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Serie semanal

Semanas II y IV

 

RERUM DEUS

Oh Dios, Fuente de todos los seres que, una vez creadas todas las cosas, llenaste el ámbito de la tierra con el repertorio inmenso de tus dones.

Y concluida tan gran obra, se dice que tomaste descanso para que, por él, también a nosotros se nos hiciesen más soportables los trabajos:

Que nos duelan, Señor, nuestros pecados, crezcamos en las virtudes y te dignes recompensar a tus siervos con una suerte dichosa,

Y así cuando llegue la hora suprema de aquel tremendo juicio, podamos gozar todos juntos, sintiéndonos colmados de tu paz.

Concédenoslo, Padre misericordioso, que con tu Hijo Unigénito y el Espíritu Paráclito, reinas por los siglos de los siglos. Amén.

MEDIÆ NOCTIS

Cuando llega la medianoche, la voz del Profeta nos recuerda que ensalcemos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

Pues sentimos el deber de alabar siempre a Dios, que es perfecta Trinidad y único en la substancia.

Esta hora evoca el terror con el que el Angel exterminador, aniquilando a los primogénitos, trajo la muerte a Egipto.

En cambio, fue de salvación para todos los justos que, allí mismo, respetando la señal de sangre, no se atrevió a castigar.

Egipto entero lloró por el severo castigo de tantos; sólo Israel gozaba, amparado por la Sangre del cordero.

Nosotros somos el verdadero Israel y Tú, Señor, nuestra alegría: por eso podemos desdeñar al enemigo, defendidos al amparo de la sangre de Cristo.

Haznos dignos, Señor, Rey todopoderoso, del gozo de tu futuro Reino, de modo que merezcamos celebrarte sin cesar cantando el himno de tu alabanza. Amén.

SALVE DIES

Salve, gloria de los días, día de la feliz victoria de Cristo, día digno de una inefable alegría, día primero.

Hoy brilla para los cielos aquella luz divina, la misma con la que Cristo despojó los infiernos y, vencida la muerte, reconcilió la tierra con el Cielo.

Por la Sentencia del Rey eterno, la creación quedó confinada bajo el pecado; pero cuando ya parecía que el mundo entero estaba a punto de precipitarse al abismo,

La omnipotente Sabiduría divina, queriendo, con el auxilio de la gracia, amparar a los demás débiles, contuvo su ira mediante la clemencia.

Después de triunfar sobre el infierno, el Restaurador del género humano regresa al Cielo, Resucitado, portando a la oveja sobre sus hombros.

Se establece la paz entre los ángeles y los hombres, emerge la plenitud de los órdenes, y se eleva una perenne alabanza hasta el Señor que triunfa.

Que la voz de la madre Iglesia suene concorde con la armonía de la liturgia celeste e incesante resuene hoy el «Aleluya» en la boca y el corazón de los fieles.

Una vez derrotado el imperio de la muerte, exultemos con la alegría del triunfo: paz en la tierra y júbilo en el Cielo. Amén.

ECCE IAM

Apenas comienza a mitigarse la oscuridad de la noche, cuando ya se enciende la luz de la aurora, como teñida de oro: dirijamos nuestra plegaria a Dios todopoderoso, con todas las veras de nuestra alma.

Que el Señor, compadecido de nosotros, desbarate la congoja, nos bendiga con la salud y, acogidos a su amor de Padre, alcancemos el Reino de los Cielos.

Concédenoslo, oh Dios misericordioso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, cuya gloria resuena en todos los ámbitos del orbe. Amén.

O LUX

Oh Luz, Trinidad santa y Unidad de origen, ahora que el sol se retira, enciende Tú nuestros corazones.

Que tanto al alba como al ocaso, Te imploremos entre himnos y aclamaciones, procurando que esta súplica sea una incesante alabanza de tu gloria.

Se lo pedimos al Padre, al Hijo, y al Espíritu que de ambos procede, que la Trinidad omnipotente custodie a cuantos la invocan. Amén.

IPSUM NUNC

A la misma hora de la parábola, resuena ya en nosotros la voz evangélica que pregona la llegada del augusto Esposo divino, Creador del Reino celestial.

Salen a su encuentro las vírgenes piadosas que, en medio de un alegre alborozo, llevan sus lámparas encendidas.

Las necias, en cambio, con las suyas apagadas, pulsan en vano la puerta de aquella mansión regia, que ya no se abre para ellas.

Es hora de vigilar mediante la templanza, guardando el alma bien reluciente, y estar prestos para acoger como merece al Señor que llega.

