(Hch 5,27b-32.40b-41) "Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres"
(Ap 5,11-14) "Digno es el Cordero degollado de recibir el poder"
(Jn 21,1-19) "Es el Señor"
Homilía I: con textos de homilías pronunciadas por S.S. Juan Pablo II
Homilía en la parroquia romana de San Felipe Apóstol (17-IV-1983)
--- Cristo triunfa sobre el pecado y la muerte
--- Testigos de la verdad que salva
--- Jesús llama: “Sígueme”
--- Cristo triunfa sobre el pecado y la muerte
Qué quiere decir ser cristiano
Deseo llamar vuestra atención sobre tres expresiones de las lecturas bíblicas de la liturgia de hoy.
La primera de estas frases se encuentra en el Evangelio de San Juan: “¡Es el Señor!”.
Así dice a Pedro “el discípulo que Jesús tanto quería” (21,7), como sabemos por el Evangelio. Y lo dice cuando, afanados en la pesca en el lago de Genesaret, oyeron una voz bien conocida que les llegaba desde la orilla. El personaje aparecido en la orilla les pregunta primero: “¿No tenéis nada que comer?” (21,5), y cuando contestan “no”, les manda que echen la red a la derecha de la barca (cf.21,6).
Se verifica el mismo hecho que había tenido lugar ya una vez cuando Jesús de Nazaret se hallaba en la barca de Pedro en el lago de Tiberiades. Entonces les mandó que echaran las redes para pescar y -si bien no habían cogido nada antes- la red se llenó de peces hasta el punto que no podían sacarla (cfr. Lc 5,1-11).
Esta vez dice Juan: “¡Es el Señor!”. Y lo dice después de la resurrección; por ello esta frase reviste un significado particular. Jesús de Nazaret había manifestado ya su dominio sobre lo creado cuando estaba con los Apóstoles como “guía” y “Maestro”. Pero en los inolvidables días transcurridos entre el Viernes Santo y la mañana del “día después del sábado”, reveló su dominio absoluto sobre la muerte.
Es decir, que ahora se acerca a los Apóstoles en el lago de Genesaret como el Señor de su propia muerte. Ha vencido la muerte padecida en la Cruz, ¡y vive! Vive con su propia vida, con una vida que es la misma que antes y, a la vez, de tipo nuevo.
A esto se refieren las palabras “es el Señor”. Estas palabras las pronunciaron los labios de los Apóstoles. La pronunció la primera generación de cristianos y después todas las generaciones sucesivas. También nosotros pronunciamos las palabras: “El Señor, Cristo-Señor”. Es Aquel que ha revelado en cuanto hombre un tremendo aspecto del poder divino, el poder sobre la muerte.
--- Testigos de la verdad que salva
La segunda expresión de la liturgia de hoy hacia la que quiero atraer vuestra atención es la palabra “obedecer”: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hch 5,29). Así se expresan Pedro y los Apóstoles ante el Sumo Sacerdote y el Sanedrín cuando estos les ordenaban que no continuaran enseñando en el nombre de Jesucristo (Hch 5,27-28).
De la respuesta de Pedro es preciso deducir que “obedecer” quiere decir “someterse a causa de la verdad” o simplemente “someterse a la verdad”.
Esta verdad, la verdad salvífica, está contenida en la misión de Cristo. Está contenida en la enseñanza de Cristo. Dios mismo la ha confirmado con la resurrección de Cristo. “La diestra de Dios lo exaltó para otorgarle a Israel la conversión con el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen” (Hch 5,31-32).
Nosotros damos testimonio de esta verdad que Dios nos ha permitido conocer con nuestros ojos. Damos testimonio de esta verdad y no podemos obrar de otro modo. Es menester obedecer a Dios antes que a los hombres.
--- Jesús llama: “Sígueme”
La tercera expresión de la liturgia de hoy es la palabra “sígueme” (Jn 21,19).
