Rafael Calduch Cervera

 

         I.    I. Los retos de la reconstrucción del estado ruso

Han transcurrido casi dos décadas desde que se produjo la extinción de la antigua Unión Soviética y todavía los países occidentales, especialmente Estados Unidos, no han alcanzado una plena conciencia del trauma que supuso y los retos que planteó a la sociedad rusa semejante acontecimiento trascendental para su historia (1).

En efecto, en el proceso de transición a la nueva Federación de Rusia surgieron importantes retos nacionales de los que podemos destacar los siguientes: la reordenación de las fronteras y el control del nuevo espacio ruso; el colapso de la economía estatal y la implantación de la economía de mercado; el desmantelamiento institucional del Estado soviético con la consiguientes pérdidas de autoridad política y estabilidad social; las actividades de violencia guerrillera, terrorista y de las organizaciones criminales y, por último, la sustitución de la vieja legitimidad comunista por una creciente ideología nacionalista que dificulta la gestión de las minorías no rusas.

La reordenación de fronteras y el control del nuevo espacio ruso

Para abordar el problema de las fronteras surgidas con las nuevas repúblicas independientes se siguió el criterio general de mantener los antiguos límites político-administrativos existentes cuando tales repúblicas formaban parte de la URSS. Sin embargo, ello no evitó los conflictos derivados de la existencia de enclaves rusos, como el Oblast de Kaliningrado (antigua Königsberg), con un territorio de 13.612 km2 y una población de un millón de personas o la región de Transnistria con 4.163 km2 y una población de medio millón de personas. Tampoco se pudieron ignorar las disfunciones de una parte importante de las infraestructuras que diseñadas con criterios de utilidad en un único país, quedaban ahora fragmentadas por la soberanía de distintos Estados. Al caso del puerto de Sebastopol en la península de Crimea y de los oleoductos y gasoductos que atraviesan Ucrania; Bielorrusia; los países bálticos, Georgia o las repúblicas centroasiáticas, habría que agregar el de las líneas férreas, puertos y aeropuertos civiles y militares.

Por otro lado, a pesar de las pérdidas territoriales que supuso la desintegración de la Unión Soviética, la actual Federación de Rusia sigue constituyendo el país más extenso del planeta con sus 17.075.400 km2 y sus 37.000 km de costas. Semejante extensión le convierte en uno de los principales proveedores del mundo en materias primas, minerales raros y recursos energéticos.

Sin embargo, la explotación de estos recursos requiere un control territorial por parte del Estado así como el desarrollo y mantenimiento de una extensa red de infraestructuras y transportes. Ello ha obligado a instalar 30.000 km de vías férreas con uso exclusivamente industrial, que se suman a los 86.200 km de ferrocarriles de transporte público. También ha impuesto la necesidad de implantar 940.000 km de carreteras, 1.213 aeropuertos, de los que la mitad son pequeños aeropuertos sin pistas asfaltadas, y 102.000 km de navegación fluvial (2).

A la luz de estos datos resulta fácil comprender hasta qué punto el abastecimiento del país, el crecimiento de su economía y la integración de la sociedad rusa dependen de un control territorial efectivo por parte del Estado y de una eficaz gestión de sus redes de transporte desde el mar Báltico a Vladivostok, en un entorno climático extremo. Sin duda la apreciable concentración urbana de la población (73%), especialmente en la parte europea del país, limita las infraestructuras logísticas esenciales y facilita su gestión pero también incrementa las vulnerabilidades derivadas de sus bloqueos o interrupciones.

Por ese motivo y durante los primeros años, la desorganización política e institucional unida al colapso económico, ocasionaron un grave deterioro de las redes de transportes por falta de inversiones en mantenimiento que contribuyeron a incrementar el desabastecimiento de las industrias y las grandes ciudades. Durante la última década se ha llevado a cabo un importante esfuerzo inversor en infraestructuras y actualmente existe un plan decenal de inversiones que contempla alcanzar 1 billón de $USA en 2020.

El colapso de la economía estatal y la implantación de la economía de mercado

Es bien sabido que el proceso de transformación política y económica iniciado por Gorbachov y conocido como perestroika se debió a la crisis estructural que había alcanzado la economía de propiedad estatal y planificación centralizada que existía en la URSS. Para hacer frente al colapso económico en 1990 se formuló el Plan Shatalin, más conocido como Plan de los 500 días, que aspiraba a implantar la economía de mercado en poco más de un año y que Yavlinsky intentó llevar a cabo sin que lograse su objetivo a causa de la desintegración política consumada durante 1991 (3).

Este hecho resulta especialmente revelador para comprender que la transición al capitalismo de mercado se había iniciado incluso antes de que se produjera el final de la Unión Soviética. De este modo, la nueva Federación de Rusia nació en medio de un proceso de transformación económica dominado por la abrupta liberalización del mercado que desencadenó la hiperinflación; la privatización descontrolada de los grandes complejos industriales y energéticos del país; la reforma agraria y la creación de un nuevo sistema financiero (4).

Sin embargo y contra toda lógica, este cambio de la estructura económica rusa no fue regulado, supervisado y eficazmente controlado por el Gobierno debido a la propia crisis política de Rusia. La adopción de la Constitución en diciembre de 1993 llegó demasiado tarde para regular el cambio económico y, además, tanto el Presidente Yeltsin como la Duma antepusieron los objetivos de la restauración institucional del estado y   la política exterior a la necesidad de dirigir la transición económica. Ello agravó la situación productiva, incrementó el paro, provocó el desabastecimiento de bienes de consumo, redujo la capacidad exportadora y aumentó la deuda heredada de la época soviética, unos 100 mil millones de dólares, hasta provocar la quiebra financiera de 1998 (5).

Al amparo de este proceso de transición al capitalismo había surgido un nuevo sector social, directamente vinculado con el enriquecimiento especulativo, la corrupción política y el crimen organizado, que aspiraba a ejercer una decisiva influencia sobre las instituciones estatales y la vida social como condiciones necesarias para garantizar su riqueza. Paralelamente el mercado laboral se deterioraba, a la par que se condenaba   a la indigencia a amplios sectores de pensionistas y funcionarios cuyas rentas, dependientes del presupuesto estatal, perdían poder adquisitivo año tras año por efectos de la inflación (6).

La crisis de 1998 supuso el punto de inflexión desde las políticas económicas capitalistas iniciadas en la etapa soviética a las políticas reformistas desarrolladas durante la presidencia de Putin y caracterizadas por un decisivo intervencionismo estatal destinado a corregir las desviaciones provocadas por el mercado y a consolidar un crecimiento económico sostenido y compatible con importantes mejoras en el mercado laboral y las políticas sociales.

No obstante, el modelo de crecimiento económico ruso mantenido durante la última década, aunque ha demostrado su eficacia para generar un apreciable crecimiento económico y unas significativas mejoras en las condiciones de vida de la sociedad rusa, presenta indudables vulnerabilidades estructurales: excesiva dependencia de las exportaciones energéticas y concentración de mercados; un desigual crecimiento regional e industrial; una limitada inversión en investigación básica, desarrollo científico e innovación tecnológica; un apreciable peso del sector de defensa y un mercado interior excesivamente protegido.

Durante la próxima década, Rusia deberá resolver estas vulnerabilidades mediante reformas en el modelo productivo, la apertura del mercado interior, la reorganización del sistema financiero e importantes cambios en la gestión presupuestaria, si desea mantener un crecimiento económico que, aunque más reducido, le permita enfrentar con éxito los retos de la globalización que aspira a liderar conjuntamente con otras potencias mundiales.

El desmantelamiento institucional del Estado soviético con las consiguientes pérdidas de autoridad política y estabilidad social

Aunque la desintegración soviética se realizó sin conflictos bélicos como en el caso yugoslavo, no faltaron los golpes de Estado y los conflictos territoriales y étnicos con las nuevas repúblicas independientes. No obstante, el principal reto político que tuvo que enfrentar la sociedad rusa fue el desmantelamiento de un régimen político que, bajo la fórmula federal, se había mantenido durante 75 años con una férrea centralización orgánica y funcional merced a la intervención exclusiva del PCUS.

La Constitución, aprobada en diciembre de 1993, instauró un régimen democrático con un presidencialismo fuerte de elección directa (cap. 4), un sistema multipartidista con representación en un poder legislativo bicameral (cap. 5), una estructura federal (cap. 3) y el reconocimiento de unos derechos fundamentales y libertades civiles (cap. 2) (7). Sin embargo, la instauración de un auténtico estado democrático exigía cambios mucho más profundos y complejos que la celebración de elecciones y la aprobación de un texto constitucional.

El primer problema que había que abordar era el de las minorías irredentas que aspiraban a proseguir la fragmentación del Estado en   un proceso sin límites. Los casos más significativos fueron los de las repúblicas de Chechenia y Tatarstán, pero sólo el primero de ellos dio paso a un conflicto bélico con Rusia en 1994 (8). La primera guerra de Chechenia puso en evidencia la extremada debilidad y desorganización del Estado ruso, incapaz de movilizar los medios militares necesarios para lograr la derrota de la guerrilla de Dudayev e impedir la acción de grupos terroristas, como el dirigido por Basayev que llevó a cabo los asaltos a la Alcaldía y el hospital de Budionnovsk en junio de 1995. El acuerdo firmado el 3 de septiembre de 1996 se asemejó más a una capitulación del Estado ruso que a un éxito militar de las fuerzas rebeldes chechenas, por lo que el problema de la independencia de esta república quedó sin resolver. Hubo que esperar hasta la Segunda Guerra   de Chechenia (agosto 1999 – mayo 2000) y a la sucesión de Yeltsin por Vladimir Putin para que Moscú recuperase el control político directo de esta república (9).

Un segundo aspecto de la pérdida de autoridad y legitimidad del Estado ruso fue el relativo a la creación y funcionamiento del sistema de partidos políticos como instrumentos de reclutamiento, selección y promoción de dirigentes a partir de la movilización social. Tras el cambio de régimen, el PCUS quedó parcialmente desmantelado y muchos de sus cuadros, empezando por el propio Boris Yeltsin, trataron de perpetuarse en el poder mediante el acceso a los altos cargos de las nuevas instituciones. Para alcanzar este objetivo se crearon diversos partidos siguiendo cinco criterios básicos: la continuidad de la ideología comunista; la recuperación del nacionalismo ruso; la imitación de partidos consolidados en los países occidentales; el liderazgo personal de determinados dirigentes del antiguo régimen comunista y, finalmente, la defensa de intereses de grupos sociales (10).

La mayoría de los principales partidos rusos carecen de un programa político bien definido y una organización estable capaz de mantener una membrecía importante y de fidelizar un electorado suficientemente amplio para garantizar su permanencia en los parlamentos (federal y regionales) y de  articular una representación política plural en las principales instituciones estatales. Ello les ha obligado a modificar sus estrategias para adaptarse a las condiciones de cada convocatoria electoral. Por otro lado, desde el poder gubernamental se han constituido partidos orientados a garantizar la continuidad en sus cargos de una política heredada en buena medida del sistema soviético (11).

Esta particular configuración partidista de Rusia contribuyó a dificultar la transición política del país y debilitó el papel compensador del poder legislativo y de las repúblicas federadas frente al creciente expansionismo del poder de la Presidencia. Esta concentración de poder compensa las tendencias centrífugas que existen en el seno de este inmenso estado a costa de sacrificar el principio democrático de la división de poderes de un auténtico Estado de derecho.

Un tercer aspecto político que tuvo que abordarse fue el referido al dilema libertades civiles frente a la seguridad y el orden social. Durante la mayor parte de la década de los 90 predominó la concepción de que la democracia suponía el ejercicio de las libertades civiles y los derechos fundamentales al margen o abiertamente en contra de un Estado que durante décadas había cercenado su ejercicio y que en las nuevas circunstancias se encontraba fuertemente debilitado y deslegitimado. Uno de los ámbitos en los que más claramente se apreció este dilema fue en relación a los medios de comunicación. Como el resto de las empresas estatales, los medios de comunicación fueron objeto de una amplia privatización, especialmente durante el período de 1996 a 2000 denominado de las «guerras mediáticas» (12).

Tabla nº 1. Clasificación de los principales partidos políticos de Rusia

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Fuente: Elaboración del autor

De este modo la principal cadena soviética de televisión GTRK Ostankino se transformó en 1994 por Decreto Presidencial en la cadena pública ZAO ORT (Televisión Pública Rusa) aunque el Estado mantuvo el 51% del capital y el resto se participó por diversas empresas privadas. También se mantuvo como cadena pública la RTR heredada de la última época soviética. Junto a estas se constituyeron varias cadenas privadas como NTV (1993); TV-6 Moscú (1993); Canal San Petersburgo; 2x2 y Universidades Rusas.

El impacto político y social de este proceso de liberalización y privatización mediática se había podido constatar en las campañas de las elecciones presidenciales (1996) y legislativas (1995 y 1999), así como en la cobertura de la primera guerra de Chechenia y de las actividades terroristas desatadas por los rebeldes chechenos en diversas ciudades rusas incluida Moscú.

A mediados de la década de los 90 los grupos oligárquicos privados habían tomado el control de importantes cadenas de radio y televisión, diarios y revistas periódicas como parte de su estrategia para condicionar las elecciones de los más altos dirigentes del país, con la finalidad de influir en sus políticas económicas y de lucha contra la corrupción, pero también para participar en el negocio de la publicidad que sólo en la televisión supuso en 1995 unos 313 millones de $USA, a lo que habría que agregar la financiación estatal para radio y televisión, estimada en unos 337 millones de $USA (13).

Al frente de dos poderosos grupos empresariales figuraban Berezovski y Gusinskiy, ambos vinculados directamente con el Presidente Yeltsin, que pasaron a controlar una mayoría de los medios de comunicación a través de sus redes de empresas. Berezovski controlaba directamente, a través de su empresa Logovaz, los diarios Nezavisimaya Gazeta y Noviye Izvestiya, así como las revistas Matador y Ogonyok junto con el 60%   del canal TV-6 Moscú y el 11% de ORT, porcentaje que ampliaría en un 38% a través de la editorial Kommersant y de un consorcio de bancos comerciales.

Por su parte Gusinskiy controlaba la emisora de radio Echo Moskvi; la editorial 7Dnei propietaria del diario Segodnya, el semanario Itogi y la cadena de TV 7Dnei, junto con un 51% de la cadena televisiva NTV propietaria, a su vez, de NTV+.

A la luz de estos datos, resulta cuestionable que el proceso de privatización de los medios de comunicación hubiese sido acompasado con una paralela instauración de la libertad de información y de prensa, sobre todo en lo relativo a la denuncia de los casos de corrupción, política y económica, que se estaban produciendo y que terminaron llevando a la quiebra la economía rusa.

Pero donde más se apreció la tensión entre los derechos humanos y la seguridad fue en las intervenciones militares rusas en Chechenia y en la política antiterrorista. En efecto, siguiendo políticas heredadas de la etapa soviética y enfrentados a la amenaza independista chechena, los dirigentes rusos, con el presidente Yeltsin al frente, y las fuerzas de seguridad iniciaron una estrategia de restricciones progresivas de algunos derechos civiles (libertad de información y expresión; libertad de asociación y reunión; libertad de circulación; derecho a un juicio justo; etc.).

Inicialmente estas restricciones se circunscribieron, con carácter general, a los temas relativos a la seguridad nacional, incluyendo todo lo relativo a las guerras de Chechenia y la reestructuración militar y policial que se realizó durante la década de los 90, así como a determinados sucesos (huelgas mineras en Siberia) o regiones (Cáucaso Norte) (14). Más tarde y con la llegada del Presidente Putin, las restricciones generales se redujeron para ser complementadas con una estrategia combinada de control mediático, propaganda oficial y limitaciones selectivas de derechos y libertades según los sucesos (guerra de Georgia, 2008), los sectores sociales (homosexuales) y las amenazas a la seguridad del Estado (terrorismo, crimen organizado) (15).

No obstante, conviene precisar que las denuncias recogidas en  los medios de comunicación y los  informes  periódicos elaborados por organismos internacionales y agencias gubernamentales occidentales abordan este tema desde una perspectiva muy alejada de la percepción dominante en la sociedad rusa. Para amplios sectores de la población el conflicto o tensión entre derechos y libertades civiles respecto de la seguridad (económica, laboral, pública, etc.) se resuelve a favor de ésta última (16). La continuidad histórica de regímenes autoritarios, unida a la percepción de amenaza durante el medio siglo de bipolaridad, han generado una actitud colectiva de sumisión a la autoridad del Estado muy alejada de la que impera en las sociedades democráticas occidentales. Este es un factor sicológico que no puede ser ignorado en un análisis realista de la situación política interior de Rusia.

La violencia guerrillera y terrorista, las organizaciones criminales y la corrupción

La primacía de la seguridad frente a la defensa de derechos humanos y libertades civiles en Rusia se ha reforzado durante la transición política debido al auge de la violencia asociada a los grupos rebeldes independentistas, especialmente chechenos, y a la proliferación de organizaciones criminales. Ambas amenazas interiores, alimentadas por  la crisis económica y la quiebra del Estado durante la década de los 90, constituyeron un importante reto a la consolidación del nuevo régimen democrático y a la estabilidad política y social del país.

Al impacto provocado en la sociedad rusa por las dos guerras chechenas, ya aludidas, debemos agregar el desarrollo de las actividades terroristas realizadas por organizaciones musulmanas de raíces independentistas o yihadistas. De acuerdo con los datos del Global Terrorism Database entre 1991 y 2008 se produjeron en Rusia 1.107 atentados terroristas, destacando los atentados de Beslan (01/09/2004) con 344 muertos y 727 heridos; Moscú (23/10/2002) con 129 muertos y un número indeterminado de heridos; la cadena de atentados contra bloques de apartamentos en Moscú durante el mes de septiembre de 1999 con 218 muertos y más de 180 heridos; la toma de 700 rehenes en el teatro Dubrovka de Moscú (23-26/10/2002) que se saldó con la muerte de 129 civiles y 41 terroristas junto con el asalto a la Alcaldía y el hospital de Budennovsk (14/06/1995) con 121 muertos.

Aunque no resulta sorprendente que los períodos de mayor número de atentados coincidiesen con las dos guerras chechenas, sí resulta significativo que se produjera un incremento de los atentados terroristas para la libertad de expresión y la libertad de prensa; en cambio un 69 % estima muy importante un sistema judicial justo y un 41 % las elecciones honestas.

Rusia ante el nuevo escenario mundial indiscriminados contra la población civil durante los años posteriores a  la segunda guerra de Chechenia, demostrándose con ello la progresiva degradación de las guerrillas rebeldes chechenas en grupos terroristas que han terminado vinculándose operativamente con organizaciones yihadistas de la red de Al Qaeda, como lo demuestran los atentados realizados en Moscú por el grupo Islambouli Brigadas de Al Qaeda la semana anterior al ataque checheno a Beslan, y en los que murieron 101 personas y 50 resultaron heridas.

Gráfico nº 1 – Atentados terroristas en Rusia (1991 – 2008)

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Fuente: Global Terrorism Database - http://www.start.umd.edu/gtd/

No menos grave es la amenaza para la estabilidad del Estado y el orden social que suponen las organizaciones criminales cuyo número, poder económico y uso de la violencia han comprometido seriamente la seguridad interior del país desde el inicio de la transición. Según los datos del Ministerio del Interior ruso en 1993 se estimaba en 5.000 los grupos criminales que estaban operando en el país con un total de 100.000 miembros y unos 18.000 dirigentes.

Por otro lado y de acuerdo con los datos de la Oficina de Drogas y Criminalidad de Naciones Unidas, el número de delitos en Rusia pasó de una tasa de 1.458 por cada 100.000 habitantes en 1990 a 2.022 en el año 2000, lo que supuso un incremento del 139% durante esa década, correspondiendo a los homicidios intencionados un incremento desde el 9,7 por 100.000 habitantes en 1991 hasta el 19,8 en 2000 (17).

En otras palabras, la criminalidad organizada se potenció con la desorganización y la debilidad de las instituciones estatales de la Federación de Rusia, especialmente de las fuerzas armadas y de seguridad, alimentándose del caos económico provocado por el capitalismo emergente y del empobrecimiento de amplios sectores sociales. Todo ello generó la emergencia de un sector oligárquico que al amparo de la corrupción de los dirigentes políticos provocó un deterioro del orden público que amenazó directamente la continuidad del propio Estado. Este riesgo, tratándose de una potencia mundial con arsenales nucleares estratégicos, constituyó un problema de seguridad tanto para Europa como para el resto del mundo que explica, en buena medida, el escaso apoyo que los gobiernos occidentales concedieron a estos oligarcas cuando durante la época del Presidente Putin se inició su persecución legal y real (18).

Sin embargo las enérgicas actuaciones contra los oligarcas aunque redujeron determinadas formas de alta corrupción política, imperantes durante la presidencia de Yeltsin, distan mucho de haber acabado con la corrupción como una de las principales formas de ilegalidad arraigadas en el funcionamiento de la Administración y de la política del país.

Según el Informe de Transparency International de 2007 las principales formas de corrupción en Rusia se aprecian en la utilización de medios públicos, la recaudación de impuestos y la solicitud de préstamos, aunque en términos generales también se aprecian elevados índices de corrupción en las actividades políticas, las intervenciones judiciales y en las actividades empresariales. La corrupción se convierte así en uno de los principales obstáculos a las inversiones extranjeras y en una fuente de inseguridad tanto política como jurídica que, necesariamente, genera importantes costes sociales, además de los económicos, dificultando la consolidación del Estado de derecho y la legitimación de la democracia (19).

Tabla n. º 2. Relación de los principales oligarcas rusos (1997)

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Fuente: RUTLAND, Peter.- «Putin and the Oligarchs». WEGREN, Stephen (ed.) Putin’s Russia. Lahman, Edir. Rowman and Littlefield, 3rd edition, 2009.

La sustitución de la vieja legitimidad comunista por una creciente ideología nacionalista con la desaparición de la URSS también surgió un creciente descrédito hacia la ideología comunista como elemento cultural de legitimación política y de cohesión social. Su vacío fue ocupado progresivamente por una recuperación de la identidad nacional rusa proyectada cada vez más en un discurso ideológico nacionalista y reivindicativo, destinado a legitimar el nuevo régimen político y el protagonismo de Rusia como potencia mundial.

Los elementos centrales de este discurso nacionalista ruso se encuentran en una combinación variable de las raíces culturales eslavas, la religión ortodoxa, el imperialismo ruso de los siglos anteriores; la percepción del poder político, económico y militar ejercido por la URSS a escala mundial durante el siglo XX y una idea autoritaria y paternalista del poder del Estado (20).

Este nacionalismo ruso ha servido como poderoso instrumento de cohesión social, facilitando la implantación de las reformas políticas y económicas y, sobre todo, garantizando la estabilidad del país. No obstante y puesto que en Rusia conviven numerosas minorías étnicas, religiosas y lingüísticas, el auge nacionalista ruso ha desencadenado una apreciable tensión interior con tales minorías que las autoridades difícilmente han podido controlar hasta el presente (21).

   II.       II. Los principales dilemas internacionales para Rusia

Si hasta ahora hemos analizado los principales retos internos que tuvo que enfrentar la sociedad rusa tras la disolución de la Unión Soviética y que, en muchos casos, todavía no ha logrado superar, tampoco podemos ignorar los dilemas básicos que Rusia, como potencia mundial, debe dilucidar en el contexto de una sociedad internacional globalizada surgida del fin de la bipolaridad.

Estos dilemas afectan a la definición de las prioridades de su política exterior, los medios utilizados, las estrategias de acción y, finalmente, los resultados alcanzados.

Las prioridades: entre Occidente y Oriente

Durante la etapa de bipolaridad, incluido el período de la perestroika, la Unión Soviética mantuvo como principal prioridad de su agenda exterior las relaciones con sus aliados del Pacto de Varsovia y su enfrentamiento con Estados Unidos y el resto de sus aliados occidentales. La dinámica de antagonismo político-ideológico y disuasión nuclear que dominó las relaciones Este-Oeste, distorsionaron la política internacional hasta el punto de que la intervención diplomática, económica o militar soviéticas estaban determinadas por las relaciones que Moscú mantuvo con Estados Unidos.

El fin de la bipolaridad y la desintegración de la URSS impusieron la necesidad histórica de redefinir las prioridades de la política exterior de la nueva Federación de Rusia. Durante la etapa del Presidente Yeltsin los objetivos fueron:

a)   El reconocimiento de que Rusia, como heredera de la URSS, seguía constituyendo una potencia de alcance mundial que debía hacer valer sus intereses en los diversos foros y organismos internacionales.

La cuestión radicaba en que dichos foros y organismos internacionales estaban controlados por el conjunto de países occidentales con Estados Unidos al frente. Ello significaba que la política exterior rusa debía potenciar la aproximación a las potencias occidentales en detrimento de su proyección en otras áreas (África; Oriente Medio; Asia Central y Sudeste Asiático o Mediterráneo o Europa Central y Oriental) o respecto de otros países, especialmente India y China.

Sin embargo, la aproximación con Estados Unidos y Europa Occidental mantenida por el Kremlin, chocaba con la realidad de la dimensión territorial de Rusia y con la concentración de sus recursos energéticos   y mineros más allá de los Urales. Este difícil equilibrio entre las dos dimensiones de Rusia, la europea y la asiática, no se mantuvo durante la etapa de Yeltsin y, cada vez más, la política exterior rusa se concentró en potenciar las relaciones con Occidente. (22)

En 1993 se firmó un Tratado sobre Reducción de Armas Estratégicas (START II) con Estados Unidos. Se reforzó la participación de Rusia en la OSCE. (23) La incorporación al Programa TACIS en 1991 abrió el camino para la adopción del Acuerdo de asociación y cooperación con la UE, firmado en 1994 y que entraría en vigor en 1997 (24). Ese mismo año se firmaba el Acta de relaciones mutuas, cooperación y seguridad con la OTAN que le permitió a Rusia alcanzar una posición diferenciada de las que mantenían el resto de países asociados (25). No obstante, aunque esta política de aproximación a Occidente facilitó la transición rusa no pudo impedir la expansión hacia el Este europeo de la OTAN, propiciada por la Administración Clinton, y de la UE que ya se había iniciado con la reunificación alemana.

b)   La implantación de una zona de seguridad en las fronteras de la Federación de Rusia.

Esta zona de seguridad pretendía restituir, con otras fórmulas, la función estratégica desempeñada anteriormente por los países del Pacto de Varsovia. Para ello había que garantizar la nueva hegemonía rusa en Europa Oriental; el Cáucaso Sur y Asia Central. La creación de la Comunidad de Estados Independientes (CEI), por el Acuerdo de Minsk del 8 de diciembre de 2010, respondió a esta prioridad rusa, aunque la evolución de esta organización desde sus inicios distó mucho de alcanzar las expectativas que habían depositado los dirigentes rusos (26).

Efectivamente, tanto el Presidente Yeltsin como la cúpula gubernamental rusa consideraban que la CEI permitiría articular una futura confederación euro-asiática dirigida por Rusia y destinada a compensar el impacto de la desintegración soviética. Aunque este objetivo sólo se alcanzó de forma muy limitada, contribuyó a potenciar la percepción, que ya existía en las cancillerías occidentales y centroeuropeas, de que la nueva Federación de Rusia mantenía las aspiraciones hegemónicas  y militaristas de la extinta Unión Soviética sobre las nuevas repúblicas independientes y los antiguos aliados centroeuropeos. Esta percepción se reforzaría con el apoyo diplomático y económico de Moscú a las intervenciones militares serbias durante las guerras balcánicas.

En realidad la creación de la CEI respondía tanto al objetivo de garantizar los mercados de estos países como a facilitar el crecimiento económico del nuevo sistema capitalista ruso junto a la finalidad de mantener seguras sus fronteras.

c)   La protección de las minorías rusas en el exterior

Una parte nada despreciable de la seguridad en las fronteras rusas, tenía mucho que ver con la protección de las importantes minorías rusas existentes en las nuevas repúblicas independientes. En gran medida, para Moscú este objetivo era prioritario por dos razones: porque afectaba directamente a la credibilidad de su política exterior y de defensa, pero también porque daba credibilidad a la nueva ideología nacionalista que legitimaba sus instituciones estatales.

El problema de este objetivo radicaba en que la propia Rusia tenía numerosas minorías dentro de sus fronteras y, por tanto, al proclamar su doctrina del extranjero vecino estaba legitimando también el intervencionismo de otros países en defensa de sus minorías, como en el caso del apoyo concedido por regímenes musulmanes a los rebeldes chechenos, y propiciando las iniciativas norteamericanas y europeas para amparar las todavía inestables transiciones en Centroeuropa y el Cáucaso Sur.

Los medios: «poder blando» o «poder duro»

El segundo dilema surgido en el desarrollo de la política exterior rusa afectaba a los medios que podían emplearse. Este dilema no era exclusivo de la Federación de Rusia sino que también afectaba a otras potencias mundiales, como Estados Unidos, tal y como lo demostraría la obra de Brzezinski (27). Sin embargo, en el caso ruso la desvertebración del Ejército resultante de la retirada de las tropas estacionadas en los países del Pacto de Varsovia y, más tarde, de la propia desintegración soviética, se conjugó con la crisis económica y la progresiva desorganización institucional del Estado para impedir la continuidad de una proyección internacional basada en el poder duro (hard power) tal y como había ocurrido durante la etapa de la bipolaridad (28).

Durante la mayor parte del mandato de Yeltsin los medios prioritarios para llevar a cabo la política exterior fueron esencialmente: la diplomacia tradicional, la diplomacia bilateral y multilateral al más alto nivel, una limitada ayuda económica materializada en facilidades comerciales con los países de la CEI y la participación militar en operaciones de pacificación (UNIKOM; MINURSO; UNTAC; las diversas misiones en los Balcanes; UNOMIG; UNAVEM III).

En definitiva, durante los años 90, la política exterior rusa se concentró, por necesidad, en el empleo de los medios del denominado poder blando (soft power), junto con la movilización mediante la agitación política y la propaganda de las minorías rusas establecidas en las nuevas repúblicas independientes (Ucrania; Bielorrusia; Países Bálticos; Georgia; etc.).

Este cambio en los instrumentos de la acción exterior rusa indujo un grave error de evaluación estratégica en las Cancillerías occidentales al estimar que los dirigentes del Kremlin seguían aspirando a la hegemonía mundial de la etapa soviética pero carecían de los medios y la voluntad para emplear sus maltrechas Fuerzas Armadas como garantía de la defensa de sus intereses internacionales. La consecuencia de esta errónea apreciación era que Estados Unidos y las potencias europeas debían aprovechar esa ventana de oportunidad para expandir su influencia en las áreas de Europa Oriental; los Balcanes; el Cáucaso Sur; Oriente Medio y Asia Central, con la finalidad de reducir la influencia estratégica rusa a su mínima expresión.

La primera señal de que Rusia, aunque debilitada por su transición político-económica, mantenía la voluntad de recurrir al poder militar para hacer valer sus intereses se produjo con la aprobación por el Consejo de Seguridad Nacional, el 2 de noviembre de 1993, de las Disposiciones Básicas de la Doctrina Militar de la Federación de Rusia (29).

El 26 de diciembre de 1997 se publicó en Rossiiskaya Gazeta el Proyecto de Seguridad Nacional de la Federación de Rusia en el que se reiteraba la posición mantenida en los siguientes términos (30):

Un poco más tarde, durante la intervención de la OTAN en Kosovo (1999) realizada en contra de la posición del Kremlin, el 10 de junio los dirigentes rusos desplegaron una brigada, establecida en Bosnia-Herzegovina, para bloquear el aeropuerto de Prístina e impedir su uso por las tropas de la OTAN. Este incidente militar, aunque logró resolverse diplomáticamente, mostró de forma inequívoca la voluntad y capacidad de Moscú de recurrir a su poder militar para defender sus intereses en la zona (31).

La experiencia de Kosovo propició un endurecimiento de la doctrina militar rusa claramente perceptible en el Borrador de la doctrina militar rusa, publicado por Krasnaya Zvedza el 9 de octubre de 1999 (32). En consecuencia, está claro que a finales de la presidencia de Yeltsin se había definido la posición rusa respecto del empleo de una combinación variable de medios de poder blando y de poder duro que dependería esencialmente de dos criterios: la naturaleza de las amenazas a los intereses nacionales de Rusia y la evolución de las relaciones con terceros países, en particular con las potencias mundiales.

Los resultados: hegemonía regional o liderazgo mundial

El condicionamiento de las prioridades en la agenda internacional  de Rusia así como en los medios empleados para canalizar su acción exterior, tuvo unas consecuencias directas sobre los resultados. De una parte, el Kremlin aspiraba a mantener el reconocimiento como superpotencia a pesar de que carecía de las capacidades de la Unión Soviética y, sobre todo, operaba en un contexto internacional en pleno proceso de globalización. Por otro lado, la comunidad internacional no podía ignorar que la nueva Federación de Rusia se había erigido en sucesora política y jurídica de la URSS y como tal había pasado a controlar sus arsenales nucleares estratégicos, además de constituir el país más extenso del planeta con una población equivalente a las de Alemania y Francia juntas. En semejantes condiciones, ignorar o marginar a Rusia en los principales foros internacionales contribuía a la desestabilización del país y equivalía a condenar al fracaso las principales decisiones estratégicas que se adoptasen.

En esta coyuntura internacional la política exterior de Yeltsin consiguió el objetivo de mantener el reconocimiento de las grandes potencias mundiales, incluida China, y el apoyo exterior a la transición política y económica de Rusia. En cambio, fracasó en el objetivo de que se respetasen los intereses nacionales rusos en los países de su entorno estratégico. En otras palabras, Rusia fue aceptada como potencia mundial pero ignorada como potencia hegemónica regional.

Rusia ante el nuevo escenario mundial

Semejante paradoja no fue sólo el resultado de una débil o errática política exterior rusa, sino que también fue la consecuencia de una sobrevaloración por Estados Unidos de su capacidad hegemónica mundial, del avance cualitativo iniciado por la Unión Europea en sus procesos de integración y ampliación, del papel central desempeñado por Naciones Unidas a través del sistema de seguridad colectiva y, finalmente, de un régimen chino concentrado en el desarrollo económico del país como base para evitar la quiebra política.

La confluencia de todas estas tendencias dio como resultado un sistema internacional funcionalmente multipolar, con una regulación incompleta y contradictoria, con un liderazgo militar norteamericano indiscutible pero con un renovado auge del regionalismo económico y una capacidad de interconexión financiera y comunicativa como nunca antes se había conocido.

No resulta extraño, por tanto, que los dirigentes rusos mantuvieran expectativas equivocadas sobre el papel de su país en el contexto mundial, pero tampoco que las potencias occidentales, con Estados Unidos al frente, creyeran erróneamente que Rusia no se recuperaría del golpe sufrido tras la desaparición de la URSS y que, por tanto, estaban llamadas a ocupar el «vacío» dejado por la extinta superpotencia que no sería cubierto por la nueva potencia rusa.

Esta apreciación fue reforzada por el protagonismo que tanto Estados Unidos como las potencias occidentales tuvieron que desempeñar en las transiciones centroeuropeas, las guerras balcánicas y Oriente Medio, especialmente en Irak tras la segunda guerra del Golfo de 1991. Sin embargo esta visión de la realidad internacional carecía de perspectiva histórica, lo que condujo a equivocadas conclusiones sobre cuáles serían los principios y los actores que dominarían el orden mundial surgido tras la bipolaridad (33).

    III.    III. Las características esenciales de la respuesta Rusa

Los desajustes económicos, políticos y  militares  experimentados por el Estado ruso durante la década de los 90, unido a la contradictoria posición internacional terminaron generando una reacción de amplios sectores de la sociedad rusa bajo el liderazgo de una elite articulada a partir del entramado de intereses del complejo militar-industrial generado durante el período soviético. Su objetivo era claro: desplazar del poder a la antigua clase dirigente y a sus aliados, los nuevos oligarcas, con la finalidad de evitar el colapso del Estado y la economía del país como condición previa para restaurar el protagonismo internacional de Rusia.

En resumen, se trataba de dar una respuesta rusa para la grave situación en la que se encontraba el país pero que, al mismo tiempo, debía ser aceptable para las potencias mundiales con el objetivo de impedir su injerencia durante el proceso de transición en el poder.

La respuesta a escala nacional

El primer paso en la estrategia por arrebatar el poder al grupo de políticos y oligarcas que apoyaban a Yeltsin se inició con la vertebración de un poderoso grupo integrado por miembros que habían ocupado cargos de segundo y tercer nivel en el PCUS, los servicios de seguridad, las fuerzas armadas, los órganos de planificación económica y los grandes complejos industriales y energéticos del país, a los que se sumaron jóvenes tecnócratas formados y promocionados durante la época de la perestroika y la glasnost. Se configuró así una nueva elite dirigente, defensora del nuevo régimen instaurado durante la transición como garantía última de la continuidad de sus intereses y de su poder pero también de la seguridad y el bienestar de la mayoría de ciudadanos rusos.

OSCE o la ignorancia del auge que estaba adquiriendo el fundamentalismo islámico y su manifestación terrorista.

Entre los documentos merecen destacarse la formulación de dos conceptos estratégicos de la OTAN en menos de diez años; la revisión de las funciones de Naciones Unidas en el sistema de seguridad colectiva realizadas por el Secretario General en la Agenda para la Paz (1992) y el Suplemento al Programa de Paz (1995) o los tratados de Maastricht (1992) y Amsterdam (1997) en el proceso de integración europea. Esta profusión de documentos políticos y militares básicos, demuestra hasta qué extremo los cambios coyunturales de la realidad internacional fueron considerados cambios estructurales definitivos.

Poco a poco, esta nueva clase dirigente rusa logró ocupar las principales instituciones políticas (la Presidencia; el Consejo de Ministros; la Duma; la judicatura; las presidencias y parlamentos de las repúblicas federadas y de los oblast, etc.), los mandos de las Fuerzas Armadas y de los diversos servicios de seguridad e inteligencia (FSB; GRU; SVR; etc.), junto con la dirección de las principales empresas energéticas e industriales del país, hasta el punto de controlar el proceso de sucesión del Presidente Yeltsin y de consolidar la recuperación política y económica del Estado ruso que la sociedad estaba demandando (34).

El nombramiento de Vladimir Putin, miembro del antiguo KGB, como Primer Ministro tan sólo unos meses antes de las elecciones presidenciales del año 2000, permitió constatar que el cambio de poder en Rusia se había iniciado. Tras las elecciones, el nuevo Presidente inició una amplia campaña de reformas nacionales destinadas a potenciar las Fuerzas Armadas y los cuerpos de seguridad, recuperar la propiedad o el control estatal de los grandes complejos industriales, energéticos y financieros del país; centralizar el poder en las instituciones federales; fortalecer la lucha contra el terrorismo y el crimen organizado; limitar la influencia de los medios de comunicación y relanzar las políticas sociales y sanitarias (35).

Un ejemplo significativo de uno de los grupos integrantes de esta nueva clase dirigente es el de los siloviki, funcionarios vinculados con los órganos de inteligencia y los cuerpos de seguridad del Estado que simbolizan, a los ojos de la sociedad rusa, el ejemplo de funcionarios incorruptibles dedicados a defender el orden público y    la continuidad del Estado. De este sentido original se ha derivado un significado coloquial referido a todo grupo de políticos o altos funcionarios del estado que se articulan como un grupo de interés o de poder.

Como puede apreciarse, la nueva elite dirigente no pretendió cambiar el régimen político o el sistema económico capitalista, su estrategia se orientó a la reforma institucional del Estado para garantizar su primacía política, especialmente de la Presidencia, el cambio del funcionamiento económico y una renovada legitimación social basada en las mejoras del nivel de vida de la población y la identidad cultural rusa. Las críticas formuladas desde Estados Unidos y Europa Occidental al creciente autoritarismo instaurado durante la Presidencia de Putin a través de su programa de reformas, son interesadas e incompletas. Interesadas porque presuponen la existencia de una democracia más avanzada y consolidada durante la etapa del presidente Yeltsin y como ya hemos señalado para los medios de comunicación, el grado de concentración en manos de unos pocos oligarcas y su apoyo publicitario a Yeltsin en las campañas presidenciales tenía poco que ver con la democracia real.

Además estas críticas también son incompletas porque ignoran o minimizan el amplio apoyo que las reformas recibieron entre la población rusa. Este apoyo no fue sólo el resultado de unos partidos y medios de comunicación controlados desde el poder estatal, ni tampoco debido a la existencia de una creciente represión realizada por los servicios de seguridad. En buena medida el apoyo popular creció gracias a las mejoras reales en las condiciones sociales y económicas del país. Ignorar este aspecto crucial de la realidad rusa sólo contribuye a evaluar erróneamente las posibilidades y los límites de la evolución del país en los próximos años generando estrategias distorsionadas de relaciones con Rusia como ya ocurrió en los años 90.

Tal y como se reconoce por los propios analistas rusos en su país existe una democracia dirigida en la que el poder del Estado, personificado en su Presidente, alcanza a todos los ámbitos de la política, la economía y la cultura. Pero se quiera o no aceptar, Rusia ha logrado durante la última década consolidar las instituciones políticas, crecer económicamente y mejorar las condiciones sociales. Subsisten todavía serios problemas estructurales, como la corrupción y el terrorismo, pero la alternativa de una grave descomposición del estado ha desaparecido del horizonte inmediato abriendo la oportunidad para avanzar en el camino de la democracia a medio y largo plazo. Algo verdaderamente impensable en la década anterior.

La respuesta a escala internacional

Con la recuperación del estado y la economía rusas durante la presidencia de Putin, la política de Moscú se orientó a consolidar su liderazgo regional mediante tres líneas prioritarias de actuación: el incremento de su influencia política, económica y militar entre los países vecinos que mantenían una fuerte vinculación con Rusia (Bielorrusia; Ucrania; Kazajstán; etc.); una creciente presión militar, sobre aquellos países que se oponían a los intereses rusos de seguridad (países bálticos; Polonia; Georgia o Moldova) y una abierta oposición diplomática a las nuevas iniciativas de expansión de la hegemonía euro-atlántica, especialmente de Estados Unidos durante la Administración Bush.

El liderazgo de Rusia en las áreas de Europa Oriental, el Cáucaso y Asia Central sigue constituyendo, por tanto, un objetivo esencial e irrenunciable de los dirigentes de Moscú que se mantendrá durante la próxima década. Desde la perspectiva rusa, ese liderazgo regional es la garantía de su seguridad militar, de su estabilidad política y de su crecimiento económico, por lo que difícilmente admitirá cualquier iniciativa europea  o norteamericana que pretenda mermarla o anularla. A cambio de la garantía de los intereses rusos en estas regiones, Moscú está dispuesto a compartir su liderazgo a escala mundial y a respetar los intereses de las otras grandes potencias en sus respectivas zonas de seguridad geoestratégica, incluida la expansión ya alcanzada de la OTAN y la UE.

En el marco de esa política de liderazgo regional hay que situar las nuevas iniciativas adoptadas con la participación del Kremlin, como la creación de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva en 2002, a partir de la transformación del Tratado de Seguridad Colectiva establecido entre los países de la CEI; así como de la Organización de Cooperación de Shanghái, para reforzar las relaciones económicas y estratégicas con las repúblicas centroasiáticas y la R.P. de China; la creación del grupo de los BRIC, cuya primera conferencia en la cumbre se celebró en Yekaterimburgo (2009) y, recientemente, la propuesta del Presidente Medvedev para alcanzar una Estrategia de Seguridad Europea (36).

Parece evidente que los dirigentes rusos están desarrollando una activa política de liderazgo mundial basado en el multilateralismo que complemente y, llegado el caso, permita utilizar canales alternativos de proyección diplomática y económica a los desarrollados con Estados Unidos y la Unión Europea desde la época de la glasnost con Gorbachov. Desde la visión rusa, esta política de liderazgo mundial se basa y, al mismo tiempo, refuerza su liderazgo estratégico regional.

Precisamente porque el Kremlin sigue manteniendo su desconfianza respecto de las aspiraciones expansionistas de las potencias euro-atlánticas, a la par que es consciente de la potencial rivalidad de intereses económicos y estratégicos que subyace en las relaciones con la R.P. de China, la India, Pakistán e Irán, no renuncia a potenciar su capacidad militar.

Esta recuperación del poder militar como instrumento de la política exterior se pudo apreciar claramente en la formulación del nuevo concepto de seguridad nacional realizado en el año 2000 y la revisión de    la doctrina militar realizada en 2003. La publicación de la Estrategia de Seguridad Nacional en 2009 y de la doctrina militar revisada este mismo año 2010, muestran que se mantiene intacta la voluntad rusa de utilizar su renovado poder militar en la región que considera su área de seguridad nacional, algo que ya se puso en evidencia durante la intervención en la guerra de Georgia en agosto de 2008 (37).

Al mismo tiempo, también manifiesta su decidida intención de utilizar los medios no militares (políticos, diplomáticos, legales, económicos, mediáticos, etc.) como los instrumentos prioritarios para fomentar  la cooperación multilateral y, llegado el caso, resolver los conflictos de intereses con el resto de potencias. Desde esta perspectiva, hay que reconocer que la proyección internacional de Rusia durante la próxima década resultará mucho más compleja, multidimensional y pragmática que la mantenida por la antigua URSS y, por tanto, exigirá de los gobiernos europeos, incluido el español, eludir las interpretaciones simplistas o ideológicas de la política exterior y de seguridad rusa si desean evitar sus iniciativas o reacciones militares.

Los análisis anteriores nos permiten delimitar con mayor rigor el marco de referencia en el que los dirigentes rusos han definido durante la última década su política exterior y definirán para la próxima sus objetivos prioritarios y sus líneas de acción en el contexto mundial (38).

Perspectivas de futuro en las relaciones de Rusia con la UE y Estados Unidos

El ascenso a la Presidencia de Rusia de Dmitri Medvedev, tras las elecciones del 2 de marzo de 2008, y el posterior nombramiento de Vladimir Putin como Primer Ministro mostraron claramente la decisión de dar continuidad a los objetivos básicos establecidos en la etapa anterior tanto en el ámbito interno como en la política exterior.

Por su trayectoria personal y profesional el nuevo presidente representa la modernización del Estado ruso, la importancia política adquirida por los grandes consorcios energéticos e industriales, el peso adquirido por las elites ruso-europeas y la orientación pro-occidental que domina el proceso de construcción de la nueva Rusia. En este sentido su visión sobre Rusia y sus relaciones exteriores la expuso de forma oficial durante su primera visita a la R.F. de Alemania, el 5 de junio de 2008, en los siguientes términos (39):

A pesar de las declaraciones oficiales, durante los primeros meses de su Presidencia Medvedev tuvo que enfrentar la realidad de que las relaciones con Estados Unidos se hallaban en una situación crítica debido  a la decisión de Washington de desplegar un nuevo sistema antimisiles en territorio europeo, la colaboración de Moscú con el programa nuclear iraní, los proyectos de ampliación de la OTAN a Ucrania y Georgia junto con el reconocimiento de la independencia de Kosovo por las potencias occidentales (40).

La posición de Medvedev en estos temas ha sido tan firme como la que había mantenido Putin. En efecto, al mismo tiempo que lanzaba una propuesta de acuerdo sobre la seguridad paneuropea, con la evidente pretensión de reforzar el entendimiento político euro-ruso en un momento de crisis en el seno del vínculo transatlántico, no dudó en intervenir militarmente en Georgia y consagrar la independencia de las repúblicas de Abjasia y Osetia del Sur (41).

En otras palabras, el Presidente ruso aspiraba a recuperar un marco de confianza y cooperación con Estados Unidos y Europa basado en    el respeto de la legislación internacional y la igualdad en las relaciones. Sin embargo, para que esta aspiración pudiera materializarse hubo que esperar al relevo en la Casa Blanca. La elección de Barak Obama facilitó la restauración de las vías de negociación requeridas para normalizar las relaciones ruso-americanas.

El equipo elegido por el Presidente Obama para dirigir la política exterior y de seguridad de Estados Unidos, habida cuenta de que la prioridad presidencial iba a ser la superación de la crisis económica y las reformas internas requeridas por el país, resultaba decisivo para recuperar la confianza y la negociación con el Kremlin. Los nombramientos de Joe Biden como Vicepresidente, Hillary Clinton como Secretaria de Estado y Robert Gates como Secretario de Defensa mostraron la firme voluntad de la Casa Blanca de llevar a cabo un cambio sustancial en algunos de los objetivos y prioridades establecidos por su predecesor, especialmente en las relaciones ruso-americanas.

La reacción rusa a este cambio de posición norteamericana fue inmediata y al más alto nivel. Durante la reunión del G-20, celebrada el 1 de abril en Londres, ambos dirigentes mostraron públicamente su intención de cooperar y alcanzar acuerdos en áreas tan importantes como las relaciones políticas y militares, la intervención en Afganistán, la lucha contra el terrorismo o el desarme nuclear (42). Este primer acercamiento fue muy significativo para Moscú ya que le permitió superar el rechazo que había suscitado entre las potencias euroatlántica su intervención militar en Georgia.

Unos meses más tarde, en la cumbre Obama-Medvedev celebrada entre el 6 y el 8 de julio en Moscú, se alcanzaron importantes acuerdos como el que instauraba la creación de una Comisión Presidencial Bilateral, el establecimiento de un nuevo marco estratégico, el tránsito militar de tropas norteamericanas por territorio ruso o la colaboración tanto en el proceso de reconstrucción de Afganistán como en materia de seguridad y no proliferación nuclear.

El impulso al desarme nuclear estratégico, con la negociación del Tratado START III, despejó el camino a la decisión del Presidente Obama, del 17 de septiembre de 2009, de suspender el despliegue del sistema antimisiles en Polonia y la República Checa y revisar, en colaboración con las potencias europeas y Rusia, el desarrollo de un escudo antimisiles de alcance global.

Estas decisiones demuestran que Washington no está dispuesta a anteponer las relaciones con los países centroeuropeos a un entendimiento estratégico de alcance global con las principales potencias europeas y Rusia. La política de división interna de la UE y de enfrentamiento con Moscú practicada por la Administración Bush ha sido definitivamente abandonada por la Casa Blanca.

La respuesta del Presidente Medvedev ha sido clara y rápida. De una parte ha manifestado la voluntad rusa de colaborar con el futuro sistema antimisiles, como ya lo hiciera en el pasado, y al mismo tiempo ha abandonado la idea de proceder a un despliegue de misiles en el enclave de Kaliningrado. Se abre así una vía de colaboración ruso-americana que restaura el directorio mundial de la década pasada y cuyos efectos se dejarán sentir en otras áreas extraeuropeas como el Cáucaso sur, Oriente Medio, Oriente Próximo o Asia-Pacífico.

Por su parte la Unión Europea, durante estos últimos años, se ha concentrado en lograr la ratificación del Tratado de Lisboa y enfrentar la crisis económica. En este contexto, las características dominantes en las relaciones con Rusia han sido el estancamiento en el proceso de negociación del Acuerdo bilateral y las tensiones derivadas de tres importantes sucesos: el apoyo europeo a la independencia de Kosovo, la intervención militar rusa en Georgia y los cortes en el suministro energético.

Aunque tanto el propio Medvedev como el Presidente Sarkozy y la canciller Ángela Merkel han colaborado para minimizar los efectos de tales sucesos, lo cierto es que las relaciones UE-Rusia se encuentran en un impasse que Moscú intentará superar una vez se ha despejado la incógnita de la ratificación del Tratado de Lisboa.

Puesto que los objetivos y prioridades de la política exterior rusa no se van a modificar sustancialmente durante los próximos años, resulta lógico concluir que la evolución de la acción exterior de Moscú estará guiada por la voluntad de cooperación multilateral con la UE y Estados Unidos. Sin embargo, este eje prioritario de actuación puede experimentar alteraciones en función de tres variables básicas:

1.   La aplicación del Tratado de Lisboa, con el consiguiente desarrollo cualitativo que ocasionará en la PESC y la PCSD, y el grado de conflicto que ello provoque con los intereses nacionales y de seguridad rusos.

2.   La evolución de la crisis económica y su impacto sobre los flujos comerciales y financieros euro-atlánticos con Rusia.

3.   La adopción de iniciativas unilaterales de carácter político, militar, económico o energético que se realicen por alguna de ambas partes.

El gobierno ruso es perfectamente consciente de que su estabilidad económica y social interior depende en buena medida de sus relaciones con la UE. Ya no es tan evidente que Moscú considere prioritario alcanzar un nuevo Acuerdo Marco si los términos de dicho acuerdo abren la vía para que Bruselas o las potencias europeas puedan influir más de  lo que ya lo hacen en la política doméstica rusa o la de sus países fronterizos, máxime cuando ha concluido un importante acuerdo comercial con China que le abre nuevas oportunidades de garantizar sus ingresos por exportaciones energéticas durante la próxima década reduciendo su dependencia del mercado europeo. Por su lado, la UE y sus principales potencias conocen perfectamente la importancia estratégica, energética y económica que representa Rusia para garantizar la paz, la estabilidad y el desarrollo del conjunto de la UE y sus áreas de vecindad.

Debido al alto grado de interdependencia que existe entre ambas partes y la complejidad de sus relaciones, parece razonable que traten de alcanzar un marco de entendimiento general cuyos principios y criterios de aplicación sean claros, públicos y políticamente vinculantes, con independencia de que lleguen o no a plasmarse en el nuevo Acuerdo UE-Rusia (43).

Rusia está demandando la adopción de un nuevo marco de relaciones políticas y estratégicas con las potencias euro-atlánticas basado en las medidas de confianza, la diplomacia multilateral y el respeto a la legalidad internacional. Este nuevo marco, desde la visión de Moscú, debería sustituir el vacío dejado tras el fin de la bipolaridad, evitándose con ello las erráticas variaciones de las políticas exteriores de Estados Unidos y las potencias de la UE que se han sucedido durante las últimas dos décadas. Rusia reclama ese acuerdo de seguridad precisamente para fundamentar en él la planificación de su política exterior y de defensa.

