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QUI LUCE

Oh Tomás, que resplandeces entre los Apóstoles con gloria sublime: acoge benignamente el himno de alabanza que cantamos en tu honor:

La caridad de Cristo depara un trono en el Cielo para ti, que, por amor, estabas dispuesto a morir por tu Maestro.

Al oír lo que refieren tus hermanos, afligido por el cariño, quieres cerciorarte hasta ver y palpar las Llagas de Jesús.

¡Qué gozo al contemplar al Señor, compadecido de ti, cuando ya creyente, le llamas tu Dios y le adoras con toda la fuerza de tu corazón!

Y ya que por Ti se aviva la fe de los que no hemos visto, acrecienta el fervor de los que su Amor buscamos.

Para Ti, Señor, Toda la gloria y haz, por la intercesión de Santo Tomás, que los que caminamos en la fe, podamos algún día contemplarte para siempre. Amén.

 


 

LÉGIFER PRUDENS

Oh Benito, prudente legislador y maestro venerable, que brillas ante el mundo por lo excelso de tus méritos: llena, de nuevo, el mundo con la Luz de Cristo.

Por medio de ti, floreció una Orden nueva, que actuó de nexo admirable entre los pueblos, mientras tuvo voz les empujaba dulcemente a someterse a los imperios de Dios.

Los que se acogen a tu insigne Regla se sienten, a la vez, hijos, siervos y discípulos de Jesús, unidos por un mismo amor hecho de trabajo y oración.

Que lleven, pues a cabo fraternalmente su labor, en medio del favor del pueblo, dichosos de ser sembradores constantes de dicha y de paz, pisando sobre el rastro de tus huellas.

Honor, gloria y alabanza al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, por cuya gracia aparece tan resplandeciente tu corona de gloria. Amén.

 


 

INTER ÆTERNAS

Oh Benito, que brillas insigne por tus egregios méritos, en medio de las coronas eternas de los bienaventurados, a las que veneramos como premio de su triunfo.

Gozando, desde niño, de una santa madurez, nunca te dejaste dominar por los malos deseos, sino que, despreciadas las flores del mundo, te erguiste hacia lo Alto.

Por eso huyes de tu patria y abandonas a tus padres para vivir con fervor entre los bosques, donde concibes tu hermosa Regla para la vida consagrada.

Así, pues, tú, que enseñaste al mundo la sumisión a las leyes y designios de Cristo, haz que, ayudados por tus preces, seamos todos conducidos a la Patria del cielo.

Honor, gloria y alabanza al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, por cuya gracia aparece tan resplandeciente tu corona de gloria. Amén.

 


 

AURORA SURGIT LÚCIDA

Cuando la aurora anuncia el día triunfal de Cristo, llegas tú, María, con el propósito de ungir su Cuerpo.

Corres, ansiosa, pero un Ángel te anuncia con júbilo que, roto el lazo de la muerte, al que buscas, ya se ha ido.

Pero aún se te depara el premio gozosísimo a tu amor puro, cuando llamando con tu voz al hortelano, descubres al Maestro.

Después de acompañar a la Virgen dolorosa junto al Leño acerbo y cruel, resultas la primera en ver y anunciar al Señor, que ha vencido a los Infiernos.

Oh María, flor hermosa de Magdala, herida por el amor de Cristo, abrasa con el fuego divino lo íntimo de nuestros corazones.

Te pedimos, Señor, no alcances el amor que tuvo tu sierva, para que, con ella, podamos cantar tu gloria en el Cielo. Amén.

 


 

MÁGDALÆ SIDUS

Con toda piedad venimos a rendirte culto, oh María, estrella radiante de Magdala, mujer afortunada, a quien el Señor allegó mediante el estrecho vínculo de su Amor.

Tras descubrir su imperio para expulsar a los demonios, le agradeces tu curación, gozosa de haber trocado tus cadenas por la fe.

De aquí que la fuerza del amor te urja a seguir de cerca las huellas del Maestro y acompañarle, ya para siempre, con el afán solícito de servirle.

A impulsos de tu ardiente caridad, junto a la Cruz, acompañas con tu llanto al Señor y limpias delicadamente en sus Miembros para el sepulcro.

A los que hemos nacido del amor de Cristo, haznos, María, partícipes de tu victoria definitiva, para que podamos cantar contigo la gloria de nuestro Amado. Amén.

 


 

TE NOSTRA LÆTIS

Que te alaben nuestros cantos, oh Santiago, a quien, desde las redes, el Señor elevó a las cumbres más altas.

