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El instante más oscuro
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El instante más oscuro

Darkest Hour

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Días antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial. A los pocos días de convertirse en primer ministro de Gran Bretaña, Winston Churchill (Gary Oldman, nominado por la Academia) debe hacer frente a una de las decisiones más difíciles de su carrera política: negociar un tratado de paz con la Alemania nazi o mantenerse fiel a sus ideales y a la libertad de una nación. Con las imparables fuerzas nazis adentrándose en Europa Occidental, la amenaza de una invasión inminente, un pueblo que no está preparado, un rey escéptico y su propio partido conspirando en su contra, Churchill, a pesar de vivir el instante más oscuro, guiará a una nación e intentará cambiar el curso de la historia mundial.

Joe Wright acierta al centrarse en un momento distinto de la vida del líder británico más valorado de todos los tiempos, cuando en 1940 el parlamento fuerza la dimisión del primer ministro, Neville Chamberlain, que no ha sabido gestionar la amenaza de Adolf Hitler. Su partido se ve obligado a elegir como sustituto a Winston Churchill, desprestigiado por instigar la desastrosa batalla de Gallipoli durante la Gran Guerra, cuando ejercía como Primer Lord del Almirantazgo, pero que es el único de sus candidatos que acepta la oposición.

Aquí estamos ante un thriller político en el que la principal guerra se libra entre el protagonista y sus rivales. Aprovecha que cuenta como colaboradores a los inspirados Bruno Delbonnel, habitual director de fotografía de los hermanos Coen y Jean-Pierre Jeunet, y Dario Marianelli, su músico de siempre. Con esto le saca gran partido al guión, absolutamente redondo, del especialista en vidas reales Anthony McCarten (La teoría del todo), que consigue meter al espectador del siglo XXI en el pensamiento de la época, cuando aún se podía llegar a pensar que Hitler podría tener clemencia con Inglaterra si se rinde a tiempo.

Resulta impresionante el trabajo de Gary Oldman, a priori una opción nefasta para interpretar al protagonista por su absoluta falta de parecido. Pero pese a la extremada caracterización, a base de maquillaje prostético, el actor consigue resultar creíble sin perder expresividad, y sobre todo humanizar a un personaje mitificado por su peso en la historia. Estamos ante uno de esos trabajos milagrosos que se recuerdan siempre. Las interpretaciones son muy buenas. (Almudi JD). Decine21: AQUÍ