Recuerda que, como señalaba W. Lippmann, “cuando todos piensan igual, ninguno está pensando”
Me lo contaban hace tiempo. No recuerdo si era chiste o realidad… La edad no perdona, je, je.
La historia era la de un ‘recomendado’ del jefe del estado ‘de un país muy lejano’. El chaval debía superar (allá por los años cincuenta del siglo pasado) un examen oral, requisito previo a su acceso a la universidad, ante un tribunal compuesto por tres personas.
Estas eran tan inconscientes de sus deberes, como conscientes de la recomendación. El gobernante, según la historia o historieta, se había limitado a manifestar su interés por conocer el resultado de ‘ese chico’.
Personado el joven −vago redomado− ante el tribunal, este decidió abordar la Historia de España (entonces se estudiaba… de veras).
Optaron, así, por preguntarle algo fácil, amplio: Los Reyes Católicos. Cualquier cosa que apuntara, serviría.
El chico quedó pensativo, musitando: “los Reyes Católicos, los Reyes Católicos…”; al pobre, lo más que le venía a la cabeza eran Melchor, Gaspar y Baltasar… pero un resquicio de lucidez le impedía soltarlo.
Ante el persistente silencio del examinado, el tribunal decidió cambiar la pregunta: El descubrimiento de América.
Pero el chaval apenas cambiaba la respuesta… y repetía: “el descubrimiento de América, el descubrimiento de América… 1942, 1942…”.
El tribunal optó por preguntarle, en concreto, por los nombres de las tres carabelas de Colón, a ver si “centraba el tiro” y no naufragaba…
Ni por esas.
Ante su prolongado silencio, el presidente del tribunal se dirigió al joven y le soltó:
−Oiga, ¿usted cree que así se puede aprobar?
El joven, cabizbajo, señaló de forma casi inaudible: −No…
La respuesta de quien presidía el tribunal fue inmediata: −Pues sí, se puede.
Y le aprobaron.
La actual ministra de Educación parece querer emular al tribunal: eso sí, con carácter general, “democratizando la ignorancia”. Todo el mundo adelante: da igual lo que sepa; o lo que suspenda… Y así, pasa. Y así pasa…
¿Pretenden fomentar de esta manera la mejora continua?, ¿estimular el esfuerzo, el mérito, la capacidad, la excelencia, la calidad, el conocimiento…?, ¿ayudar a que en nuestro país contemos con el mayor número posible de personas cultivadas, con criterio propio, espíritu crítico y que piensen por sí mismas? ¿Es ese el alto objetivo de Pedro y Pablo (y no me refiero a Los Picapiedra)?
A ello, súmale la calidad de contenidos de la práctica totalidad de las teles más financiadas, con sus Salvamés y similares… Incluye, claro está, a ‘Televisión Espantosa’, −como la denominó su propia Administradora Única en un lapsus significativo− y… ya tenemos el cóctel perfecto.
¡Ah! Más aún si nos encargamos de que los padres no puedan elegir el colegio que quieran; por más que este sea un derecho fundamental reconocido en la Carta de Derechos Humanos, la Constitución o lo que sea.
Los hijos son ‘del Estado’, te dicen. Y para que lo sean aún más, hay que imponer una escuela pública, única, laica y progresista.
Y hay que ir a por la concertada: a saco. Aunque haya una gran demanda social; y aunque sea −precisamente− una aducida demanda social −falsa en el caso que plantean− aquello en lo que pretende apoyarse el Gobierno, para lo de la eutanasia. Pero, en el primer caso −donde la demanda es real− ese criterio se obvia.
A por la concertada. A destruirla; a laminarla. ¡Da igual que sus costes sean muy rentables! ¡Da igual que su trayectoria, calidad y resultados sean excelentes! ¡Da igual lo que diga el art. 27 de la CE! Da igual todo. ¡A por ellos! Y más ahora, que está todo el mundo enfocado en el desastre de la pandemia… ¡A por ellos!
En fin, que ya lo declaró Sánchez, de forma solemne ante la ONU bien recientemente:
“Represento a un Gobierno progresista que ha hecho bandera de la reducción de las desigualdades”.
Y así es: van a igualarnos a todos (y a todas). Pero por lo bajo.
Todos arruinados. En todos los ámbitos: el económico, desde luego (ahí está −¿dónde?− la destrozada clase media).
E “igualados”, a la baja, claro está, en algo esencial: lo educativo. Porque así será más fácil que todos (y todas) piensen igual.
Recuerda que, como señalaba W. Lippmann, “cuando todos piensan igual, ninguno está pensando”. O a lo mucho un par. Y no son Los Picapiedra. Aunque se llamen igual.
Oye, ¿tú y yo nos vamos a quedar, aquí, en el sofá, levantando acta, cual notarios, y dando fe de lo que está sucediendo (nos)? ¿O tenemos que dar, más que fe, esperanza?
¿Esperamos que el informe médico se convierta en autopsia o nos movemos? Por nuestra sociedad, por nuestros hijos, por nuestros valores…
¿Podemos hacer algo?
Te contesto con la frase del presidente del tribunal (que es también frase, qué curioso, de uno de los dos que nos ‘gobiernan’).
Sí se puede.
Pues, ea. ¡A ello, que vamos tarde!
¿Me ayudas a difundir?
José Iribas, en dametresminutos.wordpress.com.
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