Haznos dignos, Señor, Rey todopoderoso, del gozo del futuro Reino, de modo que merezcamos celebrarte sin cesar cantando el himno de tu alabanza. Amén.

VITA SANCTORUM

Oh Cristo, Fuente de paz y Autor de todo bien, Vida de los Santos, Camino, Aliento y Salvación, con el corazón y los labios cantamos para Ti este himno de alabanza.

Encendidos en el fuego del amor, lo que tus santos tienen o logran, lo que con su trabajo y oración ansían o pretenden, encuentra ciertamente en Ti, Señor, su último fundamento.

Consolidada nuestra fe, danos unos tiempos tranquilos, concede salud a los débiles, fuerza a los caídos, e igualmente para todos, el Premio de la Vida eterna.

Celebremos al Padre omnipotente, y, con el mismo honor incesante, a Ti, Salvador nuestro, Rey clementísimo: que el mundo entero resuene con la gloria del Espíritu Santo. Amén.

LUCIS LARGÍTOR

Oh Dios, Autor espléndido de la luz, a cuyo fulgor, apenas transcurrida la noche, se abre y explaya, otra vez, el nuevo día.

Muy por encima de ese pequeño astro, que, pregonero de la mañana siguiente, reluce con tan pálida luz, Te alzas Tú, Señor, Como Lucero soberano del mundo.

Y así, más brillante que el sol, siendo todo Luz de mediodía, dígnate iluminar lo más íntimo de nuestras conciencias.

Que supere la pureza del alma cuanto el cuerpo, arrogante, reclama y el Paráclito custodie santo el templo de nuestro cuerpo.

Gloria a Cristo, Rey clementísimo, a Ti y también al Padre, con el Espíritu Paráclito, por los siglos sin término. Amén.

LUMINIS FONS

Oh Dios, divino Manantial y Principio inefable de toda luz, acoge con piedad nuestra plegaria, de modo que, desterradas las tinieblas del pecado, nos revistamos con el resplandor de tu gracia.

Apenas concluido el trabajo de la jornada, sintiéndonos seguros en tu beneplácito, suspiramos por hacer siempre más vivo para Ti, nuestro canto de acción de gracias.

Ya que la caída del sol atrajo de nuevo las tinieblas, que nos alumbre aquel otro Sol brillantísimo, cuya espléndida Luz también refulge sobre el santo ejército de los Angeles.

Y Tú, Señor, que nada tienes de severo, purifícanos de los pecados contraídos durante el día, y así nuestro pecho permanezca encendido de caridad durante el tiempo de esta noche.

Gloria al Padre omnipotente y honor a su Unigénito, el mismo poder al Espíritu de ambos, que con cetro soberano reina sobre el mundo, por los siglos de los siglos. Amén.

NOCTE SURGENTES

Nos hemos levantado con el corazón vigilante a mitad de la noche, para meditar sin cansancio en los salmos: que resuene ahora para el Señor, melodioso y fuerte, este cántico de alabanza.

Y quienes conjuntamos nuestras voces en tu honor, oh Rey clementísimo, llevemos una vida tan santa que merezcamos entrar con los Bienaventurados en la morada del Cielo.

Concédenoslo, oh Dios misericordioso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, cuya gloria resuena en todos los ámbitos del orbe. Amén.

AD PRECES NOSTRAS

Escucha, Señor, nuestras preces, con esa piedad que Tú sólo posees, y, siendo tus fieles quienes imploran, no dejes de acoger sus deseos.

Dirígenos tu mirada, serena y bondadosa desde tu Trono divino y sé Tú mismo Quien, al encender las lámparas con el aceite, despejes cualquier tiniebla de nuestro corazón.

Usa de tu infinita misericordia para con nuestros pecados, limpia las manchas, rompe las cadenas, perdona las culpas, y, al tender tu diestra al caído, dígnate, de nuevo, levantarle.

Gloria a Dios Padre ingénito y a Ti, su Hijo eternamente engendrado; la misma gloria al Espíritu divino, que reina contigo por los siglos de los siglos. Amén.

ÆTERNE LUCIS

Oh Dios, Autor eterno de la luz, la Luz misma, Día plenísimo, que, ajeno a toda noche, brillas como llama perpetua.

Al sentir ya próxima la llegada del alba, comienza a palidecer la noche y, en cuanto se mitiga la luminosidad de las estrellas, surge el nítido lucero.

Apenas nos alzamos del lecho, celebramos, llenos de gozo, tus dones pues el sol que se remonta sobre la mañana ha triunfado sobre la noche sombría.

