleva más de 2.000 por todo el mundo—, a acompañar a miles de personas como terapeuta familiar y, sobre todo, a ayudar a que cada vez más personas tomen conciencia de que el mayor proyecto de la vida es construir un hogar feliz.
— Cada vez más personas leen sus libros, escuchan sus podcast o van a sus charlas. ¿Por qué hay tanto interés por la familia?
— Porque mucha gente se ha dado cuenta, sufriendo, de la infelicidad que trae el no atender a la familia. Yo recibo a muchísima gente cuyos padres están divorciados. Y ellos, al casarse, quieren hacerlo bien, porque no quieren vivir la vida de sus padres. Uno se casa ilusionado por poner una casa, por el sexo que tanto tirón tiene a la hora de casarte (sobre todo en los hombres), por los proyectos juntos… Pero luego la vida va corriendo y te das cuenta de que hay muchas dificultades, que hay que pelear la vida, que hay que educar a los hijos para que no sean infelices. Y todo eso conlleva un coste, que es aprender a vivir en familia.
— ¿Es que ya no encontramos en las generaciones precedentes el ejemplo necesario de una familia feliz?
— Hace poco, en una conferencia en Vallecas, se me acercó una señora. Me contó que era de Bolivia, que limpiaba oficinas, que tenía un hijo, y me dijo: «Recomiéndeme un libro para educarle». Yo le pregunté «¿Y por qué quieres educar a tu hijo?» Y me dijo: «Porque yo no he tenido esa educación y no soy feliz». Es decir, que la gente se está dando cuenta de que esto de la formación para la vida familiar no es una idiotez. Que una persona educada, con valores de verdad —no con eso que ahora llaman valores— es más feliz. Hoy casi todo el mundo piensa que tiene una gran formación. Pero es mentira, porque puedes tener 14 máster o saber mucho de un tema, pero de lo demás no sabes nada, ni menos de los rudimentos que construyen una familia. Y si pasa eso, la familia es un desastre.
La gente se está dando cuenta de que esto de la formación para la vida familiar no es una idiotez, que una persona formada es más feliz
— Usted dice que las familias hoy no saben quererse...
— Es que no saben quererse. Hace poco vino a mí el director general de una gran empresa y me dijo que tenía problemas con su hijo de 16 años. Hablé con el hijo y me dijo que se emborracha todos los fines de semana y que tiene relaciones sexuales con las niñas que pilla. No solo no tiene novia, sino que se lía con quien pilla. Le pregunté: «Y cuándo sales de tu casa, ¿qué te dicen tus padres?». «Que no mezcle tipos de alcohol», me dijo. Esto pasa muchísimo: los padres no ejercen su autoridad como padres. Afortunadamente, muchos otros se dan cuenta de que la formación y la autoridad son fundamentales en la familia. Porque para quererse de verdad, hay que saber quererse.
— ¿A qué se refiere?
— A que hay muchísimas familias que no se quieren, precisamente, porque no han aprendido qué es el amor de verdad. Y como en la familia no se sabe qué es el amor, no puede educar en el amor de verdad, en el sacrificio por el otro, en el esfuerzo por el otro, en la alegría por el otro. Muchísima gente me llama o me escribe diciendo: es que mi hijo no me quiere, es que no viene nunca, es que no me deja ver a sus hijos, es que mis padres no me quieren... Esto es muy, muy habitual. Sin duda, uno de los grandes problemas que hay en la humanidad es que no se sabe qué es el amor.
— ¿Y qué es el amor, entonces?
— El ataque más de fondo que hay en la sociedad es el ataque a la familia. En el momento en que la familia se derrumbe, se creará otra sociedad, que no sé las ventajas que podría tener, pero hay mucha gente que está deseando hacer esa otra sociedad. Y por eso se está manipulando y convenciendo a la gente de que el amor es un sentimiento. Así que, en la medida en que el sentimiento decae, decae el amor. Pero es falso. Se ama con la voluntad y con la libertad. Una persona con Alzheimer no puede amar de verdad, aunque sí pueda sentir, porque no tiene libertad. Un bebé no ama porque no tiene libertad, aunque pueda tener apego a sus padres. Así que el «órgano» que alimenta el amor es la voluntad. ¿Y qué alimenta la voluntad? El sentimiento y la inteligencia.
— ¿Me lo puede explicar con un ejemplo?
— Si te dicen que te levantes a las 3 de la mañana para salir a correr, el sentimiento te dice que no, y no lo haces. Pero si te dicen que, si lo haces tu hijo ganará el Nobel, lo harás. El sentimiento es el mismo, porque no quieres salir de la cama, pero la inteligencia supera lo que sientes y dirige tu voluntad. Por tanto, en la vida y en la familia hay que tener argumentos de la inteligencia para mover a la voluntad hacia el amor. Así, la guía de la persona no será el sentimiento, ni los estados de ánimo. Y el problema es que hoy hay muchas personas que se guían solamente por los estados de ánimo y luego no pueden llegar a ser felices.
Se está manipulando y convenciendo a la gente de que el amor es un sentimiento. Pero es falso. Se ama con la voluntad y con la libertad
— ¿Cuáles son los tres ingredientes de un matrimonio feliz?
— No los diré por orden. Uno es saber realmente cómo el otro se siente querido. Que no es cómo me sentiría querido yo. Para eso ayuda mucho entender los lenguajes del amor: a mí, a lo mejor, me gusta que me inviten a comer, y yo invito a comer fuera a mi mujer para demostrarle que la quiero, pero ella en realidad prefiere que yo llegue a casa y la escuche sin mirar la televisión. La segunda cosa importante es luchar con el deseo de tener razón. El deseo de tener razón genera muchísimas discusiones y es la droga que más matrimonios rompe. Además, la mayoría de las veces solo discutes por idioteces y lo único que buscas es quedar por encima. Eso es terrible para la familia, porque al final discutes por todo, incluso por cosas que a los dos nos importa un pepino, pero el caso es que ahí estamos peleando porque yo quiero llevar razón. Y la tercera cosa es el perdón: saber perdonar, saber pedir perdón y saber aceptar el perdón. Y en el momento en que uno se da cuenta de que el otro se ha sentido herido, hay que pedir perdón inmediatamente. Es muy difícil, porque lo que te pide el cuerpo es hacer un razonamiento de por qué no ha tenido motivos para herirse, pero es fundamental pedir perdón inmediatamente.
— ¿Qué es lo que yo no le he preguntado qué quiere decir?
— Que es importante que en la familia haya alegría. No se puede educar a los hijos diciéndoles solamente «hay que hacer esto, o lo otro», y cuando lo haces, ponerte además a protestar, a reprochar y a quejarte. La casa tiene que tener un ambiente de alegría. Que cuando los hijos lleguen a casa no les den ganas de tirar la mochila y marcharse a la calle, a la urbanización o encerrarse en la habitación. Por desgracia, el ambiente de muchas casas (y de muchas de esas personas que quieren hacer las cosas muy bien), es muy duro, de protesta continua, de falta de escucha. Llegan el padre o la madre a casa y se van directamente al ordenador, o ponen la televisión, o se ponen a hablar a voces a los niños. Preguntarse cómo es el ambiente de mi casa es clave, porque transmite los valores de la familia.
José Antonio Méndez en eldebate.com