La posición de Rusia en el conflicto Afgano

Uno de los ejemplos más patentes de esa errática política exterior  se ha podido apreciar en el conflicto afgano. Desde que Estados Unidos lanzara su operación de Enduring Freedom en Afganistán, el 20 de septiembre de 2001, el Presidente Vladimir Putin ofreció la colaboración de Rusia y el apoyo diplomático, tanto en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas como ante los gobiernos de las repúblicas centroasiáticas, demostrando con ello la voluntad de contribuir a la solución del terrorismo yihadista de Al Qaeda y al derrocamiento del régimen talibán. Más tarde, el 27 de diciembre de 2001, se activó por mandato de Naciones Unidas la misión de la OTAN denominada International Security Assistance Force (ISAF) incrementándose la importancia del apoyo ruso.

El apoyo de Rusia a las misiones en Afganistán no respondió sólo  al interés de mantener una colaboración con respecto a las potencias euro-atlánticas, también se debió a los propios intereses geoestratégicos del Kremlin. Por una parte la desarticulación del régimen talibán y de los grupos terroristas yihadistas ha contribuido decisivamente a evitar  su expansión por las republicas islámicas del Cáucaso y Asia Central así como a la estabilización de Chechenia. En segundo término, Moscú también tiene interés en acabar con el tráfico de heroína procedente de algunas regiones afganas y que potencia el crimen organizado ruso. Por último, desea mantener su influencia en la región para compensar la presencia de Estados Unidos y los aliados en el difícil equilibrio entre China, la India, Pakistán e Irán (44).

No obstante, el unilateralismo de la política exterior norteamericana impuesto por la Administración Bush durante su segundo mandato, llevó a una seria crisis en las relaciones entre Washington y Moscú que afectó inmediatamente a la posición de Rusia respecto de los conflictos de Irak y de Afganistán, además de propiciar el apoyo de Rusia al programa nuclear iraní (45).

Con el inicio de la Administración Obama y la restauración del entendimiento político con el Presidente Medvedev, se abrieron nuevos canales diplomáticos coincidiendo con una importante reestructuración de la estrategia norteamericana y aliada en Afganistán. Los objetivos de esta nueva estrategia son los de conjugar a medio plazo la progresiva retirada de tropas, comprometida por el Presidente Obama, con la consolidación de unas potentes fuerzas armadas afganas que garanticen la continuidad del régimen de Kabul impidiendo el regreso de los talibanes. Esta estrategia requiere importantes y eficaces operaciones ofensivas junto con un plan de alianzas con los dirigentes de las distintas etnias locales para debilitar de forma decisiva a la insurgencia talibán (46).

Los cambios políticos acaecidos en Pakistán y la decisión del gobierno de Kyrgyzistán de cerrar el acceso a la base aérea de Manás aconsejaban también una diversificación de las rutas de abastecimiento logístico. El gobierno ruso alcanzó un acuerdo con los Estados Unidos y los aliados de la OTAN para permitir la utilización de su territorio y sus infraestructuras de transporte (carreteras y vías férreas) para el suministro, excluido el armamento, de las tropas de la ISAF (47).

La denominada Northern Distribution Network (NDN), una red de carreteras y ferrocarriles que transcurre desde los puertos de Riga, Poti y Bakú, a través de Uzbekistán, Kirgizistán y Tayikistán hasta las provincias nororientales de Afganistán, ha pasado a constituirse en una ruta alternativa por la que ya transcurre un 30% de los suministros (48).

Este cambio de planes logísticos ha revalorizado la importancia estratégica de las provincias nororientales explicando, en buena medida, el recrudecimiento de las ofensivas talibanes en estas regiones y afectando también a las regiones de Qala i Naw y Herat, donde están acuartelados los principales contingentes de las tropas españolas.

Previsiblemente la posición de Rusia en el conflicto afgano se mantendrá en los próximos años o evolucionará hacia un mayor compromiso político y militar (lucha contra el terrorismo, contra el narcotráfico, etc.) con la misión de ISAF siempre y cuando la OTAN y la UE mantengan una política de colaboración con Moscú y de reconocimiento de sus intereses estratégicos como ha venido ocurriendo en  los dos últimos años. Si ello es así, la ruta NDN alcanzará una mayor importancia logística y con ella también se incrementará el riesgo para las tropas españolas (49).

El apoyo a los BRIC como parte de la respuesta internacional rusa

Ante este complejo sistema internacional el Kremlin ha establecido, de un modo explícito y coherente en diversos documentos y declaraciones políticas, su visión del papel que le atribuyen a la política exterior de su país (50) y la creciente inestabilidad interior del país aconsejaron el reforzamiento del apoyo logístico a través de las repúblicas centroasiáticas.

Podemos, por tanto, interrogarnos sobre las motivaciones y los objetivos que han impulsado a los actuales dirigentes del Kremlin  a fomentar una articulación de las potencias emergentes de las que depende la estabilidad política y económica a escala regional en diversas partes del mundo.

En efecto, la creación del grupo de los BRIC (Brasil, Rusia, China    e India) se formalizó en la Primera Conferencia en la Cumbre celebrada en junio de 2009 en la ciudad rusa de Yekaterimburgo, a la que ha seguido la Segunda Conferencia en la cumbre celebrada en Brasilia en abril de 2010.

Estas cuatro potencias representan en conjunto la mayor extensión territorial y demográfica del mundo lo que justifica sobradamente su participación en el G-20 como foro de coordinación de la economía mundial. No obstante, existen suficientes diferencias políticas, económicas y culturales para considerar que puedan lograr articular un marco de relación estable y suficientemente organizado para constituirse a medio plazo en un bloque alternativo al eje de potencias euro-atlánticas que domina el sistema internacional desde finales de la Segunda Guerra Mundial.

En los últimos años no faltan los análisis que tratan de establecer de modo prospectivo la importancia de los BRIC en la economía mundial recurriendo a la mera proyección de la evolución histórica de la economía de estos países en las dos últimas décadas. Sin embargo, todos estos estudios omiten importantes aspectos políticos y sociales que permiten cuestionar seriamente su credibilidad científica (51).

Si reflexionamos sobre la incorporación de Rusia al grupo de los BRIC podemos observar fácilmente que sus relaciones se concentran sobre todo con China y, en mucha menor medida, con la India siendo absolutamente marginal con Brasil. Análogamente la India y China mantuvieron un largo conflicto fronterizo que han tratado de mitigar diplomáticamente en los últimos años, aunque en el terreno económico su competencia industrial y comercial por los mercados de los países más ricos tenderá a incrementarse con el paso de los años. En cuanto a Brasil su desarrollo social y económico está directamente vinculado con Estados Unidos,    la UE y los países de América Latina. No existe, por tanto, una base de intereses comunes entre los BRIC más allá de su voluntad conjunta de participar en las negociaciones multilaterales con los países más desarrollados para definir las estrategias económicas a escala global.

A pesar de todo, los dirigentes rusos consideran que el grupo de   los BRIC constituye un foro que puede facilitar a medio plazo nuevos mercados alternativos para sus exportaciones energéticas y de minerales básicos, así como una oportunidad para extender las negociaciones desde el terreno económico al ámbito político y militar, al menos para determinadas áreas regionales como Asia Central, el Pacífico, Oriente Medio o América Latina.

No es probable que esta apuesta de Moscú se revele a largo plazo como una alternativa estratégica al eje Washington – Bruselas que, previsiblemente, seguirá concentrando el mayor poder comercial, financiero, tecnológico y militar del mundo durante las próximas dos décadas. Más allá de este horizonte cualquier escenario es posible, pero sería un error que tanto Rusia como la UE y Estados Unidos llegaran a creer seriamente que existen oportunidades reales a su inevitable entendimiento multilateral.

      IV.    IV. Conclusiones

Del análisis realizado sobre la evolución nacional e internacional de Rusia desde el fin de la bipolaridad podemos extraer algunas conclusiones básicas:

a)   Durante las dos últimas décadas Rusia ha tenido que enfrentar una serie de retos internos para alcanzar su estabilidad política y económica: la reordenación de las fronteras y el control del nuevo espacio ruso; el colapso de la economía estatal y la implantación de la economía de mercado; el desmantelamiento institucional del Estado soviético con la consiguientes pérdidas de autoridad política y estabilidad social; las actividades de violencia guerrillera, terrorista y de las organizaciones criminales y, por último, la sustitución de la vieja legitimidad comunista por una creciente ideología nacionalista que dificulta la gestión de las minorías no rusas.

El fracaso parcial del presidente Yeltsin en superar tales retos llevó al país a una situación crítica que propició el relevo en el poder del Estado por una nueva clase dirigente integrada por dirigentes del aparato estatal de la etapa soviética y nuevos tecnócratas incorporados durante el período de la Glasnost al complejo militar-industrial del país.

b)   La nueva clase dirigente ha realizado un amplio proceso de recuperación económica y un fortalecimiento del poder central del Estado, personificado en la Presidencia federal, que tiene un amplio respaldo social y que ha dado origen a una democracia dirigida claramente diferenciada de la democracia imperante en los países de Europa Occidental y Estados Unidos que es motivo de periódicos enfrentamiento y tensiones diplomáticas.

c)   En el contexto internacional la expansión de la OTAN y la UE a los países de Europa Central y Oriental ha provocado una evolución de los objetivos y estrategias de la política exterior rusa desde las posiciones negociadoras y multilaterales de los primeros años de la Presidencia de Yeltsin hacia una reivindicación del espacio de seguridad estratégica de Rusia, incluso con el empleo de la fuerza, que Moscú considera compatible con una acción exterior orientada al entendimiento diplomático con las grandes potencias euro-atlánticas y asiáticas en las grandes cuestiones que afectan al orden político y económico mundial.

d)   El impulso de Rusia a la creación de los BRIC, como un foro que fortalece su posición internacional, especialmente en el ámbito económico, y como un instrumento que propicia los acuerdos bilaterales no significa que los dirigentes del Kremlin ignoren las apreciables contradicciones y conflictos de intereses que distancian o dividen al propio grupo de potencias emergentes.

Por este motivo, durante la próxima década Moscú seguirá concediendo una prioridad máxima en su política exterior a las relaciones con Estados Unidos, la OTAN y la UE buscando el entendimiento político, económico y militar pero sin rehuir la defensa de sus intereses globales y regionales mediante el uso de la fuerza.

Rafael Calduch Cervera, en ieee.es/

Notas:

(1) La mayoría de los análisis sobre la desaparición de la URSS se han centrado en los aspectos económicos o internacionales, marginando otras dimensiones no menos importantes como la política, la territorial, la demográfica o la cultural.

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(2) Datos obtenidos de Worldfactbook CIA. Véase en: https://www.cia.gov/library/publications/the-world-factbook/geos/rs.html consultado el 5 de octubre de 2010.

(3) CALDUCH, Rafael.- «La perestroika soviética y los procesos de cambio en los países balcánicos». Cursos de Derecho Internacional de Vitoria-Gasteiz, 1991. Bilbao. Servicio Editorial de la Universidad del País Vasco, 1992; págs. 271-333.

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(4) De acuerdo con un informe de la OCDE entre 1991 y 1994 se privatizaron el 40 % de las empresas estatales. No obstante, debido a las altas tasas de inflación y a que los precios de venta se establecieron en 1991-1992, el Estado ruso experimentó importantes pérdidas como consecuencia de este proceso.

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(5) NADMITOV, Alexander. - Russian Debt Restructuring. Overview, Structure of Debt, Les- sons of Default, Seizure Problems and the IMF SDRM Proposal. Véase en: www.law. harvard.edu/programs/about/pifs/education/sp26.pdf

(6) La tasa de inflación pasó del 2.508 % en 1992 al 36 % en 1999, paralelamente el PIB cayó un 27 % en el mismo período y la tasa de paro varió del 4,7% al 12,6 %. GAIDAR, Yegor.- The Economics of Russian Transition. Hong Kong. Edit. Massachusetts Institute of Technology. 2003.

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(7) Véase el texto en español de la Constitución: http://www.embajada-rusa.org/Html/ constitution-ru.htm

(8) Ambas repúblicas se negaron a firmar el acuerdo de federación con Rusia en abril de 1992.

(9) CALZINI, Paolo. - «Vladimir Putin and the Chechnya War». The International Spectator, nº 2 (2005); págs. 19-28. Véase en: www.iai.it/pdf/articles/calzini.pdf

(10)  MOSER, Robert G.- Unexpected Outcomes. Electoral Systems, Political Parties and Representation in Russia. Pittsburgh. Edit. University of Pittsburgh Press. 2001; págs. 32-56.

(11)  KEHNKIN, Sergey, «Partidos y sistemas de partidos en Rusia».- MARCH, Josep M.; SÁNCHEZ, Antoni (eds.).- Aproximaciones politico-económicas a la transición rusa. Valencia. Edit. Universitat de Valéncia. 2005; págs. 75-82.

YÁKOVLEV, Petr, P. «El proceso político en Rusia: tendencias actuales». MARCH, Josep M.; SÁNCHEZ, Antoni (eds.).- ídem, págs. 37-52.

(12)  DUBINA, Tatiana. «An Economic Analysis of the Russian Television System». Working Papers of the Institute for Broadcasting Economics at the University of Cologne, nº 259 (junio 2009). Véase: www.rundfunk-institut.uni-koeln.de/institut/pdfs/25909. pdf consultado el 8 de noviembre de 2010. FOSSATO, Floriana; KACHKAEVA, Anna. Russian Media Empires V. Ver en: http://igs-norderstedt.lernnetz.de/schule/projekte/ medien/deutsch/medruown.htm consultado el 8 de noviembre de 2010.

FOSSATO, Floriana; KACHKAEVA, Anna. Russia. Media empires Continue to Change Shape and Influence Politics. Ver en: http://www.rferl.org/content/article/1088665.html consultado el 8 de noviembre de 2010.

(13)  DUBINA, Tatiana.- op. cit.; págs. 39-74.

(14)  (Hasta mayo de 2009 la Corte Europea de Derechos Humanos había sentenciado 100 casos de violaciones de derechos humanos relacionadas con la Guerra de Chechenia, quedando pendientes de sentencia otros 112 casos. Por otra parte el Pulitzer Center señala que entre 1993 y 2009 han muerto en Rusia 35 periodistas de los que 14 fueron asesinados en Chechenia, el Cáucaso Norte      o San Petersburgo. Ver datos en: http://pulitzercenter.org/projects/eastern-europe/caucasus-russia--journalism-censorship-harassment?gclid=CPWmnO6mlKUCFQzS 4woddkpVNg consultado el 8 de noviembre de 2010.

ABRHAM, Shara. «Chechnya: between War and Peace». Human Rights Brief, vol. 8, nº 2 (2001). Ver en: http://www.wcl.american.edu/hrbrief/08/2chechnya.cfm consultado el 8 de noviembre de 2010.

(15)  FREEDOM HOUSE.- Country Report Russia 2010. Ver en: http://www.freedomhouse. org/template.cfm?page=22&year=2010&country=7904 consultado el 8 de noviembre de 2010.

(16)  Los datos de la reciente encuesta realizada por el Pew Research Center son reveladores: de los principios democráticos indicados sólo el 27 % de los rusos consideran muy importante el control civil del poder militar, porcentaje que asciende al 37 %

(17)  LUNGREN, Daniel E. Russian Organized Crime. Ver en: http://www.fas.org/irp/world/ para/docs/rusorg1.htm#tc

OFFICE ON DRUG AND CRIME. United Nations Surveys of Crime Trends and Operations of Criminal Justice Systems (1990-2000)

(18)  RUTLAND, Peter. «Putin and the Oligarchs». HERSPRING, Dale R. (ed.). Putin’s Russia. Past Imperfect, Future Uncertain. Lanham. Edit. Rowman & Littelfield Publisher Inc., 2ª ed. 2005; págs. 161-184.

GOLDMAN, Marshall I. «Putin and the Oligarchs». Foreign Affairs (noviembre-diciembre 2004). Ver en:http://www.cfr.org/publication/8018/putin_and_the_oligarchs.html consultado el 10 de noviembre de 2010

(19)  En 2009 tan sólo un 37 % de los rusos consideraba que el funcionamiento del Estado beneficiaba al pueblo, y aunque este porcentaje supone un avance de un 10 % respecto de 1991, demuestra que la mayoría de la población desconfía de la acción del Estado. PEW RESEARCH CENTER. Op. cit., pág. 31.

(20)  Los datos de las encuestas revelan que la mayoría de los rusos con una edad superior a los 30 años consideran que Rusia debería ser para los rusos, que resulta natural que Rusia tenga un imperio y que es una desgracia que no exista ya la Unión Soviética. PEW RESEARCH CENTER. Op. cit., págs. 55-56.

(21)  La composición étnica de Rusia se distribuye en un 79,8 % de rusos, 3,8 % de tártaros; 2 % de ucranianos; 1,2 % de baskires y un 13,2 % de otros grupos étnicos minoritarios. En cuanto a la composición religiosa se configura con 15-20 % de ortodoxos, 10-15 % de musulmanes y un 2 % de católicos, junto con otras religiones minoritarias (judíos, protestantes, animistas, etc.) y una amplia mayoría que se declara no creyente. A estos datos habría que agregar las importantes minorías rusas establecidas en las nuevas repúblicas independientes: Armenia 0,5 %; Azerbaiyán 1,8 %; Bielorrusia 11,4 %; Estonia 25,6 %; Georgia 1,5 %; Kazajstán 30 %; Kirgizistán 12,5 %; Letonia 37,5 %; Lituania 6,3 %; Moldavia 5,8 %; Tayikistán 1,1 %; Turkmenistán 4 %; Ucrania 24 %; Uzbekistán 5,5 %. Datos obtenidos de CIA.- World Factbook 2009. https://www.cia.gov/library/publications/the-world-factbook/geos/rs.html

SHLAPENTOKH, V.; SENDICH, M.; PAYIN, E. - The New Russian Diaspora: Russian Minorities in the Former Soviet Republics. - Edit. M.E. Sharper. Nueva York, 1994.

WILLIAMS, C.- Empirical data on the issue of ethnic minorities in Russia.- http://www. ucema.edu.ar/ceieg/download/Ethnic_Minorities_in_Russia.pdf

SMITH, M.A.- «Islam in the Russia Federation».- The Conflict Studies Research Centre. Russian Series Publications, nº 53 (November 2006).

(22)  DAVIDOV, Vladimir M. «El papel cambiante de Rusia en el contexto internacional (de Yeltsin a Putin)».- MARCH, Josep M.; SÁNCHEZ, Antoni (eds.). op. cit., pág. 97.

(23)  Ver el documento en: http://www.state.gov/www/global/arms/starthtm/start2/st2intal.html consultado el 13 de noviembre de 2010.

(24)  Ver el documento en: http://www.state.gov/www/global/arms/starthtm/start2/st2intal.html. Acuerdo de colaboración y cooperación por el que se establece una colaboración entre las Comunidades Europeas y sus Estados miembros, por una parte, y la Federación de Rusia, por otra .- Diario Oficial n° L 327 de 28/11/1997 p. 0003 – 0069. Ver el documento en: http://eur-lex.europa.eu/LexUriServ/LexUriServ.do?uri=CELEX:31997D0800:ES:HTML consultado el 13 de noviembre de 2010

(25)  Ver el documento en: http://www.nato.int/cps/en/natolive/official_texts_25468.htm consultado el 13 de noviembre de 2010

(26)  El 8 de diciembre de 1991 Rusia, Bielorrusia y Ucrania firmaron en Minsk el Acuerdo por el que se creaba la Comunidad de Estados Independientes, al que se incorporaron en Alma Ata, el 21 de ese mismo mes, otras ocho repúblicas independientes: Armenia; Azerbaján; Kazajstán; Kyrgyzistán; Moldova; Tayikistán; Turkmenistán y Uzbekistán. BRZEZINSKI, Zbigniew; SULLIVAN, Paige (eds.). - Russia and the Commonwealth Independent States. Dpcuments, Data and Analysis. Nueva York. Edit. M.E. Sharpe Inc., 1997. Ver el documento en: http://www.dipublico.com.ar/english/?p=639&upm_export=pdf consultado el 14 de noviembre de 2010.

HOPF, T. (ed.). Understandings Russian Foreign Policy.- Edit.Pennsylvania State University, 1999; págs. 1-15.

LYNCH, D. «La Russie face a l’Europe».- Cahiers de Chaillot, nº 60 (Mai 2003)

(27)  BRZEZINSKI, Zbigniew. The Choice. Global domination or Global Leadership. Nueva York. Edit. Perseus Book Group. 2004 (traducción de Albino Santos Mosquera. El dilema de EE.UU. ¿Dominación global o liderazgo global?. Barcelona. Edit. Paidós. 2005)

(28)  Durante la bipolaridad la URSS utilizó una amplia gama de medios para desarrollar y mantener su hegemonía como superpotencia: diplomacia tradicional; diplomacia ad hoc; ayuda económica y militar; propaganda; etc. pero sin duda los dos principales instrumentos de su política exterior fueron el control de los partidos comunistas y el uso de su capacidad militar convencional (Hungría en 1956; Checoslovaquia 1968; Afganistán entre 1978 y 1989) o la amenaza del uso de armas nucleares (crisis de los misiles de Cuba 1962).

(29)  El documento puede verse en: http://www.fas.org/nuke/guide/russia/doctrine/russia-mil-doc.html consultado el 14 de noviembre de 2010.

(30)  Ver el documento en: http://www.fas.org/nuke/guide/russia/doctrine/blueprint.html consultado el 14 de noviembre de 2010

(31)  Este incidente estuvo a punto de provocar un conflicto bélico abierto entre la OTAN  y Rusia cuando el Gral. Wesley Clark ordenó al Gral. Sir Michael Jackson, del mando

BRUCE-NARDULLI; WALTER, L. Perry; BRUCE, R. Pirnie; GORDON, John; MC

GINN, John G. Disjointed War. Military Operations in Kosovo 1999. Santa Mónica. Edit. Rand Corporation. 2002; págs. 99-122.

Ver documento  en:  http://www.rand.org/pubs/monograph_reports/2007/MR1406. pdf consultado el 14 de noviembre de 2010.

(32)  Ver el documento en: http://www.fas.org/nuke/guide/russia/doctrine/991009-draft-doctrine.htm consultado el 14 de noviembre de 2010.

(33)  Existen numerosos hechos y documentos que avalan el grado de confusión que imperó en las principales cancillerías sobre los fundamentos y la evolución que estaba experimentando el orden internacional. Entre los hechos más destacados podemos mencionar: la infravaloración económica y política de China; la sobrestimación de   la capacidad y voluntad de liderazgo mundial de Estados Unidos; los errores en la gestión de los conflictos palestino-israelí e iraquí; la transformación de la CSCE.

(34)  KRYSHTANOVSKAYA, O. «From Soviet Nomenklatura to Russian Elite». - Europe-Asia Studies, vol. 48, nº 5 (1996); págs. 711-733.

BREMMER, Ian; CHARAP, Samuel. «The Siloviki in Putin’s Russia: Who they Are and What they Want». The Washington Quarterly (Winter 2006-2007); págs. 83-92.

(35)  Para las reformas del sistema federal, véase: ALEXANDER, James. Federal Reforms in Russia: Putin’s Challenge to the Republic. (http://arapaho.nsuok.edu/~alexa001/ Fedreforms03.pdf) consultado el 14 de noviembre de 2010.

Para las reformas económicas del primer período de Putin, véase: SUTELA, Pekka. «Did Putin’s Reforms catapult Russia to durable growth?. BOFIT Online, nº 6 (2005). Véase en: http://www.bof.fi/NR/rdonlyres/AF5FA8F7-3837-4879-9430-39EF1AD8747A/0/bon0605.pdf consultado el 14 de noviembre de 2010.

Para las reformas en las Fuerzas Armadas rusas, véase:

RUIZ, Francisco J. «La reforma de las estructuras de las fuerzas armadas rusas».

Monografías del CESEDEN, nº 113 (2010); págs. 140-167.

(36)  El 7 de octubre de 2002 se firmó en Tashkent la Carta fundacional de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva. Los miembros fundacionales fueron Armenia; Bielorrusia; Kazajstán; Kirgizistán; Rusia; Tayikistán a los que se adhirió Uzbekistán en 2006. Esta organización se constituyó como una actualización del sistema aliancista establecido por el Tratado de Seguridad Colectiva firmado el 15 de mayo de 1992 aunque Azerbaiján y Georgia no se incorporaron a la OTSC. http://untreaty. un.org/unts/144078_158780/5/9/13289.pdf consultado el 14 de noviembre de 2010 La Organización de Cooperación de Shanghái se constituyó formalmente con la firma en 2002 por China; Rusia; Kazajistán; Kirguizistán; Uzbekistán y Tayikistán de la Carta de Cooperación de Shanghái. http://www.sectsco.org/EN/show.asp?id=69 En la actualidad son miembros observadores India; Pakistán; Irán y Mongolia.

El texto del proyecto de un Tratado para la Seguridad Europea se hizo público por la Presidencia de Rusia el 29 de noviembre de 2009.http://archive.kremlin.ru/eng/text/ docs/2009/11/223072.shtml consultado el 14 de noviembre de 2010.

FROST, A. «The Collective Security Treaty Organization, the Shanghai Cooperation Organization, and Russia’s Strategic Goals in Central Asia».- China and Eurasia Forum Quarterly, vol. 7, nº 3 (2009) págs. 83-102 http://www.chinaeurasia.org/images/stories/isdp-cefq/CEFQ200910/cefq7.3af83-102.pdf consultado el 14 de noviembre de 2010.

(37)  National Security Concept of the Russia Federation, aprobado por Decreto Presidencial nº 24 del 10 de enero de 2000. http://www.armscontrol.org/act/2000_01-02/ docjf00 consultado el 14 de noviembre de 2010.

La Estrategia de Seguridad Nacional de la Federación de Rusia hasta el 2020, aprobada por el decreto presidencial del 12 de mayo de 2009. Véase el documento en ruso: http://www.scrf.gov.ru/documents/99.html consultado el 14 de noviembre de 2010.

The Military Doctrine of the Russian Federation Approved by Russian Federation Presidential Edict on 5 February 2010.- Publicada por un edicto presidencial del 5  de febrero de 2010. http://www.sras.org/military_doctrine_russian_federation_2010 consultado el 14 de noviembre de 2010.

(38)  OLIKER, O.; CRANE, K.; SCHWARTZ, L.H.; YUSUPOV, C. Russian Foreign Policy. Sources and Implications.- Santa Mónica. Edit. Rand Corporation. 2009. www.rand.org/pubs/monographs/2009/RAND_MG768.pdf consultado el 14 de noviembre de 2010.

(39)  Speech at Meeting with German Political, Parliamentary and Civic Leaders (5 junio 2008) http://archive.kremlin.ru/eng/speeches/2008/06/05/2203_type82912type82914ty-pe84779_202153.shtml consultado el 16 de noviembre de 2010

(40)  Sobre la importancia y características del sistema antimisiles, véase: «Obama’s Remarks on Strengthening Missile Defense in Europe».- Council on Foreign Relations (September 17, 2009) http://www.cfr.org/publication/20226/obamas_remarks_on_strengthening_missile_ defense_in_europe_september_2009.html consultado el 16 de noviembre de 2010 BRUNO, G.- «Missile Defense Technology».- Council on Foreign Relations (September 17, 2009) http://www.cfr.org/publication/18812/missile_defense_technology.html?breadcrumb=%2Fregion%2F255%2Funited_states consultado el 16 de noviembre de 2010 Unclassified Statement of Lieutenant General Patrick J. O’Reilly, USA. Director, Missile Defense Agency Before the House Armed Services Committee. Subcommittee on Strategic Forces Regarding ‘The Future of Missile Defense Testing’.- (February 25, 2009). Director, Operational Test and Evaluation.- FY 2008 Annual Report.- (December, 2008); págs. 239-242.

(41)  VAN HERPEN, M. H.- «Medvedev’s Proposal for a Paneuropean Security Pact. Its Six Hidden Objectives and How the West Should Respond».- Cicero Working Paper 08-03 (October 27, 2008). http://www.cicerofoundation.org/lectures/Marcel_H_Van_Herpen_Medvedevs_Proposal_for_a_Pan-European_Security_Pact.pdf consultado el 16 de noviembre de 2010

(42)  Remarks by Obama and Russian President Medvedev After Meeting (July 1, 2009)

www.america.gov/st/texttrans-english/2009/April/20090401124857eaifas0.0223614.html consultado el 16 de noviembre de 2010

(43)  El mandato para iniciar las negociaciones con el fin de alcanzar un nuevo Acuerdo Marco UE-Rusia se adoptó en la Cumbre de Khanti-Masiynsk celebrada el 27 de junio de 2008. La primera ronda de negociaciones se celebró durante el mes de julio de ese mismo año, quedando suspendidas por la intervención rusa en Georgia.

(44)  Sobre la evolución de las relaciones entre Rusia y Estados Unidos en Asia Central véanse:

(45)  McCAUSLAND, Jeffrey D. Obama’s War. (17 agosto 2009). Carnegie Council http://www.cceia.org/resources/articles_papers_reports/0029.html consultado el 18 de noviembre de 2010

OLSON, Eric T. State of Denial? NATO at 60 and the War in Afghanistan. (17 agosto 2009). Carnegie Council. http://www.carnegiecouncil.org/resources/articles_papers_ reports/0030.html consultado el 18 de noviembre de 2010.

LUZIANIN, Sergey. Pakistani, Afghan and Iranian Factors of Influence on the Central Asian Region. (17 agosto 2009). Carnegie Council. http://www.carnegiecouncil.org/resources/articles_papers_reports/0032.html  consultado el 18 de noviembre de 2010.

MOROZOV, Yuri. Prospects for US-Russia Cooperation in Central Asia. (17 agosto 2009). Carnegie Council. http://www.carnegiecouncil.org/resources/articles_papers_ reports/0031.html consultado el 18 de noviembre de 2010

(46)  ARBATOV, Alexei.- Russia and the Iranian Nuclear Crisis- Carnegie Endowment for International Peace (23 mayo 2006). http://www.carnegieendowment.org/publications/ index.cfm?fa=view&id=18364 consultado el 18 de noviembre de 2010

GREG, Bruno.- Iran’s Nuclear Program. Council on Foreing Relations (10 marzo 2010) http://www.cfr.org/publication/16811/irans_nuclear_program.html consultado el 18 de noviembre de 2010

WHITE HOUSE.- Remarks by the President on a New Strategy for Afghanistan and Pakistan. 27 marzo 2009) http://www.america.gov/st/texttrans-english/2009/March/2 0090327121221xjsnommis0.1558496.html&distid=ucs consultado el 18 de noviembre de 2010.

LAMEY, Jay (edit.).- The A to Z Guide to Afghanistan Assistance 2010. Kabul. Afghanistan Research and Evalutaion Unit. 2010. http://www.humansecuritygateway.com/documents/AREU_A_to_Z_Guide_2010.pdf consultado el 18 de noviembre de 2010.

DEPARTMENT OF STATE USA.- Afghanistan and Pakistan Regional Stabilization Strategy. 2010.

http://www.state.gov/documents/organization/135728.pdf consultado el 18 de noviembre de 2010

(47)  Inicialmente el abastecimiento militar de las tropas norteamericanas se realizó a través de Pakistán con la autorización del Presidente Mussarraf, pero el cambio de la presidencia, el auge de la guerrilla talibán en las provincias fronterizas con Afganistán

NICHOL, Jim. Kyrgyzstan and the Status of the US Manas Airbase: Context and Implications. Congressional Research Service. 1 julio 2009. Ver en: www.fas.org/sgp/ crs/row/R40564.pdf

(48)  El abastecimiento de las tropas aliadas en Afganistán se realiza en un 50 % a través de Pakistán; un 30 % por la NDN y un 20 % por aire. Entre mayo de 2009 y junio de 2010 el número containers que transitan mensualmente por la ruta NDN ha pasado de 500 a más de 3000.

THE INTERNATIONAL INSTITUTE FOR STRATEGIC STUDIES. Northern Route eases supplies to US forces in Afghanistan. 2010. http://www.iiss.org/EasySiteWeb/getresource.axd?AssetID=45813&type=full&servic etype=Attachment consultado el 18 de noviembre de 2010.

(49)  MINISTERIO DE DEFENSA. El laberinto afgano. Madrid. Edit. Ministerio de Defensa. 2010.

(50)  Discurso de Vladimir Putin en la 43rd Munich Conference Security Policy (2007). http://www.securityconference.de/archive/konferenzen/rede.php?menu_2007=&menu_ konferenzen=&sprache=en&id=179& consultado el 14 de noviembre de 2010.

(51)  YU Bin. «In Search for a Normal Relationship: China and Russia Into the 21st Century».- China and Eurasia Forum Quarterly, vol. 5, nº 4 (2007); págs. 47-81.

http://www.chinaeurasia.org/images/stories/isdp-cefq/CEFQ200711/isnr-cric20071147-81.pdf consultado el 15 de noviembre de 2010.

WILSON, Dominic; PURUSHOTHAMAN, Roopa. «Dreaming the BRICs: The Path to 2050. Global Economics, Paper nº 99 (octubre 2003). Ver en: http://antonioguilherme. web.br.com/artigos/Brics.pdf consultado el 15 de noviembre de 2010.

Xulio Ríos Paredes

       I.        Introducción

De todas las potencias emergentes, China es, sin duda, quien acapara mayor atención mundial. Ello se debe tanto a la reconocida espectacularidad de la transformación que ha experimentado dicho país en  las últimas décadas y los enormes impactos registrados a nivel global, como también a la opacidad y subsiguiente incertidumbre que generan algunos aspectos de su política, siempre difíciles de descifrar al fundamentarse en claves de comportamiento que difieren en no pocos casos de las que habitualmente podemos apreciar en los países occidentales.

Sea como fuere, China presenta un perfil cada vez más elevado, favorecido por las citadas dinámicas internas y por las profundas mutaciones que connotan el sistema internacional desde el final de la guerra fría, destacando, paradójicamente, pese a su «victoria», la merma progresiva del poder de EE.UU. en el marco global.

La China potencia regional, gran potencia o superpotencia, ya veremos, se nos presenta a cada paso más poderosa en virtud tanto de su crecimiento económico galopante (incluso en plena crisis financiera global fue incapaz de ralentizar el ritmo de desarrollo del país, que registró un crecimiento económico del 9,1 por ciento en 2009, esperándose que en 2010 supere el 10 por ciento) como de su firme voluntad de ejercer una influencia política genuina y de preservar a toda costa el nivel de soberanía necesario para ello. Superando el pesimismo histórico acreditado en los dos últimos siglos, dicha conjunción ha venido a aumentar de forma notable la autoconfianza de los ciudadanos chinos, traducida en un nacionalismo cada día más apreciable.

     II.        China: poder y civilización en el siglo XXI

Este transcurso, inacabado, se desarrolla en un marco muy fluido en el cual China va definiendo y acomodando sus prioridades estratégicas siguiendo un proceso similar al aplicado en el ámbito interno, es decir, sin responder a un plan predefinido y acabado hasta el más pequeño detalle, haciendo gala de una notable capacidad de adaptación, optando por «cruzar el río sintiendo cada piedra bajos los pies» (1). Al mismo tiempo, ese cálculo prudente que no pierde de vista en modo alguno el objetivo último de la recuperación de la grandeza perdida se integra en el debate, tan tradicional como víctima de los altibajos, entre los partidarios de una amplia incorporación a su modus vivendi de los valores de Occidente, sinónimo de ejemplo contrastado de modernización, y la recuperación del discurso sinocentrista que ha connotado su devenir histórico a lo largo de los siglos. En suma, la pugna y el equilibrio entre el acomodo a las tendencias globales predominantes y la búsqueda de una política independiente y adaptada a sus especificidades (2).

En el momento presente, bien pudiéramos asegurar que la apuesta por un mundo armonioso y la multipolaridad, ejes del discurso exterior de Beijing, reflejan no solo alternativas a un orden contemporáneo en transición sino que manifiestan la incidencia creciente de la cultura tradicional en la formulación de su pensamiento diplomático, condicionado igualmente por la incorporación de ciertas claves históricas que afloran en la actitud adoptada frente al vigente statu quo, que intenta alterar en su propio beneficio en virtud de los cambios operados a nivel global, pero cuidándose de no provocar rupturas ni desatar conflictos abiertos que puedan afectar la estabilidad de su proceso. Asimismo, manifiesta  a cada paso una visión de largo plazo que dice mucho del repunte del comportamiento tradicional de la China milenaria y de la plena confianza en la potencialidad inevitable de sus dimensiones varias (geográfica, demográfica, económica, etc.) que le reservan, por derecho propio, un papel de relevancia en el sistema regional y global.

Conviene precisar también que, aun a pesar de contar con recursos cada vez más significativos y de no haber olvidado en modo alguno las humillaciones históricas infligidas por potenciales rivales (ya sean de Occidente o de la propia Asia) que hoy se debaten entre la contención y la cooperación a la hora de determinar aquello que debe primar en sus relaciones con el gigante asiático, China, a la espera de un momento que no considera del todo llegado, sigue estimando el entendimiento y la colaboración con países terceros como mecanismos privilegiados para hacerse un hueco en el sistema internacional de forma progresiva y sin provocar grandes estruendos, maximizando aquellas variables que, en definitiva, le pueden permitir «ganar sin luchar», como aseveraba su clásico Sun Zi (3).

¿Es esa moderación una actitud convencida y convincente o simple producto de un cálculo oportunista de posibilidades que solo espera el momento preciso para exhibirse con total contundencia? En el exterior se constata cierta incertidumbre y hasta desasosiego respecto a cómo será una China más fuerte y qué consecuencias tendrá a la vista de las diferencias culturales y políticas que la separan del resto de la humanidad. Pronosticar el comportamiento internacional de China no es cosa fácil, pues obedece a claves singulares que hunden sus raíces en esa creencia profunda en la posición central de China en la región y en el  mundo y a la que parece aspirar de nuevo. Visto así, aunque gradualmente, la progresiva recuperación de la grandeza del pasado puede implicar una alteración significativa de la distribución del poder mundial que hoy ya podemos empezar a apreciar en las correcciones de representación manejadas en instituciones diversas, especialmente en el orden económico (Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, etc.), apremiadas a reflejar los cambios operados en la correlación de fuerzas global. Y a medida que ese momento se acerca, también aumenta la indisposición china para hacer concesiones que vengan a dilatar o regatear la introducción de dichos correctivos.

La conjunción de su posición geográfica, la acumulación de activos tanto a nivel económico como militar (si bien a un ritmo diferente, pero retroalimentándose mutuamente) y la férrea voluntad política de preservar el espacio vital inmediato, le sitúan en posición de afectar los intereses regionales y globales de la potencia hegemónica. Ello comienza a visibilizarse en su entorno más próximo, donde es cada vez más evidente el protagonismo activo de China en detrimento de aquellos intentos que, desde el exterior, se impulsan para cuestionar o condicionar su liderazgo ascendente (4).

   III.        La visión que China tiene de sí misma

La imagen que China tiene de sí misma no es uniforme y presenta contradicciones y ambigüedades. De una parte, el nivel de desarrollo alcanzado en las últimas tres décadas, e incluso la capacidad demostrada para sortear la crisis económica y financiera internacional desatada a partir de 2008, ha elevado la confianza en sus propias posibilidades, reforzando su nacionalismo y la convicción de que el objetivo estratégico  de recuperar la grandeza del pasado está más cerca que nunca, tanto por méritos propios, como por la gravedad del momento que atraviesan los países desarrollados. Esa idea se basa en el acceso a la condición de segunda economía del mundo (con anticipación a lo previsto), el volumen acumulado de reservas de divisas (2,45 billones de dólares estadounidenses a finales de junio de 2010), su ascendente papel en el comercio y en la inversión mundial (tanto como receptor como inversor), y en otras magnitudes similares, así como en el reconocimiento que los terceros hacen del «milagro» chino.

Un crecimiento con sólidas hipotecas

No obstante, conviene formular algunas observaciones cuyo contenido es generalmente aceptado tanto por los analistas chinos como extranjeros. En primer lugar, cabe significar que pese a la suma de tantos datos positivos, de ello no se deriva la intelectualización de un «modelo chino» exportable, ni la autoimposición de ninguna misión emancipadora global. Es verdad que en algunos entornos del mundo en desarrollo se han alabado ciertos aspectos del modelo de crecimiento chino, llegando a convertirse en una fuente limitada de inspiración, y exaltado la idoneidad de algunos vectores que pudieran ser aplicables en otros escenarios considerados cercanos en uno u otro sentido (ideológico, cultural, etc.). No obstante, ni China ni nadie ha abogado por traslados miméticos, tanto en lo económico como, ni mucho menos, en lo político, cuya naturaleza únicamente podría verse reflejada en sistemas relativamente homónimos (caso de Vietnam o Cuba, por ejemplo, quizás Corea del Norte) interesados en impulsar un modelo de crecimiento que preserve la estabilidad política, si bien en un marco de relativo escepticismo cuando las circunstancias culturales explicitan profundas distancias (5). Pero cabe resaltar la ausencia de cualquier hipótesis de «destino manifiesto» o expectativa mesiánica en el horizonte chino.

En segundo lugar, en el orden económico y social, la confirmación de China como segunda potencia económica mundial y los vaticinios de que en menos de dos décadas podría superar incluso a EE.UU. (6), pasan por alto una realidad más compleja que debiéramos tener presente. Aun logrando superar en números absolutos a EE.UU. (ya sea a precios de mercado o en paridad de poder de compra) antes de 2030, no por ello China se convertirá, automáticamente, en el país más poderoso del mundo.

China es, sin duda, un gigante económico, pero no una superpotencia económica. Su PIB se disparó a más de 34 billones de yuanes (5,08 billones de dólares) en 2009, frente a los 364.520 millones de yuanes de 1978 (7). Es grande su volumen comercial, pero la estructura de su comercio presenta claras fragilidades: el procesamiento absorbe la mitad del total y sus exportaciones se concentran principalmente en productos dependientes de mano de obra intensiva y que requieren gran consumo de energía. Dichas circunstancias constituyen el principal argumento que justifica esa apuesta oficial por cambiar el modelo de desarrollo, un proceso complejísimo y que supondrá elevados costes. A mediados de agosto de 2010, por ejemplo, Beijing reconocía las enormes dificultades para lograr la meta de reducir el consumo energético por unidad de PIB en un 20% en un plazo de cinco años a partir de 2006. Este es el último año del periodo y la media se sitúa en torno al 14%. En algunas provincias ya se han anunciado drásticos cortes de electricidad y hasta cierres de empresas (8) para poder cumplir con el objetivo. El desafío de crear un modelo de desarrollo sostenible capaz de superar el desequilibrio en el desarrollo regional, la diferencia de ingresos y la brecha cada vez mayor entre las empresas de propiedad estatal y las privadas, es el mayor reto al que se enfrenta China, según el profesor Wang Jun, investigador del Centro de Intercambios Económicos Internacionales de China (9).

Además, buena parte de China sigue plagada de pobreza y subdesarrollo. Es verdad que la inmensa mayoría de los chinos viven bastante mejor que hace 30 años, pero la pobreza afecta aún a unos 150 millones de personas, según reconocía el propio primer ministro Wen Jiabao en la tribuna de la ONU (10). La población rural pobre asciende a unos 40 millones, el equivalente a la población española. En términos de desarrollo humano, ocupa la posición 92. Según datos del Banco Mundial, el PIB per cápita de China en 2009 ascendió a 3.687 dólares, ocupando el puesto 103 a nivel mundial. El PIB per cápita de EE.UU. en el mismo año ascendió a 46.436 dólares (11).

Esa realidad coexiste con otra de signo totalmente diferente. A pesar del impacto negativo de la recesión económica mundial, China logró reemplazar primero a Alemania para convertirse en la tercera mayor economía y el mayor exportador del mundo en 2009, y se colocó por delante de EE.UU. pasando a ser el mayor mercado de automóviles a nivel mundial. Además, en el segundo trimestre de 2010, el PIB de China superó, por vez primera, al de Japón.

Esta simbiosis ofrece la imagen completa de la «verdadera China», pese a todo, un país en vías de desarrollo, tal como explicita de forma reiterada el gobierno chino a la hora de rechazar la asunción de mayores responsabilidades en cuestiones como el superávit comercial, los tipos de cambio, la reducción de las emisiones contaminantes o el consumo energético. En suma, no se pueden subestimar sus capacidades, pero tampoco exagerar ni descontextualizar, como tampoco, por el contrario, cabe utilizar dichos límites como patente de corso para eludir la satisfacción de compromisos urgentes, en aras de contribuir a la resolución de problemas globales en los que China resulta ser un actor decisivo (la reducción de las emisiones contaminantes, por ejemplo).

Por último, la preocupación por la articulación futura del sistema internacional y el acomodo en él de su emergencia va en aumento, circunstancia lógica en la medida en que suscita el resquemor del principal actor hegemónico, EE.UU., ante la convicción de que, si rechaza entrar en su red de afinidades (política, económica, estratégica), multiplicará los impulsos y acciones tendentes a la contención  hasta lograr  modificar  los principios de su política,  tanto  a nivel interno como externo. El «desarrollo pacífico», magnánimamente proclamado por las autoridades chinas como oportunidad para Asia y para el resto del mundo por la magnitud de los beneficios que pudiera deparar a todos, sabe a bien poco en el complejo contexto actual y difícilmente puede convencer a sus principales competidores estratégicos.

Ello significa que, para preservar la originalidad de su proyecto, esta China debe estar (y parece estarlo) dispuesta a defender, a capa y espada, aquello que considera esencial para salvaguardar el éxito de ese proceso de transición desde la periferia al centro del sistema global, una circunstancia que asocia básicamente a la preservación de la hegemonía del Partido Comunista de China (PCCh) y demás singularidades de su sistema político (limitado reconocimiento de las libertades públicas, negación del pluralismo efectivo, absorbente nivel de ocupación social, etc.) y de su concepción de la sociedad, incluso en aquellos aspectos  en los cuales ha evidenciado una visión conflictiva con los países de Occidente (caso de los derechos humanos, por ejemplo). La defensa del sistema político está equiparada a la defensa del interés nacional y forma parte del núcleo central de exigencias que no duda en trasladar a terceros países para asegurar el funcionamiento normal de sus relaciones.

La concepción de la democratización

Esa identificación entre la vigencia de los vectores esenciales del sistema político y las posibilidades de completar el proceso histórico de revitalización de la nación china es absoluta y, en parte, explica la obstinación del gobierno y el PCCh ante las reclamaciones de una mayor apertura política en el sentido occidental, que Beijing asocia con estrategias de distracción que, a la postre, pueden abrir en el régimen las fisuras indispensables para hacer fracasar la concepción original de la política de modernización que, ante todo, exige preservar la unidad.

La única democracia que por el momento parece estar dispuesto a aceptar el PCCh, a pesar de que en los últimos años ha convertido ésta en la palabra de orden a nivel interno, es aquella que le permita insuflar en el régimen el oxigeno necesario para evitar la oxidación de su vida política, explorar sus posibilidades como instrumento para erradicar las prácticas que más nublan la solidez sistémica, acompañar el ritmo de  las transformaciones sociales y sus impactos en la relación del individuo y la colectividad con el aparato político, y establecer un mecanismo de adaptación similar al que ha funcionado en lo económico, suavizando las aristas de una variable que tensiona sus relaciones con el exterior y afea su imagen en un mundo con el que ha multiplicado sus vínculos en los últimos treinta años y que, a salvo de cataclismos, serán más fuertes en el futuro (12).

En el actual tiempo histórico, más allá de la existencia o no de «madurez social» para ejercitar una democracia efectiva o de lo complicado de su implementación en un país de sus dimensiones geográficas y demográficas, al PCCh le preocupa defender a toda costa su capacidad  de convocatoria unánime y monolítica a toda la colectividad, para que  se implique a fondo y sin reservas en la culminación del proceso de revitalización del país, tildando de «traidores» y «antipatriotas» (como hizo en su día con Liu Xiaobo, el recién laureado Premio Nobel de la Paz, y otros disidentes) a aquellos que anteponen la defensa de un tipo de democracia que fomenta la división y puede hacer peligrar el renacimiento de la gran nación china. Mientras esa transición no se complete, no cabe imaginar procesos de pluralización efectiva de la vida política, a no ser que llegue al convencimiento de que el colapso asedia la modernización y la democracia pueda evitarlo (13).

Esta es una cuestión clave reforzada por el temor de que una desestabilización interna conduzca a un desbordamiento del proceso, al igual que ocurrió en la antigua URSS y demás países del socialismo real. Y ello exige también dilucidar respuestas internas «dentro del sistema» a todos aquellos que cuestionan la legitimidad del PCCh y su modelo político, asumiendo la adaptación constante como requisito indispensable para frenar el hastío que, en la población, suscitan fenómenos largamente extendidos, como la corrupción o el abuso de poder que, por el momento, se ven amortiguados en virtud del éxito socioeconómico. Pero hay más.

El legado cultural como aliado y antídoto

El legado cultural es otra de las claves esenciales que nos puede ayudar a entender el porqué de ciertos reflejos en las actitudes chinas, tanto desde el poder como en la propia sociedad; comportamientos que facilitan la autoidentificación y un amplio blindaje del régimen, complicando las posibilidades de incidencia efectiva desde el exterior, sean éstas o no bienintencionadas. En ese legado debemos incluir el sinocentrismo, el sentimiento de humillación por las agresiones externas padecidas, la importancia concedida a la soberanía como expresión de grandeza y garante de la no dependencia, la superioridad civilizatoria, la capacidad de autosacrificio, la importancia atribuida al Estado como referente central, la virtuosidad exigible al gobierno, etc. Todo ello manifestado a través de un nacionalismo en auge que intenta combinar de forma equilibrada dos valores que, en apariencia, podrían caminar en sentido contrario, el pragmatismo y el moralismo, naturalmente ambos modelados por la noción realista e irrenunciable del interés nacional.

Para entender la visión que China tiene de sí misma es esencial apreciar en lo que vale esa configuración histórica del sinocentrismo, alimentado por una tradición confuciana que ponía el énfasis, no tanto en el poder coercitivo de la fuerza, como en la capacidad persuasoria de la virtud, siendo ésta considerada la principal fuente de autoridad. Un gobierno benévolo no será socialmente cuestionado y es siempre legítimo, se haya elegido o no siguiendo cauces democráticos, un parámetro indispensable en una lectura occidental.

Esa tradición cultural sigue estando presente no sólo en el orden interno sino también en la formulación de la estrategia diplomática china, aludiendo al desarrollo de un poder basado en gestos que, en su relación con el exterior, siempre aspiraba a reducir los niveles de hostilidad, instando en los terceros un reconocimiento de una superioridad y opulencia que exhibía a través de rituales diversos en expresión de una sumisión aceptada (los llamados «reinos tributarios») de modo natural. En esa tradición, los problemas de seguridad se han abordado habitualmente privilegiando los medios políticos y haciendo un uso limitado de la fuerza. No quiere eso decir que la fuerza sea un factor irrelevante o innecesario, sino que su aplicación es el último recurso y su uso no deja de ser expresión de un cierto fracaso (tanto de la política como de la inteligencia estratégica). Las enseñanzas de Sun Zi al respecto son bien elocuentes. No obstante, cabe resaltar igualmente que el uso o no de la fuerza ha sido objeto siempre de discusión en las elites chinas, siendo fuente de no pocas divisiones. Hoy se trataría de explorar modos de transformar su creciente poderío en influencia externa sin despertar los recelos de quienes ya alertan de su agresividad y arrogancia (14).

Incluso en el orden interno, al abordar los problemas político-territoriales que presenta su periferia (Tíbet o Xinjiang, principalmente), sin descartar ni descuidar la represión, Beijing tiende a conceder gran importancia a los factores socioeconómicos que considera más efectivos  a largo plazo, en la medida en que atribuye la naturaleza última de los problemas y tensiones a variables relacionadas con el subdesarrollo, si bien a dicha visión pudiera imputársele la controvertida hipoteca de promover estímulos a menudo alejados de los patrones culturales comunes en dichas realidades y que, finalmente, no permiten su usufructo a las comunidades teóricamente beneficiarias y fracasando por ello en la generación de nuevas lealtades.

Otro tanto podríamos decir de la importancia atribuida al desarrollo   y a otros factores complementarios a la hora de enfocar sus litigios territoriales con países limítrofes, procurando establecer espacios de encuentro que permitan aparcar las diferencias, incrementar la confianza y beneficiarse mutuamente de su gestión.

Ese conjunto de características y de cualidades no pueden dejar de influir en las consecuencias internacionales de un proyecto como el actual, que tiene como horizonte histórico esencial la recuperación de la posición preeminente que China ha mantenido durante cientos de años y hasta bien entrado el siglo XIX. No obstante, reitero, conviene tener presente que ello no se traduce necesariamente en un deseo de sinizar el mundo, sino de ejercer de chinos en el mundo, ganándose (y llegado el caso, exigiendo) el respeto de los demás.

Esta visión histórica y cultural, que apunta al natural ejercicio de su idiosincrasia y al uso limitado de la fuerza, concediendo la primacía a las medidas político-económicas, sugiere hoy día la adopción de estrategias basadas en la formalización de alianzas sin llegar a conformar bloques orientados contra terceros, en la promoción de una doctrina militar originariamente calificada como de «defensa activa», o en el acento en el valor moral de su conducta y actuaciones (constantemente exaltado, por ejemplo, con referencias al cabal comportamiento de sus «cascos azules» cualquiera que sea la misión en que participen).

