¿Cómo se le puede exigir a un niño de 8 años sin que llegue a ser perjudicial para él?

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Escrito por José María Contreras Luzón
Publicado: 19 Agosto 2025

Decían los antiguos romanos, con mucha sabiduría, que para enseñar latín a Cayo lo primero que había que hacer era querer a Cayo

Pregunta: Tengo dos hijos de 8 y 10 años y el pequeño es un poco vago. Mi marido le exige, en mi opinión, demasiado. El niño le está cogiendo miedo. Él dice que no es así, pero yo lo veo, y el niño está acobardado. Además, no es que por eso estudie más. ¿Cómo se le puede exigir a un niño de esa edad sin que sea perjudicial para él?

Toda madurez humana viene por la vía del esfuerzo. Si no lo hay, es imposible que las personas maduren. Ahora estamos pasando una época en que no se les exige a los hijos.

No nos engañemos, exigir es incómodo, es más cómodo no exigir. Como consecuencia de esa falta de exigencia, estamos ante una sociedad poco exigida, por lo tanto, bastante inmadura. Lo cual se manifiesta en la cantidad de quejas que hay diariamente en la vida familiar.

Para que la exigencia sea positiva y así sea vista por los hijos, estos tienen que tener muy claro que son queridos. Y eso, que nos parece evidente, no lo es tanto, hay muchos niños y no tan niños, que no lo tienen tan claro. Mucha gente me ha dicho que no se han sentido ni queridos ni valorados por sus padres.

En el terreno profesional, una persona valorada se siente segura en su trabajo. En el terreno de lo personal, una persona valorada por sus padres, además de tener autoestima, se siente querida.

Para valorar a una persona ella se tiene que sentir exigida. Pero como va quedando claro, esa exigencia se tiene que llevar a cabo con cariño, con comprensión, no pidiéndole más de lo que realmente puede dar.

Si realmente queremos que esa exigencia sea eficaz, tenemos que saber que exigir a un hijo es exigirse uno a sí mismo.

Si no se hace así, la exigencia tiene muchas posibilidades de convertirse en un autoritarismo bastante inútil, el cual lleva consigo que el hijo vaya perdiendo la confianza con su padre. Por tanto, la comunicación con él.

Aquí nos encontramos con la, ya famosa, motivación.

Motivar a una persona no es más que darle motivos para que se esfuerce. O sea, una persona motivada, es una persona que se esfuerza con gusto, pero se esfuerza.

¿Qué motivos se le tienen que dar un niño de ocho años? Eso lo tienen que saber sus padres ¿Cuáles van a ser los motivos, o sea, los valores que a su hijo le van a llevar a actuar?

No olvidemos que la palabra motivación proviene del latín Motivus que se puede traducir por valores.

Yo comprendo, que es tremendamente desasosegante, el que nuestros hijos no «vean» lo que para nosotros es evidente e importante.

Hay que saber hablar con él, conocerlo mejor, darle argumentos para que trabaje y tener paciencia. No existen medicinas para que la gente «vea» las cosas.

Que se sienta querido, exigirle y esperar. Estoy seguro que nosotros tampoco «vemos» muchas cosas que son muy importantes.

Ir viendo lo importante de la vida es ir madurando y eso requiere tiempo. Y ganas. Ahora mismo hay mucho adolescente inmaduro con años suficientes para haber madurado. Ni sus padres ni él se lo han propuesto. O quizás no ha sabido.

De ahí la necesidad de formarse.

José María Contreras Luzón en eldebate.com