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VIDEO: La historia del mosaico de la plaza de San Pedro
Uno de los elementos arquitectónicos más recientes en la plaza de San Pedro es el mosaico dedicado a María "Mater Ecclesiae" junto con el texto "Totus Tuus", una muestra más del cariño a la Virgen del beato Juan Pablo II
Artículo de Javier Cotelo, publicado el 14.VI.2011 en L´Osservatore Romano
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Tuve el privilegio de vivir de cerca los antecedentes que precedieron a esa decisión, que pone de manifiesto dos características del Beato Juan Pablo II: su particular relación con los jóvenes y su sentido del agradecimiento.
En la Semana Santa de 1980, el Papa Juan Pablo II recibió en audiencia a varios miles de jóvenes llegados a Roma para el Foro UNIV, encuentro internacional de universitarios que frecuentan los centros del Opus Dei en todo el mundo. Este evento, que se inició en 1968, conjuga el deseo de vivir el Triduo Santo en Roma, la ciudad de Pedro, con actividades de enriquecimiento cultural entre los estudiantes.
Al final de la audiencia, uno de los jóvenes, llamado Julio Nieto, comentó al Santo Padre que, tras observar las imágenes de la plaza de San Pedro, había echado en falta una de la Virgen y que, por tanto, la plaza estaba incompleta. «¡Bien, muy bien! Habrá que completar la plaza», fue la respuesta de Juan Pablo II.
Esta conversación llegó a oídos de Monseñor Álvaro del Portillo, sucesor de San Josemaría Escrivá al frente del Opus Dei. Mons. Del Portillo, movido por el deseo de poner en práctica sin demora lo que consideraba un querer del Santo Padre, me pidió enseguida que pensara un lugar y una solución para colocar en la plaza una imagen de la Virgen, añadiendo que se podría poner bajo la advocación Mater Ecclesiae. Por aquel entonces, yo trabajaba en Roma como arquitecto y tenía la suerte de vivir junto al Prelado del Opus Dei en viale Bruno Buozzi.
Después de varias semanas, y tras varias visitas a la plaza para encontrar alternativas, presenté a Monseñor Del Portillo una posible solución, con sus correspondientes fotomontajes y dibujos: sustituir una ventana en el chaflán del edificio que hay entre el Cortile de San Dámaso y la plaza, por un mosaico de la Virgen.
El 27 de junio de 1980, se hizo llegar al Santo Padre el proyecto: era un álbum con textos, dibujos y fotografías, y con los croquis de alzado y sección que se reproducen en esta página. Como pasaron varios meses sin noticias, se volvió a enviar al Santo Padre una copia del material, a través del entonces secretario del Papa, Mons. Stanislaw Dziwisz.
Meses después, Juan Pablo II recibió aquel disparo al que sobrevivió, como él mismo lo decía, gracias a la protección de María. En muestra de agradecimiento, quiso que se pusiera una imagen de la Virgen en la plaza de San Pedro. A raíz de ese encargo del Romano Pontífice, aquella propuesta de Mons. Del Portillo, fue sometida al examen de las autoridades competentes en el Vaticano y se eligió ese lugar como sede de la Mater Ecclesiae.
El mosaico (inspirado en la Madonna della colonna que procedía de la basílica constantiniana) fue colocado el 7 de diciembre de 1981 y, al día siguiente, tras el rezo del Angelus, Juan Pablo II lo bendijo, no sin antes manifestar un deseo: «que todos los que vengan a esta plaza de San Pedro eleven hacia Ella la mirada, para dirigirle, con sentimiento de filial confianza, el propio saludo y la propia oración» (Ángelus, 8 de diciembre de 1981).
Muchas veces he pensado en este evento como una pequeña muestra de la especial relación de Juan Pablo II con los jóvenes: no deja de ser sorprendente que aquel “habrá que completar la plaza” que el Papa había dicho a un universitario un año y medio atrás, se hiciera ahora realidad.
Tres días más tarde, el 11 de diciembre, supe que el Papa había invitado a Monseñor Del Portillo a concelebrar la Misa en su capilla privada y a desayunar: deseaba hacerle saber la alegría que le había provocado bendecir la imagen de la plaza y agradecerle que le hubiera hecho llegar la idea para su colocación.
Además, el Santo Padre tuvo el detalle de enviarle, algunos días después, el cartón con el dibujo del mosaico, en negro, que se utilizó para probar la colocación de las piezas de color. Este dibujo se encuentra actualmente en la sede central de la Prelatura del Opus Dei.
Fue Pablo VI quien, en noviembre de 1964, anunció el deseo de terminar las sesiones del Concilio Vaticano II «con la alegría de reconocer a la Virgen con el título de Madre de la Iglesia, Mater Ecclesiae». Y añadió Pablo VI: «Este título nos ayudará a celebrar a María Santísima, amorosa reina del mundo, centro materno de unidad, pia esperanza de nuestra salvación». Ver esta imagen, tan unida a los papas Pablo VI y Juan Pablo II, es un buen recordatorio para todos los cristianos; al verla, es fácil acudir a ella pidiéndole protección sobre sus hijos en la Iglesia.
Javier Cotelo
(*) Publicado originariamente en L'Osservatore Romano
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