Existe, en cualquier caso, una diferencia considerable respecto al contexto histórico en el cual se forjó esta tradición aparentemente arraigada en el discurso oficial contemporáneo ya que, a diferencia de hoy día, nunca en el pasado China concedió tanta importancia a la relación con el exterior, cristalizada en una interdependencia inevitable que deviene obsoleta cualquier apuesta por el autosostenimiento. Esa ruptura histórica tiene su reflejo en aspectos de gran relieve en el presente, como la creciente importancia concedida al litoral marítimo, que es hoy una preocupación esencial de los dirigentes chinos, o el acceso a las fuentes de energía y otras materias primas. Su falta de vocación expansionista estaba relacionada con el convencimiento de que nada más allá de su territorio podía ofrecer ventajas adicionales. Hoy, sin embargo, ese «más allá» es condición indispensable para garantizar las opciones de desarrollo, ya hablemos de importaciones de recursos minerales o de exportación de sus manufacturas, afectando a su propia seguridad, por lo que pudiera verse obligada a promover tácticas más incisivas.

El reflejo en el entorno regional

Podremos apreciar los efectos de esta transformación en su entorno regional inmediato, en donde, por su pasado, dimensión y status, entiende que debe disponer de capacidades y reconocimiento, dentro   y fuera, para tomar parte activa en la definición de un ambiente de seguridad. Se trata de un ámbito ciertamente delicado, tanto por los problemas de la península coreana, como por las tensiones con Japón, el diferendo con Taiwán o los complejos litigios marítimo-territoriales en los que la implementación de su fórmula «paz y desarrollo» no parece encontrar el eco deseado, alentando muchas desconfianzas entre sus vecinos.

A China no parecen importarle siquiera las críticas occidentales respecto a sus «amistades peligrosas», como la alianza que sostiene contra viento y marea con Pyongyang, exhibiendo unos sólidos lazos que contribuyen, en su opinión y contra el parecer de EE.UU., Japón y Corea del Sur, a proporcionar la estabilidad regional indispensable para amortiguar y superar las continuas crisis que vive dicha península, reconduciéndolas a un complejo, y no siempre provechoso, proceso de diálogo.

No conviene pasar por alto que es básicamente en este entorno donde tiene cabida ese proyecto complementario consistente en la creación de una «Gran China» que agrupe al continente, Hong Kong, Macao, Taiwán e incluso la propia diáspora, muy presente en toda la región, sobre la base de una civilización compartida y una interdependencia económica cada vez más reforzada (ténganse en cuenta los acuerdos de cooperación económica ya firmados con los tres enclaves citados). A priori, la Gran China resultante no sería una entidad política con una estructura y una autoridad central formalmente reconocida, sino un espacio económico integrado que contribuiría a exaltar aquel sinocentrismo.

En cualquier caso, China es plenamente consciente de que existe una relación directa entre poder económico, capacidad política e influencia internacional, por lo que modelará sus ambiciones a tenor, no solo  de sus proyecciones a escala global, sino también de sus fragilidades internas, que no son pocas, evitando precipitarse, a sabiendas de que el éxito de su proceso no está ni mucho menos garantizado. Por el contrario, para alcanzarlo deberá superar muchos desafíos de todo tipo.

Con sus luces y sus sombras, China reconoce en sí misma el potencial necesario para confirmarse como un gran actor, tanto en el plano regional como internacional. Hoy día cabe reconocerle el status de potencia regional en Asia oriental, con una capacidad creciente de intervención en diversos asuntos mundiales. En su zona inmediata habrá que habituarse a la exhibición de un papel más activo, si bien privilegiando los mecanismos de carácter bilateral en detrimento de los multilaterales, y reservando a éstos un papel meramente consultivo, sin liderazgos claros, con el propósito de evitar sentirse atado por la influencia que en ellos pudieran ejercer potencias rivales como EE.UU. o Japón.

    IV.        Visión e interacción con el mundo

China define la actual coyuntura internacional como un período de transición y turbulencia que prejuzga cambios profundos en el sistema global. A la hora de reflexionar acerca de la visión china del mundo actual se acostumbra a efectuar un ejercicio de paralelismo con la época de los Reinos Combatientes (siglos V a III a.n.e.), en plena decadencia de la dinastía Zhou, un tiempo caracterizado por la anarquía y los enfrentamientos entre los diversos reinos, hasta que uno de ellos logra erigirse como autoridad central (15). Para muchos autores chinos existe una gran semejanza entre el momento presente y esa época, a cuyo estudio se remiten con afán para comprender las posibles claves del tiempo actual y para decidir estrategias en frentes especialmente relevantes, como el relativo a la gestión de la confrontación entre el poder hegemónico y los actores emergentes.

El paralelismo entre la multipolaridad de aquella época y la actual le ofrece lecciones de interés para conformar capacidades y estrategias a fin de optimizar el poder nacional y fortalecer la posición de China en el sistema global. Por otra parte, también fomenta el paralelismo entre el reino Qin, vencedor resultante de la época y que permitió el propio nacimiento de China como estado unificado a instancias de Qin Shi Huang (221 a 207 a.n.e.), y la «dinastía» fundada por el PCCh en 1949, compartiendo, además de ciertas características reconocibles como el mandato autocrático, retos y objetivos similares a pesar de la distancia histórica que les separa.

Precisamente, una de las enseñanzas más relevantes de dicha época radica en la importancia de no precipitarse, dejando que el tiempo haga su tarea y vaya colocando las cosas en su lugar. La modestia y la paciencia son las mejores aliadas de quienes aspiran a triunfar en esta decisiva pugna. Las alusiones de Deng Xiaoping, el arquitecto de la reforma china, a la necesidad de «no portar la bandera ni encabezar la ola» (16) se refieren a esa conveniencia de esperar el momento adecuado y de no apresurarse en función de análisis voluntaristas de la situación que no reflejan con exactitud la realidad. Las invitaciones de los dirigentes chinos a ser cautelosos y prudentes y a no dejarse llevar por la falsa impresión que pudiera deducirse de los números propios y de las alabanzas (¿interesadas?) ajenas, son moneda común en el discurso político actual, ante el riesgo de ofuscación derivado de los éxitos acumulados y también de la propia experiencia histórica vivida durante el maoísmo, donde los intentos de acelerar el paso confundiendo los deseos con la realidad (Gran Salto Adelante, por ejemplo) derivaron en estrepitosos fracasos.

De EE.UU. a los BRIC, ni confrontación ni alianzas contra terceros

Otra enseñanza importante que se deriva del estudio de la época citada se refiere a la necesidad de evitar a toda costa la confrontación directa con el actor hegemónico, eludiendo recurrir a medios violentos   y apostando por la moderación y la perseverancia como valores clave para garantizar la culminación del proceso de emergencia. En tal sentido, China, después de negarse a tomar parte en una asociación bilateral comandada por Washington, ha tomado buena nota del notable incremento de las tensiones en todos los órdenes, ya sea económico (el déficit comercial, el yuan, la propiedad intelectual, etc), político (recepción al Dalai Lama o derechos humanos en general) o estratégico (nuevas ventas de armas a Taiwán, por ejemplo), aferrándose a la negociación, pese a la exhibición de ruido mediático dirigido al consumo interno, como mecanismo privilegiado para resolver los diferendos.

En el plano estratégico, lo que más parece preocuparle es el creciente interés de EE.UU. por incrementar su influencia en esas áreas próximas, que forman parte de lo que considera su espacio vital o de gran interés para garantizar su abastecimiento energético. En paralelo a esa ampliación de la presencia de EE.UU. en regiones de interés para China (Asia central o meridional), las tensiones estratégicas entre ambos podrían ir en aumento, reflejándose también en una intervención mayor en asuntos delicados que afectan a la estabilidad político-territorial (como Tíbet o Xinjiang), de importancia capital para China, entre otras razones por la interpretación que ha interiorizado del colapso de la URSS, sobrevenida, entre otros, a consecuencia de las tensiones nacionalistas en el Cáucaso y en el Báltico.

Además de rebajar la tensión a través del diálogo, la conformación de alianzas para burlar las hipotéticas políticas de contención adoptadas por el actor hegemónico resulta de vital valor. La importancia concedida a Rusia y a la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), el intento de configurar con Japón y Seúl la Comunidad del Este Asiático, el fomento de una relación más estrecha con los países de la ANSEA (Asociación de Naciones del Sudeste Asiático), las acciones orientadas a abrir fisuras en la coalición euroatlántica, etc., son ejemplos de ello,   si bien siempre se cuidará de conducirlas con extrema precaución para evitar dar la sensación de estar apostando por una política de bloques que pudiera derivar en la formación de una nueva bipolaridad.

En el caso concreto de los BRIC, cabe resaltar tanto la aún débil conformación de dicha alianza como la asimetría manifiesta en la relación de China con cada uno de sus miembros. Si bien es verdad que Beijing ha sabido reconstruir con Moscú unas relaciones mutuas siempre delicadas, fundamentándolas en la gestión de los intereses energéticos, la solución de las controversias fronterizas, la lucha contra el extremismo religioso o el separatismo, la visión compartida de un orden alejado de  la influencia estadounidense en Asia central, o la apuesta conjunta por la multipolaridad, las reticencias en torno a la situación en Siberia y en toda la región asiática del territorio ruso, que representan las tres cuartas partes de su inmensidad y donde se concentran la mayor parte de sus riquezas naturales, no han cejado del todo ni impedido la connotación de su entendimiento con una inequívoca sensación de coyunturalidad.

Rusia es una pieza clave en la consolidación de la OCS, un instrumento esencial en el sistema de seguridad regional que garantiza a China el desempeño de un papel singular en el mismo. Por otra parte, cabe señalar que en torno a la OCS no solo se construyen y desarrollan vínculos de naturaleza militar para ensayar medidas frente al terrorismo, sino también de orden económico, financiero, cultural, político, etc.

Por lo que se refiere a India, pese a las buenas intenciones mostradas por ambos países, reforzadas por una agenda en la que cobran importancia temas regionales e internacionales (la estabilidad en Asia meridional o el cambio climático) en los que acercan posiciones, la sintonía entre ambos países dista mucho de ser suficiente para dejar atrás las disputas, en las que todavía predomina un amplio frente que abarca asuntos diversos, desde los litigios fronterizos a la pugna por los recursos hidráulicos o energéticos, la respectiva influencia global en entornos geográficos competitivos (el continente africano, por ejemplo), etc. En lo económico, los riesgos de colisión en sectores clave como la informática, la biotecnología, la independencia energética (en la región, ambos rivalizan por el petróleo y el gas birmano), las relaciones con los países vecinos (Pakistán, especialmente), las simpatías de Nueva Delhi por la causa tibetana o taiwanesa y los titubeos de Beijing en relación a Cachemira, ofrecen un saldo complejo que brinda posibilidades a Occidente (Estados Unidos, Alemania) para contar en Asia con un aliado como India para, llegado el caso, contener la emergencia china.

En cuanto a Brasil, sin duda constituye su principal apuesta en América Latina, pero su relación, al menos durante el mandato del presidente Lula, va mucho más allá del intercambio comercial e incluye importantes coincidencias en el ámbito político (promoción de las relaciones Sur-Sur, apuesta por la multipolaridad, reforma de las instituciones financieras internacionales, etc.). China encuentra en Brasil un socio idóneo y confiable en el orden bilateral, pero también un aliado consistente para proyectar su influencia en la región latinoamericana y en el mundo, sumando capacidades para converger en la conformación de un nuevo orden global.

De igual manera que rechaza la implicación en un G2 comandado por EE.UU., China descarta participar, sensu contrario, en una carrera de armamentos que a la postre dilapidaría sus recursos y, como en el caso de la URSS, le llevaría a buen seguro a la derrota. En el Libro Blanco de la Defensa publicado en 1998 (17), el primero de su serie, se ofrece una visión de la situación internacional que abunda en el señalamiento de la confusión como característica esencial del momento actual y se alerta de los peligros que acechan tanto al orden internacional como al interno, pero cuidándose de destacar que el factor militar ni es el único ni siquiera el más decisivo a la hora de afrontar los retos del presente, destacando por su importancia la seguridad económica, que ocupa un lugar cada vez más relevante en la seguridad estatal. La economía es para China la base del poder duro.

Progreso e identidad

En general, en su análisis del tiempo presente, China vislumbra los dos siguientes objetivos esenciales. En primer lugar, afirmar una posición central en el orden mundial. En segundo lugar, asegurar la debida protección de su cultura y civilización en sentido amplio. A lo largo de la historia china, el confucianismo, vigente hasta la proclamación de la República en 1911, ha sabido moldear el poder y la sociedad china, convirtiendo a ésta en la única civilización antigua que ha logrado sobrevivir hasta hoy día. Ello se podría explicar en razón de su condición superior, basada no en el recurso del poder material, que siempre la haría efímera, sino en el conjunto de virtudes morales que la hacen envidiable y que le han permitido adaptarse a un mundo en permanente cambio.

La cosmovisión china actual es deudora de esa visión del mundo según la cual, dada su innata condición sobresaliente, los demás pueblos debían respetarla, admirarla e inspirarse en ella para mejorar. Al igual que en el plano interno, en el externo, la práctica de la virtud proporciona paz y estabilidad. El ejercicio del buen gobierno puede pacificar el mundo y encauzar sus tensiones por caminos no violentos. Su política exterior, que incorpora como valor, entre otros, la visión de largo plazo, donde destaca el ancestral realismo político, la concepción Estado-céntrica y la integración en la economía mundial, se orienta a una progresiva socialización en el sistema internacional, pero sin renunciar por ello a su identidad (18).

Esa condición única de su civilización ha alentado largos debates, no del todo cerrados, acerca de la naturaleza y dimensión de la conjunción entre los saberes occidental y oriental. Hoy día, superadas décadas de combate visceral contra el confucianismo, vuelve a primar la convicción de que lo esencial es lo oriental, mientras que lo accesorio es lo occidental. Esa percepción se ha acentuado en los últimos tiempos, cuando a raíz de la crisis financiera de 2008, China dejó en claro la pérdida de admiración incluso por la ingeniería financiera occidental, pasando a cantar las alabanzas de su modelo y su acierto al negarse a secundar a ciegas las exigencias internacionales. Se trata, pues, de asimilar, pero no copiar; de aprovechar cuanto de útil hay en el exterior, sin que ello afecte a la sustancia del pensamiento tradicional chino, que vuelve por sus fueros recuperando la condición de viga maestra del devenir social y político.

Cabe recordar que en el curso de la propia reforma han sido muchas las campañas contra la liberalización en sentido occidental y hoy mismo, al debatir sobre las propiedades y el futuro democrático del sistema político chino, se deja traslucir de nuevo ese debate, que no es solo entre liberalismo y autoritarismo, entre democracia y comunismo, sino entre pensamiento oriental y occidental. En cierta medida, los «cuatro principios fundamentales» formulados por Deng Xiaoping para evitar el derrape de la reforma (19), reflejan esa dicotomía entre lo esencial y lo accesorio. Los valores occidentales causan en China relativa admiración y podríamos hablar incluso de cierta frustración al ponderar las dificultades que conllevaría su aplicación mimética en una sociedad tan compleja. Pero, por otra parte, esos mismos valores se siguen equiparando con un liberalismo inapropiado, por cuanto pueden alterar la esencia china. En ella ha encontrado el PCCh el argumento irresistible para poner coto a una occidentalización que, por el contrario, podría tener efectos devastadores de fundamentar su rechazo en el ideario maoísta o marxista-leninista.

Todo el proceso de renacimiento de la nación china tiende a contemplarse desde el exterior con una visión muy epidérmica, dejando entrever la convicción de que conduciría a una occidentalización sin matices. Primero la economía, y tras ella vendría todo lo demás. Por el contrario, a medida que ha venido en aumento el poderío chino, también se ha fortalecido la introspección y el fomento de las claves morales y políticas tradicionales, ya sean éstas relacionadas con la virtud, la burocracia o  el papel preeminente del Estado, cuya función trasciende lo meramente económico. Ciertamente, podríamos decir que se trata de un recurso temporal, que aspira a llenar el vacío ideológico provocado por la erosión del ideario marxista-leninista pensamiento Mao Zedong que formalmente nuclea el oficialismo, a despecho de una realidad que parece evolucionar en un sentido diametralmente opuesto, pero ese repunte del tradicionalismo está lejos de ser un factor ocasional para insertarse en un resurgir que tiene en la cultura milenaria un referente de primer orden. La celebración con pompa y boato del natalicio de Confucio o la reanudación de ceremonias ancestrales fomentan esa conexión entre pasado y presente y alientan el orgullo social en torno a sus señas de identidad más certeras.

Esa condición de civilización más avanzada del orbe puesta al día influye sobremanera en su acción diplomática, ya que sugiere a los dirigentes una especial responsabilidad respecto a este momento histórico y un compromiso con la sagrada misión de recuperar el protagonismo perdido, lo cual no solo entraña asumir y adquirir posiciones de vanguardia en numerosos campos, sino trasladar dicha proyección al entorno mundial, afianzándose como una de las potencias centrales del sistema.

Indudablemente, dicho proceder estimula el nacionalismo interno, pero no todo el nacionalismo chino supone un problema para Occidente. El actual y mayoritario no es xenófobo, ni culpa al exterior de los males que aquejaron al viejo imperio y que provocaron su caída, sino que, por el contrario, procura la aceptación del exterior y reivindica la necesidad de la colaboración para fomentar el desarrollo económico, sin temer el contacto ante la seguridad de la superioridad cultural y política de su sistema (una supremacía reforzada por la mejora general de sus índices materiales), en parte en construcción y en proceso de evolución permanente.

En suma, China se ve en el mundo como una civilización singular, cuya preservación depende, en última instancia, del poder económico y de la persistencia de una férrea voluntad capaz de sustentar una soberanía política suficiente para impedir la reiteración de cualquier humillación, confiando en sus propias capacidades y potencialidades para desempeñar el papel central que le corresponde en el sistema, en función de sus dimensiones actuales y de la enormidad de su legado. ¿Pone en cuestión la hegemonía de Occidente? Tal desarrollo, sin duda alguna, aun sin buscar necesariamente la confrontación ni tratar de imponerse a terceros, implica el surgimiento de un nuevo actor internacional de proyección global, capaz de imponer de facto a terceros unas nuevas reglas de juego, claramente limitadoras de la tradición impuesta en los dos últimos siglos.

El modelo chino de sistema internacional

El punto de inflexión histórica que vivimos desde la desintegración de la URSS, a pesar de los contratiempos que ha supuesto, ofrece a China la oportunidad de participar de forma prominente en la configuración    de un nuevo orden mundial. El declive de EE.UU. y el ascenso de otras potencias, periféricas o no, abren perspectivas sólidas para asentar esta hipótesis, si bien pudiera cuajar en diferentes escenarios. El hecho de que el factor económico, más que el propiamente militar, sea decisivo en la configuración de ese nuevo orden, le reserva a China un papel crucial, especialmente si logra mantener el actual rumbo, razón por la cual no perderá de vista que el mantenimiento de su ritmo de crecimiento y la solución de los problemas relacionados con su desarrollo son los asuntos prioritarios que le permitirán confirmar sus propias expectativas.

No obstante, la incertidumbre respecto a la configuración mundial aboca a China, por otra parte, a optar por estrategias complejas de seguridad integral que sitúan en el mismo plano los factores internos y externos, así como la práctica totalidad de los ámbitos sectoriales, con especial atención a aquellos con mayor capacidad de proyección de poder (desde el desarrollo tecnológico en general a la exploración del espacio celeste).

China reivindica un nuevo orden internacional, en proceso de construcción y por lo tanto con perfiles no del todo definidos. No tiene duda acerca de su estructura, apostando por la multipolaridad (EE.UU., UE, Rusia, Japón y China, pero también Brasil, India y quizás otros más) en un contexto de quiebra efectiva de la hegemonía estadounidense. Igualmente, reserva a la ONU un papel sustancial, considerando que su reforma, si algo debe preservar, es la soberanía de los estados miembros, que debiera salir reforzada de dicho proceso. Y apuesta asimismo por graduar su compromiso con la agenda global, en aras de reforzar su imagen de país bienintencionado, abierto y pragmático (20).

El nuevo concepto de seguridad

En el Libro blanco de la defensa de 1988, China formula un nuevo concepto de seguridad que parte de la doble idea del reforzamiento inicial de la condición hegemónica de EE.UU. en la post-guerra fría (con  el aumento de su presencia en todo el mundo, incluyendo Asia central   y oriental, la modernización activa de su tecnología militar, etc.) y la necesidad de vencer las reticencias de sus países vecinos ante las implicaciones estratégicas de su ascenso, multiplicando los esfuerzos por desactivar la tesis de la amenaza china y por calmar las preocupaciones surgidas por su impacto en la estabilidad regional. En esa visión renovada de la seguridad, China sigue apostando por los cinco principios de la coexistencia pacífica (respeto mutuo a la soberanía e integridad territorial, no agresión, no intervención de un país en los asuntos internos de otro, igualdad y beneficio mutuo y coexistencia pacífica) formulados por Zhou Enlai en 1954.

La construcción de un orden alternativo al diseñado por EE.UU. se basaría en el fomento de la negociación y de la paulatina introducción  de medidas de confianza, suscribiendo acuerdos de seguridad sobre la base del beneficio mutuo. Así, en crisis recientes como el litigio nuclear norcoreano o el iraní, China se ha conducido promoviendo estrategias de mediación y negociación, habilitando estructuras al efecto (caso del diálogo hexagonal), y solo aceptando a regañadientes secundar políticas de sanciones en las que dice no creer (y que raramente está dispuesta a aplicar).

En estas coordenadas, la exigencia de un mundo más justo es inseparable de la promoción de un comportamiento noble a nivel internacional. China, como hemos visto, concede una gran importancia discursiva al ideario moral, un elemento que pretende asociar a su cultura política tanto en el orden interno (a pesar de sus flagrantes incoherencias en materia de derechos humanos) como en su actuar exterior (a pesar de que las muchas críticas relacionadas con su comportamiento en el continente africano o en América Latina pudieran desmentirlo). No se trata de un principio inocente o un ejercicio de buenismo gratuito, sino de   una estrategia basada en el convencimiento de que la persistencia en principios éticos permite ganar influencia en los asuntos internacionales. Ese poder blando, respaldado por una economía en pleno auge, podría contribuir de forma decisiva a elevar su status global.

En cualquier caso, el respeto a la soberanía y a la seguridad nacional son prioridades básicas para el gobierno chino. Hoy, su visión de las relaciones internacionales ya no es deudora de concepciones ideológicas basadas en el ideario marxista, que formalmente aun inspira su cuerpo doctrinal, si bien puede estar presente de forma marginal en alianzas de facto sostenidas con países como Cuba o Venezuela. En una sociedad que en las últimas tres décadas ha experimentado un auge vertiginoso de la pluralidad social, el interés nacional ya no se confunde con los intereses de clase (obrera o campesina) y ha integrado en él a todas las clases sociales que han emergido como consecuencia del proceso de reforma, de igual modo que ha intentado integrarlas en el PCCh, decapitando así cualquier posibilidad de autoorganización fuera de su órbita de control.

El orden regional

Con frontera con catorce países, se comprende que la estabilidad en su entorno geográfico más inmediato sea una preocupación central del gobierno chino. En los últimos años, ha multiplicado las iniciativas en  este sentido y es aquí donde primero pudiera disponer de la capacidad necesaria para afirmarse como un actor decisivo a la hora de configurar marcos genuinos de seguridad.

En el orden regional, sus mayores temores son EE.UU., Japón, India y los países de la ASEAN. Además de la agenda global que gestiona con Washington, que ofrece quiebras y desavenencias importantes (el desequilibrio comercial, la apreciación del yuan, la propiedad intelectual, el acceso a los mercados, etc.), China teme que el regreso de EE.UU.   a Asia, anunciado por el presidente Obama y su secretaria de Estado, Hillary Clinton, tras dar por concluidas sus operaciones de combate en Irak, no sea constructiva. La reafirmación de la importancia de mantener la seguridad marítima, el libre comercio y la libertad de navegación en Asia oriental, manifestada en la cumbre de EE.UU. con los países de la ASEAN celebrada en septiembre de 2010 en New York, es interpretada en Beijing como un mensaje inequívoco: China es considerada una amenaza para la influencia de Washington en el Sudeste asiático.

Así, la vuelta de EE.UU. a Asia constituye uno de los mayores retos estratégicos de China. En la última década se ha involucrado en un proceso de acelerado impulso del intercambio de sus economías, apostando por una mayor integración y por solucionar de forma amistosa los conflictos regionales, en el marco del Código de Conducta en el mar de China meridional adoptado en 2002. Ahora, Beijing ha reaccionado de forma airada acusando a EE.UU. de avivar injustificadamente las tensiones (especialmente tras el acercamiento a Vietnam), multiplicando sus gestos para evitar el nacimiento de una alianza entre EE.UU. y la ASEAN con el fin de contenerla.

Por lo que respecta a Japón, son bien conocidos los altibajos que condicionan su relación bilateral. El acercamiento logrado en los últimos años, tanto en el orden económico como político, no ha logrado poner sordina a los viejos contenciosos, mientras las tensiones aumentan por los litigios en las islas Dioayutai/Senkaku y en el mar de China oriental. En tales circunstancias, los intentos de configurar una Comunidad del Este asiático, con núcleo en las tres economías más dinámicas de la región (Corea del Sur, China y Japón), enfrentan poderosas dificultades, al tiempo que impiden quebrar el liderazgo de EE.UU. en la zona.

En lo que se refiere a India, a pesar de los notables avances registrados en la normalización bilateral durante el mandato de Hu Jintao, la persistencia de diferencias en los litigios fronterizos y la tradicional desconfianza, reforzada por el acercamiento de Nueva Delhi a Washington, hacen prever que el hipotético entendimiento avanzará lentamente y será pletórico en cautelas.

En relación a Afganistán, cabe destacar la divergencia inicial de intereses entre China y la OTAN. Al igual que ésta, China también reclama una solución regional y enfatiza la importancia de la cooperación global en la lucha contra el terrorismo pero, especialmente ante la degradación de una situación que nuevamente parece favorecer a los talibanes, insiste en reclamar la salida de las tropas de la OTAN y su sustitución por una fuerza de Naciones Unidas, condición que considera esencial para facilitar la reconciliación entre las facciones afganas.

Por otra parte, aceptando que Afganistán constituye la principal amenaza a la seguridad en la región pero considerando que este problema no puede resolverse por medios militares, su contribución a la estabilización del país se centra en la multiplicación de las inversiones y de su presencia empresarial, con la mirada puesta en la explotación de los recursos minerales del país. China inserta el proceso afgano en la estrategia de desarrollo de las regiones de su Oeste, contando para ello con una creciente anuencia del gobierno de Kabul. No obstante, el incremento de su influencia regional tiene en Afganistán uno de sus flancos más frágiles e inestables.

Todo ello configura un escenario regional en el que China se verá obligada a operar con extrema cautela, a sabiendas de que su comportamiento será contemplado como un banco de pruebas de su hipotético actuar a escala global. La traducción de su poder económico en capacidad e influencia política benefactora debe salvar numerosos escollos entre aquellos vecinos que discrepan a fondo de unas reivindicaciones territoriales que podrían desbordarse, acentuando también los diferendos internos en los grupos dirigentes del país sobre la línea a seguir (básicamente si cabe o no el recurso a la fuerza).

      V.        La estrategia China para lograr un mundo armonioso

China dice anhelar un siglo XXI nuevo, cooperativo, pacífico, democrático y armonioso. Para ello está dispuesta a implicarse más en los asuntos mundiales, de conformidad con su estrategia de desarrollo pacífico, ejerciendo como país responsable, aunque sus compromisos difícilmente podrán ir más allá del conocido pragmatismo. Oficialmente declara también que no aspira a la hegemonía ni a convertirse en una superpotencia, sin ambicionar tampoco disponer de esferas de influencia. ¿Es creíble todo ello?

Un orden multipolar

La principal ambición de China se concreta en la configuración de  un orden multipolar capaz de atar en corto a EE.UU. y donde sea reconocida como uno de los grandes países del sistema mundial, de forma que su creciente poder no sea causa de conflicto sino que se conforme como un activo más para favorecer la institucionalización de marcos de cooperación en pie de igualdad. Ello no obsta a que reivindique más poder efectivo en los foros internacionales, asegurando así una implicación mayor en los mecanismos multilaterales, pero exigiendo también la cuota de poder que proporcionalmente le corresponde.

En este contexto, muy selectiva a la hora de aceptar formar parte de las estructuras directoras habilitadas por el mundo rico, China apuesta por el fomento de la cooperación Sur-Sur como expresión de continuidad con su tradicional tercermundismo y como vía efectiva no solo para implicarse de forma activa en el desarrollo de alianzas con sus potenciales socios, sino para configurar con ellos una agenda internacional capaz de incidir en las actuaciones y decisiones de los países más desarrollados, como primer paso para cristalizar una nueva correlación de fuerzas. Lo hemos visto durante la cumbre de Copenhague. En ella, China, India y otros países del Sur han secundado propuestas abiertamente críticas con la actitud del primer mundo, exigiendo capitales y tecnología para compensar los esfuerzos que los países en vías de desarrollo deben asumir para corregir el rumbo del planeta. La potenciación de esta política le asegura un relativo liderazgo en el Tercer Mundo, en el que ya no se conduce conforme a patrones de corte ideológico como antaño, sino que enmarca sus relaciones en un pragmatismo compartido que, por su impacto, puede tener efectos transformadores nada desdeñables tanto en ciertos países concretos como en el conjunto de las relaciones internacionales.

Para dar al traste con la hegemonía occidental, otras estrategias chinas se orientan a quebrar el eje más sólido y desafiante (el formado por la UE, Japón y EE.UU.) tratando de impulsar políticas que permitan abrir grietas en la principal alianza que ha vertebrado buena parte del siglo XX. La apuesta por el fomento de la democratización de las relaciones internacionales, así como la estimulación de la autonomía de cada uno  de los actores (especialmente los más relevantes), llenando de contenido las alianzas estratégicas que ha dibujado con cada uno de ellos, son medidas que aspiran a configurar marcos de relación bilateral que le proporcionen mayores oportunidades para también debilitar la cohesión de unos frentes que, unidos, podrían estar en condiciones de imponerle reglas más estrictas. Asegurando en todos los actores importantes una mayor libertad de acción respecto a Washington, China podría conseguir de todos ellos un nivel de cooperación mucho más intenso y favorable. En este marco, los foros ASEM o las cumbres China-UE, así como la Comunidad del Este Asiático son pilares de gran calado estratégico por los que China seguirá apostando en el futuro, con independencia de los altibajos ocasionales que pudieran producirse. El desarrollo del comercio y la inversión, por otra parte, serán los factores clave para dinamizar dichos procesos, acompañados del natural incremento de su influencia política.

El test regional

En el orden regional, la preocupación más inmediata de los dirigentes chinos consiste en frenar las posibilidades de una mayor presencia militar de EE.UU. en dicho entorno y lograr que éste acepte su emergencia, convenciendo a Washington de que una China próspera conviene a sus intereses. China aspira a convertirse en el garante del nuevo orden en la zona, reduciendo y suplantando el peso y la influencia de la alianza entre Japón y EE.UU. Para ello, además de fomentar la autonomía relativa de Tokio y neutralizar a Washington desplegando iniciativas de gran calado en relación a Seúl o Taipéi, viene promoviendo desde los años noventa una política de buena vecindad, con el claro propósito de vencer las desconfianzas y temores de sus vecinos.

La principal sombra de esta estrategia y el principal desafío a su seguridad se llama Taiwán. Todas las políticas adoptadas en la zona tienen como principal referente asegurar un orden regional que favorezca la reunificación con Taiwán, un objetivo indispensable para culminar el proyecto modernizador. Obviamente, se trata de lograr la reunificación de modo pacífico, pero ¿podría recurrir a la fuerza? La ley antisecesión aprobada en 2005 no deja dudas al respecto y la posición en este extremo ha sido reiterada hasta la saciedad por sus máximos dirigentes. La estrategia china en este sentido tiene tres pilares básicos. En primer lugar, consolidar un compromiso de no intervención de EE.UU. en este contencioso (también en Tíbet), asegurando a cambio no afectar los objetivos generales de EE.UU. en Asia-Pacífico. En segundo lugar, el fomento de la cooperación económica, social y cultural entre los gobiernos y las sociedades a ambos lados del Estrecho. Por último, la construcción de unas fuerzas armadas que le aporten credibilidad a su política.

La reciente firma de un Acuerdo Marco de Cooperación Económica y el pacto alcanzado para poner fin a la guerra diplomática que enfrentaba a Beijing y Taipéi han generado un nuevo clima. Desde el anuncio de la «tercera cooperación» (las dos anteriores se llevaron a cabo en los años veinte y treinta del siglo pasado) entre el Kuomintang (KMT) y el PCCh a partir de 2005, la inestabilidad y el conflicto que presidieron la etapa del presidente Chen Shui-bian (2000-2008) han quedado atrás. No obstante, pese a lo acelerado del acercamiento cabe resaltar su fragilidad ya que viene a depender de la capacidad del KMT para revalidar su liderazgo en una isla entre cuya población (23 millones de habitantes) reina la más absoluta división respecto a la actitud a mantener en relación al continente. Por otra parte, cabe señalar que pese a los avances registrados en las relaciones bilaterales en numerosos órdenes, el diálogo político o en materia de defensa no será fácil y su inicio formal deberá esperar, como poco, al segundo mandato del actual presidente Ma Ying-jeou, de repetir en el cargo en las reñidas elecciones que celebrará Taiwán en 2012.

Asimismo, los diferendos en el mar de China meridional suponen una prueba de fuego para Beijing, que debe lidiar con la emergencia del liderazgo de Vietnam, país que junto con Filipinas, Malasia, Indonesia…, cuestiona la soberanía reclamada por el poderoso vecino del norte sobre estas aguas, ricas en recursos pesqueros, además de gas y petróleo según revelaron algunos estudios (21). Si China actúa ahora con más energía a la hora de hacer valer sus reclamaciones y afirmar sus hipotéticos derechos, EE.UU. enfatiza su interés en asegurar la libertad de navegación en la zona instando, a la vez, un realineamiento de posiciones de los países de la ASEAN y la internacionalización de las reclamaciones.

La preocupación de Vietnam por las diferencias marítimas con China explica el acercamiento de Hanói a EE.UU. o la firma de un importante acuerdo en materia de defensa con Rusia (el acuerdo con Moscú incluye la compra de seis submarinos) con el propósito de contrarrestar sus ambiciones en dicha zona ante el aumento de las disputas por el control de sus riquezas de todo tipo y el temor a que la creciente fortaleza china haga más difícil cualquier entendimiento en el futuro. La alianza ideológica y económica que mantienen los partidos y gobiernos de Vietnam y China, con reiteración de seminarios teóricos y encuentros políticos al máximo nivel, no impide ni rebaja el nivel de las desconfianzas. Se diría incluso que las disputas por las islas Paracel (de hecho administradas por Beijing desde hace 30 años) y las Spratley van en aumento. En 2009, el Libro Blanco sobre la defensa nacional de Vietnam, el tercero publicado desde 1998, insiste en reivindicar la soberanía de esta zona. Por  el contrario, sí ha habido acuerdo en la demarcación final de su frontera terrestre, después de ocho años de denodados esfuerzos.

Habiendo interiorizado que históricamente su declive se forzó desde el mar, para China este espacio es de importancia vital, por lo que podría aceptar la explotación conjunta de los recursos, incluidos los pesqueros, en tanto en cuanto le asegure la capacidad para establecer un diseño propio de la nueva Asia que emerge con la constelación de economías presentes en la zona. No obstante, su rechazo tanto del diálogo multilateral como de los acuerdos definitivos, quizás a la espera de disponer de mejores condiciones en términos de poder para imponerlos con más facilidad a sus vecinos, deja entrever su afán por consolidar la superioridad regional. ¿Volverán los «reinos tributarios» o se establecerán y respetarán nuevas reglas que aseguren los intereses esenciales y respectivos de todos los países asiáticos? A China le corresponde despejar las dudas existentes. Cuanto antes, mejor.

China también ha mostrado su oposición al intento de Japón de ampliar la plataforma continental en el Pacífico Sur, descalificando la solicitud tramitada por Tokio ante la Comisión de Límites de la Plataforma Continental de la ONU. Por otra parte, también exigió de Japón el cese en toda acción relacionada con las islas Diaoyu. Por su parte, Tokio reprochó a China la explotación de un yacimiento de gas (Tianwaitian) en una zona contestada del mar de China oriental, en lo que definió como una violación del acuerdo suscrito entre las dos partes en junio de 2008 sobre la base del mantenimiento del statu quo.

Es en este contexto regional y en su habilidad para gestionar los múltiples litigios que debe enfrentar, donde China visibilizará mejor su disponibilidad y voluntad para transformar el orden existente. A diferencia del ámbito global, donde primará la coexistencia con el aún hegemón, aquí espera traducir en ventaja estratégica el aumento de su poderío, aprovechando las oportunidades que le brinda su nuevo status para resarcirse de las heridas del pasado.

La interdependencia del denguismo frente a la autarquía del maoísmo

China ha aceptado la interdependencia, en buena medida porque ha sabido beneficiarse de ella y la considera un colchón moderador de las tensiones que persisten en la relación con determinados países. A diferencia de Mao (y los emperadores de la China dinástica), que siempre desconfió de cualquier fórmula que implicase dependencia respecto al exterior e insistió hasta la saciedad en apoyarse en las propias fuerzas, sobreviviendo durante tres décadas en condiciones de práctica autarquía, Deng Xiaoping puso rumbo en la dirección totalmente contraria (22).

La mayor dificultad estratégica estriba en cómo encajar el pujante nacionalismo chino en las dinámicas de globalización en boga. La respuesta a dicho interrogante va a depender de la evolución del debate interno entre nacionalistas y prooccidentales, cuyo saldo final resultará, en buena medida, de la consideración o no de Occidente como una amenaza  a las tradiciones y singularidades chinas y a su afirmación como actor soberano en el orden global. Si la influencia que Occidente busca en la transición china se manifiesta primordialmente a través de la hostilidad, lo más probable es que ello acentúe el enrocamiento y la beligerancia china. Si por el contrario, se acepta esa singularidad, lo que equivale     a respetar su identidad política y cultural confiando en una evolución cuyos ritmos se van a decidir a nivel interno, es más probable que nos encontremos con una China prioritariamente cooperativa.

Sea como fuere, para China, la clave del siglo XXI seguirá asociada a la vigencia del binomio paz y desarrollo, formulado en 1980 por Deng Xiaoping, y la armonía, como expresión y aportación del pensamiento social chino, será su valor esencial. En la recámara de una formulación tan simple y formalmente atractiva, se esconde un profundo cuestionamiento de la hegemonía de Occidente y el implícito convencimiento de que a todos ha llegado la hora de aprender de Oriente. La interdependencia será, ciertamente, reciproca.

    VI.        Conclusiones y escenarios

Discernir el papel a desempeñar por China entre las principales naciones del mundo y en un futuro inmediato constituye una de las mayores incógnitas del presente. Para resolverla, aunque solo sea parcialmente, pueden resultar de interés los modelos de conducta que nos ofrecen sus fuentes históricas y culturales, en especial de la China dinástica, de los que se pueden deducir actitudes y variables que, a buen seguro, influirán en su análisis de la realidad internacional contemporánea y en sus comportamientos.

Los próximos años serán decisivos, pues en ellos China se juega el éxito o el fracaso de su estrategia de modernización, circunstancia que acentuará los temores respecto a los intentos de terceros por influir en su proceso para condicionarlo o impedirlo (23). Esa percepción, muy extendida en China (como hemos podido constatar de nuevo a resultas de la concesión del premio Nobel de la Paz 2010 al disidente Liu Xiaobo), explica el redoblamiento de las cautelas respecto de aquellos actores que pueden estar en condiciones de operar en dicho contexto. La existencia de numerosas fragilidades internas, tanto en el orden económico-social como político-territorial, ofrece un poderoso caldo de cultivo para que  las convulsiones eclosionen si cabe con mayor ímpetu.

Su acción exterior tendrá por primer objetivo ganarse la confianza  de terceros países, para que no vean en la febril búsqueda por labrarse una hipotética posición de potencia global una amenaza a sus propios intereses (24). Pero su principal debilidad, a fin de cuentas, radica en el autoritarismo y la rigidez interna de un sistema político que, si bien le ha sido de gran utilidad para asegurar la emergencia, podría no obstante, de no actualizarse, convertirse en causa directa de una inevitable crisis y fracaso.

Nos hallamos, por otra parte, en los albores de una modificación del sistema regional que podría tener implicaciones globales sustantivas en una o dos décadas más. Hoy día, China ya es un actor decisivo en Asia oriental. La aproximación con Taiwán supone para EE.UU., Japón y los países de la ASEAN una preocupación esencial, ya que le proporcionaría el control de las rutas de navegación de los mares de China meridional y de Japón. Es por ello previsible que EE.UU. no facilite un acuerdo definitivo con Taiwán ni acepte retirar su presencia militar en Japón o Corea del Sur, además de aumentarla en el Sudeste asiático.

La evolución de las relaciones con EE.UU. será un factor clave en el inmediato futuro y pese a las buenas palabras, la acumulación de contenciosos bilaterales, especialmente en el orden económico, así como la divergencia de intereses y métodos a aplicar en cuestiones de alcance global, además de la competición estratégica desatada en entornos geopolíticos (América Latina, África) que para China representan hoy una necesidad inapelable para garantizar su ritmo de crecimiento, parece abocar a ambos socios y contendientes a un conflicto tibio y prolongado cuyos resultados no pueden prejuzgarse.

En tal tesitura, el recurso al nacionalismo brindará al PCCh el argumento y la coartada precisa para persistir contra viento y marea en su proyecto modernizador. Hoy, cuando se celebran los natalicios de Confucio, se promueven las ceremonias y ritos a la antigua usanza, etc., se advierte con claridad que la ideología nacionalista a la que se adhiere el PCCh se apoya en la actualización de su tradición, alejando cualquier repunte de espíritu antitradicionalista como mecanismo de bloqueo de las tendencias occidentalizadoras, rechazadas formalmente desde el inicio mismo de la política de apertura.     

Con su éxito, el PCCh ha ido transmutando su ideario original en una decidida apuesta por la reivindicación del legado cultural propio en un sentido amplio, superando las disquisiciones ideológicas de antaño. De esta forma, ha logrado evitar la conformación de una corriente social relevante de hostilidad, fenómeno previsible en función de su erosión ideológica y de la proliferación de manifestaciones sociales y económicas adversas a su ideario tradicional, en virtud de la introducción del mercado o de la pluralización de formas de propiedad, facilitando un mecanismo de identificación social con el régimen que se fundamenta en la supuesta «hostilidad» de un Occidente interesado en impedir su despertar. La cultura tradicional va camino de afirmarse así como un auténtico y eficaz escudo contra la penetración occidental y salvaguarda no solo del hecho cultural en si, sino también del propio sistema político, presentado como expresión y garante de dicha evolución.

Puede que la China emergente y triunfante esté dispuesta a cooperar aceptando las coordenadas principales del orden vigente, mostrando una disposición a aceptar compromisos y abandonando toda aspiración a modificar el statu quo. Ello podría ser así en tanto Occidente extreme el valor de la interdependencia y también en la medida en que la propia evolución del sistema internacional no impida la satisfacción de sus intereses, en especial en cuanto atañe a la culminación de su proceso de desarrollo interno y al reconocimiento de sus potestades en el orden regional.

Por el contrario, podemos hallarnos ante una China partidaria de la ruptura del statu quo si llega a la convicción de que ni su autoridad ni sus ambiciones, ambas en proporción a sus dimensiones naturales, le son reconocidas. Es obvio que si ambiciona un sistema regional que asuma su superioridad, ello exigirá modificar el actual estado de cosas  y enfrentarse a EE.UU. y sus aliados regionales a fin de lograr el reconocimiento de su nuevo perfil. El desempeño de un papel preponderante exigirá moderación de sus vecinos (una neutralidad activa y limitante de la soberanía), sin descartarse en modo alguno el recurso a medidas de presión que permitan hacer valer sus intereses.

Pero puede también que no ocurra ni una cosa ni la otra si China se adentra en una espiral desestabilizadora como consecuencia del agravamiento de las tensiones internas. Sin duda, la próxima década será decisiva para gestionar tan compleja agenda, tarea que será abordada por esa nueva generación de dirigentes que asumirá las riendas del país a partir de 2012. De su habilidad para sortear las múltiples tensiones económicas, sociales y políticas dependerá que Beijing pueda satisfacer sus ambiciones más profundas, sentando, ahora sí, las bases definitivas para cerrar el período de decadencia iniciado en el siglo XIX y pasando a ocupar de nuevo una posición de privilegio en el orden global.

En cualquier caso, cabe señalar que la primera prioridad de China seguirá siendo el asegurar la supervivencia en un entorno no del todo fácil; en segundo lugar, afirmarse como parte integrante y activa del orden internacional; y tercero, culminar su modernización. Sobre la base de estas tres constantes que podemos apreciar a lo largo de su reciente historia, cabría predecir un comportamiento básicamente estable y estabilizador a nivel global en tanto disponga de garantías para salvaguardar su sistema político, asegurar la soberanía y recuperar plenamente su integridad territorial, todos ellos objetivos equiparados a intereses fundamentales e irrenunciables pero que pudieran ser motivo de tensiones con terceros países.

Xulio Ríos Paredes, en ieee.es/

Notas:

(1)    Esta expresión alude al gradualismo y a la experimentación, notas que caracterizan  el proceso de reformas, aludiendo también a la necesidad de analizar localmente los efectos de una medida antes de generalizarla en el conjunto del país.

(2)    ANGUIANO, Eugenio (coord.), China contemporánea, México, El Colegio de México, página 268.

(3)    SUN, Zi, El arte de la guerra, Beijing, Ediciones en Lenguas Extranjeras, pág. 21.

(4)    LI, Hongmei, El Tío Sam ya está muy viejo para ser líder en Asia, Diario del Pueblo, http://spanish.peopledaily.com.cn/31619/7162472.html, 11.10.2010. Fecha de la consulta: 11.10.2010.

(5)    RIOS, Xulio, China en 88 preguntas, Madrid, La Catarata, 2010, pág. 264.

(6)    BREGOLAT, Eugenio, «China: el desarrollo galopante», El Imparcial (13.09.2010), 12

(7)    China Internet Information Center, China, una nación en vías de desarrollo se enfrenta a problemas de crecimiento, disponible en http://spanish.china.org.cn/china/txt/2010/10/06/content_21067385.htm. Fecha de la consulta: 11.10.2010.

(8)    Agencia de Noticias Xinhua, «China se enfrenta a grandes obstáculos para lograr meta de conservación energética», 18 de agosto de 2010, disponible en http://spanish. news.cn/enfoque/2010/08/18/c_13450599.htm. Fecha de la consulta: 11.10.2010.

(9)    Ibídem.

(10)      Xinhua, «Primer ministro Wen explica «China real» en debate de ONU, 23.09.10. http://spanish.news.cn/mundo/2010/09/24/c_13526816.htm Fecha de la consulta: 23.09.2010.

(11)      Xinhua, «China’s developing-country identity remains unchanged», 13 de agosto de 2010, disponible en  http://www.china-embassy.org/eng/gdxw/t723893.htm  Fecha  de la consulta: 13.10.2010

(12)      RIOS, Xulio, Desarrollo, unidad y democracia «a la China», en Política Exterior núm.137, septiembre-octubre 2010, pág. 42

(13)      RIOS, Xulio, «Un Nobel a tiempo», en El País (12.10.2010).

(14)      Las actitudes occidentales no aislarán a China, en Diario del Pueblo, 30.09.2010, http://spanish.people.com.cn/31619/7155634.html Fecha de la consulta: 09.10.2010.

(15)      MALENA, Jorge E., China, la construcción de un país «grande», Buenos Aires, Céfiro, 2010, pág. 83. Esta obra constituye una excelente aproximación a esa aspiración de China de convertirse en un «país grande» de la comunidad de Estados.

(16)      Principio aplicado en la política exterior y que alude a la necesidad de mantener un perfil bajo y discreto, garantizando la participación en todas aquellas acciones que no contradicen los cinco principios de la coexistencia pacífica, pero sin liderarlas, evitando que China se presente como cabeza de organizaciones y movimientos de signo internacional, especialmente aquellos que pueden herir susceptibilidades. La frase alentó muchas especulaciones sobre las «verdaderas intenciones» de China en el plano diplomático, una vez recupere plenamente su poderío nacional.

(17)      Accesible en http://www.china.org.cn/e-white/5/index.htm

(18)      OVIEDO, Eduardo Daniel, China en expansión, Córdoba (República Argentina), Editorial de la Universidad Católica de Córdoba, 2005, pág. 39.

(19)      RIOS, Xulio, China: de la A a la Z, Diccionario general de expresiones chinas, Madrid, editorial Popular, 2008, pág. 65.

(20)      MALENA, op.cit, 151.

(21)      Una visión general de esta problemática puede encontrarse en OVIEDO, óp. cit. 198.

(22)      RIOS, Xulio, Mercado y control político en China, Madrid, La Catarata, 2007, pág. 137.

(23)      MALENA, óp. cit., 109.

(24)      ANGUIANO ROCH, Eugenio, «China como potencia mundial: presente y futuro», en CORNEJO, Romer (coord.), China, radiografía de una potencia en ascenso, México, El Colegio de México, 2008, pág. 97.


Carlos Westendorp y Cabeza

 

    I.                El futuro es hoy

El Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE), al encomendarnos este cuaderno de estrategia titulado «Las potencias emergentes hoy: hacia un nuevo orden mundial», ha querido acotar nuestro trabajo, de forma inequívoca, tanto en el espacio como en el tiempo.

En el espacio, ya que al describir un fenómeno de tan clamorosa actualidad como es la irrupción con gran fuerza –por vez primera, en algunos casos; o como una nueva edición de la Historia, en otros– de nuevos y poderosos actores en el panorama mundial, ha querido circunscribirlo a cuatro de entre ellos, los llamados BRIC (Brasil, Rusia, India y China), sin duda los más importantes. Se trata de actores distintos de los que hasta hace poco han venido dominando la escena internacional –clasificados estos últimos bajo la designación genérica de «primer mundo»– y a los que por su reciente surgimiento –o resurgimiento– se les ha dado en llamar «potencias emergentes». Su imponente dimensión geográfica, su impresionante demografía, sus ingentes recursos naturales, sus espectaculares índices de crecimiento económico y, en la mayor parte de los casos, su fuerte identidad cultural, todos ellos factores que configuran   a las grandes potencias, están impulsando un rápido y nítido desplazamiento del eje de gravedad económico y político del mundo desde    el Occidente hacia el Este y hacia el gran Sur; hacia Asia y el Pacífico y hacia algunos conjuntos del hemisferio meridional.

En el plano temporal, al situar el fenómeno que acabamos de describir en el día de hoy, en las postrimerías de 2010, el IEEE ha querido huir de los planteamientos prospectivos al uso, que consisten en hacerse la pregunta de cómo será el mundo de aquí a quince o veinte años y tratar de responderla echándole más o menos imaginación. Como decía Niels Bohr (1), «hacer predicciones es muy difícil, sobre todo cuando se trata del futuro». Lo que vaya a pasar en el futuro tiene mucho que ver con   lo que está pasando en el presente. El análisis prospectivo, la visión de futuro se hace a base de escudriñar las actuales tendencias y de proyectarlas hacia un tiempo más o menos lejano. Muy pocas veces los futurólogos predicen hechos que se aparten de esta lógica. De ahí que todas las ponencias de este cuaderno se centren en un pormenorizado análisis del presente, como fundamento de los escenarios a que la evolución posterior de los acontecimientos pueda dar lugar. Es en ese sentido por lo que puede afirmarse que el futuro es hoy. Luego veremos que esa misma afirmación es también aplicable a la necesidad de ponerse a trabajar desde hoy mismo si queremos ayudar a configurar nuestro destino.

  II.        Los cambios imprevistos… y los previstos

No se nos debe ocultar, sin embargo, que muchas veces acontece que una buena observación del presente no nos conduce necesariamente a una acertada predicción de acontecimientos venideros. De hecho no hay evidencias concluyentes de que el cambio dramático que se produjo durante las dos últimas décadas, que han sido la bisagra entre dos siglos, hubiese sido científicamente previsto. Como tampoco lo fueron los factores que impulsaron el cambio: la caída del Muro de Berlín; la penetración de Internet; la orgía de terror que comenzó el 11 de septiembre; y la crisis económica. O las consecuencias del cambio mismo, entre las que sobresale el alumbramiento de un mundo multipolar y el (re)surgimiento de las potencias emergentes.

Imprevistos, o simplemente ignorados, el hecho es que los cambios acaecidos nos han traído un mundo muy diferente al que nos habíamos habituado a vivir hasta 1990. En efecto:

El fin de la guerra fría, simbolizado por la caída del Muro de Berlín, trajo consigo igualmente el fin de la confrontación entre dos polos ideológicamente opuestos. Con el crepúsculo de ese mundo bipolar nacía, al mismo tiempo, un breve período de predominio unipolar norteamericano y, con él, el de su modelo de democracia política y liberalismo económico. Una doble coincidencia que llevaría a Francis Fukuyama a predecir «el fin de la Historia» (2) cuando ese modelo se extendiera indefectiblemente por todo el planeta.

Por otro lado, el acceso cuasi universal a las redes digitales, Internet en particular, junto con otros avances tecnológicos sorprendentes en el campo de las comunicaciones, dieron lugar al nacimiento de ese fenómeno conocido como «globalización» y que, básicamente, significa que todo lo que sucede en un rincón de la tierra, sea bueno o malo, se conoce en su otro extremo inmediatamente, en tiempo real. De ahí la metáfora del «mundo plano» de Thomas Friedman (3).

