La Vanguardia
En los cursos de liderazgo del Iese enseñamos a los directivos tres premisas fundamentales a la hora de tratar con sus colaboradores: exigir como un jefe, enseñar como un maestro y amar como un padre. ¿Qué significa esto último? Amar a un hijo incluye exigirle y ayudarle a alcanzar su máximo potencial como persona.
Padres y madres son modelos y guías de sus hijos, y tienen un papel insustituible como líderes de estos, pero también pueden ser contraejemplos que les generen rechazo. Muchos padres viven en un entorno muy materialista. Copian lo que ven alrededor, lo que se lleva, y consienten a sus hijos porque, de otro modo, parece que no les quieren lo suficiente y lo pasan mal. Pero el niño no es un juguete que me hace sentir bien. Es alguien que vale por sí mismo.
Hay padres que sólo valoran la preparación técnica que les dan o les sumergen en regalos, viajes, actividades extraescolares... Hacen de ellos niños estresados, lo que puede derivar en activismo o adicción al trabajo. No les forman, porque ni saben ni llegan a todo, y las situaciones les sobrepasan. Les falta tiempo y energía para dedicarse a ellos. Como van cansados, procuran que el niño no enrede. Y si enreda, no le frenan. Evitan los problemas pensando que se solucionan solos.
Querer implica no sólo mimarles, darles cosas o llenarles la agenda, sino conocer el mejor camino de desarrollo personal y guiarles por él, corrigiéndoles aunque no apetezca, produzca enfrentamientos y se vean pocos resultados a corto plazo. Los hijos precisan referentes confiables y estables, porque copian lo que ven.
Un monitor de esquí explicaba a su pupilo de cinco años cómo deslizarse por la pista, cómo girar y repartir el peso sobre los esquíes. Tras varias bajadas llenas de caídas, cambió de táctica y le dijo: Sólo sígueme. Y el niño le siguió, logrando lo que antes había sido incapaz de hacer.
Levine decía: Tener hijos no lo convierte a uno en padre, del mismo modo que tener un piano no lo vuelve pianista. Padres y madres tienen que entrenarse para ser líderes. Nadie da lo que no tiene. Tenemos que formarnos para ser los mejores referentes y ofrecerles lo que es realmente bueno para ellos a largo plazo. No lo fácil y lo que piensa todo el mundo. Los padres debemos ser los principales protagonistas en la educación de nuestros hijos. Nos jugamos su felicidad.
Nuria Chinchilla y Maruja Moragas, profesoras del Iese, Centro Internacional Trabajo y Familia