¡Qué suerte tiene fulanito con los hijos! Y no saben que la suerte le sorprendió formándose y esforzándose
Pregunta: Tengo 3 hijos pequeños y la ilusión de mi marido y mía es educarlos lo mejor que podamos, en esto no queremos ahorrarnos esfuerzos. Pero la verdad es que estoy un poco confusa, porque gente que quiere educar bien nos da consejos que incluso son contradictorios. A veces, dudamos sobre qué es lo importante a la hora de educar.
Además, por lo que veo eso no solamente nos pasa a nosotros, creo que hay más gente que parece estar un poco desorientada. ¿Nos podría decir algo que nos ayudase?
Con relación a su carta, estoy totalmente de acuerdo con usted. Hay mucha gente que quiere educar bien y luego no lo hacen por diversas causas. Fundamentalmente porque no saben. Y es que muchas veces se olvida que, a la hora de educar, la persona más importante es el educador. Así como suena. Probablemente, mucha gente se crea que son los hijos y no es verdad. Repito, a la hora de educar, las personas más importantes son los padres.
Igual que cuando uno trabaja es un trabajador y para ser un buen trabajador hay que formarse, cuando uno tiene un hijo es padre, pero eso no quiere decir que sepa educar, simplemente dice que uno es padre. Para educar a un hijo hay que hacer otras cosas, alguna de ellas costosa.
Lo primero que hay que hacer es formarse. Todos podemos tener la sensación de que uno tiene la suficiente formación para educar a sus hijos, pero no es verdad.
Pregúntese, por favor: ¿Cuánto tiempo y dinero le dedica usted a su formación profesional?
Todos nosotros dedicamos muchas horas a aprender idiomas, formarnos o consultar problemas profesionales. Sin embargo, en el importantísimo asunto de educar a nuestros hijos solemos poner poca formación y poco dinero. ¿Cuántos libros hemos leído sobre educación? ¿A cuántos cursos de educación hemos asistido? La mayoría de los padres ni han leído ni han asistido a ninguno.
Podemos tener la sensación de que, como a los niños los tenemos a mano y siempre los vamos a querer, podemos hacerlo cuando queramos. ¿Resultado? No lo hacemos nunca. Y cuando nos damos cuenta, se nos ha pasado el tiempo y nos enfrentamos a situaciones que parece, o son irreversibles.
Estamos en una sociedad donde, solo se valoran los esfuerzos, si a corto plazo obtenemos una recompensa. En la educación no es así. Podemos esforzarnos mucho y a corto plazo y no obtener nada. En cambio, si no nos exigimos, lo que ocurre seguro es que, a largo plazo, nos encontramos lo que no queremos y muchas veces sin remedio.
¿No es una incongruencia que, incluso, acudamos a cursos para aprender como dirigir mejor a los colaboradores que tenemos en la empresa, y no nos planteemos siquiera hacer lo mismo para educar mejor a nuestros hijos?
Desde luego, sin plantearse educar, es muy difícil hacerlo. Y sin formarnos para ello es igualmente difícil. ¿Cuántas personas que sacan al perro a pasear por las mañanas, no ayudarían a sus hijos a esas mismas horas? ¿Por qué? El perro se hace caca si no se le saca. Al niño, a corto plazo, no le pasa nada. Y así pasa la vida.
Otra de las cosas que sabemos y no nos ponemos manos a la obra porque nos espanta es que, para educar, hay que educarse. Con esto quiero decir que cada vez que uno exige, se está exigiendo a sí mismo. Todo lo que le digo a mis hijos me lo estoy diciendo a mí mismo y tengo que vivirlo, si quiero que sea eficaz.
La exigencia personal siempre cuesta. No hay educación posible sin cariño ni exigencia. El fundador de la educación permisiva parece que ha pedido perdón públicamente en una TV americana, pero la vida es irreversible y al que haya cogido por medio tiene difícil solución. Lo mismo ocurre con quien no es educado.
Educar es sacar lo mejor de una persona, es hacer que una persona crezca, y no hay crecimiento personal sin esfuerzo.
Cuando uno está ilusionado o está motivado, lo que le ocurre es que el esfuerzo lo hace con gusto, pero hay esfuerzo.
¿Sé cómo motivar a mis hijos? Podría ser una pregunta que nos hiciésemos, nos ayudaría a ser conscientes, de que debemos aprender. Si hemos dicho que sin esfuerzo no hay crecimiento personal, la pregunta surge sola: ¿Me esfuerzo para educar a mis hijos? Si no lo hago de una manera concreta y constante, sabiendo qué hago y para qué, no podré educar a mis hijos. Luego, mucha gente dirá: ¡Qué suerte tiene fulanito con los hijos! Y no saben que la suerte le sorprendió formándose y esforzándose.
José María Contreras Luzón en eldebate.com