Además, los brutales ataques terroristas a las Torres Gemelas y al Pentágono, seguidos por los perpetrados en Madrid, Londres, Djakarta o Nueva Delhi, describen elocuentemente el fin de la división ideológica (4) de la guerra fría y el comienzo de lo que Amin Maalouf llama «la lucha de identidades» (5) y Huntington «el choque de civilizaciones» (6).

Finalmente, la reciente crisis financiera y sus todavía persistentes y graves secuelas económicas, ha golpeado, como queriendo contradecir a Fukuyama, con mucha mayor intensidad que en otros lugares a las llamadas democracias occidentales, poniendo de relieve las debilidades del sistema capitalista, el fracaso de «la mano invisible» para regular los mercados y la necesidad de volver a los orígenes y recuperar una mano más firme y más visible: la de la Política, con mayúscula.

Si a estos profundos cambios –imprevistos o ignorados, que para   el caso es lo mismo– añadimos los que podrían resultar del análisis de las tendencias actuales, a saber: creciente difuminado de la hegemonía estadounidense y de su «momento unipolar» y aparición de un mundo crecientemente multipolar, definido por el (re)nacer de potencias emergentes –no todas ellas democráticas, lo que hace desvanecer completamente lo que quedaba del sueño de Fukuyama– y el desplazamiento progresivo del centro de gravedad político y económico hacia el Este y de la proyección de estas tendencias a las dos décadas venideras, encontraremos plenamente justificado ese estado de ánimo, entre deprimido y angustiado, que embarga a la humanidad actual. Ese sentimiento de desasosiego –malaise– que se produce al asomarse a una realidad, presente y futura, que se comprende mal y que se intuye nadie controla realmente, que «nadie está al volante» de un mundo que parece «desbocado», como lo describe gráficamente Anthony Giddens (7).

Ello es así, en primer lugar, a causa de la incertidumbre que define unos tiempos extremadamente complejos. Cuanto más sabemos más incierto se presenta el futuro. Es la llamada «paradoja de la incertidumbre» la que está en la base de ese malestar o malaise. Pero, por otro lado, la porción de la realidad que percibimos o intuimos no nos tranquiliza  lo más mínimo: una crisis económica global que golpea a países hasta ahora «centrales» en lo político y en lo económico; Estados al rescate de banqueros; poblaciones envejecidas que amenazan la competitividad de nuestras economías y la sostenibilidad de nuestros modelos sociales; competencia a la baja en costes y salarios; el doble desafío del cambio climático y la dependencia energética; la creciente escasez de agua y otros recursos naturales; y el desplazamiento hacia el Este de la distribución global de la producción y el ahorro, e incluso también de los valores. Y, por si fuera poco, las amenazas del terrorismo, el crimen organizado, los estados fallidos o la proliferación de armas de destrucción masiva se ciernen sobre nuestras cabezas.

Por primera vez en la historia reciente existe, sobre todo en Occidente, la creencia generalizada de que nuestros hijos van a vivir peor que sus padres. La nuestra es, pues, una era de incertidumbre, pero también de inseguridad. ¿Estaremos al borde de la tormenta perfecta? ¿Seremos capaces de capearla? ¿Quién estará al timón? Todas ellas son cuestiones fundamentales, que están reclamando unas respuestas positivas.

¿Sabremos encontrarlas? Me inclino por la afirmativa, con base a dos razones fundamentales:

La primera parte de la constatación de que el futuro no está grabado en granito. Está abierto. Por supuesto que no cualquier futuro es posible, entre otras cosas porque está condicionado por factores que escapan    a nuestro control. Pero varios futuros sí que son posibles, unos mejores que otros. Nuestro objetivo deberá centrarse en alcanzar los primeros. La segunda razón está en el hecho de que el futuro no se «descubre», sino que se «construye»; y si no lo hacemos nosotros mismos otros lo harán en nuestro lugar, para bien o para mal. Como bien dijo el profesor Richardson (8) «cuando del futuro se trata, hay tres clases de personas: las que dejan que ocurra; las que hacen que ocurra; y las que se preguntan qué ha ocurrido». Si, como es de esperar, nos alineamos con el segundo grupo de personas, tenemos que empezar ya a movilizarnos, pues no hay tiempo que perder. Es en este otro sentido, como antes vimos, donde también se aplica la metáfora el futuro es hoy.

III.        Los Retos

Llegados a este punto creo obligado pasar en rápida revista a los principales desafíos con los que hemos de enfrentarnos hoy y en los años venideros, con el fin de identificar las respuestas más adecuadas y así ponerlas en práctica sin dilación. Empecemos por los primeros.

El desafío más importante es hoy sin duda cómo preservar nuestro planeta de la sobrepoblación, el agotamiento de los recursos naturales, la destrucción de la biodiversidad y el cambio climático. De ahora en 40 años habrá dos mil millones más de seres humanos en el mundo. 97% de ese aumento se concentrará en países en desarrollo y sobre todo  en los más pobres. Ello puede estimular grandes flujos migratorios, una fuerte presión sobre los alimentos, falta de agua potable para tres mil millones de personas y crecientes concentraciones urbanas: un 57 % de la población mundial habitará en mega-ciudades, con el consiguiente riesgo de mayores niveles de pobreza y exclusión social. El envejecimiento es, y lo será aún más, un rasgo típico de nuestras sociedades. La buena noticia es que la expectativa de vida alcanzará los 83 años de media en 2025. La mala es que en el mundo desarrollado habrá por esa época 100 trabajadores por 42 jubilados. Lo que sin duda someterá a una fuerte tensión a nuestros sistemas de pensiones y de seguridad social (9).

La traslación del centro de gravedad económico desde el Oeste hacia el Este y el Sur, hoy ya en avanzado proceso, se irá acelerando en los próximos años. Ya en 2007 un informe del Instituto McKinsey (10) nos mostraba cómo los mercados financieros en las economías emergentes representaron ese año la mitad del crecimiento del total de los activos financieros. Hoy ese porcentaje es muy superior. En 2050 el PIB de siete economías emergentes (los BRIC –Brasil, Rusia, India y China– más Indonesia, México y Turquía) se estima será un 25% superior al de los Estados Unidos, Japón, Alemania, Reino Unido, Francia y Canadá juntos (11). Esto significa que el peso relativo de EE.UU., la UE y sus aliados naturales irá disminuyendo relativamente. Esto es obvio y no tiene por qué preocuparnos, en tanto en cuanto ese relativo declinar de los actuales países desarrollados frente a los emergentes no se convierta en una pérdida de peso absoluta, en un juego de suma cero en el que haya necesariamente ganadores y perdedores. No es descabellado pensar que el crecimiento de los países emergentes vaya acompañado de mejoras tecnológicas e innovadoras en los países del actual primer mundo que les permita aumentos en la productividad y, por ende, en su capacidad de competir en los mercados globales. Así, y solo así, podremos hablar de una situación en la que todos resulten ganadores –win win, como dicen los anglosajones– que, para ser plena, habrá de extenderse a los que hoy permanecen bajo los umbrales de pobreza.

Preciso es reconocer que el rápido crecimiento económico de los países emergentes ha tenido efectos positivos en la reducción de los niveles globales de pobreza. Descontando los efectos de la presente crisis, el Banco Mundial (12) prevé que para 2015 podrán alcanzarse en este ámbito los Objetivos del Milenio en buena parte del planeta. Pero a este dato positivo hay que contraponer otros que no lo son tanto, a saber: las enormes diferencias entre las regiones del globo; y los aumentos de las desigualdades entre países de una misma región o entre zonas del mismo país. En este sentido, si bien el descenso de la pobreza ha sido notable en China, lo que sin duda ha tenido un fuerte impacto en   la reducción global de la pobreza, los países del África Subsahariana arrojan el resultado opuesto con una inquietante proyección de aquí a solo 5 años de un 37% de la población viviendo con menos de un dólar y cuarto al día.

Otro subproducto nada positivo del crecimiento de las economías emergentes es la excesiva presión a la que se ve sometido el medio ambiente por dicho crecimiento, en especial en lo que se refiere al aumento de las emisiones de efecto invernadero. Los países emergentes están contribuyendo al calentamiento global dos veces más que el resto del mundo. Si no cortamos entre todos drásticamente las emisiones de CO2 la temperatura del planeta aumentará hasta la insoportable cifra de 6 grados centígrados (13). Otro efecto preocupante del crecimiento económico de los países emergentes será la mayor demanda de energía, lo que traerá consigo precios más altos y una mayor dependencia de los combustibles fósiles –petróleo, gas, carbón– que no están lejos de su agotamiento y por ende son altamente contaminantes. Se planteará así un doble problema: de abastecimiento energético y de agresión al medio ambiente (14).

En el plano de las relaciones de poder el sistema internacional está también experimentando un cambio radical, que reclama respuestas igualmente novedosas. El «momento unipolar» que sucedió a la bipolaridad propia de la guerra fría no fue más que eso: un episodio pasajero. El poderío militar de los Estados Unidos sigue siendo ciertamente considerable, esto es innegable. Pero también lo es el hecho de que cada vez resulta menos relevante para poder afrontar por sí solo los desórdenes globales. Como pronostica el National Intelligence Council (15) norteamericano, de aquí a 15 años «los EE.UU. serán uno más de entre un buen número de actores importantes en la escena internacional, aunque el más poderoso». Con todo y con eso, la capacidad de los Estados Unidos de garantizar el suministro de los llamados «bienes comunes» (estabilidad y seguridad, esencialmente) será cada vez menor. Al propio tiempo, las divisiones y las vacilaciones europeas previsiblemente inhabilitarán a la UE para llenar el vacío creado por la retirada progresiva norteamericana y por un igualmente progresivo pero imparable traslado del centro de gravedad del poder desde el Oeste hacia el Este y el Sur. Junto a la globalización económica asistiremos a una cada vez mayor fragmentación del poder político. Los Estados Nación verán cómo el monopolio de poder que detentaban hasta ahora es puesto a prueba por otros actores no estatales: grandes empresas, organizaciones no gubernamentales o, lo que es más inquietante, organizaciones terroristas, estados fallidos, cárteles de la droga, todos ellos florecientes al amparo de la globalización. Como dice Richard Haas, «el poder se encuentra hoy en muchas manos y en muchos lugares»; de ahí que frente a la multipolaridad que caracteriza las actuales relaciones de poder en el mundo, y mucho más aún las futuras, y que comporta un relativo equilibrio en la intensidad y en la homogeneidad de los distintos actores, unos cuantos Estados u organizaciones regionales, este analista prefiera hablar de no-polaridad, en la que los actores son múltiples, diversos y con diferentes grados y tipos de poder (16).

IV.        Las respuestas

Todos y cada uno de los retos anteriormente mencionados –y muchos otros que no se mencionan por no alargar en demasía esta introducción– afectan y afectarán a los distintos países y regiones de forma desigual y a un ritmo diferente. Pero al final todos se verán afectados  de igual o semejante manera. Por eso las respuestas a tales desafíos pueden no ser las mismas en un principio, pero a largo plazo acabarán siendo comunes y globales, como lo son también los desafíos.

Los problemas específicos que los países emergentes deberán afrontar con carácter prioritario son, fundamentalmente, los siguientes: reducir grandes bolsas de pobreza y crecientes desigualdades socioeconómicas; hacer compatible el crecimiento económico con la preservación del ecosistema; resolver adecuadamente las profundas disparidades étnicas y sociales existentes en su seno; atender la creciente demanda de sistemas de protección social (educación, sanidad, pensiones). El remanente de riqueza nacional acumulado por su rápido crecimiento económico debiera dedicarse a resolver tales problemas.

En el mundo desarrollado (17) la mayor y más urgente necesidad es dotarse de una economía altamente competitiva, basada en el conocimiento y la innovación, capaz de general el valor añadido suficiente para crear empleo, mantener la cohesión social y luchar contra las agresiones al medio ambiente. A tal fin, y para empezar, hay que reformar sin demora las instituciones financieras y sus mecanismos de vigilancia si queremos evitar una nueva crisis. Deberemos también mejorar nuestro capital humano como factor estratégico para poder competir en la economía global: educación, educación, educación, más y mejor, a todos los niveles, es la clave para alcanzar dicho objetivo.

Si queremos sacar el mayor provecho del potencial que nos ofrece la revolución tecnológica, deberemos hacer cambios importantes en nuestros mercados de trabajo. Algunos países ya han llevado a cabo con éxito reformas basadas en el modelo acuñado en Dinamarca y conocido como flexiseguridad (flexicurity). Consiste, en pocas palabras, en favorecer a la vez la protección y la empleabilidad de los trabajadores y la flexibilidad de contratación por parte de las empresas para adaptarse a una economía en constante evolución. Otros países deberán aprender de esas experiencias para adaptarlas a sus peculiares circunstancias nacionales. Incrementar la productividad debe ser la prioridad, haciendo que los niveles de ingreso sean directamente proporcionales a las ganancias de productividad.

Para afrontar los problemas energéticos es importante combinar  las políticas de ahorro de energía, diversificación de fuentes de suministro y una apuesta resuelta por las energías renovables: solar, eólica, técnicas de carbón limpio, junto con un desapasionado debate sobre  la energía nuclear. La lucha contra el cambio climático ciertamente se beneficiará de las políticas que acabamos de mencionar en el campo de la energía. Pero mucho nos tememos que no basten y que sea necesaria una nueva revolución industrial, para la que se requerirá una importantísima movilización de recursos. Digan lo que digan algunos representantes de la reacción más ultraconservadora, la mayor parte del pensamiento científico coincide en que lo que está en juego es ni más ni menos que la supervivencia del planeta, la de nuestros hijos y nietos.

Otro importante desafío para todas las sociedades, pero que se presenta de forma más acuciante en el llamado «primer mundo», es  el desafío demográfico. Ya vimos antes que nuestras envejecidas sociedades presionan fuertemente nuestros sistemas de pensiones, de salud y de bienestar social, a la par que socavan nuestra competitividad. Urge adoptar un conjunto de medidas encaminadas a aumentar la participación femenina en el mundo del trabajo, a base de conciliar la vida familiar y la profesional; hay que aproximar la edad de retiro real a la legal y considerar la jubilación como un derecho más que como una obligación; hay que desarrollar políticas de inmigración proactivas y adaptadas a nuestras necesidades demográficas y de nuestros mercados de trabajo; y, finalmente, es  preciso aumentar la productividad a fin de generar un excedente capaz de mantener nuestro modelo social.

   V.        Los nuevos actores

La sopa de letras

Desde que Jim O´Neill, analista de Goldman Sachs, acuñase en 2001 el acrónimo BRIC´s (en inglés, ladrillos), para describir gráficamente la rápida e impetuosa aparición en la escena internacional de cuatro gigantes políticos y económicos –Brasil, Rusia, India y China- como algo ineluctable y necesario («el mundo necesita reconstruirse con mejores ladrillos –bricks– económicos globales») (18), no han cesado de publicarse estudios abundando en el mismo tema y en el consiguiente giro de las relaciones de poder mundiales tras el desplazamiento del centro –de los centros, para ser más precisos– de gravedad de las mismas. La propia Goldman Sachs, tan conspicua en la actual crisis financiera, ha seguido dedicando una especial atención al fenómeno detectado por O´Neill. Así, en un estudio aparecido en 2003 (19), se hace eco de la transcendencia que las referidas cuatro nuevas potencias supone ya, y supondrá aún más en el futuro, para la economía mundial: las cuatro en su conjunto superan la riqueza de los países más desarrollados de Occidente, ocupan la cuarta parte de las tierras emergidas y detentan un 40% de la población mundial. Todas las previsiones iniciales han sido superadas por la realidad: China superó la riqueza de Alemania en 2007, la de Japón en 2010 y superará la de los EE.UU. en 2027. Y no faltan analistas que detectan en India una aún mayor capacidad de crecimiento si mejora la formación de su capital humano.

Las cuatro –dos democracias, una autocracia y una democracia soberana no liberal– han sabido adaptar sus sistemas productivos a la economía de mercado y se han convertido con ello en otros tantos motores de crecimiento: China e India a base de manufacturas y servicios; Rusia con su potencial energético y de materias primas; y Brasil con una equilibrada combinación de unos y otros. Pero junto a estos datos positivos hay que contabilizar otros que lo son menos: así, mientras que en 2025 la renta por habitante en los Estados Unidos se estima en 57.000 dólares, en China será de 12.500. Si de aquí a esa fecha la población de Brasil e India seguirá creciendo (este último país será el más poblado del mundo), en Rusia y en China decrecerá, con el consiguiente envejecimiento de sus poblaciones. Finalmente, los problemas que todavía aquejan a los BRIC –pobreza, desigualdad, corrupción, terrorismo, concentración de la población en macrociudades– hacen que sus índices de desarrollo humano estén muy alejados de los del mundo occidental. Sus problemas sociales, sus divisiones étnicas, la dependencia energética de India y China y el alto consumo de energía en todos ellos, junto con problemas geopolíticos nada desdeñables –Taiwan, Pakistán, nacionalismo en Asia Central– condicionan fuertemente sus capacidades de influencia.

No faltan quienes critican el excesivo énfasis puesto en los cuatro países incluidos en los BRIC y la falta de interés aparente por otras potencias emergentes, de tamaño en algunos casos menor, pero con gran proyección de futuro. Se citan, entre otros, los casos de Corea, hoy la décimo quinta economía mundial, pero que reunificada superaría en riqueza por habitante a los EE.UU. en 2050; o de México, hoy la décimo tercera, pero que si logra superar el contagio de la crisis de su vecino del norte y mantiene tasas de crecimiento cercanas al 5% podría igualarse a Alemania. Sin olvidar a Indonesia, el cuarto país más poblado del planeta, una prometedora democracia y una pujante economía. Ni tampoco a Turquía, bisagra estratégica entre Europa y Asia, cuyo desarrollo político y económico y creciente influencia regional la convierte en un importante actor emergente y en un factor prioritario de la política de ampliación de la Unión Europea. Ni por supuesto a otras pujantes economías del Golfo o del Sudeste asiático, como Hong Kong, Singapur, Vietnam, Tailandia o         Malasia, todas ellas de limitado tamaño si se les considera individualmente, pero potencialmente influyentes si se integran en conjuntos regionales más amplios.

Es por esta razón por la que frente al acrónimo BRIC han surgido otros que, como una sopa de letras recalentada, han tenido menos fortuna. Así: IBSA (India, Brasil, Sudáfrica) Trilateral Fórum; BRICK (los cuatro más Corea); BRIMC (ídem más México); BRICA (ídem más los países Árabes del Golfo); BRICET (ídem más Este de Europa y Turquía); CIVETS o «gato de algalia» en español (Colombia, Indonesia, Vietnam, Egipto, Turquía, Sud África). Incluso hay quienes hablan de los «Próximos 11» o NEXT 11 (20); o quienes, hastiados del monopolio BRIC en la terminología al uso, hablan de CEMENT, iniciales en inglés de «Países en los Mercados Emergentes   Excluidos por la Nueva Terminología». Pero por encima de estas disquisiciones un tanto bizantinas destaca una evidente realidad: la enorme transcendencia de los cuatro países integrantes de las siglas de O´Neill en la nueva configuración del poder global.

¿Son los BRIC un nuevo bloque de poder?

Nos hacemos esta pregunta, no por curiosidad académica, sino por la posible influencia que una respuesta positiva o negativa pueda tener para el sistema de relaciones internacionales. Y también porque algunos de los integrantes del grupo han acariciado la idea de que una cierta alianza, basada en las afinidades respectivas, podría resultar ventajosa para sus intereses particulares. Incluso se han celebrado un par de reuniones al más alto nivel para escenificar esa idea. La primera, auspiciada por el Presidente Medvédev, en la ciudad rusa de Ekaterimburgo, en junio de 2009. De aquella cumbre no salieron compromisos en firme, sino tan solo una declaración a favor de un orden multipolar, en un intento de ofrecer un cierto contrapeso al predominio occidental. Tampoco la cumbre celebrada en Brasilia, en abril de 2010, la segunda y última hasta la fecha, fue más allá de la escenificación de un deseo de mostrar lo que les une –su voluntad de contar en el concierto internacional– que lo que les separa. Que es mucho.

Si bien las cuatro potencias abarcan la mayor extensión territorial y demográfica del mundo, lo que justifica sobradamente su participación en el G20 como foro de coordinación de la economía mundial, existen suficientes diferencias políticas, económicas y culturales y de intereses geoestratégicos, para considerar que puedan lograr articular un marco de relación estable y suficientemente organizado como para constituirse en un bloque de poder alternativo, no ya al de las potencias euro-atlánticas que ha venido dominando el sistema internacional desde finales  de la Segunda Guerra Mundial hasta hoy, sino al que resulte del nuevo sistema multipolar.

Más importancia tienen organizaciones eminentemente asiáticas multilaterales, como la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), alianza multilateral con una creciente significación en el orden militar, formada en 2001 por China, Rusia y países de Asia Central, con India, Pakistán y otros como asociados. O el IBSA Trilateral Fórum entre Brasil, India y África del Sur, que antes mencionamos.

¿Son una oportunidad o una amenaza?

Decía Ortega y Gasset (21), que «la ocasión que lleve súbitamente a término el proceso [de integración europea] puede ser cualquiera: por ejemplo, la coleta de un chino que asome por los Urales o bien una sacudida del gran magma islámico». Este nada descabellado vaticinio muestra cómo, en el imaginario colectivo, el avance del coloso chino –y no solo el del integrismo islamista– se percibe más bien como una amenaza que como una oportunidad. Y lo mismo cabe decir, por extensión, de los otros BRIC en lo económico y de todos menos Brasil – y quizás India– en lo político. Desde luego en lo económico el crecimiento de las nuevas potencias es percibido como algo que se hace a costa del estancamiento relativo de los países desarrollados.

Y esto, como antes apuntábamos no tiene por qué ser así. El que la riqueza se reparta en otros lares no quiere decir que la pobreza se instale en los nuestros. Como demuestra un reciente estudio de la OCDE (22) el crecimiento global del PIB en los diez últimos años se debe más al mundo en desarrollo que a las economías avanzadas. Si siguen las tendencias actuales los países en desarrollo detentarán el 57% del PIB mundial en 2030. Las economías más dinámicas, sobre todo los gigantes asiáticos, China e India, son potentes motores del crecimiento y están contribuyendo decisivamente a la recuperación tras la crisis. La prosperidad creciente en estos y otros países emergentes representa una enorme oportunidad para todos: por ejemplo, cerca de 500 millones de personas han salido de la extrema pobreza en las dos últimas décadas, un progreso sin precedentes en los tiempos modernos.

China e India, por primera vez desde el siglo XVIII, recuperan la posición que tuvieron hace más de dos siglos y se convierten en los principales contribuyentes al crecimiento económico mundial, con un 20 y un 15 por ciento, respectivamente. Este crecimiento global ha tenido también un reflejo en las relaciones Sur-Sur. En las dos últimas décadas, mientras el comercio mundial se multiplicó por cuatro, el comercio Sur-Sur creció veinte veces. Esto quiere decir que la deriva del foco de creación de riqueza hacia el Este y hacia el Sur, siempre que comporte para el Oeste una pérdida relativa de posiciones, pero en ningún caso absoluta, es una buena noticia para todos. El resurgir de «los otros» no tiene que ser una amenaza para «nosotros».

Obviamente el crecimiento económico no es todo. La desigualdad extrema sigue siendo un problema. Es más, continúa aumentando rápidamente entre países en rápido crecimiento. Como crece la pobreza en África. El excedente creado por el crecimiento debe ser aplicado a    la reducción de aquellas desigualdades a través de políticas públicas.  El desarrollo debe ser una prioridad en la agenda del G20 como acaba de ponerse de manifiesto en Seúl. Los BRIC son y serán ciertamente un motor de crecimiento, pero ellos mismos tardarán décadas en alcanzar el nivel de riqueza per cápita de los países desarrollados. Seguirán siendo pobres mientras se van haciendo más ricos, esa es la paradoja de su «doble identidad», lo que sin duda influirá en la resolución de sus importantes problemas internos y en su relación con el resto del mundo. A continuación se resume la situación en cada uno de ellos, que es analizada extensamente en las ponencias de este cuaderno.

China

Por su imponente extensión geográfica, su exuberante demografía y su espectacular crecimiento económico, China está llamada a recuperar la relevancia que «el Imperio del Medio» tuvo hace más de dos siglos. Es actualmente la segunda economía del mundo y, si sigue creciendo al ritmo de un 10% anual, en dos décadas superará a los Estados Unidos. No obstante, importantes desafíos internos condicionan su progreso. Destacan, en el plano económico, una producción en exceso intensiva en mano de obra y energéticamente dependiente y muy contaminante. A pesar del rápido progreso en el nivel de vida de su población sigue contando con más de 150 millones de pobres y ocupa el puesto número 103, con unos 3.687 $ –13 veces menos que EE.UU.– en la clasificación mundial de la renta por habitante. En el plano social y político existen tensiones más o menos latentes –minorías, carencia de mecanismos adecuados de protección social– que irán creciendo al compás del desarrollo económico.

El enorme peso de factores histórico-culturales y civilizatorios, como el confucionismo y el sino-centrismo, encarnados hoy en el cuerpo del Partido Comunista Chino (PCCh) –que está rentabilizando la indudable mejora del nivel de vida de gran parte de la población y la recuperación de la grandeza perdida con afirmación del país en la esfera internacional– impide que el progreso económico lleve aparejado de forma automática una evolución hacia formas más democráticas de gobierno, al  menos en el corto y medio plazo.

Las fragilidades internas y la fortísima impronta de una cultura y de una historia milenaria, hace extremadamente aleatoria cualquier predicción de comportamiento en el plano internacional. Hoy por hoy China se define por su tendencia a colaborar a mantener el statu quo multipolar, asumiendo el rol de superpotencia, tomando parte activa en la gobernanza global, movida sobre todo por la necesidad de ir ganando tiempo en su proceso de modernización. Nada debe distraerle de este objetivo, de ahí que no pretenda «sinizar» el mundo, ni siquiera formar un directorio con un G2 con Estados Unidos. Cuál sea la evolución en un futuro más lejano es una incógnita en estos momentos: Dependerá de cómo se vayan resolviendo sus tensiones internas antes mencionadas. Pero también las externas: con Japón, por cuestiones territoriales y regionales; con Estados Unidos y sus aliados asiáticos por Taiwan; con Rusia por Siberia; con la India por cuestiones geopolíticas; y con la comunidad internacional en general por sus «amistades peligrosas» con Pyongyang y Myanmar. Parece probable que una puesta en tela de juicio de su liderazgo regional o de su papel de actor global haría que su comportamiento fuese menos cooperativo. En todo caso, el mundo tendrá que irse acostumbrando a lidiar con el nacionalismo con el que el PCCh ha sabido aglutinar a tan numerosa como heterogénea población.

India

En el siglo XVI la India, junto con China, producían el 60 por ciento de la riqueza en el mundo, lo que despertó el apetito colonialista europeo. La sobreexplotación y el mal gobierno al que fue sometida acarrearon su decadencia a lo largo de los siglos XIX y XX. Pasados los atribulados años que siguieron a su independencia, mal digeridas la guerra con China y la separación de Pakistán, las últimas dos décadas han sido testigo de la eclosión de la mayor democracia del mundo, cuyas raíces hay que buscarlas no tanto en el legado británico como en la propia convicción de la necesidad de que el poder militar se subordine al civil.

Superado el bajón impuesto por la crisis, India ha recuperado la senda de un fuerte crecimiento económico del orden del 7 por ciento anual, apoyado en el outsourcing tecnológico, en la abundancia de hierro y otros minerales, en una poderosa industria del acero, química, textil y farmacéutica (genéricos) y en un competitivo sector de servicios. Entre sus debilidades está el excesivo peso de la población agrícola (51%) sobre el total, la carencia de fuentes de energía (lo que le ha movido a firmar el Acuerdo 123 con los EE.UU. para potenciar    la industria nuclear), una deficiente red viaria y de ferrocarril, excesiva e ineficaz burocracia, corrupción, reglamentaciones abusivas, etc. La población crece de forma incontrolada, sobre todo en las zonas más deprimidas, lo que reduce fuertemente la riqueza disponible por individuo. Por eso debe conseguir una tasa de crecimiento estable superior a la actual y más cercana al 10%. A pesar de ello ya hoy 300 millones de indios pertenecen a las clases medias. En 2030 India será el país más poblado del mundo, superando a China. Y, sin embargo, la fuerza laboral está insuficientemente cualificada para acompañar el gran salto tecnológico. Faltan ingenieros de alto nivel y los que se  forman en India se van a trabajar a los Estados Unidos o Europa. Es urgente que India liberalice su economía y mejore sustancialmente su sistema educativo.

Los principales retos internos, aparte de los económicos, dimanan de la gestión de la diversidad lingüística (predominan el hindi y el inglés, junto con otras 14 lenguas oficiales), religiosa (el Hinduismo es la religión mayoritaria, seguida del Islamismo que practican 156 millones de personas y, en menor medida, el Jainismo) y sociales (muy bajo IDH, grandes desigualdades sociales, pervivencia fáctica del abolido sistema de castas, movimientos revolucionarios como el maoísmo naxalita). Otro problema con que ha de enfrentarse es la próxima sucesión de la dinastía Ghandi-Nehru: el candidato más probable por el mayoritario Partido del Congreso es el joven e inexperto Rahul Ghandi, hijo del difunto Rajiv y de la actual Presidenta del Congreso Sonia Ghandi.

Entre sus prioridades internacionales está la de asentar su crecimiento económico y así poderse constituir en un polo relevante de poder,    en un actor global en un mundo multipolar. De ahí que su objetivo sea entrar a formar parte del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas como miembro permanente, para lo que cuenta con el apoyo de Estados Unidos. Este país es, en efecto, el principal aliado de India, pese a su auto-calificación de país no alineado. Las razones son obvias: las posibles amenazas a su seguridad procedentes de China y Pakistán y los conflictos latentes a ellas vinculados en relación con Cachemira, Nepal, Myanmar o Sri Lanka.

Brasil

El eterno «país del futuro» que nos describía Stephan Zweig a mediados del pasado siglo se ha convertido en los primeros años de éste en una realidad del presente. Su suelo (8,5 millones de kilómetros cuadrados, el quinto más extenso del planeta) encierra grandes riquezas naturales, minerales diversos y petróleo en particular (figura entre los 10 principales productores mundiales). Cuenta con unas potentes industrias automotriz, aeronáutica y agropecuaria. Es la primera potencia militar de Latinoamérica y posee una alta tecnología nuclear civil y militar –esta última centrada en la construcción de submarinos atómicos– que desarrolla en estrecha cooperación con Francia. La crisis económica le ha afectado más que al resto de los BRIC, por lo que su crecimiento ha sido algo menor. Con todo, la que era 10ª potencia económica mundial en 2006 ha pasado a ser la 8ª en 2009 y será la 7ª en 2010. Aunque cuenta con un número de habitantes (190 millones) muy inferior a China e India, pero algo superior a los 144 millones de Rusia, la tasa de crecimiento es alta y será probablemente el único país del grupo con una población joven transcurridas las próximas décadas.

Como en el resto de los BRIC los pies del gigante siguen siendo de barro: la desigualdad y la pobreza son sus principales debilidades. Es   el segundo país del mundo donde las desigualdades en el reparto de la riqueza son mayores (las diferencias entre pobres y ricos son de 34 a 1), si bien en los últimos años las políticas sociales impulsadas por el Presidente Lula han aumentado el porcentaje de clases medias y 30 millones de personas han salido de la pobreza extrema. Con todo, Brasil ocupa el número 62 en el ranking de la riqueza por habitante.

El otro gran problema de Brasil, que en los últimos años ha ganado notabilísimamente en estabilidad política y económica, es la inseguridad ciudadana, con 25 homicidios por cada 100.000 habitantes. Ello se debe en gran parte a las grandes bolsas de marginalidad de las grandes ciudades, Río y Sao Paulo principalmente, pero también a la rápida implantación del narcotráfico.

Su proyección como potencia regional es indiscutible. Su liderazgo es claro en países como Venezuela, Bolivia o Uruguay, si bien se enfrenta a mayores reticencias en Argentina o México. Se trata de un liderazgo silencioso, ganado a base de una discreta y eficaz diplomacia y un activo papel de pacificador en la región (en Haití y entre Colombia y Venezuela).

Frente a sus reticencias hacia el ALCA opone su apoyo a UNASUR. En el plano mundial sus aspiraciones se centran en el reconocimiento a su papel de gran potencia, materializado en la reivindicación de un puesto permanente en el Consejo de Seguridad y su afirmación en el G-20 y en la Organización Mundial del Comercio (OMC). Practica un multilateralismo activo y mantiene buenas relaciones con los Estados Unidos y Europa, a los que a veces gusta de inquietar con coqueteos con personajes como Ahmadineyad, precisamente para mostrar su capacidad de interlocución y, por qué no también, para de paso hacer valer su independencia frente al poderoso amigo y aliado del norte.

Rusia

Después de un decenio de fuerte declive económico, la Federación Rusa emprendió una senda de rápido y estable crecimiento a partir de 2007, con unas tasas medias anuales en torno al 7 por ciento. Ello ha sido posible por la puesta en marcha por los Gobiernos de Putin y Medvédev de unas políticas fiscal y macroeconómica adecuadas y profundas reformas en sectores clave de la economía. Si sigue por ese camino, invierte en capital humano, diversifica su economía y se integra en los mercados globales, en quince años podrá tener una riqueza por habitante de país desarrollado. Los principales obstáculos que tendrá que ir superando son la caída y el correlativo envejecimiento de la población, la disminución de las inversiones en energía, infraestructuras, educación o sanidad, el infradesarrollo del sistema bancario, un deficiente estado de derecho, la corrupción y el crimen organizado. Pero, sobre todo, deberá colmar ese desajuste de valores (values gap) entre las pulsiones a favor del libre mercado con fuerte presencia del Estado en lo económico y aquellas otras proclives al autoritarismo en lo político, que se reflejan a su vez en su sempiterna alma bipolar: pro occidental, de un lado; y de soberanía democrática o dirigida, de corte asiático.

En menos de dos décadas Rusia ha tenido que superar el gran trauma de la desaparición de la URSS y enfrentarse a una serie de retos internos. Entre ellos destacan la reordenación de las fronteras y el control y la gestión de su inmenso espacio: más de 17 millones de kilómetros cuadrados, la mayor porción de tierras emergidas del planeta; la recuperación de la autoridad política y social; el reemplazo de la economía planificada, tras su colapso repentino, por una economía de mercado, al principio controlada por especuladores y oligarcas, al igual que los medios de comunicación; poner freno a una violencia galopante cuyas principales fuentes son el terrorismo de signo separatista (de 1991 a 2008 se produjeron 1.107 atentados, cobrándose uno de ellos, el de Beslan, 344 muertos y 727 heridos), los delitos perpetrados por las mafias de la droga (aumentaron un 139% en diez años) y la corrupción.

Yeltsin consiguió que Rusia fuese aceptada como potencia mundial pero ignorada como potencia regional. Fue durante su mandato cuando Rusia tuvo que pasar el mal trago de ver como los países del Este de Europa se integraban en la OTAN. Tampoco acertó a que el comunismo fuese reemplazado por una democracia de corte occidental, sino por un nacionalismo paneslavo que dificulta la gestión de las minorías no rusas. Tras su salida llegó al poder una nueva clase dirigente integrada por antiguos dirigentes del aparato soviético y tecnócratas incorporados durante la Glasnost al complejo industrial-militar. Esta nueva clase ha realizado un amplio proceso de recuperación económica y un fortalecimiento del poder central del Estado, personificado en la Presidencia federal, que tiene un amplio respaldo social –el llamado consenso Putin– y que ha dado origen a una democracia dirigida, también calificada de soberana cuando trasciende del plano interno y se proyecta en la esfera internacional.

En este último contexto, la expansión de la OTAN y la UE a los países de Europa Central y Oriental ha provocado una evolución de los objetivos y estrategias de la política exterior rusa: desde las posiciones negociadoras y multilaterales de los primeros años de la Presidencia de Yeltsin hacia una reivindicación del espacio de seguridad estratégica de Rusia (Cáucaso, Asia Central, Bielorrusia, Ucrania, Georgia, Moldavia), que Moscú considera compatible con una acción exterior orientada al entendimiento diplomático con las grandes potencias euro-atlánticas y asiáticas (Organización de Cooperación de Shanghái, por ejemplo) en las grandes cuestiones que afectan al orden político y económico mundial. El impulso de Rusia a la creación de los BRIC, como un foro que fortalece su posición internacional, no significa que los dirigentes del Kremlin ignoren las apreciables contradicciones y conflictos de intereses que distancian o dividen al propio grupo de potencias emergentes. Por este motivo, durante la próxima década Moscú seguirá concediendo una prioridad máxima en su política exterior a las relaciones con Estados Unidos, la OTAN y la UE buscando el entendimiento político, económico y militar –en esta línea se inscribe la iniciativa Medvedev a favor de una Estrategia de Seguridad Europea– pero sin rehuir la defensa de sus intereses globales y regionales.

VI.        El Este (y el Sur) visto desde el Oeste

El nuevo orden multipolar, que está configurando la aparición de nuevas potencias emergentes, no se entendería sin una clara referencia a dos polos de poder, hace tiempo emergidos y de diferentes características: los Estados Unidos y la Unión Europea, estado-nación el primero y unión de estados sui generis la segunda. El declinar relativo de ambos polos, más evidente y más acelerado en el caso de la UE que en el de los EE.UU., no significa que vaya a desembocar fatalmente en su total desaparición como actores relevantes en la escena internacional, ni mucho menos que en estos momentos no sigan siendo unos importantísimos referentes mundiales. Ambos detentan la primacía en sus rasgos de grandes potencias –económicos, políticos, culturales, tecnológicos y militares–: Estados Unidos, por su combinación de poder duro y blando, es, y seguirá siendo por bastante tiempo, la primera potencia del planeta; la UE, si actuase verdaderamente unida, no debería irle a la zaga más que en lo militar, ya que con 4 millones de km2 (la mitad de China) y 500 millones de habitantes (esto es, poco más de un tercio de la población con que cuenta el país asiático) posee un modelo de economía social de mercado o de estado del bienestar que es ejemplo para muchas naciones y que le es posible mantener por ser la primera economía y la primera potencia comercial del mundo.

Ambos deben hacer frente a los mismos o a parecidos desafíos, que requieren respuestas también muy semejantes. Sin embargo, los esfuerzos que uno y otra deberán realizar para no perder posiciones –no ya relativas, que las van a perder, que las están perdiendo ya– sino absolutas, en el concierto mundial, son diferentes en calidad y cantidad: los Estados Unidos tienen una población más joven que la europea, su capacidad de formación de capital humano es superior y cuenta con mayores índices de productividad. Es, además, un solo país y todos en él se entienden en una misma lengua. Es por eso por lo que Europa tiene ante sí un dilema: o esforzarse más y hacerlo de forma concertada en lo interno y hablando con una sola voz en el plano internacional, o resignarse a una dulce decadencia.

Es precisamente por la toma de conciencia de esa pérdida de peso relativa por lo que ambos igualmente comparten una cierta aprensión al enfrentarse con la realidad de los BRIC y otros países emergentes. Una realidad que, como antes veíamos, es una oportunidad, pero que se percibe más bien como una amenaza. Lo cual no es óbice para que tanto los EE.UU. como la UE, traten de hacer de necesidad virtud y se posicionen, cada uno a su manera, frente a tan proteica realidad.

Los Estados Unidos dan por descontado el apoyo europeo y se dedican a enfocar las relaciones con cada BRIC según sus propios méritos y dentro de una óptica multipolar: En China ven un competidor en lo monetario y a la vez un competidor y un socio en lo comercial y un socio privilegiado en los flujos de inversiones. En lo político tratan de acotar zonas de cooperación multilateral, al tiempo que tienden a encapsular potenciales conflictos (Taiwan) o a recabar la ayuda china en domesticar a Corea del Norte. Con Rusia ambas partes se han percatado de la necesidad mutua y se esfuerzan por «recalibrar» (reset) sus relaciones: en la creación de un espacio de seguridad euro atlántico, en la cooperación en materia energética y en la reducción de las armas nucleares. Con India los Estados Unidos han tejido un entramado de relaciones privilegiadas, centrado en la estabilidad regional, el control del integrismo, la reducción de la conflictividad con Pakistán y la inserción de una India nuclear en  el régimen del TNP. En Brasil los Estados Unidos ven sobre todo a un importante socio comercial y un estabilizador regional en América Latina.

La Unión Europea reacciona ante la nueva situación oponiendo a la multipolaridad un multilateralismo eficaz, que para serlo realmente necesita como condición necesaria reforzar el vínculo transatlántico. Esto no le impide considerar a todos y cada uno de los BRIC como actuales  o potenciales socios estratégicos. Con Rusia, de momento, predominan las relaciones bilaterales de algunos Estados miembro, motivadas por intereses energéticos divergentes, pero se empiezan a abrir canales de una mayor cooperación en otros campos, el de la seguridad entre ellos. Con China los intereses económicos entran a veces en colisión con unos sistemas de valores muy divergentes, hasta el punto que cuestiones como la visita del Dalai Lama o la concesión del premio nobel al disidente Liu Xiaobo son fuente de desencuentros como la suspensión de la 11ª cumbre UE-China bajo presidencia francesa. Pese a ello los flujos comerciales y de inversiones son considerables y van en aumento, lo que no impide que por parte europea haya diferencias con China en materia de cambio climático, recelos por la agresividad inversora china en África y América Latina o por la a veces desleal competencia comercial practicada por el país asiático. La relación especial con India se basa en las bases más sólidas de unos valores compartidos y un contrapeso a la pujanza china. Algo parecido ocurre con Brasil, socio estratégico que ve en la UE un contrapeso del poderoso vecino del norte.

La ponencia sobre la Unión Europea aborda la cuestión de Turquía, un gran país emergente, con una población de 80 millones de personas, jóvenes en su mayoría y con una alta tasa de natalidad. Su ritmo  de crecimiento económico es alto y en breve superará el puesto 16 que hoy ocupa en el ranking mundial de países. Su situación estratégica es clave para Europa y también para la región. Tiene gran influencia en sus vecinos y el gobierno actual se está esforzando en abrirse internacionalmente y en estrechar las relaciones con los BRIC. Es un candidato   a la ampliación y como tal debe tratársele. La entrada de Turquía en la UE suscita rechazos en algunos países tan importantes como Francia o Alemania, que es preciso vencer, pues el balance es claramente positivo tanto para Turquía como para Europa.

VII.        ¿Quién está al volante?

Decíamos antes que de un breve «momento unipolar» de hegemonía estadounidense pasamos, casi sin transición, a una situación de «multipolaridad» (o de «no-polaridad», como prefiere Haas), en el que la UE no puede llenar el vacío dejado por los EE.UU. Pero este vacío no existe en realidad, pues el terreno de juego está siendo ocupado por otros jugadores: por supuesto por los Estados Unidos, que sigue siendo la potencia dominante, y por potencias emergentes o emergidas y actores no estatales. Esto supone, de un lado, una fragmentación del poder. Pero, por otro lado, implica una gran interdependencia. En efecto, junto a los retos y respuestas que veíamos antes, algunos de los cuales son en estos momentos específicos de algunos países y regiones en particular, pero que acabarán de alguna manera siendo compartidos por todos en un futuro no lejano, hay otros que ya comparte hoy mismo la Humanidad entera: la pobreza, el hambre, las epidemias, son riesgos que golpean a algunos países –del África Subsahariana en particular– pero que nos afectan globalmente y que requieren soluciones también globales. Lo mismo cabe decir de los riesgos y amenazas transnacionales, tales como la competencia feroz por los recursos escasos o las amenazas a la seguridad: corrupción, terrorismo, tráfico de drogas, crimen organizado, proliferación de armas de destrucción masiva, estados fallidos… Todos esos riesgos y amenazas están interconectados, afectan a todos de una u otra manera y exigen unas respuestas también conexas.

Casi todos coincidimos en un mismo diagnóstico: nos estamos adentrando en un mundo con varios polos de poder, pero nos falta por definir como serán las relaciones entre ellos. En pocas palabras, cómo deberá estar gobernado ese mundo, quién estará al volante. O, dicho de otra forma: ¿qué tipo de gobernanza global será la más probable y conveniente? Esa es la pregunta que nos causa esa inquietud, esa zozobra, el malaise de que nos habla Guiddens. Es en la contestación a esa pregunta donde surgen los diversos escenarios posibles. Estos son muy numerosos, tantos como puedan imaginar las múltiples células de análisis y prospectiva solventes que hay repartidas por el mundo. Pero todos ellos se pueden reducir a dos grandes categorías, que podríamos denominar para entendernos optimista y pesimista: la primera, porque los escenarios dentro de ella contemplados conllevan la existencia de un sistema de relaciones de poder relativamente ordenado, de una cierta forma de gobernanza global; la segunda, porque, al excluir la existencia de un orden o de una gobernanza mínimamente relevantes, en los escenarios incluidos en esta categoría lo que predomina es la fragmentación o el conflicto.

Las visiones más negativas están reflejadas, junto a otras más matizadas, en el estudio «Global Trends 2025» del NIC norteamericano, antes citado (23). Recoge distintos escenarios que describen un mundo «hobbesiano», dominado por la fragmentación y el desorden, en el que las relaciones de poder se desarrollan en un clima de creciente competencia por los recursos escasos y las amenazas a la seguridad conocidas y por conocer. En el fondo de dicho estudio late la obsesión de los Estados Unidos por las confrontaciones identitarias y religiosas, caldo de cultivo del terrorismo, y por la necesidad que esa obsesión entraña de mantener en lo posible su posición hegemónica en lo militar.

No  faltan,  en  otros  estudios,  las  visiones  más  tranquilizadoras y «kantianas» de una paz universal perpetua, con diversos polos de poder organizados en un multilateralismo eficaz. Es la visión reflejada, entre otras, en el trabajo dirigido por Nicole Gnessotto y Giovanni Grevi para el Instituto Europeo de Estudios de Seguridad, de Paris (24). Esta visión, que refleja la posición predominante en la Unión Europea a favor de un orden gobernado por instituciones multilaterales, está avalada por el imperativo de aceptar la cooperación internacional como único medio de preservar entre todas las potencias responsables los bienes públicos y responder, también todos juntos, a las amenazas asimétricas. Se trata, en definitiva, de hacer de necesidad virtud y atender a una demanda de gestión colectiva de problemas comunes. O, dicho de otra forma, en un mundo de creciente interdependencia, los retos y las amenazas comunes requieren respuestas también comunes.

Recientemente los dos grandes centros de prospectiva, norteamericano y europeo, que acabamos de citar y que representan en cierto modo dos visiones matizadamente diferentes del futuro orden global, han publicado un estudio conjunto (25) en el que se proponen, de forma ecléctica, cuatro escenarios posibles, todos ellos susceptibles de ser clasificados en las dos grandes categorías antes descritas: el primero y el tercero entrarían dentro de una perspectiva más positiva; y más negativa el segundo y el cuarto.

El primer escenario consiste en una prolongación de la situación actual, sin que se contemple la aparición de riesgos o crisis mayores susceptibles de trastocar todo el sistema. Los problemas que vayan apareciendo tendrán un tratamiento «ad hoc» por unas instituciones no muy diferentes de las actuales, aunque algo adaptadas a los nuevos requerimientos. Este escenario, en el que Occidente seguirá teniendo relevancia, aunque menor, es por definición poco sostenible en el tiempo, pues a medida que el tiempo pasa la posibilidad de que surjan crisis importantes es acumulativa.

El segundo escenario está dominado por la fragmentación y el regionalismo. Las grandes potencias, viejas y nuevas, compiten por unos mercados y unos recursos limitados y tienden a protegerse y aislarse dentro de grandes bloques regionales. Asia sigue creciendo económicamente  al tiempo que afronta crecientes problemas  sociales y se parapeta en  un conjunto heterogéneo. Estados Unidos sigue siendo la nación más poderosa, pero con una influencia menguante. Y la Unión Europea va perdiendo relevancia al tiempo que su modelo social y nivel de vida declinan.

El tercer escenario contempla la aparición de una gran crisis medio-ambiental o un conflicto de grandes proporciones, que induce a una cooperación forzada entre los principales actores que desemboca a una reforma sustancial de las instituciones multilaterales. En este escenario, de carácter incremental –y por tanto más sostenible a largo plazo– domina el entendimiento entre BRIC, los EE.UU. y la Unión Europea. A mi juicio esa gran crisis ya se ha producido en el terreno económico y financiero y no parece que sea suficiente para esa cooperación multilateral.

En el cuarto y último escenario predomina el caos y el desorden. Las causas: desgarramientos internos en China e India; aumento de la competencia entre los BRIC; carrera de armamentos en Medio Oriente. El resultado: ausencia de instituciones de gobernanza global o incapacidad de ejercerla por parte de las instituciones actuales, que siguen sin reformarse en profundidad.

Como los propios autores de este trabajo reconocen, los dos escenarios más probables son el primero y el tercero. De ahí que recuperemos el hilo del argumento de donde lo habíamos dejado antes, esto es, en la necesidad de encontrar respuestas comunes ante un mundo con una creciente interdependencia. Curiosamente las opiniones de los diversos «think tank» de países emergentes por ellos consultados coinciden básicamente con esta conclusión, con algunos matices. Los brasileños se muestran partidarios de un multilateralismo centrado en los Estados nacionales y en una redistribución del poder que vaya de los más desarrollados hacia los emergentes. Los chinos se decantan, en cambio, a favor de la cooperación entre grandes conjuntos, al tiempo que muestran preocupación por la evolución de sus problemas internos; el G20 les parece un órgano adecuado para tratar los problemas económicos mundiales. Al igual que a los japoneses, a quienes preocupa la preponderancia creciente de China en Asia y abogan por unas estructuras de defensa colectiva para dicho continente. Los analistas de los Estados del Golfo echan igualmente en falta unos conjuntos regionales fuertes para afrontar los desafíos globales y muestran su preocupación por la decadencia de Occidente. Los representantes de India, en cambio, son reticentes ante la formación de grandes conjuntos regionales, sobre todo en Asia, por recelar de la preponderancia de China. Rusia, según los expertos consultados, se debate entre el mantenimiento de su «democracia soberana», que lleva como corolario una política de no alineamiento, y un mayor acercamiento al Oeste, impulsado por los recelos hacia China. Para los sudafricanos, finalmente, África estará entre los perdedores de la globalización, que está produciendo una nueva elite de gobierno global, el G20 no es representativo de los intereses de aquel continente –que debería dotarse de una organización regional de peso– y solo las Naciones Unidas y sus instituciones tienen la legitimidad necesaria para gestionar los problemas comunes.

El recorrido por la senda de la gobernabilidad global será, en todo caso, largo, no surgirá de la noche a la mañana ni se impondrá desde arriba («top down»). Se irá produciendo poco a poco y adaptándose a las circunstancias cambiantes, en un movimiento desde la base («bottom up»). Su legitimidad vendrá dada en gran parte por su capacidad de representar adecuadamente a todos los actores y por su eficacia en resolver los problemas comunes. Sin duda, las distintas sensibilidades nacionales y el concepto tan arraigado de la soberanía complicarán la toma de decisiones, por lo que el compromiso permanente será la norma. Y no solo entre naciones soberanas, sino también entre regiones, organismos internacionales y sociedad civil.

El nuevo sistema de gobernanza global que sustituya la confrontación multipolar por un multilateralismo eficaz –concepto que algunos califican de contradicción en sus términos– deberá organizarse a través de un sistema de cooperación flexible en el seno de instituciones globales también flexibles, como el G20 hoy, y un regionalismo abierto, cuyo más acabado exponente es por ahora la UE, pero que sin duda será replicada en otros conjuntos regionales.

El G20 es en efecto una agrupación informal de líderes cuyos pasos merecen seguirse con atención como posible modelo de órgano de gobernabilidad mundial, al menos en materia económica, por contraste con una legítima y representativa pero ineficaz Asamblea General de las Naciones Unidas o unas Instituciones Financieras Internacionales (IFI: FMI, Banco Mundial) poco representativas de la nueva realidad de poder. Los países en él representados suponen el 85% del PIB mundial, dos tercios del comercio y el 66% de la población. Cierto es que no representa a los otros 172 países que se quedan fuera; y que sus decisiones no son obligatorias. Pero irá ganando en legitimidad en la medida en que todos se sientan implicados y si va probando su eficacia, resolviendo los problemas más acuciantes que se le plantean. Su representatividad aumentará si deja que se escuche la voz de otros actores –ONG’s, órganos de la ONU debidamente reformados, otros países a través de «circunscripciones» regionales– y si se establecen mecanismos de cooperación con las Instituciones Financieras Internacionales, también reformadas (26). El G20, como bien apunta Giovanni Grevi (27), no es ni una panacea ni tampoco una simple hoja de parra («window dressing») para poner  fin o enmascarar, respectivamente, a un multilateralismo desordenado o caótico. Pero si no pretende abarcar más de lo que puede digerir, si se mantiene como organización informal y actúa con pragmatismo, si sirve de plataforma de diálogo para integrar de forma pragmática al mayor número de actores e instituciones posible, puede ser sin duda un elemento eficaz de la ordenación del tráfico en las relaciones internacionales.

