Hace poco más de un mes, se celebró el Día Mundial del Alzheimer. No puedo evitar recordar todos estos años de cuidados, lloros, alegrías y tristezas. Nunca pensé que los padres, en un momento de la vida, se pueden convertir en maestros. Tú, junto a mi padre, lo has sido. He madurado a vuestro lado. ¡Cuánto me habéis enseñado! Desde vuestra quietud. Desde vuestra mirada serena, y, a veces, en la que yo pretendía entender el porqué del declinar de la vida. Algún día expresaré en toda su dimensión el agradecimiento que os he tenido, y a ti especialmente, que estás acompañándome cuando empiezo a recoger la cosecha. Puedo hablar tanto del declinar de la vida, sin haber llegado, que no necesito instrucciones para saber distinguir lo esencial de lo que no lo es.
La luz que siento dentro de mí, me la habéis proporcionado vosotros. Mi entrega amorosa en vuestros cuidados cotidianos me ha ido arrebatando las impurezas y los sentimientos de vanidad, poder, prepotencia… ¡Qué humilde y grande me he sentido a la vez!
He representado para ti la madre que en su día fuiste tú. No sé si he satisfecho todas tus necesidades, pero sí te puedo decir que lo he hecho desde el amor que me inspiras, desde el agradecimiento de haberme llevado a una situación límite que hoy ha superado muchas fronteras.
Este pasado verano, especialmente caluroso, temía que ya te marcharas, pero también entendía que algún día te irás. Tengo asimilados durante tanto tiempo tus cuidados, que a veces llego a pensar que forman parte de mi vida. Siempre te tengo presente, pero no me agobias, ni entristeces. Sí me alegra haber decidido, hace ya muchos años, el atenderte en casa, pese a que ello ha supuesto una separación, una vida sin hijos, un alejamiento del mundanal ruido y un aceptar lo cambiante y efímero que es el amor, los proyectos, las ilusiones, los sueños.
A vuestro lado, he aprendido, sobre todo, a entender lo que muchos maestros han dicho siempre: “Vive el aquí y ahora”. Eso es lo que más fuerza ha cobrado en mí. Me habéis mantenido alerta y despierta. Habéis sido cómplices y aliados en el camino que durante una década os he acompañado, cuidándoos, sirviéndoos, amándoos. Querida Madre, te sigo diciendo que te quiero y que te seguiré queriendo, y que me perdones -yo también lo he hecho- si no he estado a la altura que tú merecías. Un abrazo muy grande de tu hija querida.
María José González Martínez
(Alfa y Omega)