Armas de paz en China

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Escrito por José Antonio García-Prieto Segura
Publicado: 01 Octubre 2025

“Empuñar la espada del Espíritu (…), mediante oraciones y súplicas, orando en todo tiempo” (Ef 6, 17-18).

          El título de este artículo me lo ha suscitado un suceso ocurrido en China, que después referiré. Antes, trataré de aclarar el aparente oxímoron de la expresión “armas de paz”; lo sería ciertamente si entendiésemos por “armas” solo y exclusivamente los instrumentos de guerra sembradores de muerte; y por “paz” la simple ausencia de conflictos letales. Semejante interpretación, sin ulteriores matices, estaría en la línea de la conocida máxima latina: “Si vis pacem, para bellum”, que significando: "Si quieres la paz, prepara la guerra", cabría entenderla también en ese mismo contexto de luchas mortíferas y paces superficiales.

          Sin embargo, cabe otra interpretación porque no toda guerra o combate ha de ser con armas que provoquen muertos y heridos; y no toda paz reducirse a simple quietud externa. Es el caso de la lucha que todos debemos librar contra el mal, pero con armas que no dañan a las personas y sí procuran la verdadera paz en muestro interior y a nuestro alrededor. Se trata de las armas del combate espiritual al que anima el apóstol san Pablo, diciendo:” Revestíos con la armadura de Dios para que podáis resistir las insidias del diablo, porque no es nuestra lucha contra la sangre o la carne” (Ef 6, 11). Y continúa: “estad firmes, ceñidos en la cintura con la verdad, revestidos con la coraza de la justicia (…), prontos para proclamar el Evangelio de la paz” (Ef 6, 14-15). En síntesis, pues: armas de paz y para la paz tanto la interior de cada persona, como la del bien común en la sociedad.

          El suceso mencionado al principio ocurrió en China hace casi un siglo y es un ejemplo de estas armas de paz, frente a las de muerte. Lo refiere un capuchino navarro durante su viaje hacia la misión de Kanshu, a unos 2.000 Kms. al oeste de Shanghai. Las guerras civiles en curso obligaban al exiguo grupo de misioneros a viajar por desfiladeros y vías fluviales llenas de peligros y salteadores. En una de sus cartas fechada el 15 de diciembre de 1927, refiere un episodio cuyo texto, a pesar de su extensión merece citarse por entero, con la excepción de cortos paréntesis:

          “Todos los barqueros se hallan en la barca componiendo las cuerdas porque el viento es fuerte. Marca el reloj las 11.25 cuando una fuerte detonación resuena en todo el valle. Al momento bajan la vela y con un gesto de terror marcado en su faz, ¡“Sen-fu, ¡Touffi”!, “¡Padre, los ladrones!”, gritan los barqueros, y saltan al agua para parapetarse con la barca; las descargas de fusil y de revólver se suceden sin interrupción. Comprendimos que son los ladrones (…), y al momento nos echamos en el suelo defendiendo nuestras cabezas con las maletas y las mantas de dormir. El fuego que hacen sobre la barca es horrible. El P. Simón nos da la absolución, y nosotros se la damos a él. (…) Empezamos el rezo del santo rosario. Silban las balas después de traspasar las tablas de la barca; algunas astillas caen a nuestros pies. El dueño de la barca nos pide armas para disparar contra los ladrones, mas no las tenemos (…) Nosotros creemos imposible salir con vida de aquel trance y hacemos el acto de la aceptación de la muerte, ofreciendo la vida por la conversión del Kansu y de la China entera.

“Nos animamos mutuamente a morir por Jesucristo. (…) Escúchanse ya las voces de los ladrones. Ya los tenemos en la barca. (…) Dos, uno de ellos armado con fusil y otro, acariciando con el índice el gatillo del revólver, nos preguntan si tenemos armas; nosotros les enseñamos el rosario que en la mano tenemos, nuestra única arma de defensa. Esperamos que un balazo nos abra las puertas del cielo, mas no hay nada de eso.” (Fulgencio de Bargota, “Cartas desde Kansu (China) 1927-1930”, pág. 31-32)

          La única arma que llevaban aquellos misioneros era la oración, materializada por así decir, en el objeto físico de las cuentas ensartadas del rosario, que fue lo que mostraron a quienes empuñaban armas mortíferas. Era un arma de paz y de vida, y una prueba más, a 20 siglos de distancia, de lo que san Pablo animaba a hacer a los cristianos, en ese combate de paz: “empuñar la espada del Espíritu (…), mediante oraciones y súplicas, orando en todo tiempo” (Ef  6, 17-18).

         A un siglo de aquel suceso y a veintiuno desde que san Pablo pidiese oraciones, la historia sigue repitiéndose. Las primeras palabras del Papa León XIV, fueron un llamamiento a la paz, mostrando el camino para alcanzarla: la oración; y más concretamente, a través del rezo del rosario. Así lo ha pedido el pasado 24 de septiembre, al final de la audiencia: “El mes de octubre, que ya se acerca, está especialmente dedicado al Santo Rosario, y por eso invito a todos a rezar el Rosario por la paz todos los días del próximo mes, personalmente, en familia y en comunidad”.

Aunque el rosario es una oración de carácter mariano, está centrado en la vida y misterios redentores de Cristo, estrechamente unidos a la vida de María. Y el mundo está necesitado de ese amor divino, como también recordaba León XIV apenas elegido Papa: “"La humanidad necesita a Cristo como puente para ser alcanzada por Dios y su amor. Ayúdennos y ayúdense unos a otros a construir puentes con el diálogo, con los encuentros, uniéndonos a todos para ser un solo pueblo siempre en paz". (Discurso 8-V-25)

          Por ese anhelo de paz y para alcanzarla por medio de María rezando el rosario, León XIV ha hecho esta llamada: “En particular, el sábado 11 de octubre por la tarde, a las 18:00 h., rezaremos juntos aquí en la Plaza de San Pedro, en la vigilia del Jubileo de la Espiritualidad Mariana, que conmemora también el aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II” (Audiencia, 24-IX-25)

          Con el rosario y su rezo, aquellas armas de paz “en China”, que han dado pie a este artículo, pasamos hoy a lo que podríamos decir: “Armas de paz en Roma”. Tal será el encuentro de oración del próximo 11 de octubre. Y, por supuesto, no solo ya en Roma sino “en el mundo entero”. Ojalá que todos los cristianos acojamos esa llamada y, con nuestra oración y nuestras obras, seamos puentes y constructores de paz allí donde nos encontremos.

          Me tomo la libertad de concluir este artículo con una referencia personal, que sorprenderá al lector. Jerónimo Segura el misionero protagonista de la historia, murió muy joven: con 31 años, después de llevar solo 3 en China, donde está enterrado. Sus pertenencias más personales fueron legadas a su familia natural. Era hermano de mi madre; por esto, el rosario que usó llegó a mis manos y lo conservo como joya y tesoro inapreciable.    

José Antonio García-Prieto Segura en elconfidencialdigital.com