Dirección: Ang Lee
Intérpretes: Tony Leung, Tang Wei, Joan Chen, Wang Lee-Hom, Chung Hua Tou, Chih-ying Chu.
Guión: James Schamus, Wang Hui-Ling
Música: Alexandre Desplat
Fotografía: Rodrigo Prieto
Distribuye en Cine: Universal
Duración: 148 min.
Género: Drama
Cuesta abajo y sin frenos
Adaptación de un relato de Eileen Chang, ambientado en la China ocupada por los japoneses, antes y durante la Segunda Guerra Mundial. La trama consiste un largo flash-back en dos tiempos, encerrado en la espera de la señora Mak -cuyo verdadero nombre es Wong Chia Chi- a su amante, el señor Yee, en una cafetería. Wong recuerda su etapa de universitaria de Hong Kong en 1938, en que se integra junto a otros compañeros en un grupo teatral estudiantil.
Allí, al tiempo que se despierta un amor no confesado por el líder del grupo, preparan la escenificación de obras patrióticas. Pero eso no les basta para expresar su amor por su país, creen que deben pasar a la acción, lo que supone cometer actos terroristas contra sus compatriotas colaboracionistas; y para ello deben "actuar" ante ellos, pasar por quienes no son.
Y ponen el ojo en el señor Yee, de la policía. Lograrán introducirse en su círculo de confianza, pero en un momento dado estiman que el único modo de acceder a Yee es que Wong le seduzca. Sus planes se irán al traste, y los componentes del grupo se dispersan. Sólo en 1942, en Shanghai, Wong es localizada, y se le pida que reasuma los planes de antaño, o sea, la seducción de señor Yee. Y se aplicará con ahínco en la tarea.
Verdadera exploración de la degradación del alma humana, aunque resulta difícil saber si tal era el propósito de Ang Lee, y sus guionistas James Schamus y Wang Hui-Ling. Sí es cierto, en cualquier caso, que se habla en cierto momento del precio que hay que pagar por determinadas actitudes. El film muestra inicialmente a unos jóvenes imbuidos de un ideal patriótico, que les lleva primero a expresar su disconformidad con la presencia nipona en China a través del teatro.
Pero se diría que esa manifestación pacífica de oposición a Japón no les resulta suficiente, consideran necesario ejercer la violencia, y por ser más concretos, matar a quien hace lo propio al colaborar con los ocupantes. El dar este paso -ese plano de las manos que se unen-, oculta razones no confesas en el caso de Wong, que hará lo que sea por estar cerca del joven a quien ama en secreto.
Y ese "lo que sea" incluye la disposición a practicar el sexo con alguien a quien no ama, para esos fines asesinos, lo que incluye el sórdido pasaje de iniciación sexual, terrible por la completa deshumanización que lo define, por su evidente instrumentalización.
La primera parte del film, dentro de lo terrible que resulta, funciona relativamente bien. Los cineastas logran pintar los ideales de juventud -todo lo confusos y equivocados que se quiera, pero ideales a la postre-, llevados al extremo por lo que se diría un camino sin retorno.
Pero el segundo tramo nos introduce por unos sórdidos vericuetos de difícil justificación, con una muy malsana relación entre Wong y Yee, mostrada con una reiterada explicitud, a todas luces desagradable y excesiva, aunque se acuda a la excusa esteticista.
Tratar de fundamentar este planteamiento en que Yee tiene el alma tan emponzoñada por la traición, que se hunde en un abismo sadomasoquista, se nos antoja un simplismo de enorme pobreza antropológica. De igual modo, la actuación final de Wong, aunque se quiere revestir de inesperado atisbo de humanidad en su degradación, se diría pueril, poco razonable.
La película, ganadora del León de Oro en Venecia, impresiona por su lujosa reconstrucción de época, con las calles de Hong Kong y Shanghai repletas de vehículos y figurantes de los años 30 y 40. Hay en ese sentido más aparato hollywoodiense, por así decir, si se compara el film con otro de esa época, el excelente In the Mood for Love (Deseando amar). Cuenta además con un impresionante reparto, donde a los ya conocidos Tony Leung y Joan Chen, se suma la desconocida Tang Wei, auténtica protagonista del film. (decine21 / Almudí JD-AC)