TRISTES ERANT APOSTOLI
Los Apóstoles estaban tristes por la muerte de su Señor, a Quien unos hombres sin piedad habían condenado a una pasión crudelísima.
Con palabras llenas de afecto, un Ángel predijo a las mujeres: «Muy pronto en Galilea podréis ver al Señor».
Al ponerse en camino, presurosas, para transmitir este anuncio a los Apóstoles, contemplan al Señor resucitado, y besan sus pies.
Los Discípulos nada más recibir la noticia, emprenden la carrera, para ver aquel Rostro del Señor, que ellos tanto anhelaban.
Sé Tú, Jesús, para nuestras almas, el gozo perenne de la Pascua, y dígnate hacernos partícipes de tu triunfo a quienes hemos renacido a la gracia.
Para Ti, Señor, toda la gloria, que vencido el imperio de la muerte, has abierto, por medio de los Apóstoles, los caminos de la luz y de la vida. Amén.
O SEMPITERNÆ CURIÆ
Oh Príncipes del Rey supremo en la corte gloriosa del Cielo, a los que Jesús mismo formó y dio al mundo como Apóstoles.
La Jerusalén celeste, cuyo Sol es el Cordero, os tiene como joyas preciosas de su insigne fundamento.
También la Iglesia, Esposa de Cristo, os celebra ahora, agradecida, por haberla difundido con vuestra predicación y consagrado con vuestra sangre.
¡Oh qué gloria tan grande la vuestra, cuando, al final de los tiempos, el Senado glorioso de los Apóstoles, ocupe su sede en el tribunal del Redentor!
Que la simiente que habéis sembrado, robustecida por el favor continuo de vuestras preces, germine, convertida en espigas de Cielo.
Glorifiquemos a Cristo, que os hizo mensajeros del Padre y os colmó de la gracia del Espíritu Santo. Amén.
CLARO PASCHALI
Cuando los Apóstoles contemplan ya con sus ojos al mismo Cristo, el sol brilla con limpio resplandor, en medio del gozo luminoso de la Pascua.
Con sólo ver las Llagas de su Carne gloriosa, se sienten apremiados a confesar abiertamente, que el Señor ha resucitado.
Oh Cristo, Rey clementísimo dígnate adueñarte de nuestros corazones, para que podamos rendirte en todo momento, la alabanza que Tú mereces.
Sé Tú, Jesús, para nuestras almas, el gozo perenne de la Pascua, y dígnate hacernos participes de tu triunfo a quienes hemos renacido a la gracia.
Para Ti, Señor toda la gloria, que vencido el imperio de la muerte, has abierto, por medio de los Apóstoles, los caminos de la luz y de la vida. Amén.
SANCTORUM MÉRITIS
Cantemos, hermanos, los gozosos bien merecidos de estos Santos y sus hechos heroicos, pues nuestro ánimo gusta de ensalzar con himnos a esta raza de vencedores.
Oh Cristo, Rey del Cielo, éstos (éstas) son los que el mundo retuvo y aborreció, pero ellos (ellas) Te siguieron, menospreciándolo como desierto reseco donde no hay flores.
Ellos (Ellas) sufrieron por Ti todo género de furias y crueldades, pero ni se quejaron ni murmuraron, antes bien, su alma serena conservó la paciencia en el silencio de su corazón.
¿Qué voz o qué lengua podrá cantar los dones que reservas para los Mártires? Porque ellos, teñidos de la sangre que derramaron se ciñen ahora con los laureles de su triunfo glorioso.
Te suplicamos, oh Dios Uno y Trino, que purifiques nuestras culpas, que ahuyentes nuestros males y concedas a tus siervos la paz y la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
REX GLORIÓSE
Oh Rey glorioso de los Mártires, Corona de los que Te confiesan, que elevas hasta el Cielo, a los que menosprecian lo terreno.
Presta oído atento a nuestras voces: y mientras celebramos estos triunfos sagrados, perdona nuestras ofensas.
Tú eres, Señor, Quien vences en los Mártires y absuelves a los que Te confiesan, vence, también nuestros pecados, otorgándonos tu perdón.
Concédenoslo, Padre misericordioso, que con tu Hijo Unigénito, y el Espíritu Paráclito, reinas por los siglos de los siglos. Amén.
ÆTERNA CHRISTI MÚNERA
Cantemos con ánimo gozoso los dones eternos de Cristo, las victorias de los Mártires y la gloria que merecen.
Alabemos a los Príncipes de la Iglesia, triunfadores del combate soldados de la Corte del Cielo y espléndidos luceros del mundo.
Vencido el humano temor y despreciados los tormentos, en el trance de su muerte santa, consiguen la Luz perpetua.
Vierten su sangre sagrada a manos del verdugo cruel, pero nunca se doblegan, porque les anima la esperanza de la vida eterna.
La fe devota de los Santos, la esperanza invencible de los creyentes y la plenitud del Amor de Cristo, derrotan al Príncipe de este mundo.
En ellos triunfa la gloria del Padre, en ellos el Amor del Espíritu, en ellos exulta el Hijo y el Cielo desborda de gozo.
Te pedimos, Señor, Redentor nuestro, que Te dignes reunir a tus siervos suplicantes con el coro de los Mártires por los siglos de los siglos. Amén.
BEÁTE MARTYR
Mártir bienaventurado haznos dichosos en el día de tu martirio triunfal, cuando se te entrega como vencedor, la corona que es el precio de tu sangre.
Vencidos el juez, y tu verdugo, este día te llevó, desde las tinieblas del mundo al Cielo, para lleno de júbilo, devolverte a Cristo.
Hoy, compañero de los Angeles, has sido revestido con la estola de gloria que, como indómito testigo, habías, lavado, en los arroyos de tu sangre.
Asístenos y acoge ahora nuestras preces, de modo que Cristo, ya propicio, incline hacia los suyos su oído favorable, y no tome en cuenta nuestras culpas.
Desciende por un momento aquí, entre nosotros, trayéndonos el favor de Jesús para que nuestras almas abrumadas, sientan el alivio de su indulgencia.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, que en el Palacio del Cielo, te ciñeron la corona de gloria. Amén.
O CHRISTE FLOS CONVÁLLIUM
Oh Cristo, Flor de los valles, hacia Ti se eleva nuestra alabanza, que quisiste honrar a esta Virgen con la palma gloriosa del martirio.
Confiesa, intrépida, su fe, sabia, prudente, fuerte, y, por Ti, recibe, impertérrita, aquel suplicio cruel.
Así, despreciando al Príncipe de este mundo y enriquecida con tu gracia, al vencer en su cruento combate, mereció el Premio eterno.
Oh piadoso Redentor, haz que por la participación en los méritos de esta Santa, podamos también nosotros gozar, con alma pura, de los sagrados frutos de tu Pasión.
Gloria a Ti, Jesús, que has nacido de la Virgen, y también al Padre y al Espíritu Santo, por los siglos sin término. Amén.