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Amor y letras
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Amor y letras

Liberal arts
  • Público apropiado: Jóvenes-adultos
  • Valoración moral: Con inconvenientes
  • Año: 2013
  • Dirección: Josh Radnor
Contenidos: Imágenes (alguna X-), Diálogos (algunos D-)

Dirección y guion: Josh Radnor. País: USA. Año: 2012. Duración: 97 min. Género: Comedia dramática, romance. Interpretación: Josh Radnor (Jesse Fisher), Elizabeth Olsen (Zibby), Richard Jenkins (profesor Peter Hoberg), Allison Janney (Judith), Elizabeth Reaser (Ana), John Magaro (Dean), Zac Efron (Nat). Producción: Brice Dal Farra, Claude Dal Farra, Lauren Munsch, Josh Radnor y Jesse Hara. Música: Ben Toth. Fotografía: Seamus Tierney. Montaje: Michael R. Miller. Diseño de producción: Jade Healy. Vestuario: Deborah Newhall. Distribuidora: Avalon. Estreno en USA: 14 Septiembre 2012. Estreno en España: 15 Marzo 2013.

Reseña:

   Después de triunfar y hacerse famoso con su papel de Ted Mosby en la serie televisiva “Cómo conocí a vuestra madre”, el actor de Ohio Josh Radnor sorprendió a todos con su primer largometraje como guionista y director, “Happythankyoumoreplease”, espléndida tragicomedia romántica, con la que ganó el Premio del Público en el Festival de Sundance 2010. Ahora se consolida como el nuevo Woody Allen —pero en clave optimista y trascendente— con “Amor y letras”, otra magnífica tragicomedia romántica, que también escribe, produce, dirige e interpreta.

   Esta vez, Radnor da vida a Jesse, de 35 años, culto y desastrado, que trabaja como profesor de Literatura en la Universidad de Nueva York y no acaba de encontrar su ritmo vital. La oportunidad le llega cuando viaja a Ohio, a la universidad donde estudió, para asistir al homenaje a uno de sus maestros más queridos, el recién jubilado profesor Hoberg (Richard Jenkins). Allí, Jesse rememora sus ilusionados tiempos universitarios, descubre la triste realidad de su admirada profesora Fairfield (Allison Janney) y conoce a una joven estudiante de segundo de Literatura, Zibby (Elizabeth Olsen), inteligente, vitalista y aparentemente muy madura para su edad. Enseguida, la sintonía entre ambos se transforma en enamoramiento, lo que genera en Jesse un peliagudo dilema moral, pues pesan en su conciencia los dieciséis años de diferencia entre él y Zibby, y sobre todo su propia perplejidad ante esa cosa llamada amor…

   Por fuera, “Amor y letras” goza de la frescura narrativa e interpretativa de otras recientes producciones “Indie”, como “Pequeña Miss Sunshine”, “Lars y una chica de verdad”, “Juno”, “Once” o “The Visitor”. Y, como ellas, va acompañada por una sensacional banda sonora —aquí, de Ben Toth—, completada por una excelente y generosa selección de música clásica y moderna, empleada siempre con un eficacísimo sentido dramático. Radnor deja que la cámara se enamore de sus entrañables personajes, y ellos cautivan al espectador gracias a las excelentes interpretaciones de todos los actores, y especialmente de Elizabeth Olsen y el propio Radnor.

   En cualquier caso, lo mejor del filme y lo que da entidad a todo lo demás, es su sólido guión, riquísimo en referencias literarias y artísticas, sin atisbo de cinismo o frivolidad, y cargado con mucha emoción de verdad. A través de él, Radnor rinde homenaje a la profesión docente y a la buena literatura —“El mundo está tan mal porque la gente lee libros muy malos”, asegura su personaje— y, sobre todo, desarrolla una incisiva y sutil radiografía de la inmadurez afectiva de tantos jóvenes —afectados por el famoso síndrome de Peter Pan—, al tiempo que establece dos profundas coordinadas de la madurez: el autocontrol de los propios instintos y la apertura a los demás, incluido a Dios. “En mi película —señalaba Josh Radner a Juana Samanes en una entrevista para “13TV”—, se muestra el contraste entre la hondura de la música clásica, los viejos poemas de amor, las cartas manuscritas… y la superficialidad del email, el facebook, el twitter… Es lo que mi personaje echa de menos de sus tiempos universitarios, y lo que recupera en cierta medida. El mensaje es que hay que vivir las cosas con más profundidad, con relaciones más personales, cariñosas e inocentes, que vayan más allá de la simple atracción sexual y del ansia por satisfacerla inmediatamente. Al revés de lo que es habitual hoy día, aquí propongo conocer al ser amado emocionalmente antes que físicamente”. Y concluía: “En muchas películas, el romance se describe desde la fantasía, como si todos los problemas se fueran a resolver a través del amor. Sin embargo, una relación real no es así. La vida real te enseña que debes mirar a través de los ojos de la persona amada. Eso no te ahorra el dolor, pero te abre una perspectiva más lúcida, de la que puedes aprender. Una buena relación es difícil, pero muy enriquecedora. Y eso me parece más real que cualquier clase de fantasía”.

   En cuanto a su fascinante acercamiento a la religión, Radnor —de familia judía— también nada a contracorriente. En una entrevista que me concedió para “COPE”, señaló lo siguiente: “Si uno cree en Dios —y yo creo en él—, no lo ve sólo en ciertos espacios, como las iglesias o la naturaleza. Si Dios es omnipresente, está en todos lados: en las habitaciones de hotel, en los taxis, en el cielo... Al menos, ésa es la experiencia de mi conciencia… o de mi falta de conciencia. Por eso, mis dos películas como director muestran personajes que viven situaciones muy cotidianas, pero que podríamos calificar como experiencias de gracia. Alguien dijo que ‘un milagro es un cambio de percepción’. Me gusta esa idea. De ahí que muestre en mis películas esos momentos en que lo más cotidiano se transforma en un milagro”. Este certero enfoque le distancia de Woody Allen, aunque reconoce al veterano cineasta neoyorquino como uno de sus referentes principales: “No quiero compararme con él —me aseguraba en la citada entrevista—, pues es un auténtico genio, que ha dirigido más de cuarenta películas... En todo caso, él tiene una visión muy caótica del mundo: sus películas muestran mucha ansiedad, ausencia de sentido, perplejidad… Por el contrario, yo sí creo que existe un gran orden en el mundo. Quizás no lo vemos, pero está ahí. Por eso, mis dos películas como director tienen un cierto enfoque místico y metafísico”.

   Todos estos sugerentes enfoques enriquecen muchísimo “Amor y letras”, en la que Radnor recuerda aquella famosa cita de la “Oda a una urna griega”, de John Keats, “La verdad es belleza, y la belleza es verdad”, y hasta se atreve a reflexionar sobre los supuestos conflictos entre el amor humano y el divino, concluyendo que, en realidad, “el amor divino es el único que existe”. Casi nada. (Cope J. J. M.)