Cristo Señor la dirige a Simón Pedro de modo definitivo después de la resurrección. Antes ya le había llamado y le había hecho Apóstol; pero ahora, después de la resurrección, le vuelve a llamar. Primero hace esta pregunta tres veces a Pedro: “¿Me amas?”, y recibe la contestación. Tres veces la repite: “Apacienta mis corderos”, “Apacienta mis ovejas” (cfr. Jn 21,15-17). Y Cristo añade a continuación: “Te lo aseguro, cuando eras joven tú mismo te ceñías e ibas a donde querías; pero cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará a donde no quieras” (Jn 21,18).
Así habló Cristo Señor a Simón Pedro. Y el Evangelista prosigue: “Esto lo dijo indicando con qué muerte había de glorificar a Dios” (Jn 21,19). Y precisamente tras estas palabras, tras esta explicación, Cristo dice a Pedro “sígueme”.
En cierto sentido fue como llamado a Roma, a este lugar donde Pedro iba a dar la vida por Cristo.
Son tres frases de la liturgia de hoy: “Es el Señor”. “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”, “Sígueme”. Conviene que meditemos sobre ella dentro de nuestro corazón y de nuestra conciencia. Cada una de ellas nos indica qué quiere decir ser cristiano.
El tiempo de Pascua nos obliga a responder con fe renovada a este reto concreto: Cristo ha resucitado y yo soy cristiano.
Dios nos ha amado en Cristo Jesús no sólo de palabra, sino con el don tangible de su Hijo (cfr. Jn 3,16). Al mismo tiempo se nos recuerda el valor destructor del pecado, o sea, de nuestro alejamiento del Dios de la vida.
“Ha resucitado Cristo, el que ha creado el mundo y ha salvado a los hombres con su misericordia. Aleluya” (Canto del Evangelio).
DP-114 1983
Homilía II: a cargo de D. Justo Luis Rodríguez Sánchez de Alva
En el almuerzo que siguió a esta segunda pesca milagrosa, Jesús sostuvo un diálogo con Pedro que comenzó con esta pregunta que también nos hace a cada uno en esta Eucaristía: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?". Esto es, ¿más que nadie y que a nadie?
Pedro no era alguien dotado de una gran cabeza, pero poseía algo infinitamente más valioso y envidiable: tenía un corazón enorme, era profundamente humano. Por eso, su respuesta, atemperada ahora por el dolor -las lágrimas enseñan muchas cosas- es realmente hermosa: "Sí, Señor, tú sabes que te quiero". No dice cuánto sea su afecto ni si es de mayor calidad que el de otros, porque el Señor conoce sobradamente lo que hay en el corazón de toda criatura.
Tras una breve indicación, Jesús insiste por tres veces en la misma pregunta. Esta insistencia de Cristo, que no ha apartado su penetrante mirada del discípulo escuece a Pedro que se entristeció "de que le preguntara por tercera vez si lo quería". En esos ojos que están clavados en él, que le quieren, le exigen, le acosan, porque el amor es pasión, locura, Pedro está viendo el agua que apaga la sed del corazón humano, el pan que alimenta y da la vida, un corazón que ama con una pasión infinita, un amigo verdadero, y, comprendiendo que una ofensa cometida en un momento de debilidad no es razón para dejar de querer a quien tanto se ha amado, contestó: "Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero".
Es un diálogo extraordinario, del que debemos hacernos protagonistas, no dilatando la confesión de nuestras faltas o abandonando el trato y el compromiso con el Señor cuando no nos hemos portado bien, porque Jesús añadió: "Apacienta mis ovejas". ¿Me amas? ¡Bien! ¡Cuida de los míos! ¡Preocúpate de los demás! ¡Siente como tuyos los problemas de mi Iglesia!
