Rezar por todos los obispos con el corazón

Homilía del papa Francisco en Santa Marta

El Evangelio de hoy (Mc 3, 13-19) narra la elección de los DoceApóstoles porparte de Jesús: los elige para que estén con él y para enviarlos a predicar y con poder para expulsar demonios. Los Doce son los primeros obispos. Tras la muerte de Judas fue elegido Matías: es la primera ordenación episcopal de la Iglesia.

Los obispos son columnas de la Iglesia, llamados a ser testigos de la Resurrección de Jesús. Los obispos tenemos esta responsabilidad de ser testigos: testigos de que el Señor Jesús está vivo, de que el Señor Jesús ha resucitado, de que el Señor Jesús camina con nosotros, de que el Señor Jesús nos salva, de que el Señor Jesús dio su vida por nosotros, de que el Señor Jesús es nuestra esperanza, de que el Señor Jesús siempre nos acoge y nos perdona. ¡El testimonio! Nuestra vida debe ser eso: un testimonio, un verdadero testimonio de la Resurrección de Cristo.

Los obispos tienen dos deberes: el primer deber del obispo es estar con Jesús en la oración. La primera tarea del obispo no es hacer planes pastorales. No, no. ¡Rezar! Esa es la primera tarea. El segundo deber es ser testigo, es decir, predicar. Predicar la salvación que el Señor Jesús nos ha traído. Dos tareas nada fáciles, pero son precisamente esos dos deberes los que hacen fuertes a las columnas de la Iglesia. Si esas columnas se debilitan, porque el obispo no reza o reza poco, o se olvida de rezar; o porque el obispo no anuncia el Evangelio, y se ocupa de otras cosas, la Iglesia también se debilita, sufre. El pueblo de Dios sufre porque las columnas son débiles.

La Iglesia sin obispo no puede salir adelante, por eso la oración de todos por nuestros obispos es una obligación, pero una obligación de amor, una obligación de hijos con su Padre, una obligación de hermanos, para que la familia permanezca unida en la confesión de Jesucristo, vivo y resucitado. Por eso, yo quisiera invitaros hoy a rezar por los obispos. Porque también nosotros somos pecadores, también tenemos debilidades, también nosotros tenemos el peligro de Judas: porque también él fue elegido como columna. También nosotros corremos el peligro de no rezar, de hacer algo que no sea  anunciar el Evangelio y expulsar demonios. Rezar para que nuestros obispos sean lo que Jesús quería, que todos demos testimonio de la Resurrección de Jesús. El pueblo de Dios reza por los obispos. En cada Misa se reza por los obispos: se reza por Pedro, cabeza del colegio episcopal, y se reza por el obispo del lugar. Pero eso es poco: se dice el nombre y muchas veces se dice por costumbre, y se sigue así. Rezar por el obispo con el corazón, pedir al Señor: cuida de mis obispos; cuida de todos los obispos, y mándanos obispos que sean verdaderos testigos, obispos que recen, y obispos que nos ayuden con su predicacióna entender el Evangelio, a estar seguros de que Tú, Señor, estás vivo, estás entre nosotros.