Jesús reza por nosotros, nos elige y está con nosotros

Homilía del Papa Francisco en Santa Marta

En el Evangelio de hoy podemos ver tres momentos de la vida de Jesús. El primero es la oración. Jesús pasa toda la noche rezando a Dios (cfr. Lc 6,12). Jesús reza por nosotros. Parece un poco extraño que Él, que vino a darnos la salvación, que tiene el poder, rece al Padre. Y lo hace a menudo. Jesús es el gran intercesor. Está delante del Padre en este momento, rezando por nosotros. ¡Y eso debe darnos ánimo! Porque, en los momentos de dificultad o de necesidad de tantas cosas, pensemos: Pero si Tú estás rezando por mí. Rezas por mí. ¡Jesús reza por mí al Padre! Es su trabajo de hoy: rezar por nosotros, por su Iglesia. Frecuentemente nos olvidamos de esto, de que Jesús reza por nosotros. Y esa es nuestra fuerza. Decirle al Padre: Padre, no nos mires a nosotros, sino a tu Hijo que reza por nosotros. Jesús reza desde el primer momento: rezó cuando estaba en la tierra, y ahora sigue rezando por cada uno de nosotros, por toda la Iglesia.

Después de la oración, Jesús elige a los 12 Apóstoles. El Señor lo dice claramente: No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros (Jn 15,16). Este segundo momento nos da valor: Yo he sido elegido, ¡soy una elección del Señor! En el día  del Bautismo me eligió. Pablo, pensando en esto, decía: Me eligió desde el seno de mi madre (Gal 1,15). Así que, los cristianos hemos sido elegidos. ¡Estas son cosas de amor! El amor no mira si uno es feo o guapo: ¡ama! Y Jesús hace lo mismo: ama y escoge con amor. ¡Y elige a todos! Para Él, en esa lista, no hay ninguno importante —entre comillas— según los criterios del mundo: es gente común, gente normal. Pero tienen una cosa —sí— que subrayar en todos: son pecadores. Jesús eligió a pecadores. Escoge a los pecadores. Y de eso le acusan los doctores de la ley y los escribas: Este come con pecadores (cfr. Mc 2,16) y habla con prostitutas (cfr. Lc 7,39). ¡Jesús llama a todos! Recordemos la parábola de las bodas del hijo (cfr Mt 22,1-14): cuando los invitados no vienen, ¿qué hace el dueño de la casa? Envía a sus siervos: Salid a los cruces de los caminos e invitad a todos los que encontréis (Lc 22,9). Buenos y malos, dice el Evangelio (Lc 22,10). ¡Jesús ha escogido a todos! Jesús eligió incluso a Judas Iscariote, que fue el traidor (Lc 16,16). El pecador más grande para Él. Pero fue elegido por Jesús.

Luego está el tercer momento: Jesús cerca de la gente. Una gran muchedumbre viene  para escucharlo y hacerse curar de sus enfermedades. Toda la gente quería tocarlo, porque salía de Él una fuerza que sanaba a todos (Lc 16,18). Jesús está en medio de su pueblo. No es un profesor, un maestro, un místico que se aleja de la gente y habla desde la cátedra. ¡No! Está en medio de la gente; se deja tocar; deja que la gente le pida. Así es Jesús: cercano a la gente. Y esa cercanía no es algo nuevo para Él: la demuestra en su modo de obrar, pero es algo que viene desde la primera elección de Dios por su pueblo. Dios dice a su pueblo: Pensad, ¿qué pueblo tiene un Dios tan cerca como Yo lo estoy con vosotros? (cfr Dt 4,9). La cercanía de Dios con su pueblo es la cercanía de Jesús con la gente.

Así es nuestro Maestro, así es nuestro Señor: uno que reza, uno que elige a la gente y uno que no tiene vergüenza de estar cerca de la gente. Y eso nos da confianza en Él. Nos fiamos a Él porque reza, porque nos ha elegido y porque está a nuestro lado.