Pero cualquiera sea la forma en que será gestionado el nuevo equilibrio de poderes, una cosa aparece como evidente: el Occidente (The West) ya no será el único a gobernar el mundo. Si va a haber un nuevo orden basado en la interdependencia y la cooperación, éste deberá incluir también a otras potencias emergentes o emergidas del Este y del Sur: The West and the Rest (28). Los principales desafíos de Europa, pero también de los Estados Unidos, procederán del exterior. La prueba de la capacidad de la UE para convertirse en un actor relevante está precisamente en su capacidad de actuar eficazmente fuera de sus fronteras. Y ello tanto con una unidad de propósito como con una combinación adecuada de poder «blando» («soft power») y poder duro («hard power»), según la terminología acuñada por Joseph Nye (29). De hecho es lo que Hillary Clinton llama «poder inteligente» («smart power»). La UE tiene ante sí un dilema: o se dota de dicho poder inteligente y de la capacidad de usarlo o deberá resignarse con una «dulce decadencia» (30). Si escoge lo primero deberá acompañarlo con una sólida Relación Transatlántica con los EE.UU. –y también con el resto del continente norte y sur americano y países afines– como la mejor forma de promover los valores comunes occidentales, sin descuidar una estrecha cooperación con el resto del mundo, los dos pilares de un buen sistema de gobernanza global.

Carlos Westendorp y Cabeza, en ieee.es/

Notas:

(1)    Niels Henrik David Bohr (Copenhague 1885-1962), científico danés, padre de la mecánica cuántica.

(2)    Francis Fukuyama: El fin de la Historia y el último hombre. Barcelona 1992. Planeta.

(3)    Thomas L. Friedman: The world is flat. New York, 2005. Farrar, Straus and Giroux.

(4)    Daniel Bell: El fin de las ideologías. Madrid, 1964. Tecnos.

(5)    Amin Maalouf. El desajuste del mundo. Madrid, 1999. Alianza Editorial

(6)    Samuel P. Huntington. The clash of civilizations. Foreign Affairs. Vol. 72, nº3, verano 1993.

(7)    Anthony Giddens. Runaway World: how Globalization is redefining our lives. New York, 2003. Routledge.

(8)    John M. Richardson. Making it Happen: A Positive Guide to the Future (ed.) US Association for the Club of Rome, 1982.

(9)    UNDP. World Population Prospects. 2009

(10)     McKinsey Global Institute, 2008. Fifth Annual Report.

(11)     John Hawksworth. The World in 2050. Price Waterhouse &Coopers, 2006.

(12)     Policy Research Working Paper 4703. World Bank, 2008.

(13)     IPPC Technical Paper on Climate Change and Water. 2008.

(14)     Ver a este respecto los estudios del Banco Mundial y McKinsey antes citados.

(15)     National Intelligence Council, 2008. Global Trends 2025: A Transformed World.

(16)     Richard N. Haas. The Age of Nonpolarity: What will follow US dominance?. Foreign Affairs, May/June 2008.

(17)     La mayor parte de las medidas que a continuación se proponen están contenidas  en el Informe del Grupo de Reflexión sobre el futuro de Europa, presidido por Felipe González, y presentado al Consejo Europeo en mayo de 2010 con el título «Proyecto Europa 2030: retos y oportunidades», a cuya elaboración el autor ha contribuido.

(18)     Jim O´Neill. Building Better Global Economic BRIC´s. Global Economic Paper nº 66. Goldman Sachs, 2001.

(19)     Dominic Wilson & Roopa Purushothaman: Dreaming with BRIC´s: the Path to 2050. Global Economics Paper nº 99. Goldman Sachs, October 2003.

(20)     The BRIC´s and Beyond. Goldman Sachs, 2007.

(21)     José Ortega y Gasset: La Rebelión de las Masas. Revista de Occidente, 1930

(22)     Shifting Wealth: Perspectives on Global Development 2010. OECD, Development Center, 2010.

(23)     Ver obra citada en nota 15.

(24)     The New Global Puzzle: What World for the EU in 2025? EUISS, Paris 2008.

(25)     NIC & EUISS. «Global Governance 2025: At a Crucial Juncture». septiembre 2010.

(26)     Ver el artículo de Pedro Solbes y Carlos Westendorp: «El G20 no es la ONU». EL PAÍS, 10-11-2010.

(27)     Giovanni Grevi. «G20: Panacea or Window Dressing?» Paper for FRIDE and Club de Madrid, July 2010.

(28)     Fareed Zakaria: The Post-American World. W.W. Norton & Co., New York, 2008.

(29)     Joseph Nye. Soft Power, the means to success in World Politics. Public Affairs, New York, 2004.

(30)     Informe del Grupo González «Proyecto Europa 2030» antes citado.

María Beltrán Rodríguez

3          Cómo mirar el fenómeno de la vitalidad

Esta investigación pretende arrojar luz sobre aquellos aspectos del espacio público que escapan muchas veces a los ojos de políticos y diseñadores, y que rara vez aparecen en los planos, pero que en el día a día de todos nosotros, proporcionan calidad de vida. Para ello, se discuten a continuación, distintas dialécticas a la  hora de entender la vitalidad del espacio publico, la del diseñador, el político y el ciudadano (punto 3.1) así como la perspectiva que compartimos cada uno como persona individual (punto 3.2) y como miembro de un colectivo (punto 3.3).

3.1.    Tensiones entre la perspectiva del diseñador, del político y del ciudadano

La Cecla, en su libro «Against Architecture» discute muchos de los errores que los arquitectos han cometido en las últimas décadas, sobre todo en lo que al diseño de la ciudad se refiere, y la falta de empatía con la sociedad, con los ciudadanos.

“On the one hand, there has never been a more propitious moment than now to revisit the question of architecture’s social responsibilities, but on the other hand, the gap that exists between the specialized discourses of planning, architecture, political process, and the public has never been so great.” [3] (La Cecla, 2012, p. 17).

Augé (1995) en una línea parecida, critica cómo muchos arquitectos pioneros o líderes intelectuales, se han convertido en estrellas de fama internacional, más preocupados por figurar en la red mundial de “arquitectura estrella” que de realizar obras y crear una ciudad mejor adaptada y más adecuada para sus ciudadanos. [4]

Hay una problemática evidente en los procesos de toma de decisión para valorar cómo se debe tener en cuenta la opinión y la necesidad de los ciudadanos. El diseñador, con su propia opinión formada sobre cómo deben ser las cosas, debe enfrentarse a la dura cuestión de que al fin y al cabo está diseñando para otros, y más aún en la escala de ciudad, para un grupo colectivo de ciudadanos. Y he aquí la dificultad de la cuestión: cómo incorporar la sabiduría u opinión ciudadana, de forma que no debilite lo que como expertos consideramos la solución ideal. Cómo deshacernos de nuestro ego de “expertos” para crear espacios que verdaderamente se adapten a los gustos y necesidades de los que los van a utilizar.

Un reto o dificultad añadida a la dualidad diseñador-ciudadano, es la de encontrar un equilibrio entre los intereses del empresario/político y los de la ciudadanía, encontrar un equilibrio entre diseñar un espacio vital desde el punto  de vista de la rentabilidad económica pero también de la integridad social. Zukin (2010) critica cómo los responsables políticos se han olvidado de los “orígenes” reales de la ciudad. Cuando habla de “orígenes” no hace referencia al grupo que  se instaló primero en un barrio, que sería difícil de probar, ya que la ciudad se construye de capas de migraciones históricas; sino de “origen” como derecho moral a la ciudad, como posibilidad de echar raíces en un barrio. Zukin enfatiza el derecho a “habitar” un espacio y no sólo a “consumirlo” como experiencia. Critica las políticas de muchos gobiernos que utilizan la supuesta “autenticidad” de un lugar como estrategia de marketing y el estilo de vida de algunos como un producto con el que lucrarse. “Autenticidad”, continúa Zukin, no es una escenografía de edificios históricos, como en el SoHo, ni un espectáculo de luces, como en Times Square; “it’s a continuous process of living and working, a gradual building of everyday experience, the expectation that neighbors and buildings that are here today will be here tomorrow.” [5] (Zukin, 2010, p. 6).

Vemos por tanto que la definición de qué es un espacio vital puede variar dependiendo de con qué gremio o clase de persona se trate. Un empresario como Amancio Ortega, por ejemplo, podría considerar vital una calle que esté siempre llena de personas, y, a poder ser, personas con cierto nivel económico que puedan

permitirse consumir los productos que él ofrece. Éste será el indicador que él utilice para hacer un estudio de mercado y tomar la decisión de abrir una nueva tienda   en un sitio u otro [6]. A Ortega por ejemplo, no le importaría si su tienda hace que la interacción entre vecinos mejore. Pero una socióloga, como Jane Jacobs, te diría que una calle vital es aquélla que, no sólo no está desolada y vacía, sino que es aquélla en la que cualquiera se puede sentir incluido, se puede sentir integrado; por lo tanto medirá la vitalidad no por el número de personas y su nivel socioeconómico, sino por la variedad de personas, y la percepción que éstas tengan sobre aspectos como “seguridad”, “comunidad”, etc.

Ambas definiciones son importantes y necesarias. Un lugar, un espacio público, en un sistema capitalista y democrático, debe saber combinar ambas. Necesitamos de la economía, de las tiendas, de los negocios, para mantener parques y plazas; pero las grandes corporativas no pueden regir la forma en la que se van a utilizar y quién tiene derecho a utilizarlas. A continuación se explicarán dos enfoques en el estudio del espacio urbano: el individual (3.2), que concierne a la percepción individual de cada uno, más asociado con el rol del diseñador o del promotor; y el cívico (3.3), más relacionado con el conjunto de ciudadanos.

La visión individual, asociada al diseñador o experto en un área, que toma las decisiones sin considerar la opinión general, sin mirar más allá de su propio conocimiento, se puede asociar también con una forma determinada no sólo de toma de decisiones, sino de factores o elementos que se estudian para tomar     esas decisiones. El principal desacuerdo entre los estudiosos que abogan por un “planeamiento urbano democrático”, es si el factor “democracia” debería ser inherente al proceso de toma de decisiones o a los resultados que son producto de ese proceso. Podríamos argumentar que la democracia como resultado –enfoque individual– tiende a seguir un modelo en el que el que más sabe o el que está      en una posición de poder (el urbanista, el arquitecto, el político), está tomando “supuestamente” la mejor decisión, la más adecuada y justa para todo el mundo [7]. Por otro lado, la democracia inherente al proceso de planificación urbana –enfoque cívico– implica que las decisiones se toman mediante la interacción y la puesta   en común de distintas personas [8]. Por supuesto, aquí se están polarizando dos situaciones, para su mejor comprensión, a pesar de que en la realidad, y sobre todo en los últimos años, por suerte se dan simultáneamente.

3.2.    El acercamiento individual al espacio

Un enfoque individual a la hora de entender la vitalidad del espacio público, hace referencia a la percepción individual que tiene cada individuo del espacio. Aunque todos, como individuos, hacemos nuestra propia interpretación del espacio que nos rodea, este punto de vista es más relevante cuando pensamos en el rol que cumple normalmente el diseñador de un espacio público o de un barrio, el arquitecto o urbanista, puesto que normalmente es él quien tiene la responsabilidad final de diseñar un espacio de una forma u otra. Según este enfoque esta investigación distingue 3 pasos en el acercamiento individual a un lugar: “espacial”, “sensorial” y “social” [9].

Entender un espacio desde el punto de vista “espacial”, es ver su ocupación  y  sus límites, ver lo tangible. El espacio tiene un significado o existe, cuando  tiene un límite, un perímetro, cuando está “ocupado”. Entre otros pensadores, el pensamiento de Rafael Alberti –medida y escala–, se enmarcaría dentro de este nivel de comprensión. “His definition of spatial occupation is closely related to the limits of things in space” [10] (Argan & Moore, 1973). Por su parte Leibnitz define el espacio como algo que no puede ser limitado, algo que es infinito a menos que se ocupe (Weyl, 1952). Es la expresión física de la acumulación de cosas o adiciones. Una de sus principales conclusiones es mostrar que la imagen es especular, y puede convertirse en un potente generador de espacio real.

Si vamos más allá de la forma o la ocupación de un espacio, estaremos hablando de un punto de vista “sensorial”, de los sentidos: ser perceptivo a lo    que va más allá de lo físico. Nuestros sentidos y sus funciones tienen un papel importante en la forma en que experimentamos el medio ambiente y la forma en que percibimos los espacios. Edward T. Hall (1961) en «The Hidden Dimension» describe las dimensiones subjetivas que rodean a cada individuo, como por ejemplo las distancias físicas que uno mantiene en el trato con otras personas, de acuerdo a normas culturales muy sutiles. Hall afirma que el espacio personal, aunque se pueda considerar universal, tiene dimensiones particulares determinadas por la cultura y el territorio. Proximidad razonable a una cultura puede ser considerada intrusión en otra. Nishida Kitaro (1987) va más allá y utiliza el término basho” [11], que en japonés significa tierra o casa, no desde un punto de vista patriótico o de procedencia, sino desde la propia experiencia individual, la casa interior de cada uno. Sólo después de la adquisición de esa experiencia individual y personal, el observador puede tener una comprensión global del espacio. Esto es indudablemente algo a tener en cuenta al planificar las ciudades y los espacios públicos. Madanipour (1998), cuando habla sobre la exclusión social en el espacio urbano, habla de un tipo de espacio, el mental, equivalente a este nivel, el sensorial, y ejemplifica cómo puede moldear el comportamiento de las personas: alguien que no puede permitirse comprar en determinada tienda, lo más probable es que al verla, al ver sus características físicas, perciba inconscientemente que está por encima de sus posibilidades, y esto se traducirá en una reticencia automática a entrar en dicha tienda, al sentirse incómodo socialmente.

Finalmente, la aproximación a un lugar de forma “social” es interactuar con lo que ya hay, una vez se ha percibido, para transformarlo e interiorizarlo. Este es el nivel (entendiendo que los otros dos quedan superados y comprendidos dentro de este tercer nivel) que se considera idóneo para enfrentarnos a la complejidad   de lo social en las ciudades actuales. Los límites del espacio y la percepción que tenemos de él son dos aspectos importantes a tener en cuenta, pero sólo en el nivel de comprensión a través de lo social, se puede tener verdaderamente empatía con los futuros usuarios que van a utilizar el espacio que nos disponemos a diseñar. Michel de Certeau, en «L’invention du quotidien», habla de “trucos en las artes del hacer” que permiten a los individuos sometidos a las restricciones globales modernas –especialmente urbanas– de la sociedad para desviarse de ellas, a través del ingenio propio de las acciones cotidianas, para establecer su propia decoración y trazar sus propios itinerarios personales. Este tipo de acciones cotidianas son   las que un buen diseñador debe incorporar en su toma de decisiones. Debe estar alerta, para verlas, para hacer que cuando su diseño esté acabado, verdaderamente complemente la vida cotidiana de los vecinos, e incluso la mejore.

Esta investigación defiende la aproximación al espacio público no sólo como algo que tiene límites, o algo que produce sensaciones, sino algo que puede llegar a estar compuesto de relaciones sociales, de acciones, de forma impredecible        y cambiante, y estos aspectos son precisamente los que lo hacen vital. “The intimate and unceasing interaction between people and the forms they inhabit is a fundamental and fascinating aspect of built environment. We are all players: agents who inhabit the environment, transforming it to our liking …” [12] (Habraken, 2000, p. 7). Henri Lefevbre en «La producción del espacio» estudia la naturaleza social del espacio público. El espacio mental nunca surge del aislamiento, siempre tiene un origen social. Lefevbre investiga la relación entre el espacio (el contenedor, lo volumétrico y su límite) y el contenido social (forma, el uso, la materia). Georg Simmel es incluso más radical cuando habla de acciones sociales en el espacio: “When a number of people live isolated within spatial limits, each one of them fills with its substance and activity (…) only the immediate place, and the remainder between that place and their neighbors, is empty space.” [13] (Simmel, 1986, pp. 644-655).

El diseñador o estudioso que se queda superficialmente en el nivel espacial, se servirá sólo de mapas y números para diseñar un lugar. Aquel que mira, que va al lugar, al menos se deja llevar por sus sensaciones del lugar, y su diseño del lugar será un poco más válido. Sin embargo, sólo aquel que interactúa con las personas que habitan o van a habitar ese espacio, que conecta empáticamente con ellos, está de verdad ejerciendo su trabajo correctamente. El último es el menos habitual ¡pero hoy en día, muy necesario! Como profesionales o estudiosos de la ciudad, debemos analizar espacios en relación a la gente. Debemos aprender a ser conscientes de que una cosa es cómo percibimos nosotros los espacios como diseñadores (o políticos o empresarios) y otra muy distinta cómo los pueden percibir aquellos que los van  a utilizar, aquellos que viven en el barrio (ver ejemplo en Hester, 1984, pp. 45-46).

Si el problema en las disciplinas como arquitectura, diseño urbano o paisajismo, es que prime sólo la forma o el diseño, en planeamiento urbano el problema es que primen sólo los números. En urbanismo muchas decisiones de    la ciudad se toman respaldadas tan sólo por cifras, datos cuantitativos, que hacen una simplificación de la realidad, no teniendo en cuenta todas las dimensiones de ésta. Poco a poco, algunos estudios urbanos e investigadores empiezan a incorporar los métodos y datos cualitativos, más frecuentes en disciplinas como la sociología o la antropología (Mehta, 2013; Zukin, 2010; Morales, 2009; Ewing y Handy, 2009; Ewing et al., 2006). La literatura reciente en teoría del diseño urbano destaca cualidades más sutiles y precisas que influyen en los patrones de movimiento y uso del espacio público. Se las denomina cualidades de percepción del entorno urbano o cualidades de diseño urbano, y se presume que intervienen entre las características físicas y de comportamiento social, animando a la gente a caminar, permanecer en la calle, etc. Probar estas presunciones requiere métodos fiables de medición de calidades de diseño urbano, lo que permite la comparación de estas cualidades con el comportamiento social (Ewing & Clemente, 2013).

3.3.    La perspectiva colectiva del espacio

Un enfoque ciudadano a la hora de entender la vitalidad del espacio público, hace referencia a la perspectiva ciudadana, aquélla que todos tenemos debido a    la historia de nuestras ciudades, las políticas y los comportamientos culturales los que pertenecemos como parte de una sociedad. Este segundo punto de vista adquiere mayor relevancia cuando hablamos del usuario, del residente, del conjunto de personas que van a utilizar el espacio diseñado. Bajo este enfoque, esta investigación distingue otros 3 niveles de perspectiva colectiva del espacio: “idear”, “construir” y “mantener”.

Soja (2000) defiende que el tratamiento del espacio está inevitablemente ligado a los procesos históricos y sociales. En definitiva, que el espacio social del que nos rodeamos nos influye como personas. ¿Quiere esto decir que el que vive en un entorno falto de vitalidad, inerte socialmente, está condenado a acostumbrarse y que su personalidad se desarrollará de una forma completamente distinta a la de aquel individuo que viva en un entorno vital y socialmente rico? Esta definición de Soja del espacio como algo que va más allá de lo físico, está en la misma línea de estudiosos de la ciudad que Jane Jacobs, para quien un espacio vital tiene más que ver con la diversidad y la justicia social, con el derecho a acceder a un espacio, que con el número de personas que lo frecuentan. Leonie Sandercock (2003) comparte también el mismo punto de vista: parte de tener una voz propia en los procesos ciudadanos, pasa por tener la posibilidad de participar en procesos democráticos, pero también pasa por poder formar parte en la creación de ciudad.

A la hora de “diseñar” o idear el espacio público, según la perspectiva colectiva, se deberían incluir un mayor número de actores, que incluya al colectivo de ciudadanos. Todo el mundo va a habitar ese espacio, y por lo tanto no puede ser sólo el sueño de un político o un urbanista. El sistema de planificación debería ser por tanto, flexible y no rígido, para poder anticiparse al futuro y adaptarse a cada ocasión y condición. Las barreras rígidas de la ciudad, tanto físicas como sociales, deben ser cuestionadas. Se deben crear relaciones híbridas, con una circulación más fluida entre lo público y privado. Muchos no-lugares y terrain-vagues (espacios carentes de vitalidad) son indicadores del grado de deterioro o abandono de un barrio. En ocasiones éstos se utilizan por los residentes locales para diversas actividades, que difieren de las específicamente planeadas o designadas legalmente para ese lugar. Estas ideas deberían tenerse en cuenta a la hora de idear el espacio público cotidiano. Hester describe estrategias y técnicas que pueden ayudar al diseñador a identificar las variables sociales que influyen en el uso del espacio público de un barrio. Algunas de ellas son: reuniones con los organismos políticos del barrio y los residentes, foros de barrio, comités de dialogo, brainstorming, buzz session [14] synectics o juegos de rol, juegos [15], entrevistas, cuestionarios, observación interactiva, etc. (Hester, 1984, pp. 81-129).

A la hora de “construir” un espacio colectivo, se debe involucrar a la gente. Si la gente se siente involucrada en el proceso de construcción, si hace un esfuerzo por construir algo con sus propias manos, inconscientemente, se estará apoderando de ese objeto, de ese espacio, y en futuro, lo verá como algo suyo, algo que respetar, cuidar y por supuesto, utilizar (Hester, 1984). El place-making debe fortalecerse por encima de lo puramente estético o permanente. La capacidad de los arquitectos y diseñadores urbanos para producir una imagen integradora y equilibrada de la ciudad está estrechamente relacionada con la capacidad que tienen de hacer que la gente imagine su espacio público y se sienten representados en él.

Para “mantener” un espacio colectivo, una vez diseñado y construido, se deben tener en cuenta las acciones cotidianas de los residentes. No debemos olvidar que los espacios públicos de un barrio no están únicamente conectados a actividades comerciales y de restauración (como las terrazas, fenómeno tan explotado hoy   en día) o al transporte. Dado que la gestión normalmente va asociada al agente financiador, el verdadero reto para arquitectos y urbanistas es crear funcionalidad e integración ciudadana. Una ciudad verdaderamente democrática y justa es aquélla en la que existe un equilibrio y un tamiz social heterogéneo, y no aquélla llena    de islotes, o fronteras. Las ordenanzas no deben estar sólo a disposición de los propietarios, políticos y demás fuerzas del poder, sino que deben ser por y para    el bien ciudadano, y desarrolladas entre todos. Doreen Massey habla de cómo    los lugares nos cambian, no por un sentimiento visceral de pertenencia, sino por  la práctica o el practicing de un lugar, entendiendo éste como la arena donde la negociación se puede llevar a cabo (Massey, 2005).

4          Conclusión: acercamiento al estudio de la vitalidad

El fin último de la investigación es modificar, aunque sea mínimamente, la forma de mirar de los distintos grupos que tienen que ver con la ciudad. El trabajo de investigación del que forma parte este artículo, pretende abrir el debate, e indicar qué aspectos debemos mirar o evaluar para revertir la situación, de un espacio público cotidiano desconectado de la gente, a uno que forme parte del día a día, y que además traiga beneficios para la salud y el bienestar. El trabajo bibliográfico y crítico, resumido en los puntos anteriores de este trabajo, da como resultado   una propuesta para el estudio de la vitalidad. Dicho procedimiento se apoya en tres condiciones fundamentales: la multiescalar (ME), lo multidisciplinar (MD), y los múltiples agentes (MA). Esto se puede ver reflejado en el esquema de la Fig. 4, donde se ilustran las ideas principales a tener en cuenta para el estudio de la vitalidad.

La condición de lo multiescalar (ME) –en la banda superior del esquema de la Fig. 4– tiene como fin recordar que la vitalidad, al ser un fenómeno urbano, debe estudiarse desde distintas escalas: de ciudad (XL), de barrio (L), de calle (M) y de peatón (S). Las distintas escalas están interconectadas, ya que las decisiones a escala de toda la ciudad, por ejemplo, tienen un impacto también a la escala del peatón. La condición de lo multidisciplinar (MD) –en la banda intermedia del esquema de la Fig. 4– respalda cuatro dimensiones principales a tener en cuenta a la hora de estudiar la vitalidad: la física, social, económica y legal. Por último, la condición de múltiples agentes (MA) –en la banda inferior del esquema de la Fig. 4–, hace referencia a tres grupos de actores o agentes urbanos, que intervienen a la hora de hacer ciudad: las administraciones (izquierda) –los que deciden a priori qué hacer–, los arquitectos y urbanistas (centro) –los que ejecutan e idean soluciones–, y los usuarios (derecha) –los que habitan en su día a día esos espacios y en muchos casos los gestionan–.

La vitalidad urbana es transversal a estas tres condiciones. No es algo que   se pueda cultivar desde un solo frente. La realidad de las ciudades, así como el comportamiento de las personas en ella, son profundamente complejos, y por tanto, la vitalidad es un fenómeno que convive con esa complejidad, que depende de múltiples factores. En conclusión, y resumiendo las ideas principales de esta investigación, no puede entenderse sólo desde lo particular, con una sola lente ni en un solo lugar. Sólo mediante un acercamiento en la línea transversal del que este trabajo propone, podría ahondarse en la complejidad de la vitalidad, para poder mejorar los espacios que nos rodean y mejorar nuestro bienestar social y nuestra salud.

María Beltrán Rodríguez*, en dianet.unirioja.es

*                     María Beltrán Rodríguez ([email protected]) es doctor arquitecto por la Escuela Politécnica Superior de la Universidad CEU San Pablo (Madrid, España) y M.Sc. en Urban Planning & Design por el KTH Royal Institute of Technology, Estocolmo (Suecia).

Notas:

3   “[Por un lado,] nunca ha habido un momento más propicio que ahora para examinar la cuestión de las responsabilidades sociales de la arquitectura, [pero, por otro lado], la brecha que existe entre los discursos especializados de planeamiento urbano, arquitectura, política, y el público nunca ha sido tan grande.” (traducción al castellano realizada por la autora).

4   Augé nos recuerda la famosa frase de Rem Koolhas, fuck the context!, prueba de que a los que lideran el discurso de la teoría y la práctica arquitectónica y urbana, muchas veces les importa más “colocar” su monumento de fama internacional, que resolver el lugar de la mejor forma posible para ese contexto específico y los futuros usuarios o residentes de la zona.

5   “Se trata de un proceso continuo de forma de vida y de trabajo, una construcción gradual de     las experiencias cotidiana; la expectativa de que los vecinos y edificios de hoy, estarán aquí también mañana.” (Traducción al castellano realizada por la autora).

6   Mirar el Losch’s Model de location theory. http://prezi.com/ovgknb9ypxgx/loschs-model/

7   “An intellectually guided society” (where) “information, scientific inquiry, analysis and theory are conclusive […] in discovering the correct form of organization for society.” (Lindblom, 1977, p. 250).

8   “Where everyone knows himself to be fallible, […] many needs cannot be known, […] institutions and policies cannot always be tested by reference to them. Instead the volitions of ‘the people’ are taken as the best indicator of needs and wants.” (Lindblom, 1977, p. 250)

9   Estas se inspiran en Soja (2000) y sus “trialécticas” espaciales, a las que define como Firstspace, Secondspace y Thirdspace, que a su vez guardan relación con los conceptos de Lefebvre de espacio percibido, concebido y vivido. “The production of cityspace in its combined expression of contextualizing form-and-process can be studied in at least three different but interrelated ways.” (2005 [2000], p. 10).

10 “Su definición de la ocupación del espacio está estrechamente relacionado con los límites de las cosas en el espacio.”

11 “Basho” se define como la re-comprensión de las raíces de uno mismo como ser humano, mediante el re-descubrimiento de nuestra experiencia.

12 “La interacción íntima e incesante entre las personas y las formas en que habitan es un aspecto fundamental y fascinante del entorno construido. Somos todos los jugadores: agentes que habitan el entorno, transformando a nuestro gusto.”

13 “Cuando un número de personas viven aisladas espacialmente dentro de ciertos límites, cada una de ellas se impregna de sustancia y actividad (…) sólo el lugar adyacente y el que queda entre ese lugar y su vecinos, es considerado espacio vacío.” (Simmel, 1986).

14 Similar a brainstorming, también con poca gente, grupos de menos de 5, que generan ideas informalmente. Pero esta técnica es menos definida en cuanto a los objetivos, con lo cual deja más libertad a los participantes y facilita la interacción entre ellos. (Hester, 1974, p. 104).

15 No olvidemos que los juegos suelen ser modelos de la realidad.

María Beltrán Rodríguez

1.     Introducción

Este artículo destaca la importancia de los espacios públicos como lugares imprescindibles para las relaciones sociales. Se encuadra la vitalidad como una cualidad que habla de las personas, colocando a las personas no a la estética o tecnología, como elemento prioritario en la teoría urbana y el diseño del espacio público. La investigación pretende arrojar luz sobre aquellos aspectos del espacio público que escapan muchas veces a los ojos de políticos o diseñadores, y que rara vez aparecen en los planos, pero que en el día a día de todos nosotros, proporcionan calidad de vida. El objetivo principal de la investigación es traer la vitalidad del espacio público a una primera línea de debate tanto a la hora de estudiar la ciudad como de crearla. Habla del importante vínculo que existe entre el nivel de vitalidad de los espacios públicos cotidianos y la fuerza que tiene una ciudad de regenerarse, de mantenerse sana, sostenible y resiliente, con capacidad para evolucionar favorablemente y mantenerse equilibrada y próspera en lo social, económico, físico o estético y legal.

Una red de espacios públicos bien diseñados y administrados puede ser una de las grandes virtudes de una ciudad y a la larga conlleva muchos beneficios (Jacobs, 1961). Sin embargo, la morfología de muchos nuevos desarrollos está provocando la desaparición de los espacios públicos vitales. Esta morfología ha provocado la ruptura de la escala de barrio, que sí encontramos en el centro de las ciudades o   en tejidos más antiguos y compactos. Al desaparecer la escala de espacio público, desaparecen con ella las actividades cotidianas que realizamos diariamente, los encuentros fortuitos y espontáneos, y con ello la generación de identidades colectivas y espacios de representación comunitaria. Desaparece el street ballet, que describía Jane Jacobs en sus libros, y que explica el sentido de pertenencia al barrio y la cohesión social, inherentes a barrios bien definidos y delimitados y con calles de tamaño mediano o pequeño y que gozan de variedad de usos y actividades.

Muchos teóricos y estudiosos del tema describen esta falta de vitalidad de    la ciudad contemporánea como “la muerte de la calle” (Scully & Levine, 2003; Augé, 1995; Venturi, 1968). Destacando la problemática social, La Cecla (2012), explica cómo hoy en día, en parte por la herencia recibida por el planeamiento   del Movimiento Moderno, estamos siendo testigos de “la muerte de la calle”, la pérdida de contacto con el suelo y con la acera. Critica, además, los terribles efectos que todo esto ha tenido en nuestras relaciones sociales, haciendo que pasemos más tiempo en casa, en lugar de “encontrarnos” en espacios públicos. Así, las relaciones sociales en los espacios públicos en muchos barrios recientes, son prácticamente inexistentes. El hecho de que hoy, aun con los avances tecnológicos que permiten la comunicación sin necesidad de salir a la calle, los ciudadanos reclamen todavía un espacio público digno y de calidad, donde aparezcan actividades sociales (Gehl, 2010), es aún más inquietante. Todo ello hace que sea más urgente e importante buscar un nuevo camino a la hora de afrontar el diseño y planeamiento de las ciudades en general y el espacio público en particular.

Algunos tenemos la suerte de escoger donde vivir. Pero todos buscamos cosas similares para escoger un hogar. Como dice Max-Neef (1986) las necesidades humanas son finitas, pocas y clasificables; son las mismas en todas las culturas y periodos históricos. Y si todos buscamos satisfacer las mismas necesidades, ¿cómo es que existen barrios tan dispares, barrios en los que muchos nunca escogerían vivir? Lucy & Philipps (2006), tras el estudio de las 35 áreas metropolitanas de mayor población en los Estados Unidos, concluyeron que el lugar de residencia, el “hogar”, es la posesión más valiosa para la mayoría de la gente; y que la localización, y las características del barrio donde se encuentre (incluyendo centros educativos y de salud, redes de amigos o familiares, actividades de recreo y amenidad, distancia al trabajo, etc.), constituyen no sólo los valores por los que se escoge una residencia, sino que marcan a un niño o adulto durante décadas; definen en gran medida las oportunidades que esa persona tendrá en la vida (Yates, 2011).

Partiendo de todas estas consideraciones, la investigación plantea en primer lugar, tres preguntas fundamentales: ¿por qué es importante la vitalidad?, ¿por qué desaparece? y ¿qué hace a un lugar vital? En segundo lugar, discute cómo abordar el estudio de la vitalidad, y explica la diferente visión que tienen distintos agentes a la hora de entender el concepto de vitalidad. Por último, señala un posible camino para estudiar el fenómeno de la vitalidad, combinando distintos puntos de mira y actores que intervienen en la ciudad, mediante un acercamiento transversal y multidisciplinar.

2.        Un espacio público cotidiano vital

El Diccionario de la Real Academia de la Lengua define la “vitalidad” como la cualidad de tener vida. Vital es aquello que está dotado de gran energía o impulso; vivo, enérgico, activo, vivaz, exuberante, animado, bullicioso, entusiasta, vibrante, dinámico. Pero, ¿qué connotación adquiere cuando se aplica al tejido urbano?

No se ha encontrado documentación de alguien que acuñase el término “vitalidad” por primera vez para referirse a la ciudad. El término “ciudad viva”, sin embargo sí se ha podido rastrear. Roberta Brandes Gratz (1989) lo atribuye a Jane Jacobs, quien lo utiliza como concepto de la ciudad, como “acuerdo”, que constantemente genera crecimiento económico de su propia economía “local” (Jacobs, 1969, p. 262). Este uso también coincide con el del sociólogo Max Weber (1958) y el historiador Henri Pirenne. Pero lo que sí se puede deducir de toda la información recopilada, es que el término vitalidad se utiliza siempre en forma de adjetivo, de cualidad, para describir un sustantivo al que acompaña: un lugar, una ciudad, un barrio, una calle. Nunca aparece por sí solo. La investigación, dotando al concepto de vitalidad de mayor importancia y fuerza, opta por utilizarlo, en su conjunto, por sí solo, como sustantivo en lugar de adjetivo.

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Fig. 1a. Imagen izda. Chicago. Fuente: Norberg Schulz (1971). Fig. 1b. Imagen dcha. Times Square. Fuente: en.wikipedia.org.

La vitalidad, según el significado que le demos, será más o menos cuantificable mediante el número de eventos por metro cuadrado ocurriendo en una plaza o el número de personas que pasa cada día por un mismo punto. Por ejemplo, ¿es más vital la escena representada en la imagen de Chicago con seis niños jugando en la calle o Times Square repleto de miles de personas? (Fig. 1a y 1b). Si entendemos vitalidad como algo relacionado con la equidad, entonces diremos que es difícilmente medible numéricamente. Sin embargo, si la entendemos como algo más relacionado con el éxito económico de un lugar o la cantidad de actividades que tienen lugar, ésta podría ser cuantificada más fácilmente.

Esta investigación define vitalidad como algo que va más allá de lo físico, y que incluye de forma simultánea, conceptos como vida, energía, actividad, sociabilidad, convivencia, sostenibilidad social y económica o tolerancia. La dificultad de estudiar la vitalidad radica en que es un concepto complejo, con múltiples significados y variables, físicas pero también económicas, sociales, o legales. Por lo tanto, sería necesario un enfoque mixto, así como métodos cuantitativos y cualitativos, para poder estudiarla y entenderla.

2.1     ¿Por qué es importante la vitalidad?

¿Por qué debería preocuparnos la falta de vitalidad? ¿Por qué no interesa que nuestros espacios públicos cotidianos estén faltos de vida? Una red de espacios públicos vitales tiene multitud de beneficios demostrados, como son:

  • Incremento de la interacción social.
  • Mayor diversidad y equidad.
  • Incremento del capital social.
  • Menor índice de delincuencia.
  • Mayor sentido de pertenencia, identidad vecinal y sentido de comunidad.
  • Mejora del turismo y de los negocios cercanos.
  • Creación de lugares más atractivos.
  • Mayor respeto al medio ambiente.

Aunque los beneficios de un entorno vital son variados, todo ello converge, en el contexto de esta investigación, en un punto común y prioritario: las personas. La vitalidad es importante porque es una cualidad que habla de las personas, que coloca a las personas (y no a la estética o la tecnología) como elemento prioritario en la teoría urbana. Más allá de una razón estética o económica, si partimos de     la base de que los espacios públicos “saludables”, gozan de un alto grado de vitalidad (Ewing & Clemente, 2013), la vitalidad debería preocuparnos, como  algo que afecta directamente a nuestra salud. En 2007, la Royal Commission on Environmental Pollution en el Reino Unido publica informes en los que concluye cómo “la salud y el bienestar están indisolublemente vinculadas al medio urbano” (Robbins, 2007). “El mapa de asentamiento en relación a la salud” (Fig. 2), muestra de forma gráfica la multitud de factores asociados directamente con la calidad de vida y la salud de las personas. El tipo de planeamiento urbano aplicado, el tipo de calles y espacios públicos que diseñamos, pueden tener efectos directos   en aspectos que afectan directamente a la salud de las personas, como son los estilos de vida que adoptamos o la relación que tenemos con la naturaleza.

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Fig. 2. The Settlement Health Map. Fuente: Barton & Grant, 2006.

Los efectos dañinos de algunos asentamientos urbanos en las personas son visibles (como es el caso de los efectos de la contaminación en la aparición de enfermedades cardiorrespiratorias). En otros casos, no es tan aparente, como ocurre con los trastornos psicológicos, debidos por ejemplo, a la falta de interacción social. La Organización Mundial de la Salud define que “la salud es un estado completo de bienestar físico, mental y social, y no únicamente la ausencia de enfermedad.” (The World Health Organization Constitution, 1946). Esta investigación destaca el bienestar social, por ser quizás el más olvidado hasta ahora. Informes recientes del Grattan Institute (Australia) y del Design for Social Sustainability, Young Foundation (UK), demuestran que los vínculos sociales son cruciales para el bienestar. Estos informes exponen que existe una fuerte conexión entre la calidad de la infraestructura social y el bienestar de los residentes de una zona o población. Los seres humanos somos fundamentalmente “animales sociales”: las relaciones son esenciales para nuestro bienestar y nuestra salud. La falta de interacción social conduce a soledad y aislamiento; experiencias mucho más dañinas de lo que se creía hasta ahora. Por ejemplo, para una mejor calidad de vida, podría ser más importante relacionarse de forma activa con vecinos y amigos en el entorno cercano, que tener un sueldo más elevado.

2.2.    ¿Por qué desaparece la vitalidad?

La desaparición de la vitalidad en espacios públicos no es algo nuevo. Si examinamos la historia de las ciudades, veremos cómo ha habido periodos más proclives a la vitalidad en las calles –como el Medievo- y otros menos proclives, como aquellos marcados por regímenes totalitarios. Pero para los problemas actuales, interesa la combinación de múltiples factores del siglo XX, entre los que se encuentran:

-Crecimiento de población urbana.

-Llegada del automóvil.

- Nuevos sistemas económicos dominantes.

-  Nuevas formas de planeamiento.

Esta combinación de factores tuvo como consecuencia ciertos patrones que aún hoy caracterizan muchas de nuestras ciudades y que afectan de forma directa a la vitalidad del espacio público:

  •        Proliferación de circunvalaciones y vías de alta velocidad para vehículos mayoritariamente privados.
  •        Grandes centros comerciales desconectados del centro de la ciudad.
  •        Separación de usos.
  •        Privatización de lugares de encuentro.

Fig. 3.png

Fig. 3a. Imagen izda. Enclosing agents: at three scales. Fuente: Urban Space, Rob Krier.

 

Fig. 3b. IFig. 4.pngmagen dcha. Ville Contemporaine. Fuente: Town of Three Million Project, Le Corbusier.

Como arquitectos y urbanistas nos interesa el cambio de mentalidad que supuso el Movimiento Moderno y la forma de hacer ciudad que proponía y que aún hoy se ve en nuestras ciudades. Frente a una forma de hacer ciudad mucho más adaptada a la figura humana, como la que explica Rob Krier (Fig. 3a), se plantea una ciudad ideal en la que los edificios y los vastos espacios que los separan pierden toda relación con lo humano, tanto en los físico como en lo psíquico (Fig. 3b). A pesar de las buenas intenciones de muchos urbanistas, arquitectos y administradores para idear e implantar sistemas pluricéntricos y equitativos, las ciudades de los últimos años no han cambiado su escala de valores. La Cecla (2012) critica la desigualdad que existe entre unos barrios y otros en ciudades europeas, y en especial entre los centros y su periferia.

“The ugliness of the suburbs is linked to the ideology of the enclosure of domestic space for the single working-class family, ‘with the reduction of life to a private shadow theatre’. There is nothing of the richness found in even the poorest city, where the semipublic and informal spaces, markets, traveling fairs, bars, osterias, cafés, news kiosks, and stalls, all uphold the importance of the street over an Anglo-Saxon pretense of privacy.” [1] (La Cecla, 2012, p. 53).

2.3.   ¿Qué hace a un lugar vital?

Todos sabríamos reconocer una plaza como llena de vida y actividades, de vitalidad. ¿Pero cómo ocurre? ¿Por qué unas plazas gozan de vitalidad y otras no? Esta investigación revisa el trabajo de profesionales y teóricos que centran sus estudios en lo social y las personas. A continuación se resumen las ideas de una selección de autores contemporáneos, que desde distintas disciplinas profesionales, defienden la importancia de la vitalidad –entendida en el marco de esta investigación–, y explican qué la fomenta. Los puntos más importantes se encuentran resumidos en la Tabla 1.

Peter Bosselmann (2009) destaca en sus investigaciones en distintos barrios de todo el mundo, que uno de los “sellos” de la vida en las ciudades es el beneficio que se obtiene de la presencia de otras personas en el entorno cercano. Jane Jacobs (1961) señala la cualidad de vitalidad como la clave para la regeneración de una ciudad, para su permanencia en el tiempo, su “resiliencia”. Defiende que una ciudad o un barrio sano es aquél en el que sus calles gozan de diversidad de personas, y que esta diversidad es la fuente de energía para afrontar cualquier problema en un futuro. La vitalidad según Bosselman, ocurre porque hay “presencia de personas”. Sin embargo Jacobs ahonda en la definición y habla de la vitalidad urbana como consecuencia de la “variedad de personas”. Si hay diversidad de personas en una red de espacios públicos (ya sea porque vivan o trabajen cerca), es más probable que “La falta de atractivo de los suburbios está vinculada a la idea de envolver el espacio doméstico familiar de la clase trabajadora, reduciendo la vida a un teatro privado de sombras. No tienen nada de la riqueza que se encuentra hasta en la ciudad más pobre, donde los espacios semipúblicos e informales, mercados, ferias ambulantes, bares, tabernas, cafeterías, quioscos de prensa y patios de butacas, recalcan la importancia de la calle frente a la pretensión anglosajona por la privacidad.” (Traducción al castellano realizada por la autora).

la interacción entre ellas de lugar a más ideas, más sectores de demanda y también más recursos para cubrir esos sectores. Todo ello por tanto acaba teniendo un efecto positivo en el barrio, en sus vecinos e incluso en su economía.

N. J. Habraken (2000) define vitalidad no por el número o el tipo de personas que la crean sino por lo que hacen. Su “intervención”, como algo relacionado con la creatividad, y su participación activa en ese entorno, es lo que lo hace vital, ya que lo renueva, lo modifica y amplía. Esta perspectiva es parecida a la del economista Sanford Ikeda (AA.VV., 2010), que defiende que la vitalidad de un entorno no es el resultado del diseño humano, sino de la acción humana. Esto es importante, pues se deduce que es la vitalidad propia de las interacciones impredecibles y espontáneas de los habitantes de un barrio o ciudad, la que activa la economía, crea los complejos mercados, intrincadas redes sociales e incluso la variada cultura. Ikeda profundiza en las ideas de Jacobs sobre la economía y la vitalidad social.

Profundizando más en el concepto de “creatividad” y su fuerte vínculo con  la vitalidad, el geógrafo David Harvey (1989), define la vitalidad urbana como aquella energía que surge de la diversidad y de la capacidad humana de controlar lo inesperado de una forma creativa. Peter Zlonicky (AA.VV., 2010), también partidario del concepto de creatividad ligado al de vitalidad, habla de las infraestructuras sociales híbridas y de los usos temporales creados por los ciudadanos en espacios públicos infrautilizados, como alguno de los aspectos claves de la vitalidad urbana.

William H. Whyte también ha escrito sobre la materia, a pesar de ser más conocido por haber estudiado y diseñado algunas de las plazas más famosas de Manhattan. De sus escritos se deduce que la vitalidad es algo que trasciende el diseño, que va más allá del entorno construido o físico. “It is often assumed that children play in the street because they lack playground space. But many children play in the street because they like to” [2], dice Whyte (1980, p. 10), recalcando su carácter impredecible, lo mucho que se puede escapar del control de los diseñadores que haya vitalidad o no, cuando se centran sólo en lo formal. Whyte nos recuerda que no todo se puede solucionar mediante el diseño, que hay que mirar, que hay que trabajar en equipos multidisciplinares.

Jan Gehl (2011), conocido por liderar el proyecto de peatonalización del centro de Copenhague, y por extender sus ideas sobre revitalización y rehabilitación de centros urbanos por todo el mundo, defiende la importancia de un urbanismo para las personas. Sin quedarse sólo en la forma final (peatonalizar, en su caso), ahonda también en el fondo, en los mecanismos legales para crear políticas integradas   que coloquen a los ciudadanos en el centro. Gehl aúna el diseño y lo legal, como nexo imprescindible en la creación de entornos vitales, de ciudades llenas de vida, seguras, sostenibles y saludables, contribuyendo a los objetivos –que él considera esenciales– de sostenibilidad social y sociedad abierta y democrática.

Por último destacar las ideas de un político –además de arquitecto–, Jaime Lerner (AA.VV., 2010), que explica la vitalidad de una ciudad como algo en continuo cambio, no como algo que se obtiene de un modelo de planeamiento o  un instrumento económico determinado. El alma de la ciudad –la fuerza que la hace existir y progresar– reside en cada uno de sus ciudadanos y en el poder con  el que las relaciones, la diversidad y cohesión, la identidad y densidad, moldean la calidad del espacio urbano. La vitalidad debe ser un concepto entendido también por políticos, no como algo superficial, como únicamente la presencia de personas o como un rendimiento económico, sino como algo variado y complejo, tal cual se entiende en esta investigación.

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Tabla 1. Aspectos que fomentan la vitalidad urbana según distintos estudiosos de la ciudad.

María Beltrán Rodríguez*, en dianet.unirioja.es

María Beltrán Rodríguez ([email protected]) es doctor arquitecto por la Escuela Politécnica Superior de la Universidad CEU San Pablo (Madrid, España) y M.Sc. en Urban Planning & Design por el KTH Royal Institute of Technology, Estocolmo (Suecia).

Notas:

1 “La falta de atractivo de los suburbios está vinculada a la idea de envolver el espacio doméstico familiar de la clase trabajadora, reduciendo la vida a un teatro privado de sombras. No tienen nada de la riqueza que se encuentra hasta en la ciudad más pobre, donde los espacios semipúblicos e informales, mercados, ferias ambulantes, bares, tabernas, cafeterías, quioscos de prensa y patios de butacas, recalcan la importancia de la calle frente a la pretensión anglosajona por la privacidad.” (Traducción al castellano realizada por la autora).

2   “A menudo se asume que los niños jueguen en la calle por falta de espacio de juegos. Sin embargo, muchos niños juegan en la calle porque les gusta.” (Traducción al castellano realizada por la autora).

 

 

Redacción de opusdei

En el verano de 1951 leí por primera vez Camino. Comencé su lectura con sentido crítico: quizá era una injustificada reacción a los elogios del amigo que me había aconsejado el libro. Sin embargo, conforme pasaba sus páginas, poco a poco descubrí la sabiduría humana y sobrenatural que contenía. Entre otras cosas, entendí que lo temporal y lo eterno no estaban tan alejados: se abría ante mis ojos un nuevo sentido del tiempo. ¿Por qué? En las siguientes líneas intento responder a esta pregunta, haciendo ver cómo el valor del tiempo depende de su relación con aquello que no cambia, por la “presencia de la eternidad” en él. Para esta tarea me serviré de las enseñanzas de San Josemaría: un santo que supo percibir la trascendencia que el bueno uso del tiempo reviste para quienes buscan la perfección humana y cristiana a través de sus actividades cotidianas.

1. Sentido del tiempo

1.1. Nace el tiempo

Dicen que lo pintó en un día. Miguel Ángel Buonarroti arropa al Creador con túnica roja y, en genial escorzo, figura a Dios que separa la luz y la oscuridad. En la Capilla Sixtina queda esa imagen del primer día de la creación. «Dijo Dios: “Hágase la luz”. Y hubo luz. Vio Dios que la luz era buena, y separó Dios la luz de la tiniebla. Dios llamó a la luz día y a la tiniebla llamó noche. Hubo tarde y hubo mañana: día primero» (Gn 1, 3-5). Nace el tiempo.

¿Qué es tiempo? El santo obispo de Hipona decía que ignoraba la respuesta, pero en el silencio del diálogo con Dios tenía bien experimentado el ayer, hoy y mañana [1]. Dieciséis siglos después, Juan Pablo II vuelve a preguntar «¿qué es tiempo?» y responde: «tanto la fe como la razón, por encima de los datos verificables y mensurables, remiten a la perspectiva del misterio» [2]. El tiempo tiene un componente de misterio desvelado en los tres grandes “momentos” de la historia de la salvación: «al inicio, la creación; en el centro, la encarnación-redención; y al final, la “parusía”» [3].

La noción habitual de tiempo hace referencia a la duración de las cosas sujetas a cambio. A la permanencia en un ente que no experimenta cambio llamamos eternidad; a la permanencia en un ente sujeto al cambio decimos tiempo. Tiempo es la duración propia de un ser que cambia; eternidad es permanencia inmutable, no una suma de tiempos. Con otras palabras: Dios eterna y continuamente crea el tiempo, da el reloj y es el relojero.

¿Es posible conciliar eternidad y tiempo? «Es posible precisamente a la luz de la revelación de Cristo, que unió en sí a Dios y al hombre, la eternidad y el tiempo, el espíritu y la materia» [4]. Con la Redención, el tiempo es cauce para descubrir la eternidad. Ese descubrir trae a la memoria unas palabras de San Josemaría. Recordando que Dios nos espera en el trabajo de cada día, decía a los profesores y alumnos de la Universidad de Navarra: «Sabedlo bien: hay un algo santo, divino, escondido en las situaciones más comunes, que toca a cada uno de vosotros descubrir» [5]. El misterio del tiempo se comienza a desvelar cuando en la vida personal hay afán por descubrir ese algo que rodea de eternidad al tiempo, y permite comprender que «no existen fechas malas o inoportunas: todos los días son buenos para servir a Dios» [6], sin excluir los tiempos ‘duros’ [7].

Cuando se ‘endiosa’ el tiempo los calendarios son juguetes, el tiempo da la mano a lo intemporal, los años avanzan y retroceden, el hombre puede ser niño y adulto a la vez. San Josemaría recibió la gracia de endiosar el tiempo. A los veintiséis años pedía a Dios con toda su alma«ochenta años de gravedad (…) para saber utilizar el tiempo, para aprender a aprovechar cada minuto, en su servicio» [8]. A los setenta años seguía pidiendo ser niño delante de su Padre Dios.«Resulta duro porque el alma pone en ejercicio las potencias que Dios nos ha dado para seguir el camino. Y llegan momentos en los que es necesario prescindir de la memoria, rendir el entendimiento, doblegar la voluntad. Resulta duro, repito, porque esa actividad del alma es lógica, como el reloj que tiene cuerda, y da necesariamente el tic-tac» [9].

No se ha inventado la máquina que haga retroceder y avanzar en el tiempo, entre otras razones porque el ingenio tendría que ser intemporal [10]. El alma que vive la lógica de lo eterno en medio de la lógica del tiempo, hace ofrenda de inteligencia, memoria y voluntad, deposita libremente en Dios su libertad. Esto suele suceder en el silencio, como el que sigue al Fiat de la Virgen María, cuando «¡todo un Dios!, quedó escondido en la Humanidad de Cristo para servirnos. El Omnipotente se presenta decidido a oscurecer por un tiempo su gloria, para facilitar el encuentro redentor con sus criaturas» [11].

1.2. Tiene dueño

Tiempo es de las pocas cosas al alcance de todos los humanos, y lo gastamos haciendo uso de nuestra libertad. Es el gasto más radical: mientras se gasta hay vida, cuando falta esa posibilidad termina la vida en la tierra. Del tiempo sólo hablan los vivos, los muertos quedan en el recuerdo.

Como Dios «hace salir el sol sobre buenos y malos» (Mt 5, 45), es difícil decir «que cualquier tiempo pasado fue mejor, porque todos los tiempos han sido buenos y malos» [12]. El gasto se transforma en inversión si la vista está puesta en la eternidad, en el Creador, no en uno mismo; por esto, la mejor rentabilidad sigue al desprendimiento total del tiempo cuando Dios lo pide [13].

Cabría preguntarse, ¿es posible gastar tiempo sin ser su dueño? Una respuesta precipitada podría atribuir a cada persona la propiedad de su tiempo. Lo erróneo de esa respuesta queda patente ante la realidad de la vida y la realidad de la muerte. Nacer y morir tienen marcado su tiempo desde la eternidad.

¿Quién es el dueño del tiempo?

Un amigo, excelente joyero y sagaz comerciante, adquirió hace años un lote de relojes de arena que cubrían media hora de tiempo. Antes de ponerlos a la venta, alguien sugirió incorporarles una leyenda:Dominum tempus habet qui non es tu, el tiempo tiene un dueño que no eres tú. En pocos días vendió los relojes a buen precio, quizá por el latín, o porque eran bonitos, o por las dos cosas. Sí, el tiempo tiene un dueño:«no me pertenece porque es del Padre Nuestro que está en los Cielos» [14].