Y para que nuestra alma sepa bregar contra tantos halagos de este mundo, Te pedimos, Señor, que no consientas vernos arrastrados por los alicientes y el ímpetu de la sensualidad.

Que la ira no promueva contiendas, ni nos incite la gula; que nos acompañen siempre en el Camino el desprendimiento y una sobria sencillez.

Con el alma serena y firme, guardemos el cuerpo casto, y el día entero transcurra en fidelidad de espíritu a Cristo.

Concédenoslo, Padre misericordioso, que, con tu Hijo Unigénito y el Espíritu Paráclito, reinas por los siglos de los siglos. Amén.

SATOR PIRINCÉPSQUE

Oh Dios, Principio y Señor de los tiempos, que, con un orden establecido, dispones el día claro para trabajar y, tras el crepúsculo, el descanso.

Custodia limpio nuestro interior, de modo que el silencio de la noche impida a los dardos del Maligno herir cruelmente nuestra alma.

Que el corazón, libre de malas pasiones, apague esas teas que entibian los impulsos de nuestra alma, cuando vivimos pendientes de los sentidos.

Concédenoslo, Padre misericordioso, que, con tu Hijo Unigénito y el Espíritu Paráclito, reinas por los siglos de los siglos. Amén.

O SATOR

Oh Cristo, Principio de todo lo creado, Redentor del mundo, Rey de reyes, Juez temible, escucha benignamente nuestras súplicas, y también este homenaje de alabanza.

En el curso de esta noche, Te celebramos con himnos que pregonan tu gloria: Sé Tú mismo, Señor, Autor de la luz, Quien los haga gratos y, a nosotros, repáranos con la melodía prodigiosa del Cielo.

Danos una vida inmortal y, mientras nos sentimos dichosos viviendo honestamente cada jornada, haz que cada uno de nuestros actos constituya un perenne canto en tu honor.

Oh Jesús piadoso, enciende nuestro pecho, quema con tu fuego divino nuestro interior, y haznos vigilantes para que portemos siempre en nuestras manos las lámparas encendidas.

Celebremos al Padre omnipotente, y, con el mismo honor incesante, a Ti, Salvador nuestro, Rey clementísimo; que la gloria del Espíritu Santo resuene en el mundo entero. Amén.

CHRISTE LUX VERA

Oh Cristo, Luz verdadera, Bondad y Vida, Alegría del mundo, Clemencia, sin límites, que nos has salvado de la muerte con la virtud de tu Sangre.

Infunde tu Amor en nuestras almas, derrama de nuevo la luz inextinguible de la fe y enciende la llama de la caridad.

Huya lejos de nosotros Satanás y, una vez herido por tu poder, nos conforte el Espíritu Santo, que Tú nos envías desde el Cielo.

Gloria a Dios Padre ingénito y a Ti, su Hijo eternamente engendrado: la misma gloria al Espíritu divino, que reina contigo por los siglos de los siglos. Amén.

FULGENTIS AUCTOR

Oh Dios, Autor del resplandor del cielo, que has dispuesto, con un orden preciso, la luz del sol para los días y la de la luna para las noches.

Ya se desvanece la sombría oscuridad y ,cuando vuelve a nacer la claridad para el mundo, rebrotan del alma también, con brío, sus mejores y más gratos afectos.

Mientras el día recién llegado nos invita a cantar tu alabanza, que la bonanza del tiempo sosiegue nuestro interior.

Que evitemos cuanto nos haga caer y nuestro corazón esquive toda la maldad, que los hechos no enturbien la vida limpia y la lengua se vea libre de pecado.

Y mientras el sol se remonta sobre el día, que la fe ahonde en sus raíces, la esperanza invite a confiar en el Premio y nos una a Cristo la caridad.

Concédenoslo, Padre misericordioso, que, con tu Hijo Unigénito, y el Espíritu Paráclito, reinas por los siglos de los siglos. Amén.

SOL ECCE LENTUS

Fijaos cómo el sol, con su lento discurrir al ocaso, va dejando de luto el monte, el campo y el valle: pero, del mismo modo que el presagio de la luz venidera, hace que todo resulte nuevo.

Así también, Tú, Creador prudentísimo, dejas exaltados a los mortales al fijar para la luz y las sombras los ritmos de su alternancia.

Cuando el aire se empapa del silencio, que trae consigo la noche, cuando cesa el bullicio de los trabajos, cuando se busca la ansiada quietud.

Entonces, llenos de fe y confianza, presentimos la dicha de ser iluminados por Aquél que es el Resplandor de la gloria del Padre.

