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Historia de una vieja (solidaridad)

Almudi.org. Solidaridad: historia de una vieja David AMADO Sucedió en Barcelona, aunque, por la globalización, pudo ser en cualquier parte. Ya nada es nada. No existe ningún sitio, sólo sensaciones fugaces, lugares de paso. Lo común lo invade todo y lo unifica. Corrían los coches por la autopista y, ante algo, un peligro incierto, se desviaban.    Los coches que venían detrás lo veían y se preparaban para repetir lo mismo, un viraje veloz en el que ... Almudi.org. Solidaridad: historia de una vieja

David AMADO

Sucedió en Barcelona, aunque, por la globalización, pudo ser en cualquier parte. Ya nada es nada. No existe ningún sitio, sólo sensaciones fugaces, lugares de paso. Lo común lo invade todo y lo unifica. Corrían los coches por la autopista y, ante algo, un peligro incierto, se desviaban.

   Los coches que venían detrás lo veían y se preparaban para repetir lo mismo, un viraje veloz en el que apenas perder unas milésimas, para seguir después a alta velocidad. No nos engañemos, para eso están las autopistas. Porque, todos sabemos que cuanto mejores son las carreteras peor es la comunicación.

   Ni el coronel tiene quien le escriba, ni la abuela quien la visite si es que, en alguna parte, alguien cree que todavía existe. Para eso se hicieron las carreteras. Lo sabían los romanos y lo entendió enseguida el Inca. Sin carreteras no hay imperio. Sin internet no hay gobierno mundial.

   Pero aquel día, por el asfalto circulaba un héroe anónimo, tan escaso como los gnomos, porque, digámoslo todo, la era virtual acabó con las hadas, los duendes y hasta con Ratoncito Pérez, que anda de centenario. Lo que vio aún le sorprende.

   Por la calzada avanzaba una vieja, quizás la única que sabía que aquella carretera no llevaba a ninguna parte. Nuestro héroe, en un acto reflejo, que seguro no le fue inculcado por la LOGSE, cruzó el coche en medio de la carretera, se expuso a la ira de los demás conductores, escuchó sus pitidos e imaginó sus maldiciones.

   Llegó la Policía y no entendía nada: ¿Es algo tan raro que alguien no atropelle a una vieja! El caso es que la anciana señora tenía alzheimer.

   Pero, ¿qué tenían todos los que antes la habían esquivado? Probablemente, antes de acostarse, pensarían que una vieja estuvo a punto de hacerles llegar tarde. ¿Hay gente para todo! Incluso hay cristianos que no atropellan a las viejas.

La Razón. miércoles 12 de noviembre de 2003