¿Con qué título una persona gasta tiempo? Podría decirse que a título de usufructuario por plazo incierto. Por tanto, carece de sentido reivindicarlo a su Dueño diciendo: «¡eh!, que mis años son para mí, no para Ti» [15]. El usufructuario de tiempo contrae la obligación de cuidarlo conforme a la concesión del propietario, y adquiere el derecho a disfrutar los años de vida aunque ignora cuántos serán.

De las enseñanzas de San Josemaría se pueden señalar cuatro características del disfrute de tiempo: es breve, instantáneo, sereno, valioso.

a) Breve

Jesucristo «vivió el único acontecimiento de la historia que no pasa», el misterio pascual [16]. Todo lo demás pasa, es breve,«ayer pasó, y el hoy está pasando. Mañana será pronto otro ayer» [17], ésta es la realidad. Por mucho que alguien se empeñe en derribar el reloj, el tiempo continúa pasando, como lo proclama desde hace siglos el texto del reloj de sol en un rincón de Royal Tunbridge Wells: «Tú me podrás desechar, pero no detener» [18].

La Biblia advierte muchas veces y de formas diversas sobre la brevedad del tiempo de vida, e incluso lo cuantifica: «los años de nuestra vida son unos setenta, u ochenta para los más fuertes; (…) pasan rápidos y emprendemos el vuelo» (Sal 90, 10). Job es más escueto: «mi vida es como un soplo» (Jb 7, 6). A los cristianos de la ciudad del doble puerto, San Pablo se lo dice en cuatro palabras: «Hermanos os digo esto: el tiempo es corto» (1Co 7, 29).

Breve, corto, pasa rápido, además es… pequeño. Que el tiempo es pequeño servía a la Santa de Siena -San Josemaría le tenía singular devoción- para hacer ver que las fatigas son pequeñas porque el tiempo es muy pequeño, «è quanto una punta d’ago e non più», como la punta de una aguja y no más. Y concluye, «pasado el tiempo, ha pasado la fatiga» [19]. Quizá el ser pequeño ayuda a su función de ‘tamiz’ [20] de acontecimientos que pasan por el cedazo de los años y adquieren el verdadero relieve. Porque es suma de tiempos pequeños, la hora se escapa en minutos y estos parecen volar en segundos. San Josemaría nota a lo largo de su vida la «falta de tiempo» [21], aunque esta carencia de tiempo tiene trasfondo: «cuando hay amor, los días vuelan» [22].

b) Instantáneo

Comunicar en “tiempo real” -real time- supone aproximar al máximo el tiempo de difusión de un mensaje y el de su recepción. El instante, mínima porción de tiempo, mide la eficiencia de productos en la industria de la comunicación, es valor positivo que frecuentemente se identifica con el tiempo real.

Se podría decir que Dios siempre habla en tiempo real, porque lo hace desde lo más intangiblemente real: la eternidad. Por esto el Fundador del Opus Dei aconseja«docilidad a las llamadas divinas de cada instante, porque Dios nos espera precisamente ahí» [23]. Aplazar ese diálogo diciendo ‘mañana’ o ‘después’ puede suponer «resistencia a la gracia» [24], ante el ahora abierto a la «felicidad eterna» [25].

San Josemaría con frecuencia une dos adverbios -«hoy, ahora»- [26] para destacar que «el tiempo urge» [27], y «el Señor es cada día más exigente» [28]. Consecuencia de vivir el sentido instantáneo del tiempo es saber corregir en el momento oportuno [29], transmitir a tiempo el consejo adecuado [30].

Sin embargo, el ‘instante’ de Dios no necesariamente coincide con el ‘instante’ humano. Puede servir de muestra la historia de una higuera que cuenta el Evangelio. Los higos suelen llegar con el comienzo del otoño, mas el Señor del Tiempo pide a la higuera su fruto fuera de época. «No era tiempo de higos; pero Nuestro Señor se acerca a tomarlos, sabiendo muy bien que en esa estación no los encontraría. Sin embargo, al comprobar la esterilidad del árbol con aquella apariencia de fecundidad, con aquella abundancia de hojas, ordena: nunca jamás coma ya nadie fruto de ti» [31]. Cuando Dios lo pide, siempre hay posibilidad de dar buen fruto, no sólo hojas bailando frívolamente al son de la brisa. Si la frivolidad tuviera escudo, podría incluir aquella higuera.

Por el contrario, los santos saben dar fruto en el ahora que Dios les señala. A propósito, san Juan de la Cruz hace una pregunta comprometedora: «Pues en la hora de la cuenta te ha de pesar de no haber empleado este tiempo en servicio de Dios, ¿por qué no le ordenas y empleas ahora como lo querrías haber hecho cuando te estés muriendo?» [32].

c) Sereno

Just in time -en tiempo justo- es un sistema de administración empresarial, utilizado para detectar y suprimir los ‘desperdicios’ de tiempo. El principal objetivo es reducir tiempos en la gestión y en los inventarios innecesarios. El sistema ha conseguido resultados sorprendentes, sin embargo corre el riesgo de relegar el tiempo de trabajo de las personas para subordinarlo al tiempo de producción material. Pues no se debe de olvidar que el protagonista insustituible del tiempo y el trabajo es la persona. Tiempo es suma de tiempos que piden ser gastados de modo sereno, sosegado, sin aceleraciones que pretendan conseguir horas de sesenta y cinco minutos. De aquí se deduce una verdad a veces olvidada: el tiempo de descanso no es desperdicio de tiempo.

El escudo familiar de San Josemaría Escrivá de Balaguer tiene dos palabras como lema que llaman a la serenidad del tiempo:«alma, calma». La calma en el alma lleva a ver que «las obras de Dios, Dios las hace. En cambio, los monumentos humanos los hace y deshace el tiempo» [33]. Es calma diligente, no perezosa, que permite contener la impaciencia y decidir en el justo tiempo, porque la vida enseña que lo ‘urgente’ no siempre coincide con lo ‘importante’.

La serenidad pide equilibrio al hacer gasto de tiempo. Refiriéndose al tiempo en la relación con Dios, dejó escrito San Josemaría:«cuando vayas a orar, que sea éste un firme propósito: ni más tiempo por consolación, ni menos por aridez» [34]. La visión serena y positiva del tiempo tiene su raíz en un hecho: con la venida del Hijo de Dios a este mundo «se inició la era favorable, el día de la salvación» (cfr. 2Co 6, 2) [35]. Vivimos en el mejor de los tiempos: si hubiera otro mejor, Dios nos lo habría dado. Los cristianos podemos decir lo que con frecuencia comenta un amigo mío: quien esté mejor que nosotros, ¡qué bien tiene que estar!

d) Valioso

¿Cuánto vale el tiempo? Dependerá de quién lo valora y para qué lo usa. En el mercado de la comunicación el tiempo es moneda de uso corriente y los precios suelen ser elevados. Por ejemplo, el precio de un segundo en spots de televisión emitidos durante el Super Bowl norteamericano del año 2010, osciló entre 83.000 y 93.000 dólares. Estas cifras fueron inferiores a las del 2009 cuando el precio de un spot publicitario de treinta segundos alcanzó 3 millones de dólares. Hay quien considera el tiempo como «una dimensión del nuevo capitalismo» [36], pero el valor real del tiempo -que supera al puro ‘valor de mercado’- no cabe en una cifra por muchos dígitos que tenga; conocer el tiempo es sabiduría, don del Espíritu [37].

El tiempo no es un ‘valor añadido’ a nuestra existencia. Para San Josemaría, el tiempo más bien«es nuestro tesoro, el “dinero” para comprar la eternidad» [38]. En una homilía que luego se publicaría con el título El tesoro del tiempo, trazó las líneas maestras de lo que me parece es ‘carta magna’ de la santificación del tiempo, y urdimbre de estas páginas.

1.3. Tiempo e inteligencia como realidades intangibles

Intangible es lo que no se puede tocar por carecer de entidad física. La inteligencia humana, bien intangible por excelencia, genera conocimientos que tienen proyección económica en el llamado ‘capital intelectual’, parte contable del inmovilizado inmaterial.

Tiempo y conocimiento se entrelazan como dos realidades intangibles complementarias, cuyo valor económico se puede reflejar en los derechos conferidos al titular de una patente, en el nombre comercial, la marca, etc. En su consideración intangible el tiempo es más una idea que un objeto [39], por eso tiene fuerza para ordenar la vida de las personas.

En los comienzos del siglo XXI el trabajo de conocimiento con frecuencia supone mayor gasto de tiempo que el trabajo con inmediatos resultados materiales, como puede ser la producción industrial. Sin embargo, a pesar de las innovaciones en medición de tiempos, todavía no se ha logrado encontrar un sistema de medición objetivo y fiable del tiempo destinado al trabajo de la inteligencia; por esto, la mayoría de las veces se acude al siempre limitado ‘valor de mercado’.

Desde la perspectiva del trabajo humano el tiempo intangible se muestra con evidencia en algunas etapas del proceso laboral; por ejemplo, la búsqueda de información, los intercambios de ideas o conceptos, tareas cuyo contenido es de naturaleza inmaterial [40].

Juan Pablo II decía: «¡Las grandes dimensiones del tiempo! Aunque el tiempo sea siempre un alejarse del principio, pensándolo bien es simultáneamente una vuelta al principio. Y esto tiene una importancia fundamental» [41]. Ciertamente es importante reconocer que el tiempo viene de Dios y vuelve a Dios. En la convergencia del tiempo intangible y el tiempo tangible queda enmarcada la «plenitud de los tiempos» (Ga 4, 4), el tiempo establecido (Rm 5, 6) al que corresponde «una especial plenitud de la comunicación de Dios uno y trino en el Espíritu Santo» [42]. San Josemaría Escrivá toma ese abrazo de tiempos y lo introduce en el corazón de los hombres: «El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está al llegar; convertíos y creed en el Evangelio (Mc 1, 15) (…) Cuando te acerques al Señor, piensa que está muy cerca de ti, en ti:regnum Dei intra vos est (Lc 17, 21). Lo encontrarás en tu corazón» [43].

Uno de los peligros en la gestión de negocios es olvidar la importancia del largo plazo, del tiempo largo, y querer obtener grandes beneficios a corto plazo, en tiempo inferior a un año. Este olvido acorta horizontes al trabajo, achica el campo de la esperanza, hace miope el corazón. Es necesario tener paciencia para esperar el fruto que llega a su tiempo [44], con la sabiduría de descubrir la grandeza encerrada en lo pequeño del comienzo. En cierta ocasión, a quienes estaban promoviendo una Universidad les dijo San Josemaría: «comenzad haciéndola pequeña, para que salga un aguilucho y no un pajarito frito» [45]. El aguilucho nace para ser águila, el pajarito…

La visión a largo plazo facilita el equilibrio de situar cada cosa a su tiempo [46], sin anclarse en el pasado, sin complejos del presente, con la seguridad de que todos los tiempos y ambientes pueden ser ajustados «a la santidad de la doctrina moral de Jesucristo» [47]. El largo plazo facilita otear la eternidad, no moverse por la prisa, ser pacientes y comprensivos, «persuadidos de que las almas, como el buen vino, se mejoran con el tiempo» [48].

La unión de tiempo e inteligencia viene de muy atrás. Un testimonio lo encontramos en la antigua Grecia. La Esfinge, apostada en el camino de Tebas, daba muerte a quien no sabía responder a la pregunta: ¿qué ser vivo camina a cuatro patas al alba, con dos a medio día y con tres al atardecer? Sólo Edipo respondió ‘el hombre’: gatea de niño con manos y rodillas, camina con dos pies de adulto, y a la vejez se ayuda de un bastón. Sagaz respuesta, aunque cabe decir que el tiempo no sólo cambia el modo de andar: en el tiempo el hombre cambia la historia, aunque esto le pueda llevar siglos.

Vale la pena recordar que el tiempo avanza inexorable y no podemos dejar que pase«como el agua sobre los cantos rodados, sin dejar rastro» [49], entre otras razones porque esa agua tiene fuerza intangible que «salta hasta la vida eterna» [50]. Pero el agua puede ser el mayor enemigo incluso de la roca más firme: «es esa agua menuda que se mete gota a gota, entre las rendijas de la peña, hasta arruinar su estructura»; y concluye la comparación, «el peligro más fuerte para el cristiano es despreciar la pelea en esas escaramuzas, que calan poco a poco en el alma hasta volverla blanda, quebradiza e indiferente, insensible a las voces de Dios» [51].

En esa pelea el cristiano usa de su libertad y -también ‘gota a gota’- construye, teje la historia. Aquí entra en juego una certeza de San Josemaría: «certeza en la indeterminación de la historia, abierta a múltiples posibilidades, que Dios no ha querido cerrar» [52]. Así lo corrobora la realidad de que «la vida y el comportamiento de los que sirven a Dios han cambiado la historia, e incluso muchos de los que no conocen al Señor se mueven -sin saberlo quizá- por ideales nacidos del cristianismo» [53]. El sentido de responsabilidad con el tiempo que hace la historia, le lleva a exclamar: «¡Si tú y yo hubiéramos conocido el día del Señor! ¡Si los hombres hubiéramos querido dar otro curso al amor de Dios!» [54].

Las personas podemos cambiar la historia si usufructuamos correctamente el tiempo, si procuramos que dé fruto, sin desplazar el tiempo y hacerlo objeto o cosa ajena a la vida personal. ¿Por qué digo esto?

El proverbio chino sentencia: «hay un tiempo para ir de pesca, y un tiempo para secar las redes». Bien, pero ¿dónde queda el tiempo de los peces? Si se desconoce el tiempo de los peces se puede ir a pescar sin saber dónde están: en tal caso de poco sirve que las redes estén secas. El gasto de tiempo está en manos humanas, no se admite ceder esa prioridad. Un pasaje muy citado del Eclesiastés afirma:«hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el sol»; lo concreta en catorce verbos contrapuestos a otros tantos. De manera tan bella como breve señala: tiempo para nacer y tiempo para morir; plantar, cosechar; matar, sanar; destruir, construir; llorar, reír; lamentar, bailar; lanzar piedras, recogerlas; abrazar, despedir; intentar, desistir; guardar, desechar; rasgar, coser; callar, hablar; amar, odiar; guerrear, pacificar (Cfr. Qo 3, 1-8). Sólo el hombre conjuga en el tiempo los veintiocho verbos.

El paso del tiempo puede cambiar las cosas, los hechos y circunstancias que rodean la vida de las personas, de aquí la necesidad de rectificar [55] cuando el cambio lo exija, o mantener la decisión con «un temple de honradez ante situaciones que pueden comprometer la propia seguridad» [56]. Aunque también cabe considerarlo desde el otro punto de vista: el hombre, ejerciendo las virtudes, puede cambiar el tiempo en el que vive, y simultáneamente, perfeccionarse a sí mismo.

La liturgia de la Iglesia, don del Espíritu Santo, da nombre propio y hace tangibles épocas de la vida del Hijo de Dios en la tierra. Año tras año -siglo tras siglo- hace memoria de la Historia de la Salvación. San Josemaría vivió y enseñó a vivir la liturgia con profunda inteligencia y amor a la Iglesia. Así, el Adviento es etapa para implorar la misericordia divina [57], «tiempo de esperanza» [58] que renueva las«ansias sinceras por la venida de Cristo» [59]. La Cuaresma es tiempo «de penitencia, de purificación, de conversión. No es tarea fácil. El cristianismo no es camino cómodo: no basta estar en la Iglesia y dejar que pasen los años» [60]. En ese tiempo hay sitio para la alegría [61] que alcanza especial significación en el tiempo de Pascua, sin que se limite a esa época del año litúrgico, «sino que se asienta en todo momento en el corazón del cristiano» [62].

El cristiano contrae la obligación de administrar el tiempo para obtener el mayor beneficio. El beneficio puede ser inmaterial, material, o de ambas formas y al mismo tiempo. Porque es un bien escaso para la mayoría de las personas que trabajan, aumenta su valor sobre todo para quienes ‘no tienen tiempo’. «¿Que no tiene tiempo?...» -se pregunta el autor de Surco- y responde: «Mejor. Precisamente a Cristo le interesan los que no tienen tiempo» [63]. En la economía de los sin tiempo los minutos valen horas y los segundos valen minutos.

Pudiera suceder que las anteriores consideraciones despertaran la sonrisa escéptica de quien considera el tiempo como una cosa subjetiva, psicológica, intrascendente, con valor relativo. Ante esa posibilidad viene al recuerdo -aunque quizá no sea del todo adecuado- el consejo de Paul Valéry a los que ignoran el sentido y significado del tiempo: «Esperad a tener hambre. Privaos de comer y veréis lo que es el tiempo» [64].

2. En el tiempo

2.1. Siempre

Examinemos ahora, en relación al tiempo, el adverbio siempre. Éste contribuye a expresar contrastes en la vida de las personas: verdades, falsedades; promesas, engaños; alegrías, llantos; esperanzas, fracasos; fidelidades, infidelidades. Significa ‘en todo o en cualquier tiempo’: más que suma de tiempos, es un estado para hacer de forma continuada acciones buenas o acciones malas, porque no hay un ‘siempre’ que sea indiferente.

En la historia de la humanidad las innovaciones nacen en tiempos concretos que procuran alargarse en un siempre con pretensiones de permanente originalidad. Si la inteligencia, memoria y voluntad procuran hacer en cada momento «lo que es agradable al Señor» [65], el ‘siempre’ tiene un algo de eternidad, supera el tiempo:«siempre está a punto» [66]. Los santos son promotores de ese ‘siempre’ cuando el mundo los necesita, es decir, cuando Dios los envía. Los recuerdos de santidad suelen ir acompañados con un coloquial ‘siempre’: siempre estaba alegre, siempre era generoso, siempre ayudaba con lo que podía, siempre estaba rezando, sin que todas estas alabanzas sean consecuencia de su poderío humano. Por esto, refiriéndose a los primeros apóstoles que acompañaron a Jesucristo, señala San Josemaría que«no contaban nada en su tiempo» [67].

Para entender el ‘siempre’ que descansa en Dios, no basta pensar en el inevitable paso del tiempo, es necesario tener en cuenta cómo se gasta el tiempo. Hay un verbo que acompaña al ‘siempre’ y explica el estiramiento de una virtud en el tiempo cronológico: servir. A San Josemaría le gustaba repetir«serviam!, serviré» [68]; aquí está la clave del verdadero ‘siempre’.

El afán de servir lleva a dejarlo todo por Dios [69], sin excesiva preocupación por el mañana -es suficiente con los trabajos de cada día (cfr. Mt 6, 34)-, incluso sin espantarse ante la muerte pues «vendrá en el tiempo, en el lugar y del modo que más convenga» [70]. Es sentirse«instrumentos en las manos de Dios, con los que El cuenta diariamente y, por eso, diariamente nos esforzamos en servirle» [71].

El día a día alcanza proyección universal porque en ese siempre se «edifica el Reino de Dios», tarea confiada a todos y de la que«ninguno puede sentirse eximido» [72]; exige aprovechar el tiempo porque no podemos tirar «ese tesoro irresponsablemente por la ventana: no podemos desbaratar esta etapa del mundo que Dios confía a cada uno» [73].

La meta del ‘siempre’ supera el tiempo, se transforma en el “para siempre” de la eternidad [74]. Para llegar a esa meta son necesarias dosis de paciencia, fortaleza y esperanza.

a) Paciencia

«Dios crea cada margarita separadamente, pero nunca se cansa de crearlas» [75]. A Chesterton le maravilla que Dios crea una a una las margaritas, y su admiración aumenta ante la eterna perseverancia de la acción creadora. Dios es paciente y constante; por eso todas las primaveras nos regala margaritas sin cansarse de regalarlas. El ‘siempre’ es perseverante en el deseo de servir a los demás, como aquel dueño de la viña que fue a contratar trabajadores a las 9, 12, 13 y 15 horas del día (cfr. Mt 20, 5-13).

Saber esperar el tiempo oportuno es un modo de ser paciente. San Josemaría pone un ejemplo único en la historia: «De sobra sabía el Señor que la humanidad padecía una apremiante necesidad de Él. Tenía por eso hambre de venir a la tierra para salvar a todas las almas: y no precipita el tiempo. Vino a su hora como llegan al mundo los demás hombres» [76].

La paciencia se pone a prueba cuando da la «impresión de que Jesús duerme, de que no nos oye». Es el momento de«confiar plenamente en el Maestro, hay que abandonarse en sus manos sin cicaterías» [77]. Ese abandono puede costar e incluso pedir heroísmo, pero a cambio proporciona paz, equilibrio en el alma. El paciente vive la leyenda que adorna un reloj de los Museos Vaticanos: Oneratem aequilibro; pone equilibrio en lo pesado y oneroso [78]. Las dificultades quedan envueltas en mesura, sensatez, ecuanimidad.

b) Fortaleza

El ‘siempre’ pide fortaleza porque es totalizador: busca al Señor «en todo tiempo y en todas las cosas» [79]. Servir a Dios no tiene tamaño, lo abarca todo, hasta el pensamiento que dura un segundo porque «un solo pensamiento del hombre vale más que todo el mundo; por tanto, sólo Dios es digno de él» [80].

La fortaleza del siempre se mide por la libertad, no sólo por el reloj. Servir en el tiempo no es ser esclavo del reloj, sino dominarlo. Es necesaria fortaleza para que el reloj no acelere ni ralentice el tiempo.

c) Esperanza

Si el ‘siempre’ mira a la eternidad, está lleno de la esperanza que contiene todos los valores humanos, la «esperanza de Cristo» [81]. Desde esta posición esperanzada «el corazón del sabio sabe el tiempo y el modo, ya que cada cosa tiene su tiempo y su modo» (Qo 8, 5-6). La esperanza del para siempre «ha hecho grande a Teresa de Jesús. Cuando ella -niña- salía por la puerta del Adaja, atravesando las murallas de su ciudad acompañada de su hermano Rodrigo, para ir a tierra de moros a que les descabezaran por Cristo, susurraba al hermano que se cansaba: para siempre, para siempre, para siempre» [82].

Una pregunta que hace San Josemaría traza la senda por la que discurre la aventura del siempre: «¿Qué buscamos siempre, aun sin especial atención, en todo lo que hacemos?» Y responde: «cuando nos mueve el amor de Dios y trabajamos con rectitud de intención, buscamos lo bueno, lo limpio, lo que trae paz a la conciencia y felicidad al alma» [83]. Cuando encontramos lo bueno y limpio es para darlo a los demás, lo cual pide tiempo y estar lleno de lo que se da; con palabras del poeta, «demos tiempo al tiempo: para que el vaso rebose hay que llenarlo primero» [84]. Llenar de bien el tiempo es estar en cada momento en lo que se debe hacer [85], sin pensar en soluciones egoístas [86] ni dejar el futuro en manos de una prolongada desidia [87]. El tiempo se llena con trabajo y también con el descanso [88].

A finales de la década de los años cincuenta del pasado siglo, sobre la fotografía de un asno joven, mirada serena y orejas levantadas, San Josemaría escribió: Semper ut iumentum, siempre como un borrico. Le gustaba ponderar la humildad del borrico trabajador, fiel y dócil a las indicaciones de su amo. El borrico es mencionado -entre otros lugares- en un texto del 16 de febrero de 1932, que cita el dicho popular escuchado en su alma: «obras son amores y no buenas razones», con el significado de llamada a ser «ampliamente generoso» [89]. El contexto de esas palabras está enmarcado en muchas horas de oración, de trabajo pastoral, con preocupaciones económicas, e incomprensiones.

El ‘siempre’ es exigente porque Dios pide más. Se comprende que en la homilía La conversión de los hijos de Dios recuerde las palabras de San Agustín:«Si dijeses basta, estás perdido. Ve siempre a más, camina siempre, progresa siempre» [90].

2.2. Disfrutar

A diferencia de los demás usufructos, el del tiempo que ahora observamos no disminuye el pleno dominio del Dueño del Tiempo, pues puede pedir en cualquier momento la definitiva rendición de cuentas. Es una inseguridad que el usufructuario inteligente interpreta como estímulo para gozar adecuadamente de los frutos del tiempo de vida, para apreciar el regalo de vivir, trabajar el tiempo y compartirlo con quienes le rodean. Son tres modos de disfrute que suscitan algunas consideraciones.

a) Vivir el tiempo

Por mirar muchas veces el reloj no se disfruta de la vida, aunque se pueda decir qué hora es minuto a minuto. Al contrario, esa tensión puede conducir a la angustia de tiempo, o a una sutil forma de matarlo por precipitación sin dar tiempo al tiempo para llenarlo al compás de la vida. Disfruta una hora quien saborea cada uno de los sesenta minutos que la componen [91].Ya Séneca distinguió entrevivir el tiempo y existir en el tiempo [92]. Vive el tiempo quien lo llena con obras y lo disfruta pensando en los demás por Dios. San Josemaría aconseja: «emplea para tu vida, esta receta: “no me acuerdo de que existo. No pienso en mis cosas, pues no me queda tiempo” ¡Trabajo y servicio!» [93].

Vivir el tiempo es tener la posibilidad de multiplicarlo, como Josué al conseguir que«un sólo día fuera tan largo como dos» (Qo 46, 5; Jos 10, 12-14). Dios alarga los días a quien vive con alegría el tiempo y, siendo fiel, logra un contento que «cada día será mayor» [94]. La alegría al vivir el tiempo es un modo de ejercer el derecho a ‘mejorar’ el bien usufructuado, convirtiendo la vida en«una continua oración, en un buen humor, en una paz» [95]. El gozo no desaparece porque no se vea el sol, pues para marcar la hora el sol se sirve de la sombra. Así, «toda la jornada puede ser tiempo de oración: de la noche a la mañana y de la mañana a la noche» [96].

El juego del día con la noche me recuerda el zoológico de Chester, en el Reino Unido, con su casa de los murciélagos. En una profunda oscuridad los murciélagos pasan a pocos centímetros del visitante en vuelo veloz. Para esos mamíferos voladores es de noche, aunque afuera brille el sol. Al final de su jornada de trabajo, se encienden las luces y comienzan a descansar. Los murciélagos vivían el tiempo conforme lo marcaba el interruptor de la luz eléctrica. El hombre tiene su propia llave para marcar el día y la noche y, cuando lo hace cara a Dios, vive el tiempo en cualquier tiempo.

Poco antes de concluir el siglo XVI escribió Francis Bacon: «elegir tiempo es ahorrar tiempo» [97]. El disfrute de la vida consiste en acertar la elección de tiempo para cada actividad, comenzando por la relación con Dios, y «si Dios es para nosotros vida, no debe extrañarnos que nuestra existencia de cristianos haya de estar entretejida de oración» [98]. Por esto, vivir el tiempo es ocasión de redimirlo y hacerlo partícipe de la corredención. Un texto paulino aconseja caminar en sabiduría tempus redimentes [99], redimiendo el tiempo.

Redimir el tiempo es idea usada en ámbitos universitarios para relacionar tiempo y sabiduría: al estudio debe seguir la sabiduría, el esfuerzo por conseguirla suscita ‘redimir’ el tiempo perdido [100].

La acción redentora alcanza al tiempo de las personas y de las generaciones.«Cada generación de cristianos ha de redimir, ha de santificar su propio tiempo» [101], entre otras motivaciones por la necesidad de participar en el«ajetreado avanzar de la historia humana» [102]. El tiempo corredentor mete la eternidad en el calendario humano, y lleva al momento sublime de petición, sacrificio, adoración, agradecimiento: la Misa. Recién cumplidos treinta años, -fue en 1932- San Josemaría escribe: «Al decir la Santa Misa, deberían pararse los relojes» [103]. El sacerdote ofrenda la eternidad en el tiempo.

b) Trabajar el tiempo

«“Santificar el trabajo. Santificarse en el trabajo. Santificar a los demás con el trabajo”. En esta frase gráfica resumía el Fundador del Opus Dei el núcleo del mensaje que Dios le había confiado, para recordarlo a los cristianos» [104]. Las palabras citadas por Mons. Javier Echevarría tienen traslado al tiempo de trabajo, al trabajo que hace fecundo el tiempo. El trabajo da sentido a la vida, pues la vida es llenar tiempo con trabajo, físico, intelectual, y con descanso. Para el cristiano trabajo, descanso y tiempo quedan enriquecidos porque tienen a Dios como primer destinatario.

El Creador hace libre al hombre y no le cercena el tiempo [105], puede ordenarlo y gastarlo del modo que libremente elija. En Cristo encontramos un paradigma de tiempo dedicado al trabajo pues «se gana el pan, durante largos años, con su propio trabajo» [106].

Trabajar el tiempo es hacer rendir los días «que Dios pone a nuestra disposición» [107]. El buen trabajador aprovecha el tiempo además de por el resultado tangible de su esfuerzo, por el beneficio intangible que personalmente obtiene:«no sólo es oro, ¡es gloria de Dios!» [108]; «representa un anticipo de la gloria que se nos concederá después »[109].

En la sociedad que nos corresponde vivir, donde el tiempo es un bien escaso, con frecuencia escuchamos quejas por ‘falta de tiempo’. La economía del tiempo mira con especial atención el paso de las agujas del reloj. Desde el realismo, San Josemaría eleva el tiempo a la consideración trascendente para afirmar con seguridad, digna del mejor empresario: «No nos debe sobrar el tiempo, ni un segundo, y no exagero. Trabajo hay» [110]. No es exageración porque un segundo puede tener valor infinito, de eternidad.

Son muchos los textos en los que aconseja aprovechar el tiempo [111] en diversas circunstancias de la vida, por ejemplo: en el trabajo del hogar [112], en el estudio [113]; o tomando como referencia pasajes del evangelio: la higuera maldecida [114], las vírgenes necias [115].

Todos los minutos tienen sesenta segundos, todas las horas consumen sesenta minutos. Pero la voluntad de trabajar intensamente hace que algunos segundos valgan por minutos, y que el resultado de una hora de trabajo supere los sesenta minutos. Tiempo y trabajo se enlazan en rendimiento cuando hay intensidad en el esfuerzo [116] que hace indispensable el descanso para recuperar fuerzas [117]. Ante este planteamiento se comprende que «no hay horas libres» [118], pero con la actitud serena de aprovechar «las épocas de bienestar físico, los tiempos buenos», para recibir con «alegría sobrenatural los sucesos que la gente equivocadamente califica de malos» [119]. En las enseñanza de San Josemaría sobre el trabajo del tiempo hay un constante entrelazarse de sentido trascendente de la vida y sentido común, propio de los ciudadanos que viven en las situaciones normales de la vida ciudadana.

c) Compartir el tiempo

El tiempo es una plataforma de relaciones. No hay relación de tiempo sin ‘otro’, no hay ‘otro’ sin tiempo para relacionarse. Los sujetos de esa relación son las personas, en un contacto directo o a través de los medios de comunicación. El reloj puede medir la duración de las relaciones en tiempos concretos, pero no es la relación ni el medio de establecerla.

El objeto de la relación tiempo es la relación misma, el relacionarse, estar relacionado en tiempos determinados, no en ninguna hora pues, en tal caso, no hay relación. Desde la creación del tiempo -por voluntad de su Creador y Dueño- la mejor relación es compartir tiempo con Él y, desde esa relación primera, con las personas que nos relacionamos en la vida. No cabe compartir tiempo con uno mismo y pretender que todas las horas sean ‘yo’. Ante la tentación de «querer reservarse un poco de tiempo para sí mismo», es necesario «poner remedio a tanta pequeñez, rectificando enseguida» [120].

La visión solidaria lleva a ser generoso en el gasto de tiempo para que otros lo disfruten cuando lo requieran«los intereses buenos y justos de los demás» [121], y ayudar a quienes lo pidan [122].

Compartir tiempo pide saber adaptarse al paso del tiempo, en ocasiones con aparente «monotonía de días aparentemente siempre iguales» [123]. Otras veces el tiempo es portador de sequedad o contrariedades que obligan a «“marchar a contrapelo”, sin ningún consuelo espiritual ni humano».

2.3. Restituir

Es obligación del usufructuario restituir el bien que le ha sido entregado para su uso y disfrute. El propietario tiene derecho a exigir la restitución. En este caso, ¿qué significa restituir tiempo? [124].

La restitución tiene en cuenta, en primer lugar, el gasto de tiempo libremente realizado y la alteración -positiva o negativa- del tiempo recibido en usufructo [125]. La pretensión de restituir la misma cantidad de tiempo recibido, supone ignorar quién es el Dueño, qué es el tiempo y la condición de usufructuario. Una vez más viene al recuerdo la parábola de los talentos y el deber de hacer rendir lo recibido [126]. No se debe malgastar el tiempo [127], ni olvidar su destino: «¿Tu tiempo para ti? ¡Tu tiempo para Dios!» [128].

El reloj ayuda a controlar el gasto de tiempo y, de alguna forma, contribuye a medir su rentabilidad, pero marcar las horas no indica si están llenas o vacías, si miran al Cielo o a uno mismo [129]. En el noble oficio de la relojería se llama reloj maestro a aquel cuya marcha sirve de norma a la de otros. Cuando del tiempo de vida se trata, el reloj maestro no solo marca las horas o los siglos, marca el sin tiempo o eternidad.

¿Qué caracteriza la obligación de restituir tiempo? Entre otras, señalo tres notas: es continua, insustituible, arriesgada.

a) Continua

El reloj maestro que gobierna la restitución de tiempo marca con idéntica precisión la eternidad y los segundos, por esto la obligación de restituir es permanente y continua, no limitada al tiempo de abandono de la vida terrena. El tiempo se restituye en la medida que se gasta, segundo a segundo, con acciones u omisiones. San Josemaría usa con frecuencia la palabra instante -porción breve de tiempo- para reflejar el continuo gasto de tiempo: «El Señor tiene derecho -y cada uno de nosotros obligación- a que “en todo instante” le glorifiquemos. Luego, si desperdiciamos el tiempo, robamos gloria a Dios» [130].

¿Cómo medir los instantes? La respuesta va más allá del reloj y del tiempo, de las tácticas y sistemas de medición: está en el amor «que es la ‘táctica’ de Dios» [131]. Esa perspectiva lleva a exclamar: «¡Qué grande es el hombre, cuando se reconoce criatura predilecta de Dios y acude a El, tota die, en cada instante de su peregrinación terrena!» [132].

La restitución continua de tiempo tiene inmediata respuesta. Refiriéndose al trabajo, escribe San Josemaría: «Nada más ofrecérselo y poner manos a la obra, Dios ya escucha, ya alienta» [133].

b) Insustituible

Prácticamente todos los productos que circulan por los mercados de bienes de rápido consumo tienen posibilidad de ser sustituidos por otros, iguales o semejantes. Esta realidad es uno de los pilares de la competencia en el libre mercado. En el caso del tiempo no es posible la sustitución: es personal e intransferible. Se puede contratar tiempo de trabajo, pero las horas siguen siendo de uno, aunque las destine a tareas de otro.

El tiempo configura la vida; de ambos -tiempo y vida- ignoramos cuánto nos queda [134]. Si no se pueden sustituir, ¿se pueden recuperar? La vida no [135]; el tiempo, sí.

Los relojes humanos -desde el de sol hasta el atómico- ni recuperan tiempo pasado ni llenan tiempo futuro: marcan el presente. Pero el eterno reloj maestro, con el amor de Dios como tic-tac, acoge tiempo para rectificar el pasado [136]. La gracia de Dios, especialmente manifestada en el sacramento de la Penitencia [137], permite volver a empezar, y recuperar las horas perdidas; también, por ejemplo, mediante una mayor entrega e intensidad en el trabajo [138].

Podemos perder tiempo o nos lo pueden robar. Ya en el siglo XV a.C. al reloj de agua se le llamó Clepsidra, en griego ‘roba agua’, ladrón de agua. Las personas robamos tiempo a Dios y a los demás cuando lo perdemos [139]. Hay ladrones de tiempo especializados para cada persona, sin embargo uno de los más comunes se llama imaginación [140]. La imaginación suelta y descontrolada consume minutos, horas, días. Es una situación que a veces propician los nuevos soportes de la comunicación digital, que podrían disparar la imaginación, llevándola a que consuma incluso jornadas.

c) Arriesgada

El momento de la rendición de cuentas es delicado y comprometido. Si de la vida se trata, es un acto único para presentar el balance final del tiempo vivido y someterlo al juicio del Señor del Tiempo. Cuando se ha sabido rendir cuenta de cada ‘instante’, previsiblemente no habrá muchas sorpresas; en caso contrario, puede haber una sorpresa que no tienen remedio: se ha perdido la eterna felicidad.

Uno de los mayores factores de riesgo es no darse cuenta de los tiempos muertos que uno ha matado por egoísmo [141]. A San Josemaría le producía pesar lo que coloquialmente se expresa con matar el tiempo. «Qué pena matar el tiempo, que es un tesoro de Dios» [142]. El riesgo es grande, se puede decir que infinito porque «cuando el cristiano mata su tiempo en la tierra, se coloca en peligro de matar su Cielo» [143]. Con una imagen que no deja hueco a la duda, escribió: «si matas el tiempo abres las puertas de tu alma al demonio» [144].

3. Desde el tiempo

La preposición ‘desde’ significa punto de partida hacia un final. El tiempo es siempre un comienzo hacia el futuro, terminal del pasado que pasa en el presente y busca una meta. Desde el tiempo equivale a señalar un horizonte sin tiempo, y esto a pesar de la pertinacia humana que anhela medir el tiempo con precisión y por plazo cada vez más largo. San Josemaría enseña que todos los estratos de la humanidad pueden«elevar al orden de la gracia el quehacer diario, la profesión u oficio». Nace así «una esperanza nueva que trasciende el tiempo y la caducidad de lo mundano» [145]. Es una esperanza que demanda poner medios sobrenaturales y humanos [146]. Desde el tiempo se comprende el momento del Apocalipsis cuando el ángel proclama «que no habrá más tiempo» (Ap 10, 7), siempre será de día «pues noche allí no habrá» (Ap 21, 25).

3.1. A imagen de la eternidad

Dice el libro de la Sabiduría«Porque Dios creó al hombre para la incorruptibilidad y lo hizo a imagen de su propia eternidad. Mas por la envidia del diablo entró la muerte en el mundo» (Sb 2, 23-24). Dios crea al hombre en y para la eternidad. El misterio del pecado y el misterio de la Redención inciden en nuestra comprensión de la eternidad, y por la rutina humana se puede olvidar su profundo significado. Lo señala el Fundador del Opus Dei: «¡Qué capacidad tan extraña tiene el hombre para olvidarse de las cosas más maravillosas, para acostumbrarse al misterio!» [147].

A veces, la palabra ‘siempre’ se utiliza para atenuar el misterio: siempre ha sido así, siempre fue cuestión no resuelta, etc., sin reconocer que ese adverbio tiene equivalencia de eternidad. «Desde siempre y para siempre, Tú eres Dios» (Sal 90, 2), que en algunas versiones es: ‘desde la eternidad a la eternidad, Tú eres Dios’. Esta realidad cobra fuerza en el punto 999 de Forja:«Sólo es verdad, con una verdad total, el “para siempre” de la eternidad» [148].

Que el hombre haya sido creado a imagen de la eternidad lleva a plantear su paso por la tierra como peregrinaje para el que ha sido elegido, y que su inteligencia apunta al infinito eterno.

a) Tiempo de peregrinación

El verbo ‘peregrinar’ significa «entender la vida como un camino que hay que recorrer» [149]. ]Así lo entendió San Josemaría: «tiempo de peregrinación, de viaje» [150], que revela el valor de eternidad de cosas aparentemente sin importancia [151], donde las ocupaciones corrientes y ordinarias «tienen un sentido divino de eternidad» [152], de esperanza [153].

En ese peregrinar desde el tiempo la mirada llega al cielo «cuando se ven las cosas con ojos de eternidad» [154], con la permanente referencia al paso de Jesús por la tierra, procurando meterse en los Evangelio «como un personaje más» [155]. Así, de modo inefable, el hombre disfruta del gozo anunciado por el Señor: «Dichosos los ojos que ven lo que veis» (Lc 10, 23). En consecuencia, el trabajo, las alegrías y las contrariedades de la vida producen frutos que son «semilla de eternidad» [156].

b) Elegidos desde la eternidad

«No me gusta hablar de elegidos ni de privilegiados. Pero es Cristo quien habla, quien elige. Es el lenguaje de la Escritura: elegit nos in ipso ante mundi constitutionem -dice San Pablo-ut essemus sancti (Ef 1, 4). Nos ha escogido, desde antes de la constitución del mundo, para que seamos santos». No debemos atribuirnos mérito alguno en esa elección pues sólo somos «instrumentos del Creador del mundo» [157].

La elección se hace efectiva en la vida y en un tiempo determinado. Es personal, Dios no elige en bloques, sino uno a uno:«¡El Señor os tiene contados desde la eternidad!» [158]. La llamada es universal, «nuestro Señor se dirige a todos los hombres para que vengan a su encuentro, para que sean santos» [159], la realiza en las circunstancias de tiempo y condiciones más favorables, «en un momento concreto, pero que estaba en su mente desde toda la eternidad» [160]. Es momento que la persona ignora hasta que se presenta, como sucedió con la Virgen María que, antes del anuncio por Gabriel Arcángel, ignoraba su elección desde toda la eternidad [161].

La elección respeta la libertad personal, pero una vez aceptada introduce en la vida el deseo de«vivir cada instante con vibración de eternidad» [162], con la seguridad de la continua ayuda de Dios [163].

c) Ansia de Infinito

Para jugar con el tiempo es necesario conocer las reglas de ese juego. La primera es saber que tiene Creador y está marcado con un comienzo y final. La segunda, admitir que existe el sin tiempo llamado eternidad. Esto implica tener conciencia de que«la actual condición humana no es la definitiva» [164]. Para el cristiano la situación definitiva es consecuencia de una conquista espiritual con «ansia de Infinito, de eternidad» [165], conquista desde la libertad, con etapas inevitables para el peregrino.

Cuando algo es inevitable el sentido común aconseja procurar la “amistad” de ese ‘algo’ que Dios envía o permite, y hacerlo con la serenidad de quien lo ve como decisión que de la eternidad viene y a la eternidad va. Inevitable es que un día se detenga el reloj fisiológico que todos llevamos dentro, llamado corazón. Cuando cesa su tic-tac natural, el ‘algo’ recibe un nombre: muerte. Si hemos cultivado su amistad, la sorpresa será menor. Con imagen poética hace muchos años escribió el autor de Camino: «¿Has visto, en una tarde triste de otoño, caer las hojas muertas? Así caen las almas en la eternidad: un día la hoja caída serás tú» [166].

El Señor del Tiempo se reserva el día y la hora de ese trance inevitable, de ahí la importancia del «vigilad» evangélico (Mt 25, 13). Para ‘vigilar’ la muerte es preciso estar vigilante en la vida, sabiendo que aquélla es etapa para otro inevitable: rendir cuentas. En esa rendición de cuentas la aportación personal deberá ser alta, porque lo recibido es el rescate por redención divina, precio y tesoro «de la eternidad de cada uno» [167].

Al dirigirse a los sacerdotes, San Josemaría les recordaba que «la gran necesidad a la que queremos poner remedio, es el pecado, el alejamiento de Dios, el riesgo de que las almas se pierdan para toda la eternidad. Llevar a los hombres a la gloria eterna en el amor de Dios: ésa es nuestra aspiración fundamental al celebrar la Santa Misa» [168]. La verdadera dimensión de la ofensa a Dios adquiere especial relieve al compararla con el sacrificio redentor de la Cruz: «por salvar al hombre, Señor, mueres en la Cruz; y, sin embargo, por un solo pecado mortal, condenas al hombre a una eternidad infeliz de tormentos...: ¡cuánto te ofende el pecado, y cuánto lo debo odiar!» [169].

La espera de alcanzar la eterna bienaventuranza no es cómoda ni admite ignorar que el tiempo pasa. Pero el ejercicio de la esperanza trae tranquilidad al alma. En la homilía La esperanza del cristiano, San Josemaría desborda su pensamiento con seguro gozo. «Estoy feliz con la certeza del Cielo que alcanzaremos, si permanecemos fieles hasta el final». Esta convicción le incita a comprender que «sólo lo que está marcado con la huella de Dios revela la señal indeleble de la eternidad, y su valor imperecedero» [170].

Dios da a todos un tiempo de vida y a todos ofrece la eternidad («nadie se encuentra excluido de la salvación») es conquista difícil pero asequible en cualquier instante, aunque pueda parecer imposible. Basta recordar la canonización otorgada por Jesucristo a un pecador -«hoy estarás conmigo en el paraíso»-, como respuesta al ruego humilde de quien le acompañaba desde otra cruz [171].

La gloria eterna tiene como moneda de compra el tiempo gastado en Dios [172]. Allí se recibe «el eterno abrazo de Amor de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo y de Santa María» [173]. Allí alcanza pleno significado la palabra ‘felicidad’ sin que admita comparación alguna (cfr. Rm 8, 18).

3.2. La Cantiga 103

Hablar de la eterna bienaventuranza sin pensar en Santa María, es como decir amanecer y olvidarse del sol. Ella es Puerta y Reina del Cielo, Madre de la Eternidad. Si no hubiera existido el Cielo y la Eternidad, Dios los habría creado para Ella: es «la obra maestra de la misión del Hijo y del Espíritu Santo en la plenitud de los tiempos» [174].

San Josemaría señala el camino que la Trinidad, «en la misteriosa economía divina», dispone para la Madre del Salvador: «Nuestra Señora, hecha partícipe de modo pleno de la obra de nuestra salvación, tenía que seguir de cerca los pasos de su Hijo: la pobreza de Belén, la vida oculta de trabajo ordinario en Nazaret, la manifestación de la divinidad en Caná de Galilea, las afrentas de la Pasión y el Sacrificio divino de la Cruz, la bienaventuranza eterna del Paraíso» [175].

Son muchos los textos del Fundador del Opus Dei que alaban las glorias de María. Entre los más antiguos está el Santo Rosario, libro escrito en 1931, cuando el autor contaba 29 años. Esas páginas hacen vida el consejo que daba a los lectores para llegar a un trato con Jesús: el «confiado amor hacia María Santísima» [176]. En una de las páginas contempla la alegría de los Ángeles al ver a María «llevada por Dios, en cuerpo y alma, a los cielos», donde «la Trinidad beatísima recibe y colma de honores a la Hija, Madre y Esposa de Dios» [177].

Los siglos han dejado señales de la devoción de los cristianos a su Madre, escritos, pinturas, esculturas, cantos, etc. San Josemaría recuerda uno de esos testimonios. «Viene a mi memoria una encantadora poesía gallega, una de esas Cantigas de Alfonso X el Sabio. La leyenda de un monje que, en su simplicidad, suplicó a Santa María poder contemplar el cielo, aunque fuera un instante. La Virgen acogió su deseo, y el buen monje fue trasladado al paraíso. Cuando regresó, no reconocía a ninguno de los moradores del monasterio: su oración, que a él le había parecido brevísima, había durado tres siglos» [178].

La Cantiga hace el número 103 de las Cantigas de Santa María [179]. El estribillo de la poesía, que se repite catorce veces, recuerda al cristiano que quien sirve bien a la Virgen, irá al Paraíso: Quen Virgen ben servirá / a Parayso irá.

Redacción de opusdei.org/

Notas:

1. San Agus tín, Confesiones. BAC, Madrid 1968, 478-479.

2. Juan Pablo II, Audiencia general, 19-XI-1997, en Catequesis sobre el Credo VI: Creo en la vida eterna. Palabra, Madrid 2000,16.

3. Benedic to XVI. Angelus. I Domingo de Adviento, 30 de noviembre de 2008.

4. Benedic to XVI, Discurso durante la inauguración del 85 curso académico en la Universidad Católica del Sagrado Corazón, 25 de noviembre de 2005.

5. Amar al mundo apasionadamente. Homilía pronunciada en la Universidad de Navarra el 8 de octubre de 1967, en Conversaciones con Monseñor Escrivá de Balaguer, 114 (en lo sucesivo se citará con Conversaciones)

6. San Josemaría, Amigos de Dios, 52 (en lo sucesivo se citará sólo por el nombre del libro).

7. Cfr. Conversaciones, 68 y Andrés Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei. Tomo I: “Señor, que vea”. Rialp, Madrid 1997, 62.

8. Amigos de Dios, 54.

9. Cfr. Andrés Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei. Tomo III: “Los caminos divinos de la tierra”.Rialp, Madrid 2003, 604-605.

10. Cfr. Klein, Étienne: Las tácticas de cronos. Ediciones Siruela, Madrid 2005, 80.

11. Amigos de Dios, 111.

12. Idem, 105.

13. Cfr. Idem, 124.

14. Idem, 54.

15. Idem, 48.

16. Catecismo de la Iglesia Católica, 1085.

17. Amigos de Dios, 52.

18. “Ye may wafte but can not stop me”. Este reloj se encuentra en la ciudad de Londres.

19. Santa Catalina de Siena, Il dialogo della divina provvidenza. Edizioni Cantagalli, Siena 1998, 45.

20. Cfr. Andrés Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei. Tomo II: “Dios y audacia”. Rialp, Madrid 2002, 523.

21. Cfr. Andrés Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei. TomoII: “Dios y audacia”, o. c., 261, 426, 461.

22. San Josemaría, Es Cristo que pasa, 151 (en lo sucesivo se citará sólo por el nombre del libro).

23. San Josemaría, Forja, 224 (en lo sucesivo se citará sólo por el nombre del libro). La cursiva es mía.

24. San Josemaría, Surco, 155 (en lo sucesivo se citará sólo por el nombre del libro).

25. Es Cristo que pasa, 152.

26. Por ejemplo, en Forja, 163

27. Surco, 613.

28. Amigos de Dios, 308.

29. Cfr. Forja, 596.

30. Cfr. Amigos de Dios, 158.

31. Idem, 51.

32. San Juan de la Cruz, Obras completas. Dichos de luz y amor, 76. BAC, 11ª edición. Madrid 1982, 49.

33. Cfr. Andrés Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei. Tomo II: “Dios y audacia”, o. c., 528.

34. San Josemaría, Camino, 99 (en lo sucesivo se citará sólo por el nombre del libro).

35. San Josemaría hacía eco a esta afirmación paulina en su predicación: cfr. Amigos de Dios, 52 y Es Cristo que pasa, 59.

36. Cfr. Sennet, Richard : The Corrosion of Character. The personal consequences of work in the new capitalism. Norton and Company, New York, London 1998, 25.

37. «El corazón del sabio conoce el tiempo» (Qo 8, 5).

38. Surco, 882.

39. Cfr. Trompenaars , Fons; Hampde n-Turner, Charles , Riding the waves of culture. Second edition. Nicholas Brealey Publishing, London 1999, 121.

40. Cfr. O’Carroll , Aileen, Fuzzy Holes and Intangible Time: Time in a knowledge industry. Time & Society 2008, 17, 185.

41. Juan Pablo II, Carta a los sacerdotes para el Jueves Santo, 14 de marzo de 1999, 2.

42. Juan Pablo II, Encíclica Dominum et vivificantem, 18 de mayo de 1986, 50.

43. San Josemaría, Santo Rosario. Tercer misterio de la luz. El anuncio del Reino de Dios, 19.

44. Cfr. Surco, 617.

45. Cfr. Andrés Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei. Tomo III: “Los caminos divinos de la tierra”, o. c., 368.

46. Cfr. Surco, 950.

47. Idem, 307.

48. Amigos de Dios, 78.

49. Forja, 7.

50. Camino, 148. Cfr. Jn 4,14.

51. Es Cristo que pasa, 77.

52. Idem, 99.

53. Idem, 150.

54. San Josemaría, Vía Crucis. Primera estación.

55. Cfr. Surco, 605.

56. Amigos de Dios, 82.

57. Cfr. Es Cristo que pasa, 7.

58. Idem, 11.

59. Forja, 548.

60. Es Cristo que pasa, 57.

61. Cfr. Idem,63.

62. Idem, 102.

63. Surco, 199.

64. Paul Valéry, citado en Étienne Klein, o. c., 137.

65. Es Cristo que pasa, 58.

66. «Vuestro tiempo siempre está a punto» (Jn 7, 5).

67. San Josemaría, Amar a la Iglesia, 29 (en lo sucesivo se citará sólo por el nombre del libro).

68. Es Cristo que pasa, n 179.

69. Cfr. Andrés Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei. Tomo III: “Los caminos divinos de la tierra”, o. c., 33.

70. Camino, 739.

71. Forja, 613.

72. Cfr. Es Cristo que pasa, 158.

73. Amigos de Dios,, 39.

74. Cfr. Forja, 999.

75. Chesterton, G.K. Ortodoxia IV. Obras Completas, I. José Janés, Editor. Barcelona 1952, 559.

76. Es Cristo que pasa, 18.

77. Amigos de Dios, 22.

78. Planisferologio Farnesiano. Dono del Conte di Caserta a Leone XIII. Museos Vaticanos.

79. Cfr. Andrés Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei. Tomo II: “Dios y audacia”, o. c., 672.

80. San Juan de la Cruz: Dichos de luz y amor. Obras Completas. BAC. 11ª edición. Madrid 1982, 46.

81. Surco, 293.

82. Amigos de Dios, 200

83. Idem, 292.

84. Antonio Machado , Proverbios y Cantares, LI.

85. Cfr. Conversaciones, 88.

86. Cfr. Surco, 55.

87. Cfr. Amigos de Dios, n 15.

88. Cfr. Andrés Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei. Tomo III: “Los caminos divinos de la tierra”, o. c., 131. Se vea también el comentario de Pedro Rodríguez al punto 357 de Camino en Camino. Edición crítico-histórica. Rialp, Madrid 2004 (3a ed.), 531.

