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El médico

El médico

The physician
  • Público apropiado: Jóvenes-adultos
  • Valoración moral: Con inconvenientes
  • Año: 2014
  • Dirección: Philipp Stölzl
Contenidos: Imágenes (algunas V, X), Ideas (cierto desequilibrio entre su visión excesivamente positiva del zoroastrismo y el judaísmo y su retrato siniestro y un tanto tópico del cristianismo; relativismo moral, F)


Dirección: Philipp Stölzl. País: Alemania. Año: 2013. Duración: 150 min. Género: Drama. Interpretación: Ben Kingsley (Ibn Sina), Tom Payne (Rob Cole), Emma Rigby (Rebecca), Stellan Skarsgård (barbero), Olivier Martinez (Shah Ala ad-Daula), Michael Jibson. Guion: Jan Berger; basado en la novela de Noah Gordon. Producción: Wolf Bauer y Nico Hofmann. Música: Ingo Ludwig Frenzel. Fotografía: Hagen Bogdanski. Montaje: Sven Budelmann. Diseño de producción: Udo Kramer. Vestuario: Thomas Oláh. Distribuidora: DeAPlaneta. Estreno en Alemania: 25 Diciembre 2013. Estreno en España: 25 Diciembre 2013.

Reseña:

   Inglaterra, siglo XI. Rob J. Cole (Adam Thomas Wright) es un chaval de nueve años, huérfano de padre, que malvive con su madre y sus dos hermanos pequeños. Cuando muere su madre por “el mal de vientre”, los hermanos de Rob son acogidos por una familia, y él acaba como aprendiz de El Barbero (Stellan Skarsgård), un curandero ambulante, al que algunos clérigos acusan de practicar la brujería. Años después, Rob J. Cole (Tom Payne) se ha convertido en un prestigioso barbero, capaz de curar las enfermedades más variadas, gracias en parte a su singular don de premonición, que le permite anticipar la muerte inminente de un paciente con solo tocarlo. 

   Ansioso de ampliar sus conocimientos científicos, Rob se hace pasar por judío, y viaja primero a Egipto —donde es acogido por Bar Kappara (Stanley Townsend) y su bella prometida Rebecca (Emma Rigby)— y finalmente a Ispahán (Persia). Allí entra en la mítica escuela de Medicina de Ibn Sina (Ben Kingsley), un sabio enciclopédico, protegido por el liberal Shah Ala ad-Daula (Olivier Martinez), pero acusado de hereje por los fundamentalistas islámicos, que negocian una alianza con los invasores seléucidas.

   Estrenada también como miniserie televisiva —dos episodios de 90 minutos cada uno—, esta ambiciosa superproducción alemana adapta el famoso best seller del estadounidense Noah Gordon, publicado en 1986 y del que se han vendido 21 millones de ejemplares en todo el mundo. La película goza de una factura impresionante, en la que destacan la vigorosa fotografía de Hagen Bogdanski, la abigarrada ambientación hiperrealista de Udo Kramer y el colorista vestuario de Thomas Oláh. También tiene fuerza la banda sonora épico-romántica de Ingo Ludwig Frenzel, aunque a ratos resulta un poco enfática. 

   Más irregulares resultan las interpretaciones: matizadas las de Tom Payne y Ben Kingsley; demasiado histriónicas las de Stellan Skarsgård y Olivier Martinez, y muy fría la de Emma Rigby. También le falta un poco de intensidad emocional a la puesta es escena del joven cineasta muniqués Philipp Stölzl (“Baby”, “Nordwand”, “Goethe!”, “El último testigo”), fluida y vistosa, pero excesivamente académica en su conjunto y torpemente explícita en su tratamiento de las escenas sexuales y violentas —sobre todo en su primera mitad—, lo que limita el público potencial del filme.


   En cualquier caso, el meritorio guion del berlinés Jan Berger (“Kebab Connection”, “Somos la noche”) sintetiza hábilmente las 800 páginas de la novela de Gordon, y trata con cierta ponderación los complejos temas que afronta, sobre todo en lo referente al innato compromiso social de los médicos, a veces heroico. En este sentido, sus reflexiones en torno a los conflictos entre ciencia y fe no decantan hacia una exaltación radical del ateísmo, sino que se limitan a criticar el fundamentalismo —tanto cristiano como musulmán— y a elogiar la sincera religiosidad —más bien sincretista— del propio protagonista y de otros personajes. “Mi libro —ha señalado recientemente Noah Gordon, ya de 87 años— no trata de fanatismo religioso o de la religión en sí, sino de la lucha por el control de las organizaciones religiosas cuando ponen en práctica sus creencias”. 

   De todas formas, en el libro y en la película se aprecia un cierto desequilibrio entre su visión excesivamente positiva del zoroastrismo y el judaísmo —Noah Gordon es de origen hebreo—, y su retrato siniestro y un tanto tópico del cristianismo. Una perspectiva parcial, demasiado complaciente con el relativismo moral —sobre todo, respecto al sexo y al suicidio—, y que olvida la ingente labor científica y artística de la Iglesia católica ya en aquellos años, que decantaría un siglo después en la creación de las primeras universidades. (Cope J. J. M.)