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La cultura de la vida, un empeño afirmativo. Gonzalo Herranz (14/3/2001)

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Almudi.org. La cultura de la vida, un empeño afirmativo La acción de los movimientos "pro vida" no está exenta del desgaste que produce una lucha que aparentemente da pocos frutos. El profesor Gonzalo Herranz, del Departamento de Humanidades Biomédicas de la Universidad de Navarra, señala algunos de esos riesgos, subraya los aspectos propositivos y pone de relieve que se trata de un empeño permanente. Ofrecemos una síntesis de su intervención en la VII Asambl... Almudi.org. La cultura de la vida, un empeño afirmativo

La acción de los movimientos "pro vida" no está exenta del desgaste que produce una lucha que aparentemente da pocos frutos. El profesor Gonzalo Herranz, del Departamento de Humanidades Biomédicas de la Universidad de Navarra, señala algunos de esos riesgos, subraya los aspectos propositivos y pone de relieve que se trata de un empeño permanente. Ofrecemos una síntesis de su intervención en la VII Asamblea de la Academia Pontificia para la Vida, celebrada en Roma del 1 al 4 de marzo.

Cuando se analiza lo que la encíclica Evangelium vitae dice sobre la cultura de la vida, se echa de ver que el Santo Padre se está refiriendo a una doble realidad. De un lado, la cultura de la vida nos es mostrada por el Papa como algo que tiene su razón de ser en su enfrentamiento a la cultura de la muerte.

De otro lado, la cultura de la vida aparece en la encíclica como una realidad afirmativa y dinámica, autosuficiente y verdadera, que existe y se tiene en pie por sí misma, que no necesita ser entendida como reacción.

Una batalla desigual

Es lógico que a la primera dimensión, bélica y antagónica, de la "cultura de la vida" se haya dedicado en el mundo entero un esfuerzo intenso y prioritario, tan rico en frutos como pobre en medios (1).

La batalla a favor de la vida es muy dura y sin pausa, se hace contra un enemigo que dispone de medios y recursos enormes: es, como dice el Papa, una guerra de los fuertes contra los débiles (Evangelium vitae, 100). Dada tal desproporción de fuerzas entre uno y otro bando, no es de extrañar que, con el paso del tiempo, entre muchos luchadores por la vida se aprecien acentos de dureza y resentimiento, de aspereza y amargura, fruto de la fatiga, de las heridas inevitables, de las aparentes derrotas, propias de toda guerra prolongada. Se genera así una ideología más negadora que afirmativa, se pierden facultades para la amistad.

Sucede, paradójicamente, que lo que empezó siendo un movimiento a favor de la vida se ha ido transformando insensiblemente en un generador de acciones "anti-": contra el aborto o la eutanasia, pero también contra personas singulares y, especialmente, contra las poderosas organizaciones que promueven la "cultura de la muerte".

Es fácilmente comprensible que, dada la violencia de esta guerra y la cercanía del frente de batalla, se haya dedicado menos atención a desentrañar los contenidos positivos de la nueva cultura de la vida que a la tarea, aparentemente más urgente, de combatir los errores y estrategias de la "cultura de la muerte". Y, sin embargo, a mi parecer, nada es más esencial que estudiar las cuestiones y problemas que podrían llamarse aspectos afirmativos de la cultura de la vida.

Me limitaré a ofrecer algunos barruntos sobre dos puntos: uno se refiere al compromiso insobornable con la verdad que han de tener todas las acciones que se encuadran en la cultura de la vida; el otro consiste en algunas consideraciones sobre el menos atendido, y quizá el más difícil, de los proyectos de la nueva cultura de la vida humana que el Papa nos señala: el de celebrar el Evangelio de la vida.

El compromiso con la verdad

Una búsqueda sistemática, en el texto de Evangelium vitae, de la palabra "verdad" y de los términos emparentados nos muestra de modo palmario que el Santo Padre coloca la verdad como un elemento esencial de la teoría y la práctica de la cultura de la vida. Nos habla del valor capital de la verdad en la difusión del Evangelio de la vida, pues sólo en un profundo compromiso con la verdad puede el hombre descubrir y difundir el respeto por la humanidad de todo ser humano.

