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París, París

París, París

Faubourg 36
  • Público apropiado: Jóvenes
  • Valoración moral: Desaconsejable
  • Año: 2009
  • Dirección: Christophe Barratier
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Reseña:

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Dirección: Christophe Barratier
Intérpretes: Gérard Jugnot, Clovis Cornillac, Kad Merad, Nora Arnezeder, Pierre Richard, Bernard-Pierre Donnadieu, François Morel, Maxence Perrin.
Guión: Christophe Barratier, Julien Rappeneau, Pierre Philippe
Música: Reinhardt Wagner
Fotografía: Tom Stern
Distribuye en Cine: Aurum
Duración: 120 min.
Género: Drama, Musical

El espectáculo debe continuar 

    París, 1936. El Chansonia, un teatro que ofrece espectáculos de variedades, cierra después de que las presiones de Galapiat, dueño del local, hayan empujado al suicidio al empresario que lo explotaba. Es una desgracia más para Pigoil, que trabajaba allí, y que se suma a la infidelidad y posterior abandono de su esposa, cantante sobre las tablas. 

    Viene, pues, el paro, el consuelo en el alcohol y, lo peor, que pasados unos meses le quitan la custodia de su amado hijo Jojo, pues la esposa, aunque dejó el hogar, ha conseguido una posición estable con un nuevo marido. 

    El triunfo del Frente Popular en las elecciones y la agitación social, más su propia situación personal, llevan a Pigoil a lanzarse a la aventura de reabrir el Chansonia en una especie de cooperativa, donde cuenta con la aquiescencia del propietario, un tipo de costumbres gangsteriles, pero que quiere darse un lavado de imagen y figurar como alguien magnánimo. 

    Así que junto a antiguos compañeros como el humorista Jacky, Pigoil empieza a reclutar talentos en potencia, entre los que destaca la bella Douce, a la que Galapiat ha tomado bajo su protección con el deseo de hacerle suya. Sin embargo a ella le gusta mucho más Milou, un activista político que trabaja también en el teatro. 

    Lo tenía difícil el guionista y director francés Christophe Barratier después de haber cautivado a medio mundo con Los chicos del coro. Curiosamente, el cineasta ha escogido una trama con aires de folletín, la vida es dura, ya se sabe, donde también tiene gran importancia la música; y repite con actores del citado film, como Gérard Jugnot, Kad Merad e incluso el niño Maxence Perrin, aunque con composiciones que tratan de mostrarles en registros diferentes. Y sí, pesa el deseo de no defraudar, de entregar una historia humana y entrañable, pero que no sea más de lo mismo, que se marquen las distancias. 

    Comparaciones odiosas aparte, se puede decir que éste es un film de tintes dickensianos con un apabullante diseño de producción, agradable de ver, aunque un pelín maniqueo y simplista. Están bien los números musicales, el homenaje a los cómicos y al género cinematográfico musical, y se agradece el despliegue de buenos sentimientos. 

    Pero chirría algo ese contraste tan marcado y sin matices entre la buena gente sencilla y trabajadora, que lucha por sus derechos y la supervivencia, y la burguesía acomodada de corte fascista, que trata de perpetuar sus privilegios a costa de los más débiles. La concepción del film para despertar sonrisas y lágrimas parece haber empujado a Barretier a un contrapunto, para no ser acusado de blandengue, lo que le lleva a incluir un momento de dureza, la muerte de un inocente por culpa de los poderosos de siempre. (Decine21 / Almudí JL-DV)