Byung-Chul Han, filósofo: "La felicidad no tiene que ver con una vida activa, como decía Hannah Arendt, tiene que ver con una vida contemplativa"

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Escrito por Celia Pérez León
Publicado: 01 Noviembre 2025

El filósofo surcoreano hace una defensa de la vida contemplativa que arremete con la idea de la vida activa que Hannah Arendt y otros pensadores antes que ella definió en pro de la vida política.

¿Alguna vez te has preguntado qué tienes que "hacer" para ser feliz? En ese caso, diría Byung-Chul Han, Premio Princesa de Comunicación y Humanidades 2025, has caído en la trampa. El autor de La sociedad del cansancio (2010) ha seguido reflexionando sobre las reglas de la vida moderna. Estamos agotados, y eso significa que no paramos de "hacer". Pero ¿y si la felicidad se encontrara, en realidad, en la inactividad?

En una de sus obras más recientes, Vida contemplativa: Elogio de la inactividad (2023), el filósofo surcoreano reflexiona sobre la inactividad y su poder para transformar nuestro mundo, rebatiendo y analizando los pensamientos de pensadores anteriores, como la célebre Hannah Arendt.

Sería fantástico poder decir que el mundo que vivió Hannah Arendt fue muy diferente al nuestro, pero estaríamos mintiendo. La filósofa e historiadora llegó al mundo en 1906 y nos dejó en 1975, tras haber visto a Europa arder bajo el terror de dos Guerras Mundiales. El odio campaba a sus anchas cuando la pensadora escribe La condición humana, obra que Byung-Chul Han rebate en su Vida contemplativa: Elogio de la inactividad.

Arendt analizó ‘la banalidad del mal’ y advirtió sobre la capacidad que tenían individuos comunes de cometer actos terribles al actuar como burócratas sin pensar en las consecuencias morales, simplemente obedeciendo órdenes. Acuñó la frase en el juicio de Adolf Eichmann, uno de los principales organizadores del Holocausto. La filósofa no lo consideraba un monstruo sádico, tan solo un burócrata mediocre. Porque desde su perspectiva, el mal puede ser ‘banal’ en su origen porque nace de la irreflexión y la conformidad social, y no de una maldad intrínseca.

Partiendo de este punto, Arendt defiende lo que ya hicieron en su momento los clásicos, incluidos entre ellos los estoicos. En La condición humana habla de ‘el pathos de la acción’, algo así como la felicidad de la acción. Y es que, para ella, vivir era salir al ágora, la plaza pública en las antiguas ciudades griegas, el centro neurálgico de la vida política. Para Arendt la felicidad solo podía estar en actuar, en hacer, porque la inactividad, la irreflexión conducían a la banalidad del mal y, por tanto, al horror. Byung-Chul Han, sin embargo, nos propone otra posibilidad.

En un mundo que ha cambiado bastante, pero que sigue atascado en las mismas trampas, Byung-Chul Han revisita las palabras de Hannah Arendt para ofrecernos una nueva perspectiva.

Como pensador, Han entiende el contexto de Arendt, pero lo que nos presenta en La condición humana le parece una utopía. “El énfasis de Arendt en lo nuevo y el nuevo comienzo, visto así, está en consonancia con el espíritu de la época actual”, señala.

Debemos recordar que para Han, la sociedad moderna es la sociedad de la auto-explotación, de la hiperactividad, del cansancio. Su principal denuncia es que precisamente este "hacer" constante, este opinar de todo, esta necesidad de existir en el ágora en todo minuto y momento es lo que nos hace profundamente infelices, y también potencialmente malvados.

Porque en medio de la urgencia, como señalaba Nietzsche, cometemos el error de odiar lo que no entendemos. “Dado que falta tiempo para pensar y sosiego al pensar, ya no se ponderan los pareceres divergentes: basta con odiarlos”, escribía el filósofo alemán en Humano demasiado humano.

La felicidad de contemplar

A lo que Arendt llama vita activa (vida activa), Byung-Chul Han lo llama vita performativa, una en la que todo el mundo se performa a sí mismo, en el que nos narramos sin treguas, y en el que no queda espacio para la contemplación. En un mundo en el que la novedad lo es todo, no queda espacio para la inactividad. Porque como escribe el filósofo surcoreano, “la contemplación es una repetición”.

Como decíamos, para Byung-Chul Han lo de Arendt es una utopía. Actualmente, la verdadera herramienta que disponemos para revelarnos ante el sistema, y aún más, para alcanzar la felicidad plena, es la inactividad. De hecho, para Han, lo que somos no depende de aquello que hacemos, sino que la identidad se construye en la contemplación.

El filósofo considera que esa vita activa que defendía Arendt es un desprecio a la felicidad humana. Fundamenta su opinión en una cita que rescata de la obra de la filósofa, y que dice: "Ni al trabajador que produce ni a la persona política que actúa se les ocurrió jamás querer ser felices o creer que las personas mortales pueden ser felices”.

Byung-Chul Han se revela también con esta idea de que la felicidad es ajena a la criatura humana, y con un firme golpe en la mesa defiende que es precisamente la contemplación lo que puede conducirnos a la plenitud. “¡Qué tranquilidad supondría no tener nada que decir, contar con el derecho a no tener nada que decir, pues tal es la condición pura para que se configure algo raro o enrarecido que merezca la pena ser dicho!”, rescata el filósofo de Deleuze. Y es que solo en el "no hacer" caben la reflexión, el pleno disfrute de la esencia más pura de la vida, el auténtico deleite de existir.

Celia Pérez León en cuerpomente.com