Al saberte llamado, con tu hermano, dejaste al punto las redes para predicar con entusiasmo su nombre y su doctrina.

Testigo de la virtud de su Diestra, lo fuiste también de escenas sublimes: su triste angustia en el Huerto y su gloria excelsa en el Tabor.

Dispuesto y pronto a beber el cáliz amargo de la pasión, alcanzas, entre los Apóstoles, la primera palma del martirio.

Tú, que fuiste discípulo fiel del Cristo y sembrador del Evangelio, enciende nuestra alma con la fe y abriga nuestro corazón con la esperanza.

Concédenos seguir de cerca en la tierra los pasos del Señor para poder cantar en el Cielo el himno eterno de su gloria. Amén.

 


 

NOCTI SUCCÉDIT

A la noche sucede el lucero que anuncia pronta la aurora y, tras ella, sale el sol que envuelve al mundo de luz.

Cristo es el Sol de justicia y su Madre la Aurora de gracia a la que tú, oh Ana, precedes como estrella que rasga las tinieblas de la ley.

Oh Ana, raíz fecunda y árbol saludable que nos dio la Vara florida de la que nació Cristo.

Oh Joaquín, padre santo, y Ana madre de la Madre de Cristo, conseguidnos, por Ella, la gracia y el perdón de Dios.

Gloria a Ti, Jesús, que has nacido de la Virgen, y también al Padre y al Espíritu Santo, por los siglos, sin término. Amén.

 


 

DUM TUAS FESTO

Mientras entonamos juntos este canto festivo en tu honor, oh Joaquín, padre venerable, acoge benignamente la plegaria de nuestro corazón y de nuestras bocas.

Procedes de una noble y dilatada estirpe de reyes, de la prole de Abraham y del linaje de David, pero tu mayor gloria es María, Hija tuya y Señora del mundo.

Así, tu Descendencia de Ana colma los anhelos de los Padres antiguos y se apresura a traer el gozo a este mundo, tan abatido.

Gloria a Ti, Padre dei Unigénito, gloria a Ti, Hijo del eterno Padre, la misma gloria para Ti, oh Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.

 


 

QUAS TIBI LAUDES

Oh Marta, que participaste admirablemente de la cercanía al Corazón de Cristo, hay que por tus méritos nos sea provechoso este himno de alabanza.

Cuántas veces el Señor visitó tu casa, donde, en medio de un apacible reposo, se complacía en tu solicitud y en tus desvelos.

Te lamentabas por la muerte de Lázaro y acompañabas a María, con abundancia de lágrimas, cuando una súbita voz te anuncia la llegada del Maestro de la vida.

Y ya que después de que Jesús te probara, confesaste, segura, tu esperanza en la resurrección, ruega para que también nosotros caminemos esperanzados hacia el Reino eterno.

El honor, la fuerza y el poder al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, y que nos concedan contemplar, contigo, eternamente su gloria. Amén.

 


 

TE GRATULANTES

Llenos de júbilo, te celebramos, Marta, mujer afortunada, que mereciste, más de una vez, hospedar a Cristo en tu casa.

Movida dulcemente por el amor, te desvivías, gustosa, estando pendiente de todo, para atender al Huésped divino.

Mientras disponías complacida, la mesa para el Señor, María y Lázaro tomaban de Él para sus almas el sustento de la vida de la gracia.

Presintiendo su muerte, María ungió al Señor con nardo puro y tú Le dispensaste, por última vez tus servicios.

Y hoy, que a su vez, tú eres huésped dichosa del Maestro, haz, que nuestros corazones, sean como Betania, su amable morada.

Gloria a Dios, Uno y Trino, que nos conceda un día cantar contigo las alabanzas del Cielo. Amén.

 


 

MAGNÆ COHORTIS

Resuena la alabanza en honor de Ignacio, general de aquel gran ejército, al que tantos soldados se alistan, llevados de su voz y de su ejemplo.

Prendido del amor al Rey de los Cielos, todo su gozo consistía en acrecentar la gloria de Dios.

De aquí que, tanto él, como los suyos, se aprestasen, como un ejército en orden de batalla, para defender los derechos de Cristo, rasgando las tinieblas del error.

Escrutando los signos de los tiempos y movido por el Espíritu Santo, señala con sabiduría y prudencia la senda segura que conduce a la salvación.

Una vez enviados sus hijos a los confines más extremos de la tierra, se consume anhelando ver que la Iglesia florezca entre los pueblos.

Gloria a Dios, Uno y Trino, que nos conceda la fortaleza para que imitando a tan gran soldado, luchemos sin cesar por la gloria de Cristo. Amén.