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El Tribunal Europeo de Derechos Humanos reconoció explícitamente que “no existe un derecho humano al aborto”. ¿Un paso adelante para que el aborto deje de ser “un sepulcro abierto” para que Europa se entierre a sí misma?
Y escribo “una”, porque “la buena noticia” nos llega directamente de la cuna de Belén: el nacimiento del Hijo de Dios hecho hombre.
Ante un recurso presentado por tres mujeres contra el Estado de Irlanda, porque no habían podido abortar en ningún hospital de la isla de San Patricio, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos reconoció explícitamente que “no existe un derecho humano al aborto”.
Y subrayó, en cambio, que la Convención Europea de Derechos Humanos sí reconoce explícitamente “el derecho a la vida del no nacido”. El “no nacido”, por tanto, es reconocido ya como lo que es desde su concepción: una persona, un ciudadano, capaz de tener, y de gozar, de derechos. Aunque en realidad podríamos decir que el “no nacido” a lo que verdaderamente tiene derecho es a “salir vivo del vientre materno”, porque “vida” ya tiene, y la vive.
¿Un paso adelante para que el aborto deje de ser “un sepulcro abierto” para que Europa se entierre a sí misma?
Quizá.
El admitir claramente “el derecho a la vida de no-nacido” —derecho que ha estado reconocido en los códigos no escritos de todas las civilizaciones que han echado raíces sobre la tierra— lleva consigo la explícita aceptación de que ante el no nacido estamos ante un “verdadero ser humano”.
No consta todavía ante ningún registro civil; ni eclesiástico. Pero esos registros son, sencillamente, la última etapa de un proceso. La primera etapa es la realidad de “vivir”; y el ser humano, desde su concepción, está “viviendo” como un ser humano verdadero. El “registro” no crea derecho; ni siquiera “reconoce derecho”; sencillamente “toma nota” del derecho que ya existe.
Y, por si una buena noticia no bastará en estos santos días de Navidad, en los que los cristianos, los que creemos que Jesucristo es el Hijo de Dios hecho hombre, celebramos Su nacimiento, de Bruselas nos llega otra buena noticia.
El Centro Europeo de Derecho y Justicia ha afirmado:
«El objetivo natural y el deber del Estado es proteger la vida de su gente; las personas, por tanto, mantienen el derecho a tener sus vidas protegidas por el Estado». Y yo añado, añadiendo a este párrafo el espíritu del anterior, «también cuando esas vidas están creciendo todavía en el seno materno».
El director del Centro recalcó que el Tribunal: «reconoció el derecho a la vida como un derecho legítimo».
Y en relación directa con la legislación irlandesa que no acepta el aborto, afirma: «un Estado es libre de proporcionar un grado muy elevado de protección del derecho a la vida del no nacido».
Los gobernantes de Irlanda reconocen, con inequívoca claridad, la dignidad trascendente de la persona humana. Quizá alguno, en un momento de silencio ante del Norte, haya meditado, el salmo 8: «Cuando contemplo el cielo, obra de tu manos, la luna y las estrellas que has creado, me pregunto: ¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él, el ser humano para darle tanto poder? Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad, le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies».
¿Qué es el hombre?
El Hijo de Dios da la respuesta naciendo hombre en el portal de Belén.
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