Reconciliar y pacificar en lo pequeño

Homilía del Papa en Santa Marta

¿Cómo reconcilia Dios? ¿Cuál es el estilo de reconciliación de Dios? La tarea de Jesús fue precisamente reconciliar y pacificar. Pero, para reconciliar, Dios no hace una gran asamblea, ni firma un documento. Dios pacifica con una modalidad especial. Reconcilia y pacifica en lo pequeño y en el camino, como vemos en la primera lectura del Libro del profeta Miqueas (5,1-4), donde se habla de la pequeña Belén que será grande porque de ahí saldrá la paz. Siempre el Señor escoge las cosas pequeñas, las cosas humildes para hacer las grandes obras. E incluso nos aconseja hacernos pequeños como niños para poder entrar en el Reino de los Cielos. Dios reconcilia y pacifica en lo pequeño.

Y también en el camino: caminando. El Señor no quiso pacificar y reconciliar con una barita mágica: ¡hoy —¡pum!— todo hecho! No. Se puso a caminar con su pueblo, como vemos en este pasaje del evangelio de Mateo (1,1-16.18-23) un poco aburrido, ¿verdad?: “este engendró a este, este engendró a este, este engendró a este…”. Es una lista: ¡pero es el camino de Dios! El camino de Dios entre los hombres, buenos y malos, porque en esa lista hay santos y también criminales pecadores. ¡Hay tanto pecado aquí! Pero Dios no se asusta: camina. Camina con su pueblo. Y en ese camino hace crecer la esperanza de su pueblo, la esperanza en el Mesías. El nuestro es un Dios cercano. Camina con su pueblo. Y ese caminar con buenos y malos nos da nuestro estilo de vida.

¿Cómo debemos caminar, como cristianos, para pacificar como hizo Jesús? Poniendo en práctica el protocolo del amor al prójimo: el capítulo 25 del evangelio de Mateo. El pueblo soñaba la liberación. El pueblo de Israel tenía ese sueño porque se le había prometido que sería liberado, que sería pacificado y reconciliado. José sueña: el sueño de José es un poco como el resumen del sueño de toda la historia del camino de Dios con su pueblo. Pero no solo José tiene sueños. Dios sueña. Nuestro Padre Dios tiene sueños, y sueña cosas bonitas para su pueblo, para cada uno de nosotros, porque es Padre y, siendo Padre, piensa y sueña lo mejor para sus hijos.

Dios es omnipotente y grande, pero nos enseña a hacer la gran obra de la pacificación y de la reconciliación en lo pequeño, en el camino, a no perder la esperanza con esa capacidad de soñar grandes sueños y grandes horizontes. Hoy, en la conmemoración de una etapa determinante de la historia de la salvación, el nacimiento de la Virgen, pedimos la gracia de la unidad, de la reconciliación y de la paz. Pero siempre en camino, cerca de los demás, como nos enseñan las Bienaventuranzas y Mateo 25, y también con grandes sueños. Y ahora continuamos la celebración del memorial del Señor en lo pequeño, un pequeño trozo de pan y un poco de vino; en lo pequeño. Pero en este pequeño está todo. Está el sueño de Dios, está su amor, está su paz, está su reconciliación, está Jesús: Él es todo eso.