Él es el Sol que ni nace ni se pone; del que la tierra anhela revestirse, con el que los cielos desbordan para siempre de júbilo.

En el día en que esa misma luz serena constituya nuestro gozo, concédenos hacer para Ti, para tu Hijo y el Espíritu Santo, la renovación perenne de nuestro canto. Amén.

ALES DIEI

El canto del gallo, mensajero de la luz, anuncia ya próxima la aurora; y, despertando nuestras almas, Cristo nos llama a la vida.

«Dejad -dice- los lechos enfermizos, gravados por el sueño, perezosos; velad, castos, prudentes, sobrios: mirad que ya estoy próximo».

Para que cuando la aurora haya esparcido por el cielo sus rayos resplandecientes, confirme en la esperanza de la luz a los afanados en el trabajo.

Invoquemos sobrios a Jesús con voces, con lágrimas, con ayunos; pues jamás un corazón puro se duerme cuando la oración es intensa.

Ahuyenta Tú, Señor, el sueño, rompe las cadenas de la noche, borra el antiguo pecado e infunde una luz nueva.

Gloria a Cristo, Rey clementísimo, a Ti y también al Padre, con el Espíritu Paráclito, por los siglos sin término. Amén.

AMORIS SENSUS

Oh Dios, rico en perdón, eleva nuestro amor hacia Ti y muestra así tu clemencia con los corazones, una vez purificados de sus miserias.

Venimos como de un país extraño, llorando como desterrados; Tú que eres nuestro Puerto y nuestra Patria, condúcenos a la casa del Cielo.

Oh Dios, que eres todo Verdad, ¡qué amor tan feliz el de aquel, que Te ansía como fuente de Vida!, ¡cuán afortunados los ojos del pueblo que te contempla!

Grande es tu gloria, el recuerdo de tu alabanza, que celebran eternamente los que levantan el coraz�n desde lo profundo.

Concédenoslo, Padre misericordioso, que, con tu Hijo Unigénito y el Espíritu Paráclito, reinas por los siglos de los siglos. Amén.

IAM LUCIS

En el albor de la mañana, elevemos nuestras súplicas a Dios, para que, ocupados en las tareas del día, nos guarde libres de toda adversidad.

Que contenga y suavice nuestra lengua, para no encrespar las riñas: que con su auxilio guardemos la vista y así no abreve en la fuente de la vanidad.

Sea puro el fondo de nuestra alma, que no pacte con la mala intención: extingamos la arrogancia de la carne, moderando el alimento y la bebida.

Para que cuando vuelva la noche, al morir este día, desasidos ya del mundo, prorrumpamos en cantos, celebrando su gloria.

Gloria a Dios Padre, y a su Hijo Unigénito, con el Espíritu Paráclito, por los siglos sin término. Amén.

DEUS QUI CLARO LUMINE

Oh Dios, que hiciste este día diáfano y lleno de luz; ahora, que está a punto de anochecer, venimos a confesar tu gloria.

Urgido ya por el caer de la tarde, declina el sol hacia el ocaso y, al cumplir esta ley preestablecida, reviste al mundo de tinieblas.

Pero Tú, Señor, Dios omnipotente, no consientas que tus siervos suplicantes, rendidos por los afanes de la jornada, se dejen abatir por las sombras.

Antes bien, al desvanecerse nuestro día temporal, revestidos de tu gracia, con el alma clara, contemplemos aquella luz tan venturosa.

Concédenoslo, Padre misericordioso que, con tu Hijo Unigénito y el Espíritu Paráclito, reinas por los siglos de los siglos. Amén.

GALLI CANTU

Con el canto del gallo, mientras se disipan la tiniebla nocturna y ese temor sombrío que nos impuso la noche con su espesura, acudimos a Ti, Señor, Dios santo, para implorarte entre súplicas y ruegos.

Mientras el mundo entero presentaba un lúgubre aspecto mortal, en medio de aquel silencio que lo embargaba todo, viniste Tú, Cristo, Centinela, Luz poderosa Guardián de los hombres,

Para despertarnos del sueño de la maldad y, liberándonos de esta cárcel nocturna, sin ningún mérito nuestro, devolvernos la luz que fuese la compañera de por vida en nuestro camino.

Gloria a Ti, al Padre y también al Espíritu Santo, al Dios Uno y Trino: Y al nombre más dulce de todos para la suprema Divinidad, la luz, la vida y la Paz. Amén.

ADESTO RERUM

Escúchanos, oh Dios, Creador del mundo, Esplendor de la gloria del Padre, ante Quien siente miedo nuestra alma cuando ha perdido la gracia.

