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O VIR BEATE

Oh varón bienaventurado, colaborador en la misión de los Apóstoles, y compañero diligente en sus trabajos, dígnate acoger nuestra alabanza y nuestras preces.

Por medio de aquellos mensajeros de Cristo, surgieron tiempos venturosos de dicha, de verdad y paz.

Elegido también tú por el Señor, y partícipe de tanta responsabilidad, ahora brillas con la misma gloria y te muestras poderoso intercesor.

Tú, que fuiste sembrador de luz, haz que, bajo este sol vivísimo, que es Cristo, madure en todas partes la mies y se llenen los graneros del Cielo.

Y en el día en que, junto a los de la primera hora, aparezcas con el Juez supremo, haz que, sintiéndonos libres de nuestras deudas, podamos ser confortados por la gracia.

Al glorificarte, oh Trinidad beatísima, te imploramos gozar también con él de tu gloria, por los siglos de los siglos. Amén.

 


 

BÁRNABÆ CLARUM

Hoy celebramos el triunfo de Bernabé, que después de mucho padecer por su vivísimo amor a Cristo, brilla esclarecido con su corona de gloria.

Con fe ardiente, a impulsos de la caridad, renuncia generosamente a un campo, urgido por la tarea de dilatar la nueva grey de los cristianos.

Conoce y guía a San Pablo, acompañándole gustoso en su trabajo, mientras, fiel a las inspiraciones del Espíritu, surca no pocos mares.

Entregándose del todo, sediento de Cristo, conduce a muchos a la fe, y, como buen pastor, los guarda hasta alcanzar la palma del martirio.

Danos, Señor, por la intercesión poderosa de San Bernabé, la fortaleza para proseguir en la senda de la salvación, y así, podamos cantar tus alabanzas en la eterna morada. Amén.

 


 

UT QUEANT

Para que con cuerdas bien templadas puedan resonar las maravillas de tu vida, desata en tus siervos, oh Juan bienaventurado, la traba de sus labios impuros.

Un Ángel, venido del Cielo, revela a tu padre, no sólo lo insigne de tu nacimiento, sino tu nombre y, también, el género de vida que habrías de llevar.

Pero él, dudando de la promesa divina, perdió la facultad del habla, que sólo recuperó después de tu nacimiento.

Confinado en el claustro materno, reconociste que tu Rey se asentaba en aquel seno virginal, y, entonces, tus padres, por este mérito tuyo, proclaman al mundo la Nueva oculta.

Mientras los Santos del Cielo Te glorifican, oh Dios Uno y Trino, nosotros, peregrinos, confiamos alcanzar de tu misericordia, tu perdón y tu venia. Amén.

 


 

LAUDAMUS TE

Alzamos con brío, Josemaría,
nuestro canto de alabanza,
pues nos das a tus hijos
un mensaje viejo y nuevo:

Que, tanto los casados como los célibes,
los ancianos como los jóvenes,
conviertan cada día su trabajo
en realidad santa.

Así, buscando siempre a Cristo,
encontrado y amado sobre todo,
alcancen la corona,
que es premio de la vida.

Ayúdanos, te pedimos,
a practicar cuanto nos enseñaste;
que sigamos con paso decidido
al Señor que a todos llama.

Gloria a Dios Padre
y al Hijo y al Paráclito
que te han premiado con esplendidez
por los siglos eternos. Amén.

 


 

IPSE MAGISTER

Josemaría fue maestro, rector, padre nutricio,
guía, docto pastor y sacerdote,
a quien tú, oh Cristo, infundiste
una íntima visión de luz:

Que serían los hombres y las mujeres de Dios
quienes te ayudarían a elevar la cruz
en la cumbre del mundo; y así Cristo triunfador
atraería a sí todas las cosas.

Llamados desde la eternidad,
antes ya de la constitución del mundo,
haznos otros Cristos, sal, fermento, luz
en las encrucijadas del mundo:

Sal que preserve de la corrupción,
luz que ilumine los corazones de los hombres,
vivo fermento
que lleve el Pan vivo a todos los trabajos.

Sólo a Ti, Dios eterno,
Padre, Hijo con el Espíritu Santo,
el sumo homenaje de gloria y alabanza,
ahora y por siempre. Amén.

 


 

SANCTUM LAUDEMUS

Alabemos al Santo que nos mostró los caminos,
nos abrió paso y facilitó el ingreso
a la vida escondida en Cristo,
a la contemplación en medio del fragor del mundo.

Mientras buscamos el rostro manso del Señor,
que pasa en medio de las calles,
Él, que es el modelo,
nos esculpe con trazos divinos.

Esto es imagen del eterno diálogo,
la prenda de la intimidad divina,
del que el Santo, lleno de gozo,
disfruta en el cielo para siempre.

Entonemos con el corazón rebosante de alegría
la alabanza a la gloria de la Santa Trinidad,
que ha otorgado a san Josemaría
la corona de los bienaventurados. Amén.

 


 

TU COTIDIANAS VIAS

Tú nos mostraste el sendero de lo ordinario
para imitar el ejemplo de Cristo,
transmitiéndonos, obediente a la luz,
aquella luz que claramente viste.

Con una vida silenciosa y sin espectáculo,
desempeñaste el ministerio sacerdotal,
predicando la ley de Dios
con humildad.

La Virgen María te amparó siempre,
venerada Madre del amor hermoso,
Esclava del Señor, asiento de la sabiduría
y esperanza nuestra.

