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La vida de Adèle

La vida de Adèle

La vie d'Adèle
Contenidos: Imágenes (varias X+), Diálogos (varios D+), Ideas (existencialismo, nihilismo, lesbianismo F+)

Dirección: Abdellatif Kechiche Guión: A. Kechiche, Ghalia Lacroix Fotografía: Sofian El fani Montaje: Ghalia Lacroix, Albertine Lastera, Jean-Marie Lengelle, Camille Toubkis Intérpretes: Léa Seydoux, Adèle Exarchopoulos, Jeremie Laheurte, Mona Walravens Duración: 179 minutos Distribuidora: Vértigo

Reseña:

Náufraga

   Adèle es una jovencita en plena efervescencia adolescente. Le gusta leer y dar vueltas a los desafíos que plantean los libros. Cotorrea con las chicas de su clase, mayormente de los chicos con los que salen y se han acostado. En sus deseos de ser “normal”, ella misma se cita con un compañero y acaban en la cama. Pero una desazón le domina, al tiempo que nota una atracción física por la mujeres, que acabará concretándose en Emma, auténtico flechazo con una chica lesbiana mayor que ella, que estudia Bellas Artes.

   Adaptación de la novela gráfica de Julie Naroh, a cargo del tunecino afincado en Francia Abdellatif Kechiche, conocido por filmes como La escurridiza, o cómo esquivar el amor y Cuscús. La larguísima cinta –tres horas de metraje–, ganó la Palma de Oro en el Festival de Cannes, más un premio a la mejor interpretación femenina para los dos actrices protagonistas, Adèle Exarchopoulos y Léa Seydoux. El jurado lo presidía nada menos que Steven Spielberg.

   A los cineastas no les gusta reconocer que su trabajo es portador de algún tipo de “mensaje”, pero sin duda que La vida de Adèle –como tantas películas, por otra parte– lo tiene. Veinte años después de Philadelphia, uno de los primeros títulos con pretensiones comerciales que daba carta de normalidad a las relaciones homosexuales, el film que nos ocupa sigue transitando por esa senda, cada vez más hollada. La diferencia estribaría en que aquí las pretensiones son artísticas y de prestigio, con una historia compleja, contemporánea y culta de amores desgarrados, y en que las imágenes de sexo, muy gráficas, contribuirían a acostumbrar al espectador a las relaciones lésbicas. Lo que evidentemente es un arma de doble filo, pues este erotismo de alto voltaje –junto a la larga duración del film– limita el público potencial de la película.

   El manejo del tiempo no es el fuerte de Kechiche en esta película en la que después de avanzar con una premiosidad casi enojante se cuenta el camino del primer beso al primer sexo en unos pocos segundos para detenerse después en una larguísima y explícita escena que, como señalaba una conocida crítica americana, más que de sexo humano es de apareamiento animal. El atropellado trayecto amoroso resulta inverosímil y artificial.

   Dentro de sus innegables propósitos de propaganda, la película de Kechiche podía haber alcanzado una mayor consistencia. Hay inteligencia en el retrato de Adèle, adolescente confusa con su propia identidad, mujer básicamente sola, que no tiene con quien hablar para compartir sus zozobras interiores. Padres o profesores no ayudan, pero es que ni siquiera con su amada Emma habrá una entrega mutua completa propia del amor, un verdadero esfuerzo por compartir los sentimientos y anhelos sin ocultar nada. La apelación a Sartre y el existencialismo, según los cuales habríamos sido arrojados al ser para luego construir cada cual la propia esencia, fundamenta una vida de náufragas, que viven el momento, aman –o creen que aman–, aunque las cosas pueden cambiar, la fidelidad es un valor cargado de ambigüedad, y al final sólo queda vivir, porque no hay más desde el punto de vista de la película.(Decine 21 / Almudí JD) LEER MÁS