Permanecer en Jesús

Como hoy no ha tenido lugar la celebración de Santa Marta en lugar de la Homilía facilitamos un texto del Papa para la oración

Martes, 23 de julio de 2019

Jesús es la vid y a través de Él —como la savia en el árbol— pasa a los sarmientos el amor mismo de Dios, el Espíritu Santo. Es así: nosotros somos los sarmientos, y a través de esta parábola, Jesús quiere hacernos entender la importancia de permanecer unidos a Él. Los sarmientos no son autosuficientes, sino que dependen totalmente de la vid, en donde se encuentra la fuente de su vida. Así es para nosotros cristianos. Insertados con el Bautismo en Cristo, hemos recibido gratuitamente de Él el don de la vida nueva; y podemos permanecer en comunión vital con Cristo. Es necesario mantenerse fieles al Bautismo, y crecer en la amistad con el Señor mediante la oración, la oración de todos los días, la escucha y la docilidad a su Palabra —leer el Evangelio—, la participación en los Sacramentos, especialmente en la Eucaristía y Reconciliación.

Si uno está íntimamente unido a Jesús, goza de los dones del Espíritu Santo, que —como nos dice san Pablo— son «amor, alegría, paz, magnanimidad, benevolencia, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí» (Gal 5, 22). Estos son los dones que recibimos si permanecemos unidos a Jesús; y como consecuencia, una persona que está así unida a Él hace mucho bien al prójimo y a la sociedad, es una persona cristiana. De estas actitudes, de hecho, se reconoce si uno es un auténtico cristiano, como por los frutos se reconoce al árbol. Los frutos de esta unión profunda con Jesús son maravillosos: toda nuestra persona es transformada por la gracia del Espíritu: alma, inteligencia, voluntad, afectos, y también el cuerpo, porque somos unidad de espíritu y cuerpo. Recibimos un nuevo modo de ser, la vida de Cristo se convierte también en la nuestra: podemos pensar como Él, actuar como Él, ver el mundo y las cosas con los ojos de Jesús. Como consecuencia, podemos amar a nuestros hermanos, comenzando por los más pobres y los que sufren, como hizo Él, y amarlos con su corazón y llevar así al mundo frutos de bondad, de caridad y de paz.

Cada uno de nosotros es un sarmiento de la única vid; y todos juntos estamos llamados a llevar los frutos de esta pertenencia común a Cristo y a la Iglesia. Encomendémonos a la intercesión de la Virgen María, para que podamos ser sarmientos vivos en la Iglesia y testimoniar de manera coherente nuestra fe —coherencia de vida y pensamiento, de vida y fe—, conscientes de que todos, de acuerdo a nuestra vocación particular, participamos de la única misión salvífica de Cristo.

PAPA FRANCISCO. REGINA COELI
Plaza de San Pedro. Domingo 3 de mayo de 2015