La apuesta por la vida de Hannah Arendt

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Escrito por Pablo Casado Muriel
Publicado: 17 Junio 2025

Al contrario que algunos de sus coetáneos, la pensadora alemana puso el foco en la novedad radical que supone cada nacimiento

Los alumnos madrileños que se han examinado de la PAU estos días no olvidarán nunca a Hannah Arendt. Ella era la autora de uno de los dos fragmentos a analizar en la prueba de Historia de la Filosofía y esa es una de esas cosas que se recuerda con el paso de los años. La otra opción, por cierto, era de san Agustín, un filósofo de moda tras la llegada de León XIV al Vaticano.

La pensadora de origen alemán es especialmente recordada por su análisis de los totalitarismos del siglo XX y por el desarrollo del concepto de la banalidad del mal durante el juicio al gerifalte nazi Adolf Eichmann. Sin embargo, su filosofía también establece interesantes postulados en el terreno antropológico y sobre ellos versaba el texto propuesto en selectividad.

En su obra La condición humana, Arendt profundiza en «las condiciones bajo las que se ha dado la vida al hombre» y rechaza que estas puedan igualarse a una «naturaleza» ya que, según sus postulados, «nada nos da derecho a dar por sentado que el hombre tiene una naturaleza o esencia en el mismo sentido que otras cosas». Se denota aquí la influencia existencialista de su maestro Martin Heidegger, aunque veremos cómo su planteamiento difiere mucho del de su mentor.

Arendt pone el foco en la pluralidad, en el hecho de que «los hombres, no el Hombre, vivan en la Tierra y habiten en el mundo». Por eso mismo, defiende el valor de cada nacimiento porque «nadie es igual a cualquier otro que haya vivido, viva o vivirá». Ofrece de este modo un potente argumento en contra del aborto sin necesidad de recurrir a aspectos religiosos o morales.

La filósofa recuerda que la natalidad siempre trae de la mano un comienzo porque «el recién llegado posee la capacidad de empezar algo nuevo» y eso es lo más propio de lo que ella entiende por acción, la capacidad humana de abrirse plenamente al mundo y a los otros libremente para aportar una novedad desde la propia identidad.

«Ser-para-la-vida»

Arendt relaciona la acción con la actividad política, entendida esta como la relación libre entre los hombres para construir el mundo. En consecuencia, apunta que «la natalidad, y no la mortalidad, puede ser la categoría central del pensamiento político, diferenciado del metafísico». En cada alumbramiento surge alguien único llamado a sumarse a esa pluralidad que todos deben proteger y preparar.

Además de ser un alegato en favor de la vida, el planteamiento de la autora de Eichmann en Jerusalén o Los orígenes del totalitarismo supone una ruptura con los de su maestro Heidegger. El que fuera su profesor en la universidad de Marburgo sacudió el estudio filosófico con sus estudios sobre el ser y su análisis del Dasein (el Ser-ahí).

Cuando el hombre se pregunta por su propio ser descubre que lo más evidente es que es un constante «poder-ser». Heidegger rechaza así una esencia humana y se abre al existencialismo al considerar que esa existencia es lo que define primeramente al ser humano. Así, la vida se convierte en una sucesión de posibilidades de ser y, para el filósofo, la más cierta e indeterminada de todas es la muerte.

Construye sobre esta base su «Ser-para-la muerte», la conciencia de la propia finitud que marca de manera fundamental la existencia; no como horizonte sino como una especie de hilo conductor que permite asumir el resto de posibilidades dentro de un proyecto propio de «ser-ahí».

Pablo Casado Muriel en eldebate.com