Y, por contraste, los mensajes de algunos de los que militan en el campo de la cultura de la vida parecen contaminados de diferentes formas de faltas a la verdad: no en el sentido de que sus autores usen deliberadamente de la mentira o el engaño, sino en el de que han sucumbido a la tentación de la eficiencia estratégica. Y, entonces, exageran la verdad y la deforman, con la pretensión de hacerla más dura y convincente. O la torturan para hacerle revelar aspectos que no están contenidos en ella; o la revelan en parte y, a la vez, en parte la ocultan, para eludir la inevitable complejidad que no pocas veces la realidad presenta.

En otras ocasiones, por la urgencia de la situación o por falta de veneración por la verdad, se difunden escritos inmaduros, fruto de la improvisación, creados en la irritación o en la ira, que dañan a la causa de la cultura de la vida y provocan el regocijo de los que la combaten.

Celebrar la vida

Ha llegado el momento de preguntarnos qué es eso de celebrar el Evangelio de la vida y qué papel desempeña en la construcción de la nueva cultura.

Yo puedo hablar, con algo de conocimiento, del papel que la celebración del Evangelio de la vida puede jugar en dos áreas: en la docencia de la Medicina y en las acciones sociales promovidas en favor de la vida.

Paradójicamente, no parece muy aguda esa mirada contemplativa de que habla el Papa Juan Pablo II entre muchos universitarios. Para empezar, ¡qué pobremente inspirados y escritos parecen la mayoría de los libros que estudian nuestros alumnos! Son libros fríamente descriptivos, escritos sin entusiasmo por la vida, con una objetividad envarada, unidimensional, aburridamente formalista. Habría que reescribir los tratados de Biología y Patología del hombre con una actitud nueva, una actitud que uniera, al mismo tiempo, el rigor de la observación científica y la evaluación crítica de hechos e hipótesis y el rasgo definitivamente humano de la admiración.

Muchas veces bastaría introducir en libros y explicaciones pequeñas pausas para dar tiempo y lugar al asombro y a sus innumerables motivos.

Formación del carácter

La cultura de la vida requiere generosidad y servicio, vencer el egoísmo, tener capacidad de aventura. El Papa nos dice que hace falta una paciente y valiente obra educativa que apremie a todos y a cada uno a hacerse cargo del peso de los demás, que se necesita una continua promoción de vocaciones de servicio, particularmente entre los jóvenes. Ese esfuerzo educativo es imprescindible y urgente en el contexto social de hoy, tan frío y egoísta (Evangelium vitae, 88).

En un análisis de la crisis de humanidad que está atravesando la práctica de la Medicina, un médico judío, el Prof. Shimon Glick, afirma que tal crisis es el resultado directo del empobrecimiento en valores morales y éticos que muchas sociedades democráticas occidentales han introducido en sus sistemas educativos. Basta calcular la calidad humana y moral que tendrán los jóvenes, hombres y mujeres, candidatos a la profesión médica que han sido criados y educados como niños o adolescentes en un ambiente acomodado y abiertamente permisivo, acostumbrados a obtener sin esfuerzo e inmediatamente lo que quieren y siempre que lo desean; a los que se les enseña que el objeto último de la vida es aspirar, con el costo moral más bajo posible, al bienestar y a la autosatisfacción (5).

En el estilo educativo de hoy falta casi por completo la educación para la generosidad, para la alegría de dar y darse.

Un empeño para toda la vida

El activismo en favor de la vida ha de estar informado de alegría. El Evangelio de la vida, lo mismo que la nueva cultura que le es anexa, no es una convicción política, o un modo de juzgar sobre demografía, o de evaluar las relaciones sociales. Lo que ha de impelernos a defender la vida es la gratitud que sentimos por la incomparable dignidad del hombre. Esa es la razón que nos ha de impulsar a hacer partícipes de nuestro mensaje a los demás hombres y mujeres.

Una cosa está clara en el mensaje del Papa. Después de Evangelium vitae, el activismo pro-vida no puede dejar de ser afirmativo y revelador de su riqueza evangélica. No puede caer ya nunca más en el juego triste de hacer la contra, de aceptar el reto de competir en el odio o en la altanería, como quieren sus enemigos.

 


(1) Ver, por ejemplo, la página de Internet de la Culture of Life Foundation en la que pueden encontrarse conexiones a un elevado número de organizaciones que militan en el campo de la cultura de la vida.

(5) GLICK S., "Humanistic medicine in a modern age", New England Journal of Medicine 1981; 304:1036-1038.

(ACEPRENSA)

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