Ruega por nosotros, oh Virgen santa,
bendita Madre de Dios,
Tú que preparas y conservas en nuestra vida
un camino seguro.

Elevemos nuestro rostro al Dios trino,
mientras le adoramos con alma piadosa,
y alabemos juntos al Espíritu Santo,
con el Padre y el Hijo. Amén.

 


 

ANTRA DESERTI

En la flor de la vida, huyendo del gentío de las ciudades, te retiraste a las grutas del desierto, a final de no manchar tu alma ni aún con la más leve culpa.

Un camello procuró áspero vestido a tus miembros sagrados, las ovejas te brindaron ceñidor, las fuentes te ofrecieron bebida, y, la miel y las langostas, comida.

Si el resto de los Profetas alcanzaron tan sólo a presagiar la Luz venidera, tú señalaste con el dedo, al que quita los pecados del mundo.

No hubo en toda la redondez de la tierra ningún nacido más santo que Juan, que mereció bautizar al que lava los pecados del mundo.

Mientras los Santos del Cielo Te glorifican, oh Dios Uno y Trino, nosotros, peregrinos, confiamos alcanzar de tu misericordia, tu perdón y tu venia. Amén.

 


 

O NIMIS

Oh Juan inmensamente dichoso, esclarecido de méritos, sin mancha que empañe la blancura de tu pureza, mártir insigne, poblador de los desiertos y el más grande de los Profetas:

Sé tú, ahora, tan poderoso por tus méritos, quien ablande la roca dura de nuestro corazón, allane las asperezas del camino y enderece nuestro sendero tortuoso.

Para que al venir el piadoso Creador y Redentor del mundo, se digne grabar sus huellas en lo más hondo de nuestras almas, sin sombra ya de pecado.

Mientras los Santos del Cielo Te glorifican, oh Dios Uno y Trino, nosotros peregrinos, confiamos alcanzar de tu misericordia, tu perdón y tu venia. Amén.

 


 

AUREA LUCE

En este día sagrado, que alcanza el perdón a los pecadores, Tú, Señor, Dios de luz, has querido no sólo embellecer el Cielo con este martirio sublime, sino inundar también la tierra con luz dorada y esplendor de púrpura.

Pedro, custodio de la puerta del Cielo y Pablo, maestro del mundo, jueces de las naciones y lumbreras del orbe, vencedor el uno en la cruz y el otro bajo el filo de la espada, ambos, coronados de laurel, poseen el reino de la Vida.

Dichosa tú, Roma, ennoblecida con la sangre gloriosa de Príncipes tan nobles, que superas, no por tu fama, sino por tus méritos, todas las bellezas del mundo.

Oh Pedro y Pablo, olivos dobles de una misma piedad, rogad a fin de que, después de vuestro martirio, podamos vivir de fe profunda, de firme esperanza, desbordantes de la doble caridad.

Y para Ti, oh Dios Uno y Trino, que tu dominio permanece desde siempre y para siempre, la gloria eterna, el honor, el poder y los cantos de júbilo y alabanza Amén.

 


 

FELIX PER OMNES

Hasta en el último rincón de la tierra resuena de júbilo esta fiesta dichosa de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, consagrados por la Sangre preciosa de Cristo, para ser Príncipes de la Iglesia.

Éstos son los dos olivos y los dos candelabros radiantes de luz, que están en la presencia del Señor, como dos luminarias espléndidas del Cielo, que quebrantan los lazos fuertes del pecado y abren a los fieles las puertas del Paraíso.

Gloria al Padre por toda la eternidad, el honor y el poder también al Hijo, la virtud y la honra al Espíritu Santo: a Ti, Trinidad indivisa, la alabanza por los siglos de los siglos. Amén.

 


 

APOSTOLORUM PÁSSIO

Este día del año está consagrado por la pasión de los dos apóstoles: El triunfo noble de Pedro y la corona de Pablo.

La sangre gloriosa de su muerte emparejó a ambos y la misma fe cristiana coronó a aquellos que siguieron al Señor, su Guía.

Entre los Apóstoles, Pedro es el primero, pero no es menor Pablo: en gracia y en fe le iguala el que era vaso de elección

Vuelta la cruz e invertida, pendiente del madero, Simón, glorifica a Dios, sin olvidar el oráculo que el Señor había pronunciado.

De aquí que Roma, fundada sobre esta sangre preciosa, y ennoblecida por el tal solemne augurio, se alzara como la más alta cima de devoción.

Habiendo sido elegida cabeza de los pueblos y sede de su Maestro, ¿quién podría imaginar que el mundo entero acudiría a ella, y a ella concurriría la multitud de los fieles?.

Nosotros, pues, tus siervos, Te suplicamos, Señor, Redentor nuestro, nos concedas participar en el destino de tan grandes Santos, por los siglos de los siglos. Amén.

 


 

O ROMA

Dichosa tu, Roma, purpurada por la sangre preciosa de tan grandes Apóstoles, que aventajas a cuanto hay de bello en el mundo, no tanto por tu fama, cuanto por los méritos de los Santos, que martirizaste con espada sanguinaria.

Ahora, pues, vosotros, mártires gloriosos, Pedro bienaventurado, Pablo, lirio del mundo, soldados triunfadores en el Palacio del Cielo, haced que, por medio de vuestras preces, nos veamos defendidos de todo mal y llevados al Paraíso.

Gloria al Padre por toda la eternidad el honor y el poder también al Hijo, la virtud y la honra al Espíritu Santo: a Ti, Trinidad indivisa, la alabanza por los siglos de los siglos. Amén.