Miremos al Crucifijo

Homilía del Papa Francisco en Santa Marta

La historia de la salvación contada por la Biblia tiene que ver con un animal, el primero en ser mencionado en el Génesis y el último en serlo en el Apocalipsis: la serpiente. Un animal que, en la Escritura, es símbolo poderoso de condena y, misteriosamente, de redención.

Así lo recogen las Lecturas de hoy: la primera del libro de los Números (21,4-9) y el Evangelio de Juan (8,21-30). La primera contiene el célebre pasaje del pueblo de Israel que, cansado de vagar por el desierto con poca comida, habló contra Dios y contra Moisés. También aquí las protagonistas son las serpientes, dos veces. Las primeras, enviados desde el cielo contra el pueblo infiel, que siembran miedo y muerte hasta que la gente implora a Moisés que pida perdón. Y la segunda, un singular reptil que entra en escena:Dios dijo a Moisés: Haz una serpiente abrasadora  (la serpiente de bronce) y colócala en un estandarte: los mordidos de serpientes quedarán sanos al mirarla. Es misterioso: el Señor no mata a las serpientes, las deja. Pero si alguna hace daño a una persona, que mire a la serpiente de bronce y sanará.

Levantar la serpiente. El verbo “levantar” está en el centro del duro enfrentamiento entre Cristo y los fariseos, descrito en el Evangelio. En determinado momento Jesús afirma: Cuando levantéis en alto al Hijo del hombre, sabréis que "Yo soy". Y“Yo Soy” es también el nombre que Dios había dado de Sí mismo a Moisés para comunicarlo a los israelitas. Y luego está esa expresión que se repite: Levantar al Hijo del hombre…La serpiente es símbolo del pecado;  la serpiente que mata. Pero, ¿una serpiente que salva? Ese es el Misterio de Cristo. Pablo, hablando de este Misterio, dice que Jesús se vació a sí mismo, se humilló a sí mismo, se anonadó para salvarnos. Es más fuerte aún: Se hizo pecado. Usando este símbolo, se hizo serpiente. Este es el mensaje profético de las Lecturas de hoy. El Hijo del hombre, que como una serpiente, hecho pecado, viene elevado para salvarnos.

Esta es la historia de nuestra redención, esta es la historia del amor de Dios. Si queremos conocer el amor de Dios, miremos al Crucifijo: un hombre torturado, un Dios, vaciado de la divinidad, manchado por el pecado. Pero un Dios que, anonadándose, destruye para siempre el verdadero nombre del mal, lo que el Apocalipsis llama la serpiente antigua.El pecado es la obra de Satanás y Jesús vence a Satanás haciéndose pecado y desde ahí nos levanta a todos. El Crucifijo no es un adorno, no es una obra de arte, con tantas piedras preciosas como se ven: el Crucifijo es el Misterio del anonadamiento de Dios, por amor. Y aquella serpiente que profetiza en el desierto la salvación: elevada y quien la mira queda curado. Y eso no se hizo con una varita mágica por un Dios que hace las cosas: ¡no! Se hizo con el sufrimiento del Hijo del hombre, ¡con el sufrimiento de Jesucristo!