Nada de lo que concierne a los demás nos debe resultar indiferente, porque los demás son hijos de Dios. Son mi mujer, mi marido, mis hijos, mis familiares, mis buenos amigos..., por cada uno de ellos Jesucristo derramó su sangre. Cada uno de nosotros ha de sentir la responsabilidad de sostenerse y sostener a los que tiene a su alrededor. Tenemos obligación grave de no privar a quienes están cerca de la ayuda de nuestra oración, del buen ejemplo, del servicio desinteresado. Todos deberíamos hacer nuestro aquel grito del Apóstol. "¿Quién enferma, que yo no enferme con él?" (2 Co 11,29).
Homilía III: basada en el Catecismo de la Iglesia Católica
«¡Es el Señor!»
I. LA PALABRA DE DIOSHch 5, 27b-32.40b-41: Testigo de esto somos nosotros y el Espíritu Santo
Sal 29,2 y 4.5 y 6.11 y 12a y 13b: Te ensalzaré, Señor, porque me has librado (o Aleluya)
Ap 5, 11-14: Digno es el Cordero degollado de recibir el poder y la alabanza
Jn 21, 1-19: Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio; lo mismo el pescado
II. LA FE DE LA IGLESIA
«Con mucha frecuencia, en los evangelios, hay personas que se dirigen a Jesús llamándole "Señor"... En el encuentro con Jesús resucitado, se convierte en adoración: "Señor mío y Dios mío"... Entonces toma una connotación de amor y de afecto que quedará como propia de la tradición cristiana: "!Es el Señor!" (Jn 21, 7)» (448).
«El Señor hizo de Simón, al que dio el nombre de Pedro, y solamente de él, la piedra de su Iglesia. Le entregó las llaves de ella... lo instituyó pastor de todo el rebaño... Este oficio pastoral de Pedro y de los demás apóstoles pertenece a los cimientos de la Iglesia. Se continúa por los obispos bajo el primado del Papa» (881 y 765).
III. TESTIMONIO CRISTIANO
«... no abandonas nunca a tu rebaño, sino que, por medio de los santos pastores, lo proteges y conservas, y quieres que tenga siempre por guía la palabra de aquellos mismos pastores a quienes tu Hijo dio la misión de anunciar el Evangelio (MR, Prefacio de los apóstoles)» (857).
IV. SUGERENCIAS PARA EL ESTUDIO DE LA HOMILÍA
A. Apunte bíblico-litúrgico
La Resurrección «acontecimiento histórico demostrable por la señal del sepulcro vacío [Domingo de Pascua] y por la realidad de los encuentros de los apóstoles con Cristo resucitado [Domingos II y III], no por ello... pertenece menos al centro del Misterio de la fe...Por eso, Cristo resucitado no se manifiesta al mundo (cf Jn 14, 22) sino a sus discípulos, "a los que habían subido con él desde Galilea a Jerusalén y que ahora son testigos suyos ante el pueblo" (Hch 13, 31)» (647).
También en esta perícopa hay que tomar conciencia de la riqueza del anuncio evangélico: la presencia peculiar del Resucitado (cf 645), el banquete del Pez y del Pan, símbolos primitivos eucarísticos, el descubrimiento del Señor por los discípulos pero manteniendo El su misterio, la misión de Pedro en la Iglesia y su futuro martirial. (Cf Liturgia de las Horas II, 778-780).
B. Contenidos del Catecismo de la Iglesia Católica
La fe:
Sentido y alcance salvífico de la Resurrección: 651-655.
El ministerio de Pedro en la Iglesia: 553 (también 551-552).
La respuesta:
El encuentro con el Señor resucitado en la Iglesia por la oración: 2626-2643.
Toda la Iglesia es apostólica: 863-865.
C. Otras sugerencias
Pascua es el Tiempo del gozo profundo, de la alegría desbordante y de la paz del corazón.
El deseo de felicidad «es de origen divino: Dios lo ha puesto en el corazón del hombre a fin de atraerlo hacia El, el único que lo puede satisfacer... Dios nos llama a su propia bienaventuranza... a cada uno... al conjunto de la Iglesia» (cf 1718).
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