89. El texto es como sigue: «16 de febrero de 1932: + Hace unos días que estoy bastante acatarrado, y eso era ocasión para que mi falta de generosidad con mi Dios se manifestara, aflojando en la oración y en las mil pequeñas cosas que un niño -y más un niño burro- puede ofrecer a su Señor cada día. Yo me venía dando cuenta de esto y de que daba largas a ciertos propósitos de emplear mayor interés y tiempo en las prácticas de piedad, pero me tranquilizaba con el pensamiento: más adelante, cuando estés fuerte, cuando se arregle mejor la situación económica de los tuyos… ¡entonces! –Y hoy, después de dar la Comunión a las monjas, antes de la Santa Misa, le dije a Jesús lo que tantas y tantas veces le digo de día y de noche: […] “te amo más que éstas”. Inmediatamente, entendí sin palabras: “obras son amores y no buenas razones”. Al momento vi con claridad lo poco generoso que soy, viniendo a mi memoria muchos detalles, insospechados, a los que no daba importancia, que me hicieron comprender con mucho relieve esa falta de generosidad mía. ¡Oh Jesús! Ayúdame, para que tu borrico sea ampliamente generoso. ¡Obras, obras!». Citado en Andr és Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei. Tomo I: “Señor, que vea”, o. c., 417.

90. Es Cristo que pasa, 58. La cita de San Agustín es de Sermo 169, 15 (PL 38, 926).

91. San Juan pone en boca del Señor una pregunta muy significativa: «¿No son doce las horas del día?» (Jn 11, 9).

92. «Nada te puede llevar a pensar que una persona ha vivido mucho tiempo porque le veas canas y arrugas. Aquél no ha vivido mucho tiempo, sino que existió largo tiempo.» Lucio Anneo Seneca, De brevitate vitae, en Invitación a la serenidad. Ediciones Temas de hoy. Madrid 1998, 20.

93. Forja, 853.

94. Surco, 86.

95. Es Cristo que pasa, 144.

96. Añade: «Más aún: como nos recuerda la Escritura Santa, también el sueño debe ser oración» Es Cristo que pasa, 119. «Con toda mi alma te anhelo en la noche, mi espíritu, dentro de mí, por ti madruga» (Is 26, 9).

97. «To choose time, is to save time». Francis Bacon, Essays or Counsels Civil and Moral. Cfr. On Dispatch. First published in 1597.

98. Es Cristo que pasa, 119.

99. «In sapientia ad eos qui foris sunt: tempus redimentes» (Col 4, 5).

100. Dos muestras de relojes con la leyenda «In sapientia ambulate tempus redimentes». Reloj de sol en el Fellow’s Garden, Trinity College, Cambridge, U.K. Reloj en el Memorial Union, Columbia University, Columbia, Missouri, USA.

101. Es Cristo que pasa, 132.

102. Conversaciones, 113.

103. Forja, 436. Citado por el Siervo de Dios Álvaro del Portillo, en la conferencia de clausura del XI Simposio internacional de teología de la Universidad de Navarra (cfr. Lucas F. Mateo Seco (ed.), La formación de los sacerdotes en las circunstancias actuales: XI Simposio internacional de teología de la Universidad de Navarra. EUNSA, Pamplona 1990).

104. Homilía de Mons. Javier Echevarría, Prelado del Opus Dei, en la Misa en honor de San Josemaría, celebrada en la Plaza de San Pedro, Vaticano, el 7 de octubre 2002.

105. Cfr. Forja, 539.

106. Es Cristo que pasa, 61.

107. Idem, 37.

108. Amigos de Dios, 81.

109. Idem, 212.

110. Idem, 42.

111. Por ejemplo, en Camino, Surco, y Forja son, en total, 42 los puntos sobre aprovechamiento del tiempo.

112. Cfr. Conversaciones, 89.

113. Cfr. Surco, 523.

114. Cfr. Camino, 354.

115. Cfr. Amigos de Dios, 40.

116. Cfr. Camino, 333, 335; Amigos de Dios, 186.

117. Cfr. Amigos de Dios, 137.

118. Conversaciones, 61.

119. Amigos de Dios, 124

120. Surco, 19.

121. Amigos de Dios, 138

122. San Josemaría solicitaba esa ayuda con petición que conmueve: «¡Hemos de aprovechar el tiempo terreno! ¡Ayudadme a aprovecharlo!», Andrés Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei. Tomo III: “Los caminos divinos de la tierra”, o. c., 699.

123. Es Cristo que pasa, 24.

124. Surco, 149.

125. Forja, 705. La llamada al amor de Dios en el tiempo es nota común en los Santos. San Juan de la Cruz lo dice con brevedad: «El alma que anda en amor, ni cansa ni se cansa». Dichos de luz y amor, 96. Obras Completas, BAC, 15. Madrid 1982, 11ª ed., 50.

126. Sigue vigente la respuesta del amo al siervo «malo y perezoso»: «debías haber dado tu dinero a los banqueros y, así, al venir yo, hubiera recibido lo mío con los intereses» (Mt 25, 27).

127. Cfr. Amigos de Dios, 5.

128. Idem, 49.

129. A propósito de relojes y uso del tiempo, no me resisto a transcribir un pasaje de Santa Teresa de Jesús: «El padre fray Antonio ya tenía algo allegado de lo que era menester: ayudávamosle lo que podíamos, aunque era poco. Vino allí a Valladolid a hablarme con gran contento, y díjome lo que tenía allegado, que era harto poco; solo de reloxes iba proveído que llevava cinco, que me cayó en harta gracia. Díjome que para tener las horas concertadas, que no quería ir desapercibido; creo aun no tenía en qué dormir», Las Fundaciones, 14.1. Obras Completas. 2ª ed. BAC. Madrid 1967, 552.

130. Surco, 508; cfr. también 509. una mayor entrega e intensidad en el trabajo138.

131. Idem, 147.

132. Amigos de Dios, 248.

133. Idem, 67.

134. Cfr. Surco, 963.

135. «Esta vida se nos escapa de las manos y no cabe la posibilidad de recuperarla» Surco, 621.

136. Cfr. Surco, 677 y Amigos de Dios, 225.

137. «¡Dios sea bendito!, te decías después de acabar tu confesión sacramental. Y pensabas: es como si volviera a nacer. Luego, proseguiste con serenidad: «Domine, quid me vis facere?» -Señor, ¿qué quieres que haga? -Y tú mismo te diste la respuesta: con tu gracia, por encima de todo y de todos, cumpliré tu Santísima Voluntad: «serviam!» -¡te serviré sin condiciones!» Forja, 238.

138. Cfr. Surco, 167 y 996.

139. Cfr. Idem, 552.

140. Cfr. Idem, 135.

141. Cfr. Forja, 1050.

142. Idem, 706.

143. Amigos de Dios, 46.

144. Surco, 620.

145. Amigos de Dios, 210.

146. El primer día del año 1972, el Fundador del Opus Dei leyó a quienes le rodeaban el texto de una nota que escribió la tarde anterior, como propósito para el año que comenzaba; «éste es nuestro destino en la tierra: luchar por amor hasta el último instante. Deo gratias!» Andrés Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei. Tomo III: “Los caminos divinos de la tierra”, o. c., 641.

147. Es Cristo que pasa, 65.

148. Forja, 999.

149. La Real Academia en el Diccionario de la lengua española (2ª edición), indica como tercera acepción del verbo peregrinar: «en algunas religiones, vivir entendiendo la vida como un camino que hay que recorrer para llegar a una vida futura en unión con Dios después de la muerte».

150. Es Cristo que pasa, 177.

151. Cfr. Conversaciones, 112.

152. Forja, 688.

153. Cfr. Idem, 1009.

154. Camino, 837; Forja, 1017.

155. Amigos de Dios, 222, 253.

156. Idem, 68.

157. Es Cristo que pasa, 1.

158. Camino, 927.

159. Es Cristo que pasa, 33.

160. Forja, 18.

161. Cfr. Es Cristo que pasa, 172.

162. Amigos de Dios, 239.

163. Cfr. Forja, 280 y Amigos de Dios, 312.

164. Es Cristo que pasa, 168.

165. Forja, 1031.

166. Camino, 736.

167. Idem, 708.

168. Amar a la Iglesia, 47.

169. Forja, 1002.

170. Amigos de Dios, 208.

171. Cfr. Es Cristo que pasa, 180.

172. Cfr. Camino, 355.

173. Forja, 1012.

174. Catecismo de la Iglesia Católica, 721

175. Es Cristo que pasa, 176.

176. Santo Rosario, Prólogo.

177. Idem, Asunción de la Virgen.

178. Y el texto sigue: «Así me explico yo esos dos mil años de espera del Señor en la Eucaristía. Es la espera de Dios que ama a los hombres» Es Cristo que pasa, 151.

179. El título de la Cantiga 103 es: Como Santa Maria feze estar o monge trezentos anos ao canto da passara porque lle pedia que lle mostrasse qual era o bem que avian os que eran en Parayso. La tradición señala como protagonista al monje Virila (Siglo IX), del Monasterio de San Salvador de Leyre, Navarra. Cfr. Poole, Kevin R: In Search of Paradise: Time and Eternity in Alfonso X’s Cantiga 103. Humanista: Volume 9, 2007, pp. 110 y ss.

P.P. Francisco

1. « ¡Qué hermosos son sobre las montañas los pasos del mensajero que proclama la paz!» (Is 52, 7).

Las palabras del profeta Isaías expresan el consuelo, el suspiro de alivio de un pueblo exiliado, agotado por la violencia y los abusos, expuesto a la indignidad y la muerte. El profeta Baruc se preguntaba al respecto: «¿Por qué, Israel, estás en una tierra de enemigos y envejeciste en un país extranjero? ¿Por qué te manchaste con cadáveres y te cuentas entre los que bajan a la fosa?» (Is 3, 10-11). Para este pueblo, la llegada del mensajero de la paz significaba la esperanza de un renacimiento de los escombros de la historia, el comienzo de un futuro prometedor.

Todavía hoy, el camino de la paz, que san Pablo VI denominó con el nuevo nombre de desarrollo integral, [1] permanece desafortunadamente alejado de la vida real de muchos hombres y mujeres y, por tanto, de la familia humana, que está totalmente interconectada. A pesar de los numerosos esfuerzos encaminados a un diálogo constructivo entre las naciones, el ruido ensordecedor de las guerras y los conflictos se amplifica, mientras se propagan enfermedades de proporciones pandémicas, se agravan los efectos del cambio climático y de la degradación del medioambiente, empeora la tragedia del hambre y la sed, y sigue dominando un modelo económico que se basa más en el individualismo que en el compartir solidario. Como en el tiempo de los antiguos profetas, el clamor de los pobres y de la tierra [2] sigue elevándose hoy, implorando justicia y paz.

En cada época, la paz es tanto un don de lo alto como el fruto de un compromiso compartido. Existe, en efecto, una “arquitectura” de la paz, en la que intervienen las distintas instituciones de la sociedad, y existe un “artesanado” de la paz que nos involucra a cada uno de nosotros personalmente. [3]Todos pueden colaborar en la construcción de un mundo más pacífico: partiendo del propio corazón y de las relaciones en la familia, en la sociedad y con el medioambiente, hasta las relaciones entre los pueblos y entre los Estados.

Aquí me gustaría proponer tres caminos para construir una paz duradera. En primer lugar, el diálogo entre las generaciones, como base para la realización de proyectos compartidos. En segundo lugar, la educación, como factor de libertad, responsabilidad y desarrollo. Y, por último, el trabajo para una plena realización de la dignidad humana. Estos tres elementos son esenciales para «la gestación de un pacto social», [4] sin el cual todo proyecto de paz es insustancial.

2. Diálogo entre generaciones para construir la paz

En un mundo todavía atenazado por las garras de la pandemia, que ha causado demasiados problemas, «algunos tratan de huir de la realidad refugiándose en mundos privados, y otros la enfrentan con violencia destructiva, pero entre la indiferencia egoísta y la protesta violenta, siempre hay una opción posible: el diálogo. El diálogo entre las generaciones». [5]

Todo diálogo sincero, aunque no esté exento de una dialéctica justa y positiva, requiere siempre una confianza básica entre los interlocutores. Debemos recuperar esta confianza mutua. La actual crisis sanitaria ha aumentado en todos la sensación de soledad y el repliegue sobre uno mismo. La soledad de los mayores va acompañada en los jóvenes de un sentimiento de impotencia y de la falta de una idea común de futuro. Esta crisis es ciertamente dolorosa. Pero también puede hacer emerger lo mejor de las personas. De hecho, durante la pandemia hemos visto generosos ejemplos de compasión, colaboración y solidaridad en todo el mundo.

Dialogar significa escucharse, confrontarse, ponerse de acuerdo y caminar juntos. Fomentar todo esto entre las generaciones significa labrar la dura y estéril tierra del conflicto y la exclusión para cultivar allí las semillas de una paz duradera y compartida.

Aunque el desarrollo tecnológico y económico haya dividido a menudo a las generaciones, las crisis contemporáneas revelan la urgencia de que se alíen. Por un lado, los jóvenes necesitan la experiencia existencial, sapiencial y espiritual de los mayores; por el otro, los mayores necesitan el apoyo, el afecto, la creatividad y el dinamismo de los jóvenes.

Los grandes retos sociales y los procesos de construcción de la paz no pueden prescindir del diálogo entre los depositarios de la memoria ―los mayores― y los continuadores de la historia ―los jóvenes―; tampoco pueden prescindir de la voluntad de cada uno de nosotros de dar cabida al otro, de no pretender ocupar todo el escenario persiguiendo los propios intereses inmediatos como si no hubiera pasado ni futuro. La crisis global que vivimos nos muestra que el encuentro y el diálogo entre generaciones es la fuerza propulsora de una política sana, que no se contenta con administrar la situación existente «con parches o soluciones rápidas», [6] sino que se ofrece como forma eminente de amor al otro, [7] en la búsqueda de proyectos compartidos y sostenibles.

Si sabemos practicar este diálogo intergeneracional en medio de las dificultades, «podremos estar bien arraigados en el presente, y desde aquí frecuentar el pasado y el futuro: frecuentar el pasado, para aprender de la historia y para sanar las heridas que a veces nos condicionan; frecuentar el futuro, para alimentar el entusiasmo, hacer germinar sueños, suscitar profecías, hacer florecer esperanzas. De ese modo, unidos, podremos aprender unos de otros». [8]Sin raíces, ¿cómo podrían los árboles crecer y dar fruto?

Sólo hay que pensar en la cuestión del cuidado de nuestra casa común. De hecho, el propio medioambiente «es un préstamo que cada generación recibe y debe transmitir a la generación siguiente». [9]Por ello, tenemos que apreciar y alentar a los numerosos jóvenes que se esfuerzan por un mundo más justo y atento a la salvaguarda de la creación, confiada a nuestro cuidado. Lo hacen con preocupación y entusiasmo y, sobre todo, con sentido de responsabilidad ante el urgente cambio de rumbo [10] que nos imponen las dificultades derivadas de la crisis ética y socio-ambiental actual. [11]

Por otra parte, la oportunidad de construir juntos caminos hacia la paz no puede prescindir de la educación y el trabajo, lugares y contextos privilegiados para el diálogo intergeneracional. Es la educación la que proporciona la gramática para el diálogo entre las generaciones, y es en la experiencia del trabajo donde hombres y mujeres de diferentes generaciones se encuentran ayudándose mutuamente, intercambiando conocimientos, experiencias y habilidades para el bien común.

3. La instrucción y la educación como motores de la paz

El presupuesto para la instrucción y la educación, consideradas como un gasto más que como una inversión, ha disminuido significativamente a nivel mundial en los últimos años. Sin embargo, estas constituyen los principales vectores de un desarrollo humano integral: hacen a la persona más libre y responsable, y son indispensables para la defensa y la promoción de la paz. En otras palabras, la instrucción y la educación son las bases de una sociedad cohesionada, civil, capaz de generar esperanza, riqueza y progreso.

Los gastos militares, en cambio, han aumentado, superando el nivel registrado al final de la “guerra fría”, y parecen destinados a crecer de modo exorbitante. [12]

Por tanto, es oportuno y urgente que cuantos tienen responsabilidades de gobierno elaboren políticas económicas que prevean un cambio en la relación entre las inversiones públicas destinadas a la educación y los fondos reservados a los armamentos. Por otra parte, la búsqueda de un proceso real de desarme internacional no puede sino causar grandes beneficios al desarrollo de pueblos y naciones, liberando recursos financieros que se empleen de manera más apropiada para la salud, la escuela, las infraestructuras y el cuidado del territorio, entre otros.

Me gustaría que la inversión en la educación estuviera acompañada por un compromiso más consistente orientado a promover la cultura del cuidado. [13]Esta cultura, frente a las fracturas de la sociedad y a la inercia de las instituciones, puede convertirse en el lenguaje común que rompa las barreras y construya puentes. «Un país crece cuando sus diversas riquezas culturales dialogan de manera constructiva: la cultura popular, la universitaria, la juvenil, la artística, la tecnológica, la cultura económica, la cultura de la familia y de los medios de comunicación». [14]Por consiguiente, es necesario forjar un nuevo paradigma cultural a través de «un pacto educativo global para y con las generaciones más jóvenes, que involucre en la formación de personas maduras a las familias, comunidades, escuelas y universidades, instituciones, religiones, gobernantes, a toda la humanidad». [15]Un pacto que promueva la educación a la ecología integral según un modelo cultural de paz, de desarrollo y de sostenibilidad, centrado en la fraternidad y en la alianza entre el ser humano y su entorno. [16]

Invertir en la instrucción y en la educación de las jóvenes generaciones es el camino principal que las conduce, por medio de una preparación específica, a ocupar de manera provechosa un lugar adecuado en el mundo del trabajo. [17]

4. Promover y asegurar el trabajo construye la paz

El trabajo es un factor indispensable para construir y mantener la paz; es expresión de uno mismo y de los propios dones, pero también es compromiso, esfuerzo, colaboración con otros, porque se trabaja siempre con o por alguien. En esta perspectiva marcadamente social, el trabajo es el lugar donde aprendemos a ofrecer nuestra contribución por un mundo más habitable y hermoso.

La situación del mundo del trabajo, que ya estaba afrontando múltiples desafíos, se ha visto agravada por la pandemia de Covid-19. Millones de actividades económicas y productivas han quebrado; los trabajadores precarios son cada vez más vulnerables; muchos de aquellos que desarrollan servicios esenciales permanecen aún más ocultos a la conciencia pública y política; la instrucción a distancia ha provocado en muchos casos una regresión en el aprendizaje y en los programas educativos. Asimismo, los jóvenes que se asoman al mercado profesional y los adultos que han caído en la desocupación afrontan actualmente perspectivas dramáticas.

El impacto de la crisis sobre la economía informal, que a menudo afecta a los trabajadores migrantes, ha sido particularmente devastador. A muchos de ellos las leyes nacionales no los reconocen, es como si no existieran. Tanto ellos como sus familias viven en condiciones muy precarias, expuestos a diversas formas de esclavitud y privados de un sistema de asistencia social que los proteja. A eso se agrega que actualmente sólo un tercio de la población mundial en edad laboral goza de un sistema de seguridad social, o puede beneficiarse de él sólo de manera restringida. La violencia y la criminalidad organizada aumentan en muchos países, sofocando la libertad y la dignidad de las personas, envenenando la economía e impidiendo que se fomente el bien común. La respuesta a esta situación sólo puede venir a través de una mayor oferta de las oportunidades de trabajo digno.

El trabajo, en efecto, es la base sobre la cual se construyen en toda comunidad la justicia y la solidaridad. Por eso, «no debe buscarse que el progreso tecnológico reemplace cada vez más el trabajo humano, con lo cual la humanidad se dañaría a sí misma. El trabajo es una necesidad, parte del sentido de la vida en esta tierra, camino de maduración, de desarrollo humano y de realización personal». [18]Tenemos que unir las ideas y los esfuerzos para crear las condiciones e inventar soluciones, para que todo ser humano en edad de trabajar tenga la oportunidad de contribuir con su propio trabajo a la vida de la familia y de la sociedad.

Es más urgente que nunca que se promuevan en todo el mundo condiciones laborales decentes y dignas, orientadas al bien común y al cuidado de la creación. Es necesario asegurar y sostener la libertad de las iniciativas empresariales y, al mismo tiempo, impulsar una responsabilidad social renovada, para que el beneficio no sea el único principio rector.

En esta perspectiva hay que estimular, acoger y sostener las iniciativas que instan a las empresas al respeto de los derechos humanos fundamentales de las trabajadoras y los trabajadores, sensibilizando en ese sentido no sólo a las instituciones, sino también a los consumidores, a la sociedad civil y a las realidades empresariales. Estas últimas, cuanto más conscientes son de su función social, más se convierten en lugares en los que se ejercita la dignidad humana, participando así a su vez en la construcción de la paz. En este aspecto la política está llamada a desempeñar un rol activo, promoviendo un justo equilibrio entre la libertad económica y la justicia social. Y todos aquellos que actúan en este campo, comenzando por los trabajadores y los empresarios católicos, pueden encontrar orientaciones seguras en la doctrina social de la Iglesia.

Queridos hermanos y hermanas: Mientras intentamos unir los esfuerzos para salir de la pandemia, quisiera renovar mi agradecimiento a cuantos se han comprometido y continúan dedicándose con generosidad y responsabilidad a garantizar la instrucción, la seguridad y la tutela de los derechos, para ofrecer la atención médica, para facilitar el encuentro entre familiares y enfermos, para brindar ayuda económica a las personas indigentes o que han perdido el trabajo. Aseguro mi recuerdo en la oración por todas las víctimas y sus familias.

A los gobernantes y a cuantos tienen responsabilidades políticas y sociales, a los pastores y a los animadores de las comunidades eclesiales, como también a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, hago un llamamiento para que sigamos avanzando juntos con valentía y creatividad por estos tres caminos: el diálogo entre las generaciones, la educación y el trabajo. Que sean cada vez más numerosos quienes, sin hacer ruido, con humildad y perseverancia, se conviertan cada día en artesanos de paz. Y que siempre los preceda y acompañe la bendición del Dios de la paz.

P.P. Francisco, en vatican.va/

Notas:

[1]               Cfr. Populorum progressio, 76ss.

[2] Cfr. Laudato si’, 49.

[3] Cfr. Fratelli tutti, 231.

[4] Ibíd., 218.

[5] Ibíd., 199.

[6] Ibíd., 179.

[7] Cfr. ibíd., 180.

[8] Christus vivit, 199.

[9] Laudato si’, 159.

[10] Cfr. ibíd., 163; 202.

[11] Cfr. ibíd., 139.

[12] Cfr. Mensaje al 4º Foro de París sobre la paz, 11 a 13-XI-2021.

[13] Cfr. Laudato si’, 231; Mensaje para la LIV Jornada Mundial de la Paz 2020.

[14] Fratelli tutti, 199.

[15] Videomensaje al “Global Compact on Education. Together to Look Beyond” (15-X-2020).

[16] Cfr. Videomensaje a la Cumbre virtual sobre retos climáticos (12-XII-2020).

[17] Cfr. S. Juan Pablo II, Laborem exercens, 18.

[18] Laudato si, 128.

Gabriel Ariza

La creación de Adán. Creado a imagen y semejanza de Dios. Entrevista a Mons. Martinelli

¿Cuántas veces hemos oído esta frase? ¿Y cuántas hemos reflexionado sobre su significado? Monseñor Martinelli explica en esta síntesis el alcance de estas palabras.

¿Dónde se fundamenta la afirmación: «soy creado a imagen y semejanza de Dios (Imago Dei)»?

Se fundamenta en la Biblia. De hecho en las primeras páginas leemos: “Dios creó al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Gn 1, 27).

¿Cuándo el hombre comienza a ser Imagen de Dios?

Inicia desde el primer momento de su concepción. Tal dignidad está por tanto presente en cada fase de la vida humana. La Iglesia anuncia esta verdad no sólo con la autoridad del Evangelio, sino también con la fuerza que deriva de la razón, y por esto siente el deber de llamar la atención a todo hombre de buena voluntad, en la certeza que la acogida de esta verdad non puede menos que ayudar a cada individuo en la sociedad.

¿De dónde le viene al hombre el ser Imagen de Dios?

Viene de Dios. Es Dios mismo quien hace este don especial al hombre. El hombre lo recibe gratuitamente. No es por tanto una conquista humana o una obra del hombre.

Al hombre le corresponde: reconocer tal don; agradecer al Donante, Dios; manifestar y hacer crecer en su vida los frutos de tal don; testimoniar con valentía, en el propio actuar cotidiano, el ser a imagen de Dios.

¿Qué cosa significa: Dios nos ha creado a su imagen?

Decir que Dios nos ha creado a su imagen significa que: Él ha querido que cada uno de nosotros manifieste un aspecto de su esplendor infinito; Él tiene un proyecto sobre cada uno de nosotros; cada uno de nosotros está destinado a entrar, por un itinerario que es propio, en la eternidad feliz. La criatura es imagen de Dios por el hecho de que participa de la inmortalidad –no por su naturaleza-, sino como don del Creador. La orientación a la vida eterna es lo que hace al hombre el correlativo creado por Dios.

La dignidad del hombre no es algo que se impone a nuestros ojos, no es mensurable ni se puede cualificar, escapa a los parámetros de la razón científica o técnica; sin embargo nuestra civilización, nuestro humanismo, no han progresado sino en la medida en que esta dignidad ha sido universal y plenamente reconocida siempre más personas” (Card. Joseph Ratzinger, Discurso al Consejo Pontificio para la Pastoral de la salud, 28 de noviembre 1996).

¿En qué sentido el hombre es creado a «Imagen de Dios»?

“El hombre es creado a imagen de Dios en el sentido de que es capaz de conocer y de amar, en la libertad, al propio Creador. Es la única criatura, sobre esta tierra, que Dios ha querido por sí misma y que ha llamado a participar, por el conocimiento y el amor, de su vida divina. El, en cuanto creado a imagen de Dios, tiene la dignidad de persona: no es cualquier cosa, sino alguien, capaz de conocerse, de donarse libremente y de entrar en comunión con Dios y con las otras personas” (Compendio del Catecismo, n. 66).

¿Cuáles dimensiones de la persona implica el ser creado a Imagen de Dios?

Implica todo el hombre y cada hombre. En particular: su dignidad; la unidad de su cuerpo y alma; su ser hombre o mujer; su relación con Dios, consigo mismo, con las otras personas, con el mundo.

Es, por tanto, el hombre en su totalidad que ha sido creado a imagen y semejanza de Dios. La Biblia presenta una visión del ser humano en la cual la dimensión espiritual es vista junto a la dimensión física, social e histórica del hombre.

¿En qué modo el ser a imagen de Dios implica la dignidad del hombre?

Implica su dignidad en cuanto que constituye su fundamento. El hombre encuentra el fundamento último de su propia dignidad propiamente en su ser creado a imagen de Dios.

La dignidad del hombre, de hecho: no se identifica con los genes de su ADN; tampoco depende de su tener o de su capacidad de hacer, tanto menos de su pertenencia a una raza, cultura o nación; y no disminuye a causa de la eventual presencia de diversidad física o de defectos genéticos.

El fundamento de la auténtica y plena dignidad, ínsita en cada hombre, está en su ser creado a imagen y semejanza de Dios. “La dignidad de la persona humana se radica en la creación a imagen y semejanza de Dios. Dotada de alma espiritual e inmortal, de inteligencia y de libre voluntad la persona humana está ordenada a Dios y llamada, con su alma y su cuerpo, a la felicidad eterna” (Compendio del Catecismo, n. 358).

Tal dignidad así fundamentada, distingue al hombre esencialmente de todos los demás seres creados (por eso se habla de diferencia ontológica en el plano del ser y no sólo en el plano funcional del actuar- entre los seres humanos y el resto del mundo). La Biblia pone en evidencia esta diferencia ya desde las primeras páginas, cuando afirma que Dios, después de haber creado las cosas de este mundo, dice: “Y Dios vio que era cosa buena” (Gn 1, 26), pero, después de haber creado al hombre, exclama: “Dios vio cuanto había hecho, y he ahí que, era algo muy bueno” (Gn 1, 31).

¿Cómo se relacionan en el hombre el ser imagen de Dios con su comunión con dios?

El ser creado a imagen de Dios es el fundamento de la orientación del hombre hacia Dios. De hecho sobre esta semejanza radical al Dios uno y trino es que se fundamenta la posibilidad de la comunión del hombre con la Santísima Trinidad. Así lo ha querido Dios mismo. El Dios uno y trino ha querido de hecho compartir su comunión trinitaria con personas creadas a su imagen. Aún más, es por esta comunión trinitaria que el hombre ha sido creado a imagen de Dios. Es fin del hombre por tanto conocer, amar y servir a Dios en esta vida y gozar de El en la otra vida, y amar al prójimo como Dios lo ama.

“Creado a imagen de Dios, el hombre expresa la verdad de su relación con Dios creador también mediante la belleza de sus propias obras artísticas” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2501).

¿También el cuerpo participa de tal imagen de Dios?

Sí, el mismo cuerpo, como parte intrínseca de la persona, participa desde su creación de la imagen de Dios.

En la fe cristiana: es el alma que es creada a imagen de Dios; pero, porque el alma es la forma substantialis del cuerpo, la persona humana en su totalidad posee la imagen divina en una dimensión tanto espiritual como corpórea; el hombre non tiene su cuerpo, sino que es también su cuerpo; el hombre es considerado en su totalidad, en su unidad; es espíritu encarnado, es decir alma que se expresa en el cuerpo y cuerpo que es informado por un espíritu inmortal; la corporeidad es por tanto esencial a la identidad personal; la afirmación de la resurrección del cuerpo, al fin del mundo, hace entender cómo el hombre exista también en la eternidad, después de la muerte, como persona física y espiritual completa.

La fe cristiana afirma por tanto claramente la unidad del ser humano y comprende la corporeidad como esencial a la identidad personal sea en esta vida como en la otra.

¿Por qué la imagen de Dios se manifiesta también en la diferencia de sexos?

Porque el ser humano existe solamente como varón o como hembra, y esta diferencia sexual, lejos de ser un aspecto accidental o secundario de la personalidad, es un elemento constitutivo de la identidad personal. Por tanto también la dimensión sexual pertenece al ser imagen de Dios. Hombre y mujer son igualmente creados a imagen de Dios, aún cuando cada uno lo es en forma propia y peculiar. Por esto la fe cristiana habla de reciprocidad y complementariedad entre los sexos.

Creados a imagen de Dios, los seres humanos están llamados al amor y a la comunión. Porque esta vocación se realiza en modo peculiar en la relación unitivo-procreativa entre marido y mujer, la diferencia entre hombre y mujer es un elemento esencial en la constitución de los seres humanos hechos a imagen de Dios. “Dios creó al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; macho y hembra los creó.” (Gn 1, 27; cfr. Gn 5, 1-2). Según la Escritura, por tanto, la imago Dei se manifiesta, desde el inicio, también en la diferencia entre los sexos.

“La sexualidad ejercita una influencia sobre todos los aspectos de la persona humana, en la unidad de su cuerpo y de su alma. Esa concierne particularmente la afectividad, la capacidad de amar y de procrear, y, en modo más general, la actitud para establecer relaciones de comunión con los otros” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2332).

Los roles atribuidos a uno y otro sexo pueden variar en el tiempo y en el espacio, pero la identidad sexual de la persona no es una construcción cultural o social. Pertenece al modo específico en que existe la Imago Dei.

Esta especificidad sexual es reforzada por la Encarnación del Verbo. El ha asumido la condición humana en su totalidad, asumiendo un sexo, pero llegando a ser hombre en ambos sentidos del término: como miembro de la comunidad humana y como ser de sexo masculino (CTI, n. 34).

Además la encarnación del Hijo de Dios y la resurrección de los cuerpos al final de los tiempos extienden también a la eternidad la identidad sexual originaria de la Imago Dei.

¿Por qué el ser imagen de Dios implica también nuestra relación con las otras personas?

Precisamente porque Dios es Trinidad, comunión de tres Personas en la única naturaleza divina, también la persona, creada a imagen de Dios, es también capaz de relación con las otras personas, es un ser que: tiene una orientación fundamental hacia las otras personas; está llamado a formar con ellos una comunidad.

“El ser humano es por tanto verdaderamente humano en la medida en que actualiza el elemento esencialmente social en su constitución, en cuanto persona dentro de grupos familiares, religiosos, civiles, profesionales y de otro género, que juntos forman la sociedad circundante a la cual pertenece” (CTI, n. 42).

El matrimonio constituye una forma elevada de comunión entre las personas humanas y una de las mejores analogías de la vida trinitaria. Aún más “el primer ejemplo de esta comunión es la unión procreativa del hombre y de la mujer, que refleja la comunión creativa del amor trinitario” (CTI, n. 56). Cuando un hombre y una mujer unen su cuerpo y su espíritu en una actitud de total apertura y donación de sí, forman una nueva imagen de Dios. Su unión en una sola carne no responde simplemente a una necesidad biológica, sino a la intención del Creador que les conduce a compartir la felicidad de ser hechos a su imagen (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2331).

La misma humanidad, en su dignidad originaria (de la cual es símbolo Adán), está hecha a imagen de la divina Trinidad. “Todos los hombres forman la unidad del género humano, por el común origen que tienen de Dios. Dios, además, ha creado “de uno solo todas las naciones de los hombres” (Hch 17, 26). Todos, además, tienen un único Salvador y están llamados a compartir la eterna felicidad de Dios” (Compendio del Catecismo, n. 68).

¿Cómo el ser a imagen de Dios implica también nuestra relación con las cosas creadas?

El ser creados a imagen de Dios es el fundamento de nuestra: relación con las cosas creadas; superioridad sobre el mundo visible, en cuanto es el único que ha sido creado a imagen y semejanza de Dios; participación en el gobierno divino de la creación.

¿De qué manera el hombre participa del señorío de Dios sobre el mundo?

Participar del señorío de Dios sobre el mundo significa que el hombre: ejerce tal señorío sobre la creación visible sólo en virtud del privilegio que Dios le ha conferido;

reconoce en Dios el creador de todo, y rinde alabanza y da gracias por el don de la creación glorificando el nombre de Dios; no es el señor principal sobre el mundo. Dios, el creador del mundo, es el Señor por excelencia sobre el mundo. El hombre es un señor subordinado (señorío ministerial y subordinado); es designado por Dios para ser su colaborador, administrador. El hombre está llamado por Dios a ejercitar, en nombre de Dios mismo, una administración responsable sobre el mundo creado. Tal administración “debe medirse con la solicitud por la calidad de vida del prójimo, comprendida la de las generaciones futuras, y exige un religioso respeto de la integridad de la creación” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2415); en cuanto administrador, debe dar cuentas de su gestión, y Dios juzgará sus acciones.

Tal señorío se realiza en el respeto hacia la creación: el hombre, como imagen de Dios, no es un dominador del mundo. La administración humana del mundo creado es en cambio un servicio realizado mediante la participación del gobierno divino. “Los seres humanos realizan tal servicio adquiriendo un conocimiento científico del universo, ocupándose responsablemente del mundo natural (incluso los animales y el ambiente) y salvaguardando su integridad biológica” (CTI, n. 61).

El mismo trabajo humano “proviene inmediatamente de personas creadas a imagen de Dios y llamadas a prolongar, las unas con las otras y para las otras, la obra de la creación” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2427), colaborando con Dios creador.

¿Cuál es la relación entre el ser a imagen de Dios y la ley natural?

Creando al hombre a su imagen, Dios ha puesto en la intimidad de la conciencia humana una ley, que “la tradición llama ley natural. Tal ley es de origen divino, y la conciencia que el hombre tiene de ella, es esa misma participación de la ley divina” (CTI, n. 60). Y el Compendio del Catecismo afirma al respecto: “La ley natural, inscrita por el Creador en el corazón de cada hombre, consiste en una participación de la sabiduría y de la bondad de Dios y expresa el sentido moral originario, que permite al hombre discernir, por medio de la razón, el bien y el mal. Esa es universal e inmutable y pone la base de los deberes y de los derechos fundamentales de la persona, igualmente los de la comunidad humana y de la misma ley civil” (n. 416).

¿Todos perciben la ley natural?

“A causa del pecado, la ley natural no siempre y no por todos es percibida con igual claridad e inmediatez” (op. cit. n. 417). Por esto Dios “ha escrito sobre las tablas de la Ley cuanto los hombres no lograban leer en sus corazones” (San Agustín).

¿Cuáles consecuencias ha provocado y provoca el pecado en el ser del hombre a imagen de Dios?

El pecado no destruye, no anula la imagen de Dios en el hombre. El hombre es imagen de Dios en cuanto hombre. Y mientras es hombre, es un ser humano a imagen de Dios. La imagen divina está conectada con la esencia humana en cuanto tal, y no está en poder del hombre destruirla completamente.

El pecado, según su gravedad objetiva y la responsabilidad subjetiva del hombre, desfigura la imagen de Dios en el hombre, la hiere, la ofusca. Y porque el pecado es como una herida de la imagen de Dios en el hombre, hiere, ofusca al hombre: en su dignidad, provocando una división en su interior entre cuerpo y espíritu, conocimiento y voluntad, razón y emociones; en su relación con Dios, consigo mismo, con los demás, con la creación.

Herido por el pecado, el hombre está necesitado de salvación. Y Dios infinitamente bueno, le ofrece tal salvación nada menos que en Su Hijo Unigénito Jesucristo, el cual libera, resana la herida del hombre mediante su Muerte y Resurrección.

La mancha que el pecado imprimió en la Imago Dei, con sus inevitables consecuencias negativas en la vida personal e interpersonal, es borrada por la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo.

¿Cuál modelo tiene el hombre en la realización de su ser a imagen de Dios?

Ante todo el hombre se comprende plenamente a sí mismo, y sobretodo su ser a imagen de Dios, sólo a la luz de Cristo. “En realidad solamente en el misterio del Verbo encarnado encuentra la verdadera luz el misterio del hombre. Adán, de hecho, el primer hombre, era figura de Aquel futuro, es decir de Cristo Señor. Cristo, que es el nuevo Adán, mientras revela el misterio del Padre y de su amor, desvela también plenamente el hombre al hombre y le hace nota su altísima vocación” (Concilio Vaticano ii, Gaudium et Spes, n. 22).

El misterio del hombre se aclara por tanto sólo a la luz de Cristo, que es imagen perfecta “del Dios invisible, generado antes de toda criatura” (Col 1, 15) y que nos introduce, mediante el Espíritu Santo, en una participación al misterio de Dios uno y trino. “Qué cosa signifique ser creados a imago Dei nos es por tanto plenamente revelado sólo en la Imago Christi” (CTI, n. 53).

“Dios Padre nos llama a ser «conformes a la imagen de su Hijo» (Rm 8, 29), mediante la obra del Espíritu Santo, el cual obra en modo misterioso en todos los seres humanos de buena voluntad, en la sociedad y en el cosmos, para transfigurar y divinizar los seres humanos. Además el Espíritu Santo obra a través de los sacramentos, en particular mediante la Eucaristía” (CTI, n. 54).

Gracias al Espíritu Santo, “La gracia salvífica de la participación al misterio pascual de Cristo reconfigura la Imago Dei según el modelo de la Imago Christi(…). En tal sentido la existencia cotidiana del hombre es definida como un esfuerzo de siempre más plena conformación a la imagen de Cristo, buscando de dedicar la propia vida al combate por llegar a la victoria final de Cristo en el mundo” (CTI, n. 56). Por tanto nosotros llegamos a ser plenamente imagen de Dios por medio de la participación en la vida divina de Cristo.

¿En qué modo Cristo es el modelo de cada hombre en el vivir a imagen de Dios?

Cristo es el modelo para el hombre en el vivir a imagen de Dios, en el sentido que: la imagen originaria del hombre, que a su vez representa la imagen de Dios, es Cristo, y el hombre es creado a partir de la imagen de Cristo, a imagen suya. La criatura humana es al mismo tiempo proyecto preliminar en vista de Cristo, o bien: Cristo es la imagen perfecta y fundamental del Creador, y Dios forma al hombre precisamente en vista de El, de su Hijo;

las posibilidades que Cristo abre al hombre no significan la supresión de la realidad del hombre en cuanto criatura, sino su transformación y realización según la imagen perfecta del Hijo; al mismo tiempo, existe una tensión entre ocultamiento y futura manifestación de la imagen de Dios: podemos aplicar aquí la palabra de la primera carta de Juan: “nosotros desde ya somos hijos de Dios, pero lo que seremos no ha sido todavía revelado” (1Jn 3, 2). Todos los seres humanos desde ya somos imagen de Dios –a imagen de Cristo-, aunque todavía no sea manifiesto lo que llegarán a ser sobretodo al fin de los tiempos, cuando el Señor Jesús vendrá sobre las nubes del cielo, para que Dios “sea todo en todos” (1Co 15, 28). La Imago Dei puede ser por tanto considerada, en un sentido real, todavía en devenir (su carácter dinámico).

Nuestra conformación a la imagen de Cristo se cumple por tanto perfectamente solamente en nuestra resurrección al final de los tiempos, en la cual Cristo nos ha precedido y ha ya asociado a sí a su Madre, María Santísima.

Gabriel Ariza, en infovaticana.com/

Yolanda Dávila P.

Introducción

Esta investigación se centra fundamentalmente en describir las conexiones que existen entre el desarrollo del apego y la dinámica familiar, la misma que permitirá comprender y articular intervenciones que contemplen los recursos y dificultades con los que cuentan los pacientes y sus familias, entregándole al terapeuta una herramienta adicional, ordenada y de rápida consulta sobre este tema.

La teoría del apego ilustra la relación entre las experiencias parentales tempranas y la capacidad para establecer relaciones cercanas, confortantes y compasivas con otros a lo largo de la vida. Jonh Bowlby (1988) recalca la importancia de la interacción que se produce entre el niño y el adulto responsable de la crianza, esta relación se convierte en el primer ambiente o clima emocional que vive el niño, introduciéndole en el grupo familiar, (Fonagy, 2004; Hervás 2000; Main, 1996, citado en Sanchis, 2008) y por consiguiente en el grupo social y cultural en el que la familia se desenvuelve (Del Barrio, 2002; Musitu y Cava, 2001, citado en Sanchis, 2008). La familia, según Byng-Hall (1999, citado en Girón, 2003), es una base segura para el desarrollo del individuo, para cumplir con esta función debe proporcionar una red disponible y fácilmente fiable de las relaciones de apego y así también como de sus miembros. La experiencia dentro de la familia guiará la interpretación y reflexión de las experiencias, que orientarán los comportamientos de apego. Por otro lado la misma autora sostiene que existen factores que socavan esta base segura debido a situaciones de crisis por las que atraviesa la familia (pérdida de la figuras de apego, divorcio, maltrato, etc.) La familia tiene entonces un papel esencial a la hora de configurar los modelos representacionales o modelos de funcionamiento internos, los mismos que regularán la interacción futura del niño con el entorno (Musitu y Cava, 2001). Los modelos de funcionamiento interno permiten modelar la conducta del individuo tanto ante sí mismo como ante los demás (Girón, 2003), estos van a “dar color” a la forma como el sujeto comprende y cómo se comporta en situaciones de apego.

Los modelos de trabajo internos están íntimamente relacionados con la protección y seguridad en las relaciones; es decir, cómo nos mantenemos seguros, próximos y queridos por otros.

Tomando en cuenta todos estos aspectos se puede preguntar: ¿Cuáles son los factores de la dinámica familiar que se relacionan con el desarrollo del apego?.

Teoría del apego: consideraciones generales

Bowlby (1973) define la conducta de apego como “cualquier forma de conducta que tiene como resultado el que una persona obtenga o retenga la proximidad de otro individuo diferenciado y preferido, que suele concebirse como más fuerte y/o más sabio”.

El objetivo del sistema de apego sería regular las conductas diseñadas para establecer o mantener el contacto con una figura de apego; desde el punto de vista de la persona que se encuentra dentro de esta relación, el objetivo del sistema sería “sentirse segura”. A partir de la cual el bebé o el niño siente la seguridad necesaria para explorar y dominar su entorno, en las situaciones en las que no hay amenaza, la conducta del niño mayormente estará dedicada a la exploración de su medio externo; cuando el niño se encuentra ante una situación amenazante buscará a su cuidador, quien es el proveedor de seguridad. Según Bowlby (1980), la búsqueda de la proximidad, la base segura y el refugio seguro son los tres rasgos definitorios y las tres funciones, de una relación de apego.

Este autor, considera que las experiencias con el cuidador primario tienen conexión mediante una serie de procesos cognitivos, dando lugar a modelos representacionales o modelos de funcionamiento interno, que rigen la manera en que el individuo se percibe así mismo y al mundo que le rodea.

Tipo de apego

Mary Ainsworth (1962, 1964) diseñó y aplicó un programa experimental conocido como situación extraña para evaluar la calidad del vínculo entre una madre y su hijo, basándose en que las figuras de apego actúan como sustento de la conducta exploratoria y por tanto las separaciones son seguidas de efectos psicológicos y fisiológicos en el niño. Ella identificó tres estilos de apego:

1.       Apego seguro

2.       Apego inseguro-evitativo

3.       Apego inseguro ambivalente

Las personas con estilo de apego seguro son capaces de usar a sus cuidadores como una base segura cuando están angustiados. Saben que los cuidadores estarán disponibles y que serán sensibles y responsivos a sus necesidades. El estilo de apego seguro se ha observado en un 55%-65% de niños en muestras que incluyeron familias que no presentaron ningún evento clínico (Botella, 2005).

Para Aizpuru (1994) este tipo de apego es producto de la sensibilidad materna, la percepción adecuada, interpretación correcta y una respuesta contingente y apropiada a las señales del niño que fortalecen interacciones sincrónicas. Las características del cuidado materno en este caso son de disponibilidad, receptividad, calidez y conexión (Botella, 2005).

En el apego inseguro-evitativo, la observación fue interpretada como si el niño no tuviera confianza en la disponibilidad de la madre o cuidado principal, mostrando poca ansiedad durante la separación y un claro desinterés en el posterior reencuentro con la madre o cuidador. Incluso si la madre buscaba el contacto, ellos rechazaban el acercamiento (Oliva, 2004, citado en Sanchis, 2008).

Sin embargo, Ainsworth (citado en Sanchis, 2008), distinguió que los niños que presentaban apego evitativo tenían dificultades emocionales; su desapego era semejante al mostrado por los niños que habían experimentado separaciones dolorosas.

El estilo de apego inseguro-evitativo se ha observado en un 20%-30% de niños en muestras de familias sin eventos clínicos (Oliva 2004, citado en Sanchis).

Las características del cuidado materno son de rechazo, rigidez, hostilidad y aversión del contacto (Botella, 2005). Las madres de niños con estilo inseguro-evitativo pueden ser sobre estimulantes e intrusivas (Aizpuru, 1994).

En el apego inseguro-ambivalente el niño muestra ansiedad de separación pero no se tranquiliza al reunirse con la madre o cuidador, según los observadores parece que el niño hace un intento de exagerar el afecto para asegurarse la atención (Fonagy, 2004).

En este tipo de apego parece que la madre o cuidador, está física y emocionalmente disponible sólo en ciertas ocasiones, lo que hace al individuo más propenso a la ansiedad de separación y al temor de explorar el mundo. Este estilo de apego se ha observado en un 5%-15% en niños de muestras sin eventos clínicos anteriores (Botella, 2005; Del Barrio, 2002 citado, Molina 2009). Las características del cuidado materno en este caso son de insensibilidad, intrusividad e inconsistencia (Botella, 2005, citado en Molina, 2009). Se podría decir que el rasgo que más define a estas madres es el no estar siempre disponibles.

Los estilos de apego son relativamente estables, y según Bowlby, la continuidad del estilo de apego se debe principalmente a la persistencia de los modelos mentales del sí mismo y otros componentes específicos de la personalidad.

Los modelos internos constituyen una guía para la interpretación y reflexión sobre las relaciones, es decir, cómo nos mantenemos seguros, próximos y queridos por otros. Estos orientan los comportamientos de apego, permiten modelar la conducta del individuo tanto ante sí mismo como ante los demás (Girón, 2000), van a “dar color” a la forma como el sujeto comprende y cómo se comporta en situaciones relevantes en el apego.

Los modelos internos en los adultos se han clasificado en cuatro categorías que cumplen cada uno un patrón de apego que a su vez se corresponde con los patrones de la infancia, así: (Main & Hesse, 1990 citado en Sanchis, 2008).

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La capacidad para reflexionar sobre la experiencia y nuestra habilidad narrativa para contar historias coherentes sobre nuestras vidas está moldeado por nuestras experiencias de apego familiares (Main et al., 1985; Crittenden, 1998, citado en Vetere, 2008).

La dinámica familiar en el desarrollo del apego

La familia tiene un papel fundamental en el desarrollo del individuo, es el grupo de pertenencia primaria, donde se establecen una serie de lazos afectivos y sentimientos, en donde se aprenden, se afianzan valores, creencias y costumbres. (Minuchin, 1968)

La familia ha sido especialmente estudiada desde la teoría sistémica. Minuchin (1968) considera que no se pueden entender los problemas de un sujeto si no se atiende al conjunto total de la dinámica e interacción familiar, cada uno de sus elementos tiene una función o rol con consecuencias en el conjunto global. (Girón, Rodríguez y Sánchez, 2003; Del Barrio, 2002; Minuchin, 1968).

Para Byng-Hall (2008) la familia es una base segura para el desarrollo del individuo; para cumplir con esta función debe proporcionar una red disponible y fácilmente fiable de las relaciones de apego y de la que todos los miembros de la familia son capaces de sentirse lo suficientemente seguro para explorar su potencial, la base segura tiene un efecto significativo en el desarrollo socio-emocional y cognitivo del niño (Kennet, 2006, citado en Scott, 2009).

Según la autora, la interacción sensible se define como la capacidad de ser sensible ante los sentimientos y conducta de cada miembro de la familia, que implica mantener a toda la familia en la mente durante la interacción, ya que mantiene la posibilidad de ajustar el comportamiento de los miembros para influir en lo que se está desarrollando. Un elemento importante de esta capacidad es la empatía, que permite ponerse en la piel de los demás en el contexto actual. Esto puede llevar a sintonizar con las emociones y los sentimientos de los demás en una situación particular. Lo que garantiza que los padres pueden responder de manera adecuada a la angustia de sus hijos y a los diversos escenarios que presenta la familia. Los niños pueden esperar este apoyo y se sienten seguros al saber que están en la mente de sus padres. Otro elemento de la interacción sensible es la función reflexiva (Fonagy et al, 1991;. Slade, 2005, citado en Besoain), que permite la comprensión de los estados mentales subyacentes y por lo tanto las intenciones de los demás y de sí mismo. Esto hace posible que la persona responda apropiadamente a los demás en el escenario en el cual la familia se desarrolla. La imagen de “familia” puede proporcionar a los miembros un sentido de seguridad. “Me tiene en mente.”

Para Byng-Hall Byng–Hall (1999 citado en Girón 2003) hay dos factores asociados con una base segura familiar:

En primer lugar, sugiere que existe una conciencia compartida de que las relaciones de apego son importantes y el cuidado de los demás es una prioridad en la familia.

En segundo lugar, afirma que los miembros de la familia deben apoyarse mutuamente en la atención a los demás.

Es así como dentro de la membrecía para cumplir con este apoyo entre sus miembros se generan figuras de apego subsidiarias establecidas por la interacción que se originan entre el niño y el adulto responsable de la crianza que por lo general son: la madre, el padre, los hermanos mayores y los abuelos. De éstas, la madre es quien con frecuencia ocupa el papel principal debido a una fórmula cultural, mientras que los demás miembros de la familia suelen funcionar como figuras de apego secundarias (Bowlby, 1969).

Diversos autores han identificado esta dinámica familiar, entre ellos Ainsworth, (1967) a partir de su estudio realizado en Uganda, señaló que casi todos los bebés que estaban apegados a sus madres llegaban a estar apegados a otras figuras familiares (padres, abuela u otro adulto en el hogar o incluso a un hermano mayor), entre los hermanos, por lo tanto se crean verdaderas relaciones de apego. Es frecuente que los hermanos mayores den similares cuidados que los que provee la madre, es probable que en momentos de aflicción se usen unos a otros como base de seguridad o consuelo, estos vínculos se crean entre ellos, ya que viven en una presencia casi continua y comparten experiencias emocionales y son educados para que se quieran y apoyen (Ainsworth 1989).

Carrillo (2001) tras su estudio concluyó que el hermano mayor actúa como figura del apego subsidiaria y como tal, se constituye en una fuente de seguridad y una base segura desde la cual el hermano menor puede explorar el ambiente, al tratar el tema de apego dentro de la familia se enmarca dentro de una relación diádica, la misma que puede ser asumida por cualquier miembro de la misma.

Es interesante reseñar el metaanálisis sobre 11 investigaciones de Fox, Kimmerly y Schafer (1991). En estos trabajos, los autores encontraron una alta coincidencia entre el tipo de vínculo de apego establecido con ambos progenitores.

Por otro lado existen estudios, que muestran que un niño puede formar distintos tipos de apego con distintos cuidadores (Goosens y van IJzendorn, 1990; Howes y Hamilton, 1992 citado en Sanchis, 2008).

El ambiente familiar es el primer clima emocional en el que vive el niño y que le introduce en el grupo familiar (Fonagy, 2004; Hervás 2000; Main, 1996, citado en Sanchis, 2008) y a través de éste, también en el grupo social y cultural en el que la familia se desenvuelve (Del Barrio, 2002; Musitu y Cava, 2001, citado en Sanchis, 2008).

Entonces el sistema de apego de los niños y de sus cuidadores influye y son influenciados por el contexto familiar más amplio, incluyendo el matrimonio, la relación de pareja, de padres e hijos y las relaciones entre los hermanos es decir el clima general de la familia en el que el individuo crece. Las buenas relaciones familiares pueden garantizar entonces una adecuada adaptación social (Mikulincer y Florian, 1999 citados en Girón 2003).

