Palabra
Ante aquella tumba se detiene uno en diálogo y en oración, para pedir la intercesión de Karol Wojtyla, el Papa al que la gente ha invocado desde la muerte pero que consideraba santo ya en vida
VIDEO: Un libro reúne los mejores mensajes dejados ante la tumba de Juan Pablo II
Un río de fe y esperanza discurre cada día por delante de la tumba del Papa Juan Pablo II, en las grutas vaticanas de Roma. Provienen de todas las naciones los peregrinos que hacen del lugar de sepultura de Karol Wojtyla la principal meta de su viaje, para solicitar gracias, pero también para saludar y, sobre todo, para dialogar con el Papa que les acompañó durante un cuarto de siglo. Un diálogo, no un monólogo; un entendimiento profundo, y no una simple invocación.
Una particular comunicación
La relación entre Juan Pablo II y los fieles tiene algo de extraordinario: por aquella media de doce mil personas que bajan diariamente a las raíces del cristianismo, a pocos metros de la sepultura de San Pedro y, aún más, por la intensidad que connota este vínculo. Una relación que mueve desde lejos, que puede encontrarse en cada paso del largo pontificado del primer Papa eslavo y polaco de la historia, de un sucesor de Pedro que ha hecho del diálogo, del contacto directo, en una palabra: de la comunicación, la principal característica de su mandato misionero. Esto no significa dejar en segundo plano la relevancia de su Magisterio, sino subrayar cómo este nuevo modus communicandi ha representado un vehículo eficaz para llegar al pueblo, no solamente al perteneciente a Dios de modo consciente, sino también al que vive distante de Él.
Juan Pablo II habló de modo eficaz al hombre, a todo hombre. Lo hizo con sus indudables dotes comunicativas. Con la espontaneidad, con los gestos e incluso con la normalidad que hizo que el Papa, del delegado de Cristo en la tierra, se asemejara fuertemente a todas las personas, también en la enfermedad mostrada por primera vez por las cámaras de televisión como un mensaje incisivo para las condiciones normales de la vida.
Mensajes, objetos…
En mis visitas a la tumba me impresionaron los numerosos mensajes, fotos, cartas y objetos que representaban un evidente feedback a aquellos más de veintiséis años de pontificado, también mediático. Me preguntaba cuál sería el tipo de diálogo todavía existente entre los fieles y el Papa polaco, cuál el lenguaje, cuáles los contenidos. Ese interés originó mi investigación (contenida en el libro “Querido señor Papa – lo que los fieles escriben a Juan Pablo II”), que realicé gracias a la autorización que me concedió Mons. Slawomir Oder, el postulador de la causa de beatificación y canonización, quien puso a mi disposición los millares de mensajes que se recogen en torno a la tumba y que se convierten no sólo en objeto de verificación, sino sobre todo en patrimonio de devoción.
A la lectura de aquellas cartas y papeles he añadido las observaciones de los fieles que se acercan de visita hasta la tumba. El cardenal Angelo Comastri, arcipreste de la basílica papal de San Pedro, vicario general de Su Santidad para la Ciudad del Vaticano y presidente de la Fábrica de San Pedro (organismo dedicado a la conservación, decoro y disciplina de la basílica) me permitió permaneces numerosas horas, en diferentes jornadas, al lado de la tumba, para observar el comportamiento de los fieles, sus reacciones y emociones a la vista de aquella escueta lápida que lleva la inscripción: “Ioannes Paulus P.P. II – 16.X.1978-2.IV.2005”, las fechas de inicio y fin del pontificado.
Los diferentes análisis convergen en un punto común: Juan Pablo II es una presencia decididamente viva, no porque continúa sonando su eco en la historia, sino porque en el corazón de cada uno se ha encendido la luz de una relación que supera el espacio y el tiempo. La conciencia de hallarse ante un Papa que ha sido también hombre en sus experiencias de vida, en la guerra, en el trabajo, en la cultura, en el arte, en el deporte y en las amistades, mueve a los fieles a escribirle como se hace con un amigo. Un fenómeno transversal a las edades, niveles culturales y sectores sociales.
Lugar de esperanza
Además de numerosísimas peticiones de gracias para curaciones y maternidad (no es casualidad que muchos niños se llamen Karol), se piden auténticos consejos en el ámbito del trabajo, de las relaciones interpersonales, del amor; y no se renuncia a contar situaciones muy personales, como traiciones y abortos. Situaciones dolorosas de las cuales se espera consolación, perdón y también consejos, por medio de alguna precisa señal.
Pero el sepulcro de Juan Pablo II es mucho más que un lugar de lavado colectivo: es el lugar de la fe, de la esperanza, de los milagros. Ante aquella tumba se detiene uno en diálogo y en oración, para pedir la intercesión de Karol Wojtyla, el Papa al que la gente ha invocado desde la muerte pero que consideraba santo ya en vida. Como está escrito en millares de esos testimonios.
Elisabetta Lo Iacono, autora del libro “Querido señor Papa – lo que los fieles escriben a Juan Pablo II”
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