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El muerto y ser feliz

El muerto y ser feliz

El muerto y ser feliz
Contenidos: (Imágenes muchas X+), Ideas (erotismo, nihilismo F)

Dirección: Javier Rebollo. Países: España, Argentina y Francia. Año: 2012. Duración: 94 min. Género: Comedia negra. Interpretación: José Sacristán (Santos), Roxana Blanco (Érika), Valeria Alonso, Jorge Jellinek, Lisa Caligaris (Alejandra), Fermí Reixach (Santiago), Vicky Peña, Carlos Lecuona. Guion: Lola Mayo, Javier Rebollo y Salvador Roselli. Producción: José Nolla, Lola Mayo, Damián París y Luis Miñarro. Fotografía: Santiago Racaj. Montaje: Ángel Hernández Zoido. Dirección artística: Miguel Ángel Rebollo. Vestuario: Marisa Urruti. Distribuidora: Splendor Films. Estreno en España: 11 Enero 2013.

Reseña:

Los últimos tiempos

   José Sacristán da vida en “El muerto y ser feliz” a Santos, un viejo asesino a sueldo que se embarca en un viaje a ninguna parte a lo largo de miles de kilómetros de comedia negra. La película comienza en la última planta de un hospital de Buenos Aires, donde un español que ha echado media vida en Argentina se da cuenta de que se muere. Éste se escapa con un feliz cargamento de morfina y emprende un viaje hacia el norte. Una chica que encuentra en la carretera (Roxana Blanco) será su fiel escudera.

   Javier Rebollo es un cineasta minoritario, de ésos que hacen la guerra por su cuenta. En El muerto y ser feliz ofrece una historia que conecta con La mujer sin piano, se diría cortada por el mismo patrón, un minimalismo a lo Aki Kaurismäki, aunque sin la chispa del director finés. Desde el principio de El muerto y ser feliz escuchamos una voz en off femenina -a ratos contestada, incluso solapándose, por otra masculina- describiendo o apuntalando lo que vemos, con cierta ironía. Esta voz no deja de escucharse nunca, y agota al espectador más paciente.

   ¿Importa un bledo saber que Santos es asesino profesional, y que no logra recordar el nombre de su primera víctima? ¿Tiene algún interés el modo en que Santos emplea sus últimas horas, su estúpido hedonismo que sólo se suaviza un poco con la pasajera inesperada encarnada por Roxana Blanco? Pienso que no, pero quizá haya un público al que la propuesta del humor del absurdo al que se presta como protagonista absoluto José Sacristán y su característica sequedad le parezca la quintaesencia de la sutileza, pues la vida es poca cosa, y se ve que está tejida de momentos ridículos y carentes de sentido. (Decine21 / Almudí JD) LEER MÁS

   Después de las discutidas “Lo que sé de Lola” y “La mujer sin piano”, el madrileño Javier Rebollo insiste en un críptico minimalismo narrativo, de planificación y montaje sugerentes, pero de fondo nihilista y ritmo tedioso, marcado esta vez por dos permanentes voces en off —una femenina (la coguionista Lola Mayo, esposa del director) y otra masculina (el propio Javier Rebollo)—, tan irritantes como las morbosas escenas sexuales que trufan la película. José Sacristán y Roxana Blanco cumplen con sus desdibujados personajes, pero no logran transmitir al espectador ninguna emoción reconocible. Otro cargante ejercicio de estilo, por tanto, con cierto vigor visual, pero vacío por dentro, aunque se invoque al humor negro para darle algo de sentido.(Cope J. J. M.)