En relación al tema Goldberg (1984, citado en Girón 2003), en su estudio con niños de 20 meses demostró que los niños que tenían mayor probabilidad de desarrollar un apego seguro con sus padres era cuando éstos disfrutaban de un excelente ajuste marital y al contrario, los niños con apego inseguro tenían una mayor probabilidad de pertenecer a familias donde la pareja marital atraviesa algún desajuste.

El desarrollo saludable de este vínculo de apego se puede ver interrumpido por situaciones de crisis, como puede ser el divorcio, discusiones entre los padres, temor a que uno de ellos llegue a abandonar el hogar, separación o ruptura de la pareja marital. (Bowlby, 1985; 1998).

Girón, (2003) en un estudio de casos y controles identificó la influencia del divorcio y separación en el desarrollo del apego en una muestra de 64 jóvenes adultos; observó que los hijos del grupo divorcio sienten mayor inadecuación personal y perciben mayor amenaza de peligro en general que sus pares del grupo control. El grupo divorcio, reflejó un apego más inseguro que el grupo control. También observó una calidad inferior de relación entre los hijos del divorcio y sus padres, sus hermanos, así como también en la pareja y las amistades en comparación con los vínculos afectivos de los hijos dentro del grupo control. Por lo tanto, se puede concluir que el divorcio o separación de la pareja marital influye en el desarrollo del apego en los hijos.

Otra condición crítica por la que atraviesan las familias, que tiene repercusiones en el desarrollo del apego, es el maltrato. Aizpura (1994) sostiene que los padres de un niño maltratado son menos afectuosos, interfieren muy poco en las actividades y conductas de su hijo, existe poca interacción con él y su contacto ocular es pobre. Lyns-Ruth, et al., (1987, citados por Aizpuru, 1994), refiere que en diversos estudios se ha encontrado que en niños maltratados hay una mayor incidencia de apego ansioso; ellos manifiestan un mayor índice de frustración y de agresión. Al haber menor respuesta de la madre, acompañada por una falta de seguridad, el niño teme acercarse a los adultos amistosos, impidiendo así, una interacción saludable.

Pino y Herruzo (2000) mencionan que los niños que sufren maltrato, a los 18 y 24 meses, sufren un apego ansioso y presentan más rabia, frustración y conductas agresivas ante las dificultades que los no maltratados. Entre los 3 y los 6 años tienen mayores problemas expresando y reconociendo afectos. Estos niños también expresan más emociones negativas y no saben animarse entre ellos para vencer las dificultades que se presentan en una tarea y muestran patrones distorsionados de interacción tanto con sus cuidadores como con sus compañeros.

En un estudio realizado por England (1983, citado por Pino y Herruzo, 2000), se menciona que los niños maltratados tanto física como verbalmente y los abandonados emocional y físicamente, presentan apego ansioso desde los 12 hasta los 42 meses. Los que además de padecer maltrato físico padecían abandono emocional, mostraron menos angustia y frustración que los que padecían sólo abandono emocional, corroborando que en condiciones extremas de privación, cualquier conducta de atención, aunque sea aversiva, puede funcionar como reforzadora.

George y Main (1979) (citados por Pino y Herruzo, 2000) encontraron que los niños maltratados de 12 a 36 meses evitaban más a los adultos amistosos que se les acercaban que a los niños que iniciaban la interacción, situación corroborada por Howes y Espinosa (1979, citado en Pino y Herruzo), quienes también hallaron que el déficit en la interacción desaparecía cuando se interactuaba con niños a los cuales ya se conocía.

Los infantes maltratados desarrollan con mayor probabilidad relaciones de apego inseguras como respuestas a experiencias repetidas de maltrato y/o desconcertantes. Además esas experiencias y expectativas conducen al desarrollo de una estrategia defensiva a través de la cual estos infantes dirigen su atención lejos de sus madres con el propósito de mantener su organización frente al conflicto surgido por la incompatibilidad de sus deseos (Aizpuru, 1994).

Otro de los factores que ejerce influencia en el desarrollo del apego son los estilos de crianza que se ejercen en la familia, aspecto que es transmitido transgeneracionalmente. Varios estudios han encontrado que el apego seguro en la infancia o la niñez temprana se asocia con la sensibilidad de los padres y la comunicación abierta entre padres e hijos. (Easterbooks, Biesecker, y Lyons – Ruth, 2000, citado en Sanchis, 2008).

Sánchez (2003) considera que aquellos chicos y chicas que recuerdan relaciones con sus progenitores basadas en el afecto, la comunicación y la estimulación de la autonomía son quienes mejores relaciones afectivas desarrollan con los amigos en general o con el mejor amigo en particular durante los años adolescentes. Al mismo tiempo identifica que existe coincidencia entre el vínculo que el adolescente establece con el padre y con la madre, en los casos en que el vínculo no coincide, basta con que exista un vínculo seguro con uno de los dos progenitores para que exista una relación positiva con los iguales.

Periodos de cambio, como escenarios en el ciclo vital de la vida familiar, pueden ofrecer tanto oportunidades como retos. Por ejemplo, una joven madre con un estilo predominantemente evitativo de apego, que está con una pareja que tiene un estilo más seguro, puede empezar a darse cuenta de las demandas de su bebé para ser cuidado y tener su atención y así para empezar a reaccionar con una pauta más segura y emocionalmente conectada; también es posible que, por lo contrario, esa relación con su pareja le provoque mas deterioro en la relación con su bebé.

Aizpuru (1994) sostiene que el apego a la madre o cuidador principal, es sólo uno, es decir, el primero de tres apegos verdaderos que ocurren en la vida. El segundo sería en la adolescencia tardía, en la búsqueda del segundo objeto, la pareja, y el tercero sería hacia el hijo o hijos.

El apego se desarrolla como un modelo mental interno que integra creencias acerca de sí mismo, otros, el mundo social en general y juicios que afectan la formación y mantenimiento de las relaciones íntimas durante toda la vida del individuo (Bowlby citado en Sanchis, 2008). Estos modelos mentales se van transmitiendo de generación en generación. Los que logran mantenerse relativamente estables, justamente porque se desarrollan y actúan en un contexto familiar también relativamente estable (Stein, Koontz, Fonagy, Allen, Fultz, Brethour, Allen, & Evans, 2002).

Desde la perspectiva cognitiva conductual Beck (1994), sostiene que las experiencias de la infancia influyen en la formación de los pensamientos automáticos, los mismos que determinan la forma en el que ser humano percibe su entorno, el futuro y así mismo, considerando que estos esquemas son aprendidos y responsables de la presencia de psicopatologías tal como la depresión (la más estudiada desde este enfoque), el suicido, entre otras.

Desde la teoría sistémica se puede describir los estilos de apego como modelos de comunicación “abiertos” o “cerrados” en las familias (Minuchin, 1983) que determinan lo que podemos hablar, con quién, de qué modo, cuándo, etc.; es decir los límites. Por ejemplo, en los modelos de apego seguros, la expresión de los sentimientos positivos y negativos serán aceptados con gran probabilidad, además de reaccionar en su presencia con reflexión y negociación; una mezcla de respuestas semánticas y emocionales.

En los modelos de apego más inseguros, la comunicación puede incluir distorsiones en cuyo caso no se puede decir abiertamente o claramente los sentimientos y las necesidades. Un padre de estilo de apego evitativo, evita hacer frente a sentimientos desagradables por lo que rechaza las ofertas de un niño para su mayor comodidad cuando éste está en peligro, y tienden a rebajar la importancia de los sentimientos negativos del niño. La preferencia de los padres por los sentimientos positivos se transmiten al niño debido que a su vez, se enfrenta con el dilema de tratar de ignorar sus propias necesidades para la comodidad de los demás y para dar la apariencia de ser prematuramente autosuficiente. La relación padre/hijo puede aparecer emocionalmente fría y distante. De una manera más sencilla, darán poca importancia a los aspectos negativos que a los positivos lo que determina que las necesidades emocionales del niño no sean resueltas.

En este tipo de familias se crean reglas familiares en contra de toda expresión de afectos, la regla es no sentir (Satir, 2005). Por ejemplo, con un modelo familiar negligente, se puede reaccionar a la comunicación de sentimientos con el requerimiento de anular o negar estos sentimientos y “mantener la boca cerrada”, o con evitación y rechazo. En estilos más preocupados puede llevar a una escalada simétrica de sentimientos, en la que existe el riesgo de caer en una competencia, caracterizada por acusaciones mutuas y culpabilizaciones; una reactividad emocional que sobrepasa el límite de tolerancia y hace cualquier reflexión muy difícil.

La investigación muestra que la mayoría de los patrones de apego se replican en la próxima generación. Sin embargo, una minoría considerable variará, lo que demuestra que el cambio es posible. Hay intentos de los padres de no repetir lo que ellos consideran errores cometidos por sus padres. Estos se llaman guiones corregidos de padres.

Así la intersección teórica entre apego y el enfoque familiar sistémico se basa en la noción de que la inseguridad puede desarrollarse desde los modelos relacionales y comunicacionales. (Vetere, 2008)

Discusión

La teoría del apego en los últimos años ha ilustrado la importancia de las experiencias relacionales tempranas en el desarrollo del apego y cómo éstas influyen en la capacidad para establecer relaciones cercanas, confortantes y compasivas con otros a lo largo de la vida. Jonh Bowlby (1988) recalca la importancia de la interacción que se produce entre el niño y el adulto responsable de la crianza. Es en esta relación en la que se basaba la teoría de la personalidad de Bowlby, entonces la personalidad es el producto de la interacción entre madre e hijo. Sin embargo en muchas ocasiones se ha dejado de lado la influencia potencial que tiene el padre, hermanos, la familia en sí, distinguiéndola desde la interacción de sus miembros, en la que intervienen tres o más personas. Por lo tanto se necesitan investigaciones adicionales para explorar la naturaleza de la relación entre los subsistemas, lo que permitiría ver a la familia desde una perspectiva sistémica (Byng-Hall 2008).

No obstante los aportes que ha realizado Byng-Hall (2008), no son escasos en relación al tema, ella define a la familia como base segura para el desarrollo del apego de sus miembros, la familia cumple con esta función cuando proporciona una red disponible y fácilmente fiable de las relaciones de apego y cuando existe la capacidad de los miembros de la membrecía para empatizar, para mantener al otro en la mente y para tener la libertad de expresar los verdaderos sentimientos ya sean estos de dolor o sufrimiento. De acuerdo a Minuchin (1983) los estilos de apego son modelos de comunicación abiertos o cerrados que determinan lo que se puede hablar dentro de la membrecía.

Estas características de la familia permite a sus miembros a lo largo de la vida acudir o no a ella, independientemente de la edad. El apego entonces es parte de la vida familiar. La autora expone que existen situaciones dentro de la dinámica familiar que podrían socavar la base segura como son: los Conflict within relationships, particularly abusive relationships, conflicto en las relaciones, problemas maritales, produciendo miedo de perder una figura de apego o la pérdida real de la misma, entre otras tenemos las relaciones abusivas, maltrato y la violencia.

En relación al tema, Poire (1997) considera que la historia afectiva familiar es predictora del tipo de apego en la vida adulta.

Estas contribuciones han permitido conceptualizar al apego en relación e interacción con la familia, plataforma clave para la aplicación de las ideas de apego a la práctica cotidiana de la terapia de familia y del terapeuta quien cumple con la función de base segura dentro del proceso terapéutico, sin embargo estos conceptos no han sido aun plenamente integrados.

Conclusiones

A través de la teoría que desarrolló Bowly se ha podido identificar la importancia de las relaciones tempranas en el desarrollo del apego, resulta importante identificar a la figura del primer cuidador quien por lo general es la madre, como determinante en el desarrollo del estilo del apego. Sin embargo las figuras como el padre y los hermanos pasan a ocupar un lugar secundario, estableciéndose una jerarquía en las figuras de apego.

Hay que destacar que la familia es el primer clima emocional en el que vive el niño, tiene una función substancial en el desarrollo del apego al ser la base segura para sus miembros, es necesario considerar desde su historia afectiva, sus crisis, problemas y modelos de comunicación que son los que determinarán lo que se puede, con quien, de qué modo, y cuando comunicarse. Estos factores influyen en la construcción de los modelos operativos internos los mismos que influyen en las creencias acerca de sí mismo y de los demás, regulan la interacción futura del niño con el entorno y del mantenimiento de las dinámicas relacionales durante toda la vida del individuo. Los modelos internos entonces son predictores del tipo de apego en la vida adulta.

Existen sucesos dentro de la familia que pueden influir negativamente en el desarrollo del apego estos eventos pueden ser percibidos por sus miembros como: miedo a la pérdida real o ficticia de la figura de apego debido a separación, ruptura de la pareja matrimonial, violencia y estilo de crianza.

La teoría del apego presenta un gran aporte a la terapia familiar, ya que en el proceso terapéutico interviene en los diversos subsistemas que le pertenecen a la familia, entre ellos está el sistema de apego de sus miembros, por lo tanto la teoría del apego permite enriquecer las intervenciones. El subsistema de apego del terapeuta desempeña un papel crucial en la tera- pia familiar, ya que transmite una base segura durante el tratamiento que conduce a una base más segura para la familia en el futuro.

Por último hay que destacar que las investigaciones hechas desde esta mirada son escasas, por lo tanto se necesitan investigaciones adicionales que permitan identificar con mayor claridad la naturaleza de la relación entre los diversos subsistemas, con el objetivo de realizar un trabajo verdaderamente sistémico.

Yolanda Dávila P., en dspace.ucuenca.edu.ec/

Mario Andrés Pinzón Camargo

El presente artículo realiza un análisis de la relación existente entre las Organizaciones No Gubernamentales  (ONG) y la aplicación de políticas socialmente responsables por parte de las empresas. Para esto se realiza un estudio de los antecedentes que dan origen a las ONG y de la Responsabilidad Social Empresarial (RSE) como nueva filosofía para las empresas. A partir de este marco conceptual se estudian los alcances y el papel de poseen las ONG en la RSE.

I.         Las organizaciones No gubernamentales y la responsabilidad social empresarial. Orígenes disimiles, un objetivo común.

Con el objetivo de tener una mejor comprensión de los alcances y relaciones existentes entre la corriente teórica de la RSE y las ONG como una manifestación de la sociedad, es necesario desarrollar una aproximación a los conceptos básicos y el orígen de los elementos que se tratarán a lo largo de este documento.

Se habla de aproximación en la medida que se considera a la RSE y a las ONG, como corrientes y organizaciones que se encuentran en constante evolución y adaptación a la realidad que el mundo les propone, razón por la cual establecer un concepto absoluto de éstos sería bastante arriesgado.

1.       Las Organizaciones No Gubernamentales (ONG)

Según Naciones Unidas, la definición de ONG es: “Organización Voluntaria de ciudadanos sin ánimo de lucro, nacional o internacional” (Vallejo de la Pava, Adriana, 2001, 66). Sin embargo, esta definición resulta ser demasiado global, impidiendo tener una idea concreta de lo que se debe entender por ONG. De otro lado se encuentra que las definiciones más comunes son desarrolladas a partir de aquellos elementos que no se asocian con estas organizaciones, aduciendo que “Organizaciones No Gubernamentales son todas aquellas que no dependen del gobierno” (Baiges, Siscu. 2002, 17).

Las dos anteriores definiciones no permiten obtener mayores avances para la comprensión respecto a lo que debe entenderse por ONG. En este sentido es necesario definir a las ONG no desde lo que no son, como comúnmente se aborda el tema, sino desde una definición positiva, analizando los objetivos que estas organizaciones poseen, los cuales independientemente de su área de acción (derechos humanos, preservación del medio ambiente, prestación de servicios públicos, entre otras) las agrupan e identifican como un conjunto.

De esta manera, se puede establecer que el objetivo máximo que caracteriza y define a todas estas organizaciones es “la realización plena de las capacidades humanas y el acompañamiento en la búsqueda de la felicidad individual y colectiva” (Salas Rodas, Luis Julián. 2004, 19). En la actualidad las ONG han sido clasificadas de acuerdo con sus acciones específicas en ONGD y en ONGH: el primer grupo orientado a labores relacionadas con el desarrollo y el segundo con la protección de los derechos humanos. Por ello, es  posible  observar  que independientemente del tipo de ONG del que se trate, todas ellas se orientan al desarrollo integral, a través del ejercicio de sus diferentes funciones, las cuales según Montserrat Abud Castelos (2004) se agrupan en:

a. Tareas de asesoramiento, información y educación en ámbitos de relevancia internacional.

b. Vigilancia del Estado, a otros entes y organismos públicos, nacionales e internacionales, así como al sector económico privado.

c. La incidencia o la presión política sobre los estados, las OIG, la sociedad civil y los ciudadanos.

d. La ayuda humanitaria, la prevención de conflictos, la cooperación al desarrollo y la prestación de ciertos servicios sociales públicos.

1.1. Antecedentes de las ONG

El primero de los antecedentes de las ONG está relacionado con una sociedad creada en pro de la abolición de la esclavitud en el año de 1787, llamada Anti – Slavery International, la cual de acuerdo con el objetivo que perseguía, se podría catalogar como una organización orientada hacia la protección de los derechos humanos. No obstante, según Peter J. Spiro, la primera ONG en el sentido moderno tiene su aparición en 1838, con la creación de la Sociedad Anti-esclavista Británica y Extranjera. Años más tarde, en 1859, como consecuencia de  los numerosos heridos  y muertos que produjo la batalla de Solferino [1], se empezó a gestar la Cruz Roja Internacional, la cual se ha consolidado como una de las agrupaciones con mayor trayectoria y reconocimiento internacional en el área de la asistencia medica y humanitaria. Es necesario aclarar que si bien esta entidad que no se puede identificar de manera plena con una ONG al contar con componentes públicos, es necesario mencionarla dadas sus características e importancia en el proceso de formación de las ONG.

Durante este mismo siglo, en 1865, se formó el Ejercitó de la Salvación en Londres que cual en 1879 se expandió hacia Estados Unidos. Esta asociación nace de una iniciativa religiosa encaminada a “salvar el alma y conducir hacia el cristianismo a ladrones, prostitutas, alcohólicos o jugadores empedernidos” (Baiges, Siscu, 2002, 20).

En el siglo XX, las dos guerras mundiales se constituyeron en causas para el fortalecimiento de las ONG, y más aún para su proliferación, siendo el principal objetivo de estos nuevos actores el auxilio y apoyo a las víctimas de estos enfrentamientos. Muestra de ello fue la constitución del Servicio Civil Internacional, el cual se creó luego de la Primera Guerra Mundial y cuyo objetivo era buscar la convivencia pacífica de los hombres y el apoyo a la reconstrucción de las zonas asoladas por los enfrentamientos; la aparición en 1932 de la ONG Save the Children, la cual fue muy valiosa para ayudar a los niños afectados por la Segunda Guerra Mundial.

Luego de esta Guerra aparecieron en la escena internacional organizaciones como Oxford Committee for Famine Relief (OXFAM) [2], creada en 1942 con el propósito de “combatir el hambre que hacía morir a más de dos mil personas diariamente en Grecia, sólo en el área de Atenas y el Pireo” (2002, P. 21).

En 1945, el mismo objetivo de ayudar a las víctimas y sobrevivientes de la Segunda Guerra Mundial, veintidós organizaciones de Estados Unidos se asociaron para crear CARE (Cooperativa para los Envíos Americanos a Europa), cuyo significado de siglas cambió con el pasar de los años a Cooperativa para la Asistencia al Auxilio en Cualquier Lugar del Mundo.

Dentro de esta misma corriente de esfuerzos por asistir a personas afectadas por guerras, cataclismos y, particularmente motivadas por el sentimiento de caridad cristiana, surgieron Christian Aid, fundada en 1945 o de World Vision en 1950.

A partir de los años 60 se inicia una nueva etapa en el desarrollo de las ONG, al ampliar sus campos de acción, motivaciones y formas de actuar. Ejemplo de ello fue la aparición en 1961 de dos importantes ONG, la primera de ellas, Amnistía Internacional, organización fundada por el abogado Peter Berenson orientada hacia el tema de la defensa de los derechos humanos. La segunda, Fondo Mundial de la Vida Salvaje (WWF) encaminada hacia la protección del medio ambiente, el Fondo Mundial de la Vida salvaje (WWF). Diez años después aparecieron Human Rights Watch, Greenpeace y Médicos sin Fronteras, organizaciones de gran importancia y trascendencia en la escena mundial. Estas organizaciones se ocuparon de manera respectiva de la protección de los derechos humanos, la preservación del medio ambiente, y el auxilio de víctimas de conflictos bélicos y de catástrofes naturales.

A inicios de los años 90, se dio una gran proliferación en número e importancia de organizaciones gubernamentales, según Adriana Vallejo, “emergió como resultado de la Nueva Agenda Internacional manejada por las creencias y valores que orientan el discurso neoliberal y las teorías del liberalismo democrático. El discurso en contra de la participación del Estado se concentró en resaltar el rol que la sociedad civil debe jugar, sea para complementar, sea para suplantar, o simplemente para controlar el Estado en la satisfacción de las necesidades de la comunidad” (Vallejo de la Pava, Adriana, 2001, 63).

En este punto es posible establecer que la aparición de las ONG se fundamenta en la libre asociación de individuos en torno de causas comunes, que en la mayoría de los casos, ha tenido como común denominador la ayuda, cooperación, y auxilio de aquellos que se encontraban de una alguna manera en una posición desventajosa. No obstante, con el pasar de los años, los esfuerzos se han ampliado hacia otras áreas en donde el objetivo que se persigue es evitar acciones que puedan afectar de manera secundaria a la población, como sucede en algunas ocasiones con las causas ecológicas.

De manera similar se debe abordar el tema relacionado con los campos de acción en los que estos movimientos han venido haciendo presencia, así, siguiendo a Peter Schwarts y Blair Gibb, se encuentran tres momentos:

Inicialmente la influencia de estas organizaciones se centraba en las políticas públicas estatales y la búsqueda de su cambio por medidas más acordes para la población.

Posteriormente se amplió la esfera de influencia y pasaron a intervenir en los procesos de toma de decisiones de organizaciones intergubernamentales, como el caso de la Organización Mundial de la Salud o de la Organización Mundial del Comercio.

Finalmente, en años recientes han volcado su atención a los temas relacionados con la práctica de la RSE, buscando que este tema cobre importancia en la agenda mundial. Muestra de ello es la creación del Global Reporting Iniative en 1997, iniciativa que gracias al trabajo conjunto de la Organización No Gubernamental CERES (Coalition for Environmentally Responsible Economies) y PNUMA (Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente), se orienta a fomentar la calidad, el rigor y la utilidad de las Memorias de Sostenibilidad.

2.       Responsabilidad Social Empresarial (RSE)

La Responsabilidad Social Empresarial [3], no posee un concepto absoluto que la defina, pues como lo plantea el Instituto Argentino de Responsabilidad Social Empresarial, “no existe una definición única acerca de lo que es la Responsabilidad Social Empresarial (RSE), sino que se trata de un concepto en permanente evolución y desarrollo” (IARSE, 2004).

Como consecuencia de la inexistencia de un concepto único, es posible encontrar diversas definiciones de RSE, que de manera general apuntan a catalogar a la empresa como un ciudadano corporativo, asimilando al igual que los demás ciudadanos, derechos y obligaciones, en donde éste debe desbordar los parámetros legales establecidos por el Estado, reconociendo que sus acciones afectan a su entorno, al interior [4] y al exterior, en la escena medioambiental, económica, social y política y, por tanto, deben ser desarrolladas de una manera ética y responsable.

Al respecto, se encuentran definiciones de importantes actores internacionales, como es el caso de la Comisión de las Comunidades Europeas, la cual establece en el Libro Verde que “ser socialmente responsable no significa solamente cumplir plenamente las obligaciones jurídicas, sino también ir más allá de su cumplimiento invirtiendo «más» en el capital humano, el entorno y las relaciones con los interlocutores” (Libro Verde, 2001).

2.1. Antecedentes de la RSE

La evolución de la RSE puede ser clasificada en dos tipos de antecedentes, identificados como remotos y contemporáneos. Los antecedentes remotos hacen referencia a todas aquellas manifestaciones que sin ser concebidas dentro de todo el marco teórico que hoy implica la RSE, surgen de manera espontánea, con el ánimo de dar solución a una situación concreta generada por un actor económico (industria) que afecta a la población en general o a un segmento determinado. En gran medida esta primera fase estuvo muy marcada por las reivindicaciones de los empleados de las grandes industrias, quienes buscaban que se les garantizaran unas condiciones más humanas para efectuar su trabajo.

Es así como en el siglo XIX, “el movimiento cooperativo introdujo en Inglaterra las bases para una marca amiga del consumidor, prometiendo excelente trato para sus trabajadores y compartir las utilidades con los clientes” (González Marroquín, Geradina, 2001).

En este periodo, también surgieron propuestas como la de Robert Owen, quien comenzó trabajando como ayudante de un fabricante de paños textiles, y creó años más tarde (1820) en New Lanark una importante comunidad industrial, hoy declarada patrimonio de la humanidad, donde la cooperación y el apoyo mutuo eran las normas. Introdujo diversidad de medidas de bienestar que comprendían la sanidad pública y la educación, desterrando el trabajo infantil y las condiciones penosas” (Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales de España, 2004).

Por otro lado, en la primera mitad del siglo XX, aparecen iniciativas orientadas a favorecer a la sociedad. Estas acciones, conocidas como filantrópicas, fueron desarrolladas por importantes figuras del sector real y financiero, como Henry Ford o Sócrates Aristóteles Onassis. Un ejemplo de trabajo de Ford fue la construcción en 1919 de un hospital en Detroit, el cual llevó su nombre y dotó con 7 millones de dólares de la época.

Durante la segunda etapa se sientan las bases definitivas para el nacimiento de la RSE tal y como se conoce en la actualidad. Uno de los primeros fenómenos que se presentó tuvo lugar durante inicios de la segunda mitad del siglo XX, en Estados Unidos, con el desarrollo de inversiones selectivas en sectores o empresas que fueran coherentes con los principios y valores de los inversionistas; acción que con el pasar del tiempo se configuraría en aquello que hoy se conoce como Inversión Socialmente Responsable (ISR).

En este sentido, por ejemplo, en los años 50 algunos “grupos religiosos como los cuáqueros juzgan que no es ético lucrarse con actividades que, a su juicio, dañan el tejido moral de la sociedad, de ahí que deciden no invertir en los denominados “valores pecado”: acciones de compañías cuyas actividades están relacionadas con el alcohol, el juego y el tabaco” (Lafuente, Alberto, et al., 2003).

Durante la década de los 80 se presentó uno de los más importantes sucesos relacionadas con la ISR, que generó gran revuelo en el mercado financiero. Este hecho consistió en la decisión de algunos estados norteamericanos de obligar a las sociedades administradoras de sus fondos de pensiones, a retirar cualquier tipo de inversión en papeles de renta variable con intereses en la Sudáfrica del Apartheid.

Conjuntamente con la aparición de ISR, se presenta una explosión en el auge de los movimientos sociales a lo largo del mundo, lo cual con el pasar de los años llevará a la concienciación por parte de la sociedad de la existencia de externalidades generadas por el sector empresarial que la pueden afectar gravemente.

A partir de los años 80 la posición crítica de la sociedad civil respecto a este sector empieza a fortalecerse, como consecuencia del acaecimiento de desastres ambientales como el derrame de petróleo en las costas de Alaska ocasionado por el carguero Exxon Valdés, o de acciones que afectan el bienestar de la comunidad como fue el caso del boicot contra Nestlè durante diez años (1974–1984), debido a la promoción de suplementos para la leche materna en países en desarrollo, que no sólo incentiva el reemplazo del mejor alimento para los recién nacidos, sino también implicaba su disolución en agua, que dada sus características en este tipo de paises, aumentaba el riesgo de fallecimiento para los lactantes. Si bien el boicot fue levantado en 1984 gracias a la firma de un pacto en el que Nestlè se comprometía a dejar este tipo de prácticas fue reiniciado en 1988 como consecuencia de su incumplimiento.

Otro ejemplo de los fenómenos que provocaron grandes movilizaciones fueron los graves escándalos de la compañía Shell en 1995. El primero de ellos estuvo relacionado con la plataforma Brent Spar, la cual según estudios de Shell había llegado al final de su vida útil y, por tanto, debería ser hundida en el mar. Una vez obtenidos los permisos legales por parte de Shell para hundir la plataforma, Greenpeace se opuso, logrando la anulación de la decisión, y la búsqueda de otra alternativa, la cual consistió en remolcar la plataforma hasta Noruega donde años más tarde fue desmantelada, evitando así un grave daño ambiental en el ecosistema marino de la región.

En este mismo año, se generó el escándalo en Nigeria en donde se acusó a Shell de no mediar para evitar la muerte de nueve activistas que reclamaban por la degradación del medio ambiente ocasionado por esta firma y por la mala redistribución de las regalías.

Como consecuencia de estos dos sucesos al finalizar el año las acciones de Shell habían caído considerablemente, y a su vez algunos mercados tuvieron que enfrentar violentas protestas, ataques a comercios minoristas y boicots de consumidores.

Frente a este hecho un ejecutivo de Shell dijo: “La compañía se dio cuenta súbitamente de cuán desconectados estábamos del mundo que nos rodea” (Schwartz, Peter, y Gibb, Blair. 1997, 58). Shell decidió replantear una nueva estrategia para conectarse con su entorno, en donde fue de gran importancia un diálogo más abierto con otros grupos afectados, siendo de gran importancia en todo este proceso las ONG, como agente canalizador.

Finalmente, se encuentra el caso de Nike, que al igual de los anteriores tuvo gran resonancia en el ámbito mundial gracias al papel de los medios. En este caso en 1996 se presentaron cientos de manifestantes en la inauguración de un nuevo local de esta empresa en San Francisco. La manifestación se presentó por la explotación laboral a que eran sometidas personas de Asia que hacían parte de la cadena productiva de la empresa. Un ejemplo que ilustra de manera clara dicha situación se encuentra en el siguiente análisis: “El sueldo de Phil Knight, director de Nike, en 1994, era de $1.500.000 USD. En valores actuales, una empleada de planta de Nike en China tendría que trabajar nueve horas al día, seis días a la semana durante 15 siglos para obtener esa cifra” (1997, 73).

Por otro lado, es necesario mencionar la fuerte incidencia del cambio del modelo económico mundial sobre la percepción de la sociedad civil y del sector empresarial respecto a su papel en el comercio mundial. En este sentido es necesario recordar que durante la década de los 70 el mundo capitalista estaba influido por un Estado de bienestar keynesiano, el cual planteaba la decidida intervención del Estado en los procesos de regulación económica.

No obstante, durante la década de los 80 este modelo fue remplazado por políticas neoliberales que profesaron la disminución del Estado, su retirada de la intervención y regulación económica, y el papel del mercado como máximo ente encargado de regular a los actores inmersos en éste.

Frente a este panorama, la sociedad civil, al ver disminuido el rango de acción del Estado en la defensa de sus demandas, inicia procesos de presión sobre las empresas que atentan contra sus derechos. Hacia la década de los 90, la sociedad civil representada por las ONG, empieza a canalizar sus esfuerzos para incidir decisivamente en todos aquellos campos en los cuales han perdido poder de incidencia otros actores.

Por su parte, el sector privado empieza a adoptar iniciativas de autorregulación con el ánimo de preservar su imagen, obtener una mejor aceptación en el mercado por parte de sus consumidores, y hacer sostenible a la empresa en el largo plazo. Esta nueva postura de las empresas fue el resultado de la abolición del paradigma propuesto por Milton Friedman en los años 70 en el que se planteaba que “la única responsabilidad de la empresa es maximizar el beneficio, con el único límite de la ley y las costumbres mercantiles” (Friedman, 1970. Citado por De la Cuesta González, Marta, 2004), y su reemplazo por la propuesta de Freeman en los 90, conocida como la teoría de los stakeholders en la que se afirma que “si se tienen en cuenta de forma equilibrada los reclamos de los diferentes grupos de interés, los gestores pueden incrementar la eficiencia de la adaptación de su organización a las demandas externas” (2004).

La propuesta de Freeman lleva a poner ante las empresas una nueva forma de entender su realidad, en donde las relaciones y vínculos que se generar entre ésta y el medio que las rodea, marcan la pauta entre el éxito o el fracaso.

Durante la década de los 90 se suscitan dos procesos que nutren el desarrollo y la consolidación de la RSE, los cuales llevan a que los indicadores no financieros como las políticas de gobierno corporativo, la relación de la empresa con su entorno local, sus grupos de interés y con el medio ambiente, entre otros, tomen gran relevancia en el momento de realizar evaluaciones de desempeño, o de tomar decisiones al interior de la empresa.

El primero de estos procesos fue el desplome bursátil que provocó una grave crisis en la creación de valor, permitiendo la aparición de nuevas corrientes corporativas, a la luz de las cuales se considera de vital importancia para la preservación de la empresa, el reconocimiento del papel que juegan cada uno de los grupos de interés que giran en torno a ella.

El segundo de ellos surgió como resultado de los numerosos escándalos contables y de mal gobierno corporativo que se presentaron a finales de la década de los 90, los cuales provocaron un cambio drástico por parte de los inversionistas y de la sociedad en general, respecto a los indicadores sobre los cuales se debía prestar atención, tomando gran importancia la evaluación de factores no financieros como las políticas de gobierno corporativo, la relación entre la empresa, su entorno local, sus grupos de interés y con el medio ambiente.

II.       Alcances de la responsabilidad social empresarial y el papel de las Organizaciones No Gubernamentales

Una vez establecido el marco histórico en el cual se desarrollaron la RSE y las ONG, se da paso al análisis de los actores y los alcances de la RSE, para luego examinar la relación existente y el papel que desempeñan las ONG en el desarrollo de políticas empresariales responsables.

1.       Importancia y elementos relevantes de la RSE

Los actores que intervienen en esta nueva filosofía corporativa son conocidos en la literatura como stakeholders (interesados). Al estudiar la relevancia de este tema resulta inevitable encontrar su nexo con el desarrollo sostenible, y con la sostenibilidad de la propia empresa o sector económico que impulse la incitativa de adoptar esta filosofía corporativa. En este apartado se examinará el papel de los actores en los procesos de RSE, representados por el Estado, la sociedad, las ONG y la empresa. Posteriormente, se profundizará en la relación existente entre el desarrollo sostenible que propone Amartya Sen y la sostenibilidad de la empresa en el tiempo.

1.1.    Actores Partícipes en la RSE

Se debe partir por aceptar la existencia de una relación tripartita entre Estado, empresa, sociedad y una posición de agente articulador por parte de grupos organizados (ONG), donde sus acciones son fundamentales para que los procesos de RSE tengan una eficiente implementación. Entre los actores más relevantes que se deben considerar en las incitativas de esta nueva concepción corporativa se encuentra el Estado, la sociedad, las Organizaciones No Gubernamentales, y el sector privado o empresas.

Desde la óptica de empresarial, las iniciativas de RSE son autónomas, espontáneas y voluntarias por parte de cada empresa, en donde la acción del Estado resulta ser secundaria, siendo éste uno de los grandes aportes de esta corriente. Tal y como lo afirman algunos teóricos: “La novedad aportada por el concepto RSE radica en que las demandas sociales de prácticas empresariales RSE no son intermediadas por el Estado” (ECODES, 2004). No obstante, al analizar en detalle el papel que juega el Estado dentro de los procesos basados en la RSE, se encuentra la generación de dos tipos de acciones:

  La primera de ellas, consiste en establecer los lineamientos básicos y el marco de regulación normativa a partir del cual el sector empresarial desarrollará iniciativas en materia de RSE.

  Como segunda acción, se encuentra que el Estado como articulador del marco normativo puede generar estructuras de incentivos que estimulen al sector privado a la adopción de esta filosofía en todos los niveles del proceso productivo, las cuales pueden ser originadas a través del sistema tributario, o a través de procesos de contratación estatal, en donde exija que los aspirantes cumplan con parámetros relacionados con la RSE.

Al hablar de la sociedad, ésta debe ser considera como el actor más beneficiado   con la adopción de estas nuevas prácticas corporativas. Su papel dentro de los procesos de RSE se presenta en dos niveles:

  El primero de ellos se manifiesta a través de la presión en contra de las acciones emprendidas por las empresas que afectan sus intereses. Siendo muestra de este accionar los boicots y demás manifestaciones de la sociedad civil.

  El segundo nivel en el cual se presenta es la colaboración en la implementación de políticas de RSE al interior de la comunidad con la decidida participación de todos en la configuración y ejecución de la agenda que será desarrollada por las empresas y la población, siendo un proceso mediado por las ONG y regulado por el Estado.

El análisis de las ONG se desarrollará con detalle en el segundo apartado de esta sección, sin embargo, se debe mencionar que dentro de la RSE las ONG tienen entre sus funciones la canalización de las demandas de la sociedad hacia el sector privado y el Estado y la atención de la sociedad hacia determinados temas de la agenda local e internacional; la vigilancia del cumplimiento de los compromisos, códigos de conducta y demás normas a las que el sector empresarial se haya adherido; y la cooperación con sus conocimientos en la construcción de reglas de juego para la adecuada implementación de políticas de RSE.

Con estas acciones las ONG buscan que el Estado y fundamentalmente la empresa, se acerquen a la sociedad a través de una relación que vaya más allá de la simple prestación, compra y venta de bienes y servicios. Perfilándose en un filtro a través del cual lograr una mejor interacción entre estos tres actores (sociedad, empresa y estado).

En esta medida, el papel de las ONG se orientará hacia la mediación, sirviendo de puente para la adecuada comunicación entre los actores inmersos en las políticas de RSE, es decir, entre la empresa, su grupo de interesados y el Estado, de manera que se genere un triángulo virtuoso en el cual las empresas logren la efectiva aplicación de políticas socialmente responsables, las cuales desborden el marco institucional creado por el Estado, beneficiando a la sociedad y a la misma empresa.

Finalmente, se encuentra el sector empresarial, actor fundamental en el esquema de RSE, que asume la ejecución del proceso por ser diseñado precisamente, para que en su papel de ciudadano corporativo, tenga una función ética y responsable frente a su entorno.El papel desarrollado por la empresa debe estar orientado a aprovechar los incentivos generados por el Estado para promocionar las practicas socialmente responsables. Sin embargo, no puede limitarse hasta donde éstos se lo permitan, ya que la RSE implica trascender más allá de las obligaciones y derechos que el Estado asigna.

Adicionalmente este sector debe volcar sus esfuerzos, no sólo a la maximización de sus beneficios económicos, sino también a la maximización del bienestar de su entorno, logrando así beneficios para la sociedad y la preservación y sostenimiento de la empresa en el futuro.

En el desarrollo de las acciones de RSE la empresa no sólo debe tener en cuenta a la sociedad, entendida ésta como la comunidad local en la cual se encuentra ubicada la empresa y los consumidores de los bienes o servicios que ésta produce. Es necesario tener en cuenta que la empresa sólo representa el punto final de un proceso en el cual intervienen otra serie de actores como los empleados, proveedores, accionistas y, por lo tanto, es necesario que las políticas de responsabilidad se articulen también con éstos, de tal suerte que se genere un proceso integral (Ver Anexo 2A).

1.2.    La relación RSE, desarrollo sostenible y sostenibilidad de la empresa

Para establecer la relación existente entre esta actividad y el desarrollo se debe partir por analizar el planteamiento de Amartya Sen, en el cual establece que el éxito del desarrollo está en función de la capacidad que las personas tengan para ejercer y disfrutar sus libertades básicas [5].

En este sentido, los logros positivos de las personas se encuentran determinados por las oportunidades económicas y la capacidad de ejercer sus libertades.

Por lo tanto, el desarrollo debe ser concebido como un proceso a través del cual se debe buscar expandir las libertades básicas de que gozan las personas, para lo cual es necesario eliminar los obstáculos a la libertad como lo son la pobreza, la falta de oportunidades, la exclusión social, la inexistencia de instalaciones públicas, entre otros.

Partiendo de estos argumentos, se puede afirmar que la RSE juega un papel fundamental para lograr consolidar el desarrollo en los términos de Sen, pues las acciones que se desarrollan buscan precisamente beneficiar al entorno de la empresa, lo cual implica la generación de proyectos que incidan directamente en el bienestar de la comunidad.

De esta manera, se observa como la RSE se perfila como una herramienta a través de la cual es posible lograr procesos de desarrollo sostenible, en los cuales, además de tener en cuenta el crecimiento de indicadores macroeconómicos como el producto interno bruto. o el nivel de innovación industrial, se integra el factor humano.

“El enfoque de la libertad humana presentado por Amartya Sen contrasta con los enfoques más estrechos del desarrollo, como la identificación de desarrollo con el crecimiento del producto interno bruto, el incremento de los ingresos personales, los niveles de industrialización, el avance tecnológico, o con la modernización social. Para Sen, estos últimos son importantes, como medios para avanzar en las libertades que finalmente conducirán al desarrollo. No obstante, la libertad depende de otros determinantes como instituciones sociales y políticas que garanticen, por ejemplo, las instalaciones educativas y de salud; las libertades políticas y civiles, o la libertad de participar en debates o investigaciones públicas” (Schtulmann, Alejandro, 2000).

Ahora bien, al abordar la relación existente entre la RSE y la sostenibilidad de la empresa se encuentra que el sector empresarial se nutre de un círculo virtuoso en donde es apoyado, pero a la vez regulado por el Estado, y la percepción de la sociedad frente a ésta empieza a cambiar. Estos beneficios se empiezan a manifestar a través del mercado, quien bajo el actual sistema se encarga de premiar o castigar las políticas adoptadas por la empresa.

En esta medida, con el compromiso de la empresa frente a sus interesados en el diseño, implementación y evaluación de una política de RSE, se logra que la percepción de la misma en el mercado cambie progresivamente. Así, al tener una actitud responsable con sus empleados se logra un mayor nivel de compromiso y sentido de pertenencia de parte de éstos, al igual que con los proveedores.

Por su parte, los accionistas se verán beneficiados con un mayor valor y atractivo para la inversión de sus títulos, gracias a una mejor percepción de la empresa en el mercado, lo cual es corroborado por el crecimiento de las acciones y de los mercados de Inversión Socialmente Responsable. “El mundo financiero comienza a prestar atención a parámetros no financieros, como la calidad de las prácticas de gobierno y el análisis de las prácticas RSE a la hora de construir carteras de valores. Comienza a tomar cuerpo la percepción de que las prácticas acreditadas en materia de RSE son un buen indicador del futuro rendimiento económico-financiero de una determinada compañía” (Lafuente, Alberto, et al. 2003).

Adicionalmente se encuentra que al promover un entorno libre de pobreza, en el cual las condiciones de vida sean cada vez mejores para sus habitantes, se logran construir lazos entre la empresa y la comunidad, que garantizan una mutua protección entre ellas. Esto se refleja por ejemplo en la cooperación de la empresa para la solución de las necesidades de la población a través de las políticas de RSE, que genere fidelidad de parte de la sociedad frente al consumo de los bienes y/o servicios que la empresa ofrece tanto en el ámbito local como internacional.

Con estos elementos se logra observar cómo las prácticas de RSE garantizan para la empresa su sostenibilidad en el tiempo, en la medida que mejoran sus flujos de caja gracias a una mejor cotización de sus acciones, mayor eficiencia y calidad de parte de los empleados y proveedores, y el relativo aseguramiento de una demanda de sus bienes y/o servicios.

“La razón de la práctica de la RSE en las organizaciones «Empresa de Negocios» se fundamenta en el principio de que sólo será sustentable su actividad a largo plazo, en la medida en que ésta resulte un aporte a la comunidad en su conjunto, entendida a través de una visión integral de las relaciones entre la organización y sus públicos” (IARSE. 2004).

2.     Papel de las Organizaciones No Gubernamentales en la Responsabilidad Social Empresarial

El papel que desempeñan las ONG en los procesos de RSE es de gran importancia gracias al fuerte poder de convocatoria que ejercen sobre la opinión pública lo que les permite ejercer presión de manera prolongada y exitosa (en la mayoría de los casos) sobre aquellas compañías que no actúan responsablemente. “Las ONG ejercen un “destacado papel en la formación y movilización de la opinión pública (internacional y nacional) en relación con diversos temas internacionales” (Abad Castelos, Montserrat, 2004, 102).

De otra parte, se debe resaltar que “cuando la opinión pública se vuelca en contra de un sector de la industria, el riesgo para la actividad puede ser despreciable (un poco de mala prensa) hasta terminal (quiebra o alguna otra forma de liquidación de la empresa)” (Peter Schwartz y Blair Gibb, 1997, 31).

En este punto es importante recordar algunos argumentos presentados a lo largo de este trabajo en los cuales se habló del cambio de modelo económico a escala mundial y de su impacto sobre dos actores económicos muy importantes como el Estado y el sector corporativo. Con la adopción del modelo neoliberal, el papel del Estado se reduce y se adopta un modelo de autorregulación, el cual no ha generado los mejores resultados. Esta es la razón por la que empiezan a tomar gran importancia las prácticas socialmente responsables.

Por otro lado, se empieza generar un aumento en la credibilidad y confianza en las ONG en el ámbito mundial siendo la razón más importante de esto “la pérdida de credibilidad de los gobiernos con respecto a las cuestiones que le preocupan a la opinión pública” (1997, 217). Esto se explica en gran medida por la reducción del Estado y su consecuente imposibilidad de intervenir de manera certera en algunas esferas de la sociedad.

Partiendo de los anteriores argumentos, el papel de las ONG es de gran importancia en la RSE en la medida que permite dar solución a algunas fallas del mercado que se derivan del actual modelo económico, y a su vez llenan ciertos vacíos jurídicos en la esfera internacional.

En el tema de las fallas del mercado se observa la generación de externalidades negativas y la inexistencia de plena información. En el primer caso, se evidencia que la maximización de las utilidades en los términos que Friedman lo planteó en los años 70, condujo a que las empresas desarrollaran sus actividades de manera irresponsable, provocando efectos negativos sobre su grupo de interesados.

Frente a esta situación, la RSE se perfila como un gran apoyo para la corrección de esta imperfección del mercado gracias al papel que las ONG desempeñan al cumplir, según lo plantea Peter Schwartz y Blair Giba (1997, 215), con cuatro funciones básicas:

1.   Una ONG activista expone una controversia como un problema.

2.   Las ONG, generalmente en colación, inician una campaña a la cual la opinión pública adhiere entusiásticamente o débilmente.

3.   Tras contar con una respuesta de la opinión pública suficiente, entran en juego los organismos gubernamentales e intergubernamentales y las ONG participan en la elaboración de nuevas leyes, reglamentaciones y códigos.

4.   Las ONG pasan a ser fuentes de consulta en las decisiones de políticas futuras de las corporaciones.

En cuanto a la segunda falla, la ausencia de la información perfecta en los mercados, implica que los consumidores no tiene información para decidir cuáles bienes y/o servicios deben adquirir, pues no saben si las empresas están cumpliendo con las políticas de RSE, a las cuales se han comprometido.

En este campo las ONG desarrollan una función de vigilancia con el cumplimiento de estos códigos de conducta y estándares corporativos. Así “se han encargado de vigilar las actividades de aquellas (compañías multinacionales), la situación laboral de los empleados, la relación instaurada con los estados subdesarrollados, con su población y recursos naturales, cuando sus sucursales o sus delegaciones se instalan en su territorio” (Abad Castelos, Montserrat. 2004, 86).

Un segundo análisis que se puede derivar del papel de las ONG en la RSE surge desde el punto de vista jurídico. Se establece que “la labor de las ONG puede ser especialmente fructífera a la hora de suplir o de compensar parcialmente, aun desde su modesta y muchas veces impotente posición, las lagunas existentes en materia de Derecho Internacional” (2004, P. 85).

Muestra de ello son las listas generadas por algunas ONG medioambientales, en las cuáles se establece qué tipo de productos cumplen con condiciones suficientes para su consumo y cuales no. En este mismo sentido se han dsiseñado algunos indicadores bursátiles que estudian el comportamiento de las acciones de empresas que han adoptado esquemas socialmente responsables.

En la misma línea se encuentra la elaboración de códigos de conducta, en donde las ONG cumplen una doble función. La primera, se relaciona con el apoyo técnico al sector económico o a la empresa para la construcción del código, y la segunda, ya antes mencionada, con la vigilancia del cumplimiento de estos compromisos.

Este proceso de vigilancia se ha tratado de acompañar con la búsqueda del establecimiento de sanciones para la empresa en caso de incumplimiento, y así protegerse del la “código–manía”. Esta consiste en que las empresas declaran como una estrategia de marketing la adopción de un determinado código de conducta, persiguiendo con esto una percepción favorable por parte de los consumidores en el mercado. No obstante, en el momento de corroborar el cumplimiento del mismo, se encuentra la ausencia de su implementación como consecuencia de la inexistencia de una óptima protección jurídica que sancione este tipo de conductas.

En aras de establecer sanciones para el incumplimiento, las ONG han apoyado demandas por parte de la comunidad en contra de las compañías, junto con la generación de boicots, como en el caso de Nestlè y sus sustitutos para la leche materna.

Conclusiones

Desde el punto de vista histórico es posible concluir que la relación que se genera entre la RSE y las ONG se establece en la existencia de un objetivo común, orientado hacia la generación de mejores condiciones de vida para las personas, que conduce a aumentar la posibilidad de ejercicio de sus libertades. En este sentido, desde el punto de vista de las ONG, la RSE se perfila como una herramienta a través de la cual alcanzar dicha meta.

De otro lado, se debe resaltar que si bien el bienestar de la comunidad local y en general de sus interesados debe ser una de las metas de la empresa, no es la única, pues existe el interés de lograr productividad y sostenibilidad en el largo plazo. En este caso, las ONG se constituyen en el mecanismo más efectivo para buscar la consecución y conciliación de los intereses de la comunidad y demás interesados con los de la compañía, es decir, bienestar social y sostenibilidad empresarial.

A su vez, con los elementos expuestos a lo largo del trabajo es posible afirmar que el papel que desempeñan las Organizaciones no Gubernamentales en el diseño, implementación, evaluación y seguimiento de las prácticas de RSE es fundamental, en la medida en que si no existiera este actor, difícilmente esta nueva concepción teórica tendría la relevancia que posee hoy en día.

La anterior afirmación es fácilmente corroborable en la medida en que son las ONG, los entes encargados de llamar la atención de la sociedad sobre aquellas prácticas inadecuadas que algunas empresas aún conservan en su afán de maximizar sus utilidades, desconociendo la posición que cada uno de los actores interesados pueda tener.

De igual forma, sin la existencia de la veeduría que las ONG desarrollan sobre el adecuado cumplimiento de las empresas respecto de los códigos de  conducta y estándares, la opinión pública no lograría identificar con claridad en el mercado qué bienes o servicios son el resultado de prácticas socialmente responsables, lesionando gravemente sus derechos como consumidores.

Adicionalmente, gracias al decisivo papel que las ONG desarrollan en las prácticas socialmente responsables se logran atenuar algunas fallas del mercado, y llenar algunos vacíos jurídicos, propios de un sistema en donde se tiene como máximo ente de regulación la mano invisible que equilibra el libre juego de la oferta y la demanda.

Para terminar, la RSE es una iniciativa que se acoge, diseña e implementa de manera voluntaria por parte de una compañía. No obstante, en todo este proceso junto con el de verificación y vigilancia en el cumplimiento, las ONG desarrollan una labor bastante amplia, tal y como quedó expuesto.

Así mismo, se observa que la RSE no es una visión exclusivamente empresarial, de competencia única de las compañías, pues cada uno de los actores que en ella participan aporta para que las prácticas responsables que planea la empresa tengan los resultados esperados. En este sentido el Estado establece el marco normativo, la sociedad y el grupo de interesados validan las propuestas de acuerdo con sus necesidades y con las posibilidadades e iniciativas de la empresa, y las ONG se encargan de articular todo el proceso de tal manera que los actores involucrados trabajen de manera coordinada para la obtención de un desarrollo sostenible.

Anexo 1ª A: Fenómenos destacables en el  desarrollo de la RSE

 Tabla 1A.png

Fuente: Elaboración Propia

Anexo 1ª B: Fenómenos destacables en el  desarrollo de las ONG

Tabla 1B.pngFuente: Elaboración Propia

Anexo 2ª A: Relación empresa-interesados (Stakeholders)

Tabla 2A.pngFuente: Business for Social Responsibility

Anexo 3ª A: Principales tipos de iniciativas en materia de RSETabla 3A.png

Fuente: González Marroquín, Gerardina. Responsabilidad Social de las Empresas: Alcance y Cuestionamientos sobre el tema. En Revista Virtual Interforum. Junio 10 de 2001.

Anexo 3ª B: iniciativas mundiales en el ámbito de la responsabilidad social empresarial más destacables

Tabla 3B.png

Mario Andrés Pinzón Camargo, dialnet.unirioja.es/

Notas:

1.      La Batalla del Solferino se desarrolló en el año de 1959, durante el proceso de independencia de Italia. En esta cruenta batalla, las tropas italianas y francesas derrotaron ala fuerza austriaca, logrando con esto la independencia de Italia.

2.      Esta organización cambió su nombre en 1965 a OXFAM.

3.      La Responsabilidad Social Empresarial es también reconocida en la literatura como Resposabilidad Social Corporativa, o Ciudadanía Corporativa.

4.      AL hablar de contexto interno se hace alusión a las políticas de administración de personal, procesos productivos, proveedores y demás aspectos.

5.      Entre estas libertades básicas de las cuales habla Amartya Sen, es posible encontrar el acceso a instalaciones educativas y de salud, a instituciones que garanticen el orden y la paz local, y el ejercicio de libertades políticas y civiles.

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