Pero se sabe también inexpugnable ante los engaños nefastos del Traidor cuando, rebosante de tu Espíritu, lleva consigo a Dios;

Que al vernos requeridos por las tareas que realizamos en medio del mundo, vivamos conforme a tus leyes, alejados de todo pecado.

Gloria a Cristo, Rey clementísimo, a Ti y también al Padre, con el Espíritu Paráclito, por los siglos sin término. Amén.

DEUS QUI CAELI LUMEN

Oh Dios, Luz del cielo y Padre de toda luz, que, con poderío admirable, has desplegado la bóveda celeste y la sostienes con tu paternal providencia,

Despunta, con la aurora, un mar de luz rojiza que va apagando las estrellas, y, a causa de la brisa húmeda, el suelo aparece bañado de rocío.

Cuando se desvanece la sombra de la noche, cuando el cielo se despeja de la niebla, ese lucero, que es figura de Cristo, despierta al día dormido.

Oh Dios, Día de los días, que, siendo Luz que alumbras toda luz, eres todopoderoso en tu única Esencia y omnipotente en tu trina Unidad.

Postrados ahora en tu presencia, Te invocamos, Señor, Salvador nuestro, y con todo el vigor de nuestras voces, alabamos al Padre y al Espíritu Santo. Amén.

HORIS PERACTIS

Al sonar la hora Undécima, cayendo la tarde hacia su ocaso, cumplamos con el gustoso deber de entonar un canto en nuestra alma.

Transcurrida esta jornada de trabajo, en la que Tú, Cristo, fuiste nuestro Guía, danos el don prometido de la gloria a quienes fuimos obreros de tu viña.

Convocados a esta hora para percibir el salario, en la esperanza de tu recompensa futura, asístenos en los trabajos y confórtanos, tras acabarlos.

Gloria a Cristo, Rey clementísimo, a Ti y también al Padre, con el Espíritu Paráclito, por los siglos sin término. Amén.

LUX ÆTERNA

Oh Dios, Luz poderosa y eterna, Día que ignoras el ocaso, Vencedor de la noche cerrada, Restituidor de la luz, Destructor de las tinieblas, Iluminador de las almas:

Con tu llegada nos despertamos, con tu llamada, nos levantamos: dichosos, con tu gracia, miserables, si nos abandonas: Contigo libres de la ruina, Contigo, gloriosos;

Contigo, vencedores de la muerte, de la noche y del mundo: así pues, oh Rey eterno, danos esa Luz, que, por ser reflejo de la Luz, no hay noche capaz de empañar.

Gloria a Ti, y al Padre, y también al Espíritu Santo, al Dios Uno y Trino; y al Nombre más dulce de todos para la suprema Divinidad, la luz, la vida y la paz. Amén.

DEUS DE NULLO VÉNIENS

Oh Dios, Padre ingénito, oh Dios, Hijo Unigénito, oh Dios, Espíritu de Ambos, dígnate venir en nuestra ayuda.

Tú eres nuestro anhelo, nuestro amor, nuestra alegría; en Ti convergen nuestros deseos, en Ti, nuestro júbilo, nuestro alborozo.

Guía, Tú, Señor, Padre de todo lo creado, nuestro corazón y nuestra vida entera, junto con Jesús, Fruto del vientre de la Virgen y el Espíritu Paráclito.

Recuerda, oh Trinidad beatísima, que fue tu bondad quien creó primero al hombre, recreándole después con la Sangre.

Llamados a la vida por la omnipotencia de Dios, fuimos redimidos por la caridad de Cristo: haz que seamos salvados por el Amor de Aquél que nos quiso hasta la muerte.

A la santísima Trinidad el gozo, la honra, la paz, la fuerza, imperio, alabanza, reverencia, poder y gloria. Amén.

DIÉI LUCE RÉDDITA

Al abrirse a un nuevo día la mañana, elevemos nuestras voces, alegres y agradecidas, para cantar la gloria de Dios, y confesar la gracia de Cristo.

Por medio del cual el Creador del mundo quiso establecer el día y la noche con una ley eterna que dispusiera su perpetuo sucederse.

Tú eres, Señor, Luz certísima de tus fieles, ajeno por completo a toda ley caduca, y que, por no saber nada de ocasos, brillas con un resplandor eterno.

Concédenos, oh Dios, Padre ingénito, que sepamos permanecer obedientes a Cristo a lo largo de todo este día, llenos del Espíritu Santo. Amén./p>