“El ecologismo no es una opción sino un destino”
Ignacio Quintanilla y Pilar Andrade, profesores de la Complutense de Madrid, establecen un diálogo muy interesante con el lector en su reciente obra Los cien ecologismos. Una introducción al pensamiento del medioambiente (Ed. Encuentro 2023, 294 págs.). Es, como toda conversación, un texto abierto en el que se plantean muchas cuestiones y solo algunas se resuelven o se indican pistas para contestarlas; muchas otras quedan solo sugeridas para que el lector intente formarse criterio sobre ellas. No es un libro fácil de leer pues contiene mucha información o -más bien- refleja muchas opiniones sobre los temas que trata, cual historia del pensamiento ecologista; y retoma una y otra vez las mismas cuestiones desde perspectivas distintas o complementarias.
Este libro puede ayudar a un lector interesado a acercarse a la actual cuestión ecológica con profundidad de miras, más allá de los debates políticos o mediáticos circunstanciales. Como indican los autores desde el principio (págs. 11 y ss.) “hacerse cargo de la crisis medioambiental no exige tan solo una tarea de información y movilización cívica -que por supuesto lo hace-, sino también una tarea intelectual y moral que a veces nos abruma (…) No es un libro de datos sino -esperamos- de buenos argumentos (…) con el propósito de contribuir a una toma de conciencia y a un debate colectivo urgente y de calidad”.
Los autores parten de la idea de que todos somos, necesariamente, ecologistas y nuestro problema es decidir qué tipo de ecologistas somos; de que “el ecologismo no es una opción sino un destino” (pág. 13) y de que el ecologismo no es una doctrina o una teoría sino una perspectiva que no pretende oponerse al progreso sino buscar mejores modelos de progreso (pág. 14). A tal efecto, repasan (cap. 1) el pensamiento ecologista contemporáneo; los distintos niveles de pensamiento ecológico a los que dedican el cap. 2 (nivel técnico o de debate actual sobre problemas concretos y sus eventuales soluciones, nivel de justicia y equidad medioambiental sobre lo que deberíamos hacer y nivel filosófico o de reflexión sobre el hombre y la naturaleza); los cambios de paradigma que el ecologismo exige en nuestra visión política tradicional y los distintos tipos de ecologismo que existen con argumentaciones y enfoques en ocasiones contradictorios e incompatibles (cap. 4); las novedades que el ecologismo plantea a la reflexión ética y filosófica tradicionales (cap. 5 y 6) y a la consideración de la técnica (cap. 7) y de la historia y su final previsible según las distopías ecologistas (cap. 8).
Como se puede deducir del anterior elenco de temas tratados, es imposible intentar ni siquiera un resumen del contenido del libro en el espacio de esta reseña. Por ello, me limito a decir que los autores lo que pretenden es animar al lector a comprender que la actual crisis medioambiental “es, por supuesto, un problema biológico de equilibrio entres especies y también un problema de modelo económico” pero cuya “génesis real remite a otro orden de causas mucho más básico que concierne a los estilos de vida, a las maneras de entender el mundo, a los valores y a las ideas fundamentales con las que pensamos la realidad” (pág. 84). Escriben: “la intención de este libro no ha sido solo revisar lo ya hecho, sino también proponer un cambio de paradigma filosófico. Un cambio cuyo núcleo es la reivindicación de una nueva filosofía de la naturaleza” (pág. 291).
Esta obra nos obliga a pensar en clave ecológica sobre la ética de la actuación personal ante problemas que exceden el ámbito de la responsabilidad personal y sobre la responsabilidad política ante dilemas que exceden el ámbito tradicional del entorno de decisión local y temporal de la gestión pública. Me parece que lo más relevante de este libro -y quizá la parte más difícil de seguir para el lector común- es su análisis sobre la filosofía de la naturaleza a la que se dedica el capítulo 6 (págs. 179 y ss.) y que es la más interesante, creativa y discutible de la obra que comento.
La más interesante y creativa, porque en ella se denuncia el proceso cultural desarrollado en Europa desde el siglo XVII que “cuestionó tanto la racionalidad como la capacidad normativa de la naturaleza” (pág. 193) reduciéndola a mero objeto manipulable por el ser humano concebido como pura conciencia y libertad. Hay en este libro una clarividente denuncia de la visión mecanicista y cartesiana de la naturaleza que inspira el periodo de la Ilustración y la revolución industrial y genera el modelo económico y mental que lleva a la actual crisis ecológica. Y discutible, porque los autores se apoyan para superar esa filosofía de la naturaleza en una extraña interpretación de Kant y usan un lenguaje como mínimo confuso para expresar su alternativa (por ejemplo, págs. 222 y ss.).
En todo caso coincido con ellos en “la necesidad de reintegrar la historia humana en la naturaleza y la naturaleza en la historia humana” (pág. 206) que es la tesis de fondo de esta obra.
Benigno Blanco en religionenlibertad.com