No ceder a la tentación del poder

Homilía de la Misa en Santa Marta

Lunes, 20 de abril de 2015

El Evangelio de hoy nos muestra a la gente buscando a Jesús después de la multiplicación de los panes y los peces, pero no con ese asombro religioso que te lleva a adorar a Dios, sino por interés material (cfr. Jn 6, 22-29).

También en la fe, se puede correr el riesgo de no comprender la auténtica misión del Señor. Y eso pasa cuando uno se aprovecha de Jesús para hacerse con el poder. Esta actitud se repite en los evangelios. Hay muchos que siguen a Jesús por interés. Incluso entre sus apóstoles, como los hijos de Zebedeo, que querían ser primeros ministros, para tener el poder. Y entonces, la unción para llevar a los pobres el alegre anuncio, la liberación a los prisioneros, la vista a los ciegos, la libertad a los oprimidos y anunciar un año de gracia (cfr. Lc 4,18), al volverse oscura, se pierde y se trasforma en algo para el poder.

Siempre ha existido esa tentación de pasar del asombro religioso —que produce en nosotros el encuentro con Jesús— a aprovecharse. Que fue también la propuesta del diablo a Jesús en las tentaciones. La primera, precisamente, sobre el pan. La otra, sobre el espectáculo (¡Venga, hagamos un bonito espectáculo y toda la gente creerá en ti!). Y la tercera, la apostasía, o sea, la adoración de los ídolos. Es una tentación diaria para los cristianos, para nosotros, para todos los que estamos en la Iglesia: la tentación, no ya del poder del Espíritu, sino la tentación del poder mundano. Y entonces se cae en el miedo religioso al que te lleva la mundanidad, un pavor que acaba —cuando crece y crece y crece— en la actitud que Jesús llama hipocresía.

De este modo, uno se vuelve cristiano de nombre, por fuera, pero el corazón está en el interés, como dice Jesús: Os lo aseguro, me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros (Jn 6,26). Es la tentación de irse dejándose deslizar hacia la mundanidad, hacia los poderes, debilitando la fe, la misión, debilitando la Iglesia. El Señor nos despierta con el ejemplo de los santos, con el testimonio de los mártires, que hoy nos anuncian que ir por el camino de Jesús es cumplir su misión: anunciar el año de gracia. De hecho, la gente entiende el reproche de Jesús, y por eso le preguntan: ¿Y qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? (Jn 6, 28). Jesús les responde: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que Él ha enviado (Jn 6, 29), es decir, la fe en Él, solo en Él, la confianza en Él y no en las otras cosas que, al final, nos llevarán lejos de Él. Esta es la obra de Dios, que creáis en el que Él ha enviado.

Pidamos al Señor que nos dé la gracia de asombrarnos ante el encuentro, y también que nos ayude a no caer en el espíritu de mundanidad, es decir, ese espíritu que, bajo un barniz de cristianismo